lunes, 28 de octubre de 2013

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Hoy, voy a subir un nuevo trozo de mi relato Un sabor agridulce. 
Este fragmento está centrado en la figura de Lorenzo, quien va a visitar a la cárcel al antiguo compañero de correrías de su hermano mayor para averiguar algunas cosas.

                          Era la primera vez que Lorenzo pisaba la cárcel de Sorbas.
                          Hasta donde él sabía, Paco, el que había sido criado de confianza de Santiago y su brazo derecho en la mayoría de sus fechorías, todavía permanecía preso en aquel lugar.
                         Paco, para evitar la pena de muerte, confesó que todos los delitos cometidos habían sido ideados por Santiago.
                         Un Guardia Civil condujo a Lorenzo hasta la celda donde estaba Paco.
                         Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Lorenzo. Tenía la sensación de que estaba en la antesala del Infierno. Los hombres que estaban detrás de los barrotes parecían más muertos en vida que otra cosa. Delgados y llenos de heridas, producto, no le cabía la menor duda, de posibles torturas. Se le heló la sangre al recordar que había visto así a Santiago cuando fue a verle antes de su ejecución.
                      Paco permanecía acostado en el camastro cuando se le avisó de que tenía una visita. Tampoco mostró la menor sorpresa cuando le dijeron que había ido a verle don Lorenzo Castillo y González.
-¿A qué ha venido, señorito?-le preguntó-¿Quiere echarme en cara que, pa salvarme a mí, sacrifiqué a mi patrón?
                     Se sentó en la cama con gesto dolorido.
-He venido porque me gustaría saber una cosa-respondió Lorenzo-Tú conocías a mi hermano mucho mejor que yo.
-Hubiera ido al Infierno por él-le aseguró Paco-Era mu bueno. Pero...Señorito, soy humano. Y le tengo miedo a La Parca.
-¿Conoces a mi cuñada, a doña María Elena Romero?
-Guapa moza...El patrón siempre estaba hablando de ella.



-Mi cuñada se está muriendo. Padece tisis. Sabrás lo que es la tisis. Sabrás también que se contagia. Yo vi a mi hermano muy enfermo cuando vine a verle antes de su ejecución. No pienso echarte nada en cara, Paco. Tan sólo quiero que seas sincero conmigo.
                     Lo único que quería saber Lorenzo era si Santiago estaba enfermo de tuberculosis. Aquella maldita enfermedad se contiagiaba. A lo mejor, Santiago le había contagiado la enfermedad a María Elena.
                    La respuesta de Paco confirmó los peores temores de Lorenzo.
-El patrón llevaba algún tiempo sintiéndose enfermo-le explicó-Tosía mucho, señorito. Y, cuando tosía, escupía sangre.
                    Lorenzo se aferró a los barrotes de la celda. Tenía la sensación de que se iba a caer al suelo. Lo había sospechado desde que vio por última vez a Santiago antes de su ejecución. Pero no lo había querido admitir. Y, ahora, María Elena también estaba enferma. Le rompió el corazón imaginar a su hermosa cuñada enferma.
-Me marcho, Paco-le comunicó al preso-Me voy al Peñón de Alhucemas.
-¿La patrona está allí?-inquirió Paco.
-Está muy enferma. He de verla.
                     Paco sintió cómo se le formaba un nudo en su garganta. En menos de un año, todo se había derrumbado.
                      El patrón estaba muerto. Y él ignoraba el tiempo que pasaría en la cárcel. Siempre viviría atormentado por el recuerdo de don Santiago. Para salvarse así mismo, le había sacrificado. Y el patrón siempre había sido muy bueno con él.
-Adiós, Paco-le dijo Lorenzo.
-Cuídese, señorito-le pidió el aludido-Se lo ruego. No me odie. Y dígale a la patrona que lo siento.
-Se lo diré.
                      La voz de Paco sonaba cansada. Está ya muerto, pensó Lorenzo con pesar.
                      Se sintió mejor cuando abandonó la cárcel.
                      Cuando regresó a la hacienda, encontró a Rosario llorando en el recibidor.
-¡Me voy con usté, señorito!-le avisó nada más entrar Lorenzo-¡Me da igual! ¡Quiero ver a mi niña Elenita!
-No puede verla, Rosario-le explicó Lorenzo-Está muy enferma. Además, ella no quiere que usted la vea. Le puede hacer daño.
                        Rosario tenía más de sesenta años, muy vividos. Meneó la cabeza negando.
                        Había criado a María Elena. Para ella, la joven era como la hija que nunca tuvo. Sólo pedía verla por última vez.
-¡Puede que yo la cure!-afirmó.
-La tisis no tiene cura-se lamentó Lorenzo-Y puede ser contagiosa.
-¡Por lo menos, deje que me despida de ella!
                        Lorenzo no pudo negarse a la petición de la mujer. Rosario sollozaba al pensar que no volvería a ver nunca más a María Elena.
-Puede venir conmigo-decidió Lorenzo-Quizás, eso le haga bien a mi cuñada.

4 comentarios:

  1. Jo, qué pena que ni verla le dejasen.
    Ahora tengo una duda, ¿tisis=tuberculosis?
    Saludetes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola EldanY.
      Rosario fue la niñera de María Elena cuando era niña y la quiere mucho.
      El saber que está enferma le rompe el corazón y quiere verla por última vez.
      Un fuerte abrazo, EldanY.

      Eliminar
  2. Uy pobre María Elena y sigue es muy apasionante tu historia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Citu.
      Te invito a que la sigas leyendo. ¡Espero que te guste lo que viene a continuación!
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar