viernes, 31 de octubre de 2014

ESCENA ELIMINADA DE "EL ÁNIMA"

Hola a todos.
Hoy, os traigo un fragmento de mi relato El ánima. 
Es verdad que hace tiempo que terminé (¡Aleluya!) este relato. Pero no se trata de la segunda parte ni pienso reiniciarlo.
Se trata de un fragmento que, finalmente, decidí descartar. Sin embargo, a pesar de que la historia ya ha terminado, me he animado a subirlo. Opino que no altera en gran cosa la historia y está más centrado en el personaje de la atormentada Anne.
Deseo que os guste.

           Anne tenía un novio.
            En realidad, era su prometido. Se llamaba Tristán.
            Estaba muy enamorada de él. A menudo, pensaba que no podía vivir sin él.
            Su prima Ellen era varios años más joven que Anne.
            Sin embargo, cuando conoció a Tristán, la vida de Anne cambió. Se volvió loca de amor por él. Dio por sentado que Tristán también le correspondía. Después de todo, él estaba cortejándola. Empezó a cortejarla con auténtico ardor. Anne se sintió halagada. Siempre había sido considerada como la mujer más hermosa de toda Escocia. No quería pecar de presunción.
            Estaba exagerando. Anne sólo contaba con su belleza.
            Su padre le había destrozado la vida. No sólo la había maltratado cuando era una niña.
            También le había despojado de su dote. La había despilfarrado en sus juergas.
            Anne sólo contaba con sus sueños para poder mantenerse fuerte. Para poder aferrarse a algo cuando sentía que todo se le venía abajo. Cuando su padre llegaba a casa completamente borracho.
            Pero era humana. Y soñaba con ser amada.
            Por ese motivo, se enamoró de Tristán. Empezó a hacer planes. Quería casarse con él…Dar a luz a sus hijos…Tener muchos hijos varones…Quería ser feliz a su lado…Ser una buena esposa…Una buena madre…Lo deseaba…Lo deseaba de todo corazón…
            Iba a hacer muy feliz a Tristán.
            Ellen recordaba cómo era antaño su prima Anne. Era una mujer joven y fuerte. Pero Anne estaba sufriendo ante la ausencia de Tristán. En ocasiones, sentía que no volvería a verle. Que se quedaría en el continente. O que moriría a manos de algún soldado de Napoleón.
            Entonces, Anne se despertaba gritando en mitad de la noche. Lloraba desconsoladamente al pensar que no volvería a ver nunca más a Tristán.
            Anne siempre había sido la clase de mujer que ayudaba a que se hiciese justicia. Se había enfrentado a un padre cruel y autoritario.
            Pero, cuando conoció a Tristán, la vida de Anne se vino abajo. Se enamoró locamente de él. Tristán era hermano de un miembro de la nobleza rural de Escocia. Un joven que tenía dinero, pero que jamás heredaría título alguno.  
            El polo opuesto a su hermano mayor. Un hombre que estaba sufriendo en carne propia las consecuencias de un pasado repleto de excesos.   
            Su matrimonio no sería un desastre. Estaba segura de que Tristán regresaría. Hacía mucho tiempo que no recibía ni una miserable línea de él. Pero no pasaba nada. Él volvería…Estaba segura de que él iba a volver…Se lo había prometido…
            Durante el tiempo en el que estuvieron juntos, se habían besado varias veces. Pero no pasaron nunca de los besos.
            Anne quería llegar virgen al matrimonio. Era una mujer de librepensamiento. Pero también era una mujer decente.
            Ellen sufría al ver sufrir a Anne. Su prima llevaba algún tiempo viviendo con sus padres y con ella.
            Todos se desvivían por hacerla sentirse cómoda viviendo en aquella casa. Pero Anne sólo tenía la mente puesta en Tristán. En ocasiones, pasaba semanas sin saber nada de él. Entonces, Anne no quería comer. Se encerraba en su habitación a llorar.       
            Al pensar en ello, Ellen se enfadaba. ¡Tristán le había mentido a Anne! ¡La había abandonado! Era un canalla y Anne no se lo merecía. Pero la muy tonta seguía enamorada de él. No podía olvidarle.
            La manera en la que Tristán había besado a Anne la había hechizado. Tristán había sido el primer hombre que besaba a Anne. Ella nunca antes había recibido un beso de amor. Tristán la había besado de manera muy apasionada. La había iniciado en las lides del beso sensual. Tristán…Se había convertido en el centro del Universo de Anne.
            Había pensado que él sería el primero en acariciarla de manera íntima. Ella se moría de ganas de acariciarle por debajo de la ropa. Había fantaseado con su noche de bodas, que sería la primera vez en la que yacería en los fuertes brazos de un hombre. Anne era virgen. Pero no era ninguna tonta. Sabía que Tristán había tenido muchas mujeres. Lo sabía toda Escocia.
            Anne prefería pensar que Tristán no le era infiel. Que estaba realmente enamorado de ella.
            Su amor por ella era sincero y profundo. Y debía de estar sufriendo al imaginar que podía pasarle algo. Y estaba lejos de ella.  
            Se habían besado en muchas ocasiones. Pero no habían pasado de aquellos besos.
            Tristán había querido más de ella. Pero Anne no se había atrevido a dárselo.
            Valoraba mucho su virginidad.
            Había pensado en muchas ocasiones en entregarse a Tristán. Pero…No pudo…
            No pudo hacerlo. Lo había deseado. Pero no se había atrevido.
            Se preguntaba lo que habría pasado si se hubiese entregado a Tristán. ¿Él se habría quedado en Escocia? ¿Habría permanecido a su lado? Una parte de ella sabía que Tristán la habría abandonado, aunque se hubiese entregado a él. La habría dejado sola y abandonada. Y no sólo eso. No habría podido casarse con nadie. Los hombres sólo buscan a mujeres que sean vírgenes. ¿Y si se hubiese quedado embarazada? No tenía que pensar en eso. No se había entregado a Tristán. Era todavía virgen. Tenía que recordarlo. Pero… Le echaba de menos…Lo anhelaba…
            Debía dejar de pensar en Tristán, se decía Anne así misma.
            Él la había abandonado.
            ¿Por qué la había abandonado?, se preguntaba una y otra vez.
            No lo sabía…
            Lo único que sabía era que Tristán no la merecía. Se había portado como un miserable con ella. No merecía la pena pensar en él.
            Pero seguía pensando en él como la tonta que, en el fondo, era.


                     Tristán...Anne sabía que había nacido para estar con él. No podía dejar de amarle porque era su vida. Era su todo para ella. 

lunes, 20 de octubre de 2014

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Aquí os traigo el último fragmento de mi relato Un sabor agridulce. 
Me ha costado ¡casi un año! terminar la historia de amor entre Lorenzo y María Catalina. Una historia de amor cocida a fuego muy lento en un lugar tan recóndito y tan bonito a la vez como lo es el Peñón de Alhucemas.
Gracias a todos los que han leído esta historia.
Gracias a todos los que la han comentado.
Si esta historia ha llegado a su final ha sido por vosotros.
Vamos a ver lo que le depara la vida a las primas María Elena y María Catalina.

                              El viaje desde el Peñón de Alhucemas hasta Cuenca fue muy largo. María Elena luchó contra la debilidad que sentía.
-¡No hemos debido de salir del Peñón!-se quejó Rosario cuando se subieron en el primer tren, en la estación de La Línea de la Concepción-Este viaje es una locura. ¡Te has mareado, mi niña!
                              María Elena la abrazó con cariño.
-Me siento bien-le aseguró.
                              Tuvieron que tomar varios trenes hasta llegar a Cuenca. Era el lugar donde se encontraba el balneario de Solán de Cabras. María Elena lo conocía de haber oído hablar de él en las reuniones a las que había asistido con Santiago en el pasado. María Elena creía que recobraría la salud perdida en aquel lugar.
                             Rosario y ella compartían habitación. Sin embargo, María Elena pasó dos días acostada en su cama.
                               Rosario la miró con nerviosismo. En su opinión, María Elena no debía de haber dejado la casa de sus tíos. Estaba bien atendida en aquel lugar.
                          Sin embargo, María Elena sentía que estaba obligando a sus tíos a cuidar de ella. Ellos merecían tener su propia vida.
                             Pensaba en su prima María Catalina. En lo guapa que estaba con su vestido blanco de novia el día de su boda con Lorenzo. El verla casarse en la Iglesia le trajo a la memoria recuerdos del día de su boda con Santiago. Pero Lorenzo, por suerte, no se parecía en nada a Santiago. Además de ser un joven bueno y serio, estaba enamorado de verdad de María Catalina.
                             María Elena estaba cansada del viaje. Pero también estaba cansada de recordar a Santiago.
                            Empezó a pasar mucho tiempo fuera del balneario. El paisaje que le rodeaba era verdaderamente hermoso. Rosario veía con malos ojos las constantes excursiones que María Elena hacía al valle. La mujer bastante tenía con bañarse.
                          A María Elena le gustaba pasear por la orilla del río Cuervo. Una tarde, sus pasos la llevaron hasta el pie del Monte Rebollar. En un saliente del río Cuervo es donde brota el agua del manantial.
                         María Elena llevaba una carta en sus manos. La había recibido aquella misma mañana. Habían pasado varios meses de la boda de María Catalina. Y también habían pasado otros tantos meses desde que llegó al balneario.
                         Se sentó a la orilla del manantial. Era una tarde soleada. Sólo se escuchaba el agua que brotaba de aquel monte. Escuchó el canto lejano de un pájaro.
                         La carta se la había escrito a María Elena su prima María Catalina. La desdobló. Sonrió al reconocer la letra de María Catalina.

                           Lorenzo y yo hemos arrendado una casa en la isla de Tierra. De este modo, no abandonamos el archipiélago. Pero disfrutamos de nuestra intimidad. Y puedo ir a visitar a mis padres con toda la frecuencia que quiero. 
                        Lorenzo se va a ocupar de sus negocios desde aquí. Incluso, está pensando en abrir un negocio en el Peñón. 
                         Quiere que yo le ayude. 
                         Lo mejor son por las noches. Cuando Lorenzo llena de besos cada centímetro de mi piel. 

                           María Elena dejó de leer.
                          Se secó las lágrimas que rodaban por sus mejillas. Se alegraba de corazón que María Catalina fuera feliz al lado de Lorenzo. Se lo merecía.
                           Pensó en sí misma. Santiago no la había amado del modo en el que Lorenzo amaba a María Catalina.
                            Pensó en el apuesto banquero viudo que le había robado un beso a la salida de uno de los baños.
                            Y pensó que había llegado el momento de darse así misma la oportunidad de ser verdaderamente feliz al lado de un hombre que la amara de verdad. Estaba cansada de vivir anclada en el pasado. Y era aquel pasado lo que la había hecho enfermar.



                                  Voy a ser feliz, pensó María Elena con decisión.

FIN

domingo, 19 de octubre de 2014

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Aquí os traigo el penúltimo fragmento de mi relato Un sabor agridulce. 
Mañana, espero poder subir el final.
¡Vamos a ver lo que ocurre entre María Catalina y Lorenzo!

                                 La boda se celebró a las pocas semanas de haberse entregado María Catalina a Lorenzo en la Iglesia del Peñón de Alhucemas. Acudieron numerosos invitados, casi todos, habitantes del Peñón.
                                 La noticia del compromiso entre Lorenzo y María Catalina corrió como la pólvora por toda la Península. La pareja tuvo su correspondiente fiesta de compromiso donde se anunció su boda.
                              Las semanas que siguieron fueron de verdadero caos. Había que adornar la Iglesia. Confeccionar la lista de invitados. Hacer vestidos. Hacer trajes.
                               María Elena estuvo presente cuando María Catalina se probó su vestido de novia en su habitación.
-¡Estás bellísima!-exclamó María Elena, emocionada.
                             La ayudante de la modista fue la encargada de traer el vestido de novia de María Catalina a su casa.
                              María Elena pareció animarse con los preparativos de la boda de su querida prima. Participó en la elaboración de la lista de invitados. Habló con la cocinera acerca del menú que se serviría en el banquete nupcial. Incluso, llegó a pensar en bailar alguna que otra pieza durante el baile que se celebraría después del banquete. Pero Rosario se opuso.
                               María Elena acudió a la boda de su prima. Lloró cuando vio a María Catalina entrar en la Iglesia con su padre Juan. Lorenzo pensó que estaba delante de un ángel.
                               El vestido de novia de María Catalina era de color blanco. Sujetaba un ramo de azahar entre sus manos. Un velo de tul cubría su cara.
                                Sentada en el banco junto a María Elena se encontraba su tía doña Edelmira. La mujer rompió a llorar al ver entrar en la Iglesia a su única hija. María Catalina ya no era una niña.
-No llores, tía-le pidió María Elena-Te vas a poner muy fea.
-Lloro de alegría, hija-afirmó doña Edelmira, emocionada.
                            María Elena la abrazó con cariño.



                           La noche de bodas tuvo lugar en la posada del Peñón.
                           A solas en su habitación nupcial, Lorenzo y María Catalina se despojaron el uno al otro de sus ropas. Cayeron sobre un estrecho jergón sobre el cual había echado pétalos de rosas la posadera.
-¿Por qué habrá hecho eso?-se extrañó Lorenzo.
-Es un regalo muy bonito-contestó María Catalina.
                          Un fotógrafo les había hecho una fotografía al salir de la Iglesia. Toda la familia posó para la fotografía. Sería revelada días después.
                           Las manos de Lorenzo acariciaron el cuerpo de María Catalina. La besó de manera apasionada en la boca. Ella le devolvió con igual ardor cada beso que le dio. Lorenzo la besó en el cuello. No podía dejar de tocarla. De acariciarla con sus manos. De abrazarla.
                           Lamió cada centímetro de la piel de ella. Llegó, incluso, a chupar sus pechos.
                            Y María Catalina no lo dudó.
                           Se entregó a Lorenzo sin reservas. Le mordisqueó el lóbulo de la oreja. Le succionó una tetilla.
                           Habían hecho realidad su sueño. Se habían casado.

sábado, 18 de octubre de 2014

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Espero poder terminar, si no este fin de semana, a lo largo de toda la semana que entra, mi relato Un sabor agridulce. 
¡Que ya toca!
En este fragmento, María Catalina hará algo verdaderamente audaz.

                                  Le latía a gran velocidad el corazón cuando golpeó con suavidad la puerta de la habitación de Lorenzo.
-Soy yo-le dijo.
                                 Él le abrió la puerta de la habitación. Estaba desnudo de cintura para arriba.
                                 Todavía no se había puesto la camisa del pijama. Se quedó de piedra cuando vio a María Catalina ante él.
                                 Se hizo a un lado para dejarla pasar. Era como estar viendo una verdadera aparición. Iba descalza. Llevaba puesto su camisón de dormir. Su cabello caía suelto sobre su espalda.
-Estamos prometidos-atacó María Catalina.
                                  Lorenzo no podía articular palabra. Sólo podía mirarla con cara de asombro.
-Y todavía no me explico el porqué quieres casarte conmigo-admitió María Catalina, sonriendo con nerviosismo.
-Estoy enamorado de ti-le confesó Lorenzo-Creía que ya lo sabías.
-No lo entiendo. Podías haberte casado con Elenita. Ella...
-¡Cati, entiéndelo de una vez! Yo jamás podría amar a tu prima. Es como una hermana para mí y nunca podría casarme con ella. Yo sólo tengo ojos para ti.
-Quería aclarar esto. Por eso, he venido aquí. Me muero de vergüenza porque estoy en tu habitación. Yo también estoy enamorada de ti.
                                Se sentaron en la cama de Lorenzo. El joven se percató de que María Catalina estaba temblando. La joven había hecho algo que, a los ojos de la alta sociedad, la condenaba. Estaban prometidos, pero todavía no estaban casados. Sin embargo, su compromiso no se había hecho oficial. Eso no le importaba en absoluto a Lorenzo.
-Nuestro compromiso aparecerá en todas las páginas de los periódicos de la Península-anunció el joven-Quiero que nos casemos lo antes posible. Hablaré con el sacerdote. Las amonestaciones se publicarán esta misma semana.
                                    María Catalina le miró con estupefacción. Era evidente que Lorenzo se había vuelto loco.
                                    Pero ella, a su vez, también se había vuelto loca.
-¿Nos vamos a casar ya?-se asombró.
-No veo la hora de que seamos un matrimonio-le contestó Lorenzo con sinceridad.
-No sé qué decir.
-Quédate, Cati.
                                   Y ella se quedó.
                                   Fue María Catalina la que se acostó en la cama de Lorenzo. Sin poder creerse nada. Lo que estaba pasando.
                                    Las ropas de ambos no tardaron en desaparecer. El camisón de María Catalina...El pantalón del pijama de Lorenzo...La luz de la mesilla de noche estaba encendida. Y ellos...
                                    Estaban solos.
                                    Empezaron a besarse. Y los besos que se dieron no tardaron en volverse más apasionados. Los labios de Lorenzo recorrieron con ansia el cuello de María Catalina. Incluso, se atrevió a chuparle un pecho.
                                    Los dos se olvidaron del mundo que les rodeaba. Sólo existían ellos dos.
                                   Al fundirse en un estrecho abrazo, se poseyeron mutuamente. Se convirtieron en un solo ser.



                                       Por desgracia, María Catalina no podía quedarse en la habitación con Lorenzo mucho tiempo. Rosario solía ir a despertarla muchas mañanas. Si no la encontraba en su habitación, se armaría un gran escándalo. Le dolía tener que despedirse de él.