domingo, 30 de junio de 2013

ANÁLISIS DE "BERKLEY MANOR"

Hola a todos.
Ya sé que todavía falta algo de tiempo para que llegue el final de Berkley Manor. Si Dios quiere, esta semana que entra (lo juro), la historia habrá terminado. ¿O quizás no?
¡Eso nunca se sabe!
Quiero decir que es posible que termine la historia de Chris y Melanie. Pero podría empezar otra historia que transcurriera entre las paredes de Berkley Manor. Si bien transcurra años después del final de ésta. Podría ser, ¿no?
Como ya he dicho en otra entrada, no es mi intención cerrar el blog cuando termine Berkley Manor. Me gustaría hacer más entradas. Y me gustaría colgar aquí más historias. Siento que a este blog le queda vida por delante. De cerrarlo sería más adelante y con previo aviso. De momento, me da mucha pena porque pienso que podría dar mucho más de sí. Y, aunque lo cierre, no sería un cierre total. Porque colgaría entradas. Aunque no tan de seguido, como estoy haciendo últimamente.
Al escribir Berkley Manor, me reencontré con el que ha sido mi primer amor literario. Finales del siglo XVIII...
Decidí que la historia iba a tener lugar en ese periodo de tiempo. Y decidí contar una historia distinta.
Melanie Livingston es una heroína que creo que se acerca mucho a la secundaria tradicional que a la protagonista de una novela romántica. Es una jovencita tímida e inocente. Es guapa, aunque no es ningún bellezón. Tiene una historia triste a sus espaldas, pero no busca dar pena. Es delicada, pero sabe ser fuerte cuando la ocasión lo conviene. Puede que no sea muy cultivada. Pero es muy inteligente. Siente una gran empatía hacia los demás. Es buena amiga de sus amigos. Quiere a su familia, a la que defiende a ultranza.
Al escoger una gran mansión como escenario, opté por no situarla en la campiña inglesa. Me pareció demasiado típico. Me gusta salirme por la tangente.
De modo que decidí irme a la isla de Wight. Existe allí una mansión que podría ser perfectamente Berkley Manor. De hecho, el nombre se acerca. Se llama Brook Manor.
Melanie llega a Berkley Manor después de que, por mediación de su tía abuela, sea invitada por los duques de Berkley a pasar allí una temporada. Llega con la intención de buscar marido, como cualquier jovencita casadera, a pesar de que la idea le repugna.
Pero, en lugar de que Melanie se encontrara con un lugar alegre, donde hubiera fiestas, me decanté por otra cosa. Una casa sumida en la tristeza y en el dolor por la muerte de un ser querido...No es una historia alegre ni festiva. De hecho, es una historia muy triste. Apenas hay sitio para las risas porque nadie tiene ganas de reírse.
Y también quise que el enamorado amante de Melanie fuera distinto. En lugar de escoger a un aristócrata libertino, opté por otra clase de galán romántico.
Christopher Pemberton es el vicario de la Iglesia de Santa Agnes.
Se trata de un joven de familia humilde. Quedó huérfano a una edad muy temprana. No soporta las mentiras ni los engaños. Echa en falta a su familia. Es tímido, como Melanie. Se trata de un muchacho sencillo y muy espiritual. De ahí que haya algunas referencias a la Biblia. Es justo. Cuando conoce a Melanie, siente lo que se denomina un flechazo. Se enamora apasionadamente de ella y lucha para derribar las barreras emocionales que la propia Melanie ha puesto para no enamorarse de él.
Todos los personajes de esta historia desempeñan un papel. Están las amigas de Melanie, la impulsiva Eleanor y la correcta Victoria. Eleanor está perdidamente enamorada de Justin, el cochero de su familia. Un amor que es correspondido. Por ese amor, Eleanor está dispuesta a hacer lo que sea. Mientras, se topa con la incomprensión de Victoria, la cual, a pesar de ser una adolescente, parece haber renunciado a soñar y a enamorarse.
También nos encontramos con la historia de los duques de Berkley, lord Duncan y lady Christine. Un matrimonio hundido ante la pérdida de su único hijo, un niño de corta edad. Un suceso que amenaza con quebrar una relación ya frágil de por sí. Sólo les une a lord Duncan y a lady Christine un triste secreto que guarda relación con el niño.
Y también están los padres de Melanie, sir Marcus y Kate. Él es un hombre egoísta y pendenciero que ha olvidado por completo a su familia hasta que un suceso le hace ver cuán solo está en el mundo. Por su parte, Kate es una mujer que está enamorada de un modo casi obsesivo de sir Marcus. Un amor que la ha dejado ciega e incapaz de ver la realidad.
A pesar de los caracteres de Chris y Melanie, pensé que podía haber escenas hot en esta historia. Son penosas, lo sé. Pero pensé que encajarían, ya que, al enamorarse, se vuelven más apasionados. Más fogosos...Se dejan llevar por la pasión y por el deseo. Chris no ve pecado en la unión de sus cuerpos. Piensa que es una manera de celebrar el amor que sienten el uno por el otro. En cambio, sí ve pecado el casarse con Grace, su novia, al no estar enamorado de ella. Jurarle amor eterno en un Altar a una joven que no ama y que sabe que tampoco lo ama es para Chris una especie de blasfemia.
No sé si he logrado hacer un acercamiento a la mentalidad espiritual de Chris, porque no he leído ninguna novela romántica que esté protagonizada por un vicario. Protagonistas que son hijas de vicarios he encontrado algunas. Galanes que fueran vicarios creo que nunca.
En resumen...
Quería hacer un análisis de esta historia aprovechando que está cada vez más cerca el final. Cuando termine, podré adelantaros un poco lo que va a pasar.
Quizás, haga una encuesta para cuando termine.
Me está gustando mucho dar vidilla a este blog. Y espero seguir así durante algún tiempo más, aunque haya terminado Berkley Manor. O no...
¿Creéis que las puertas de Berkley Manor podrían seguir abiertas después de Chris y Melanie?

 Mis protagonistas: Uma Thurman (Melanie) y Keanu Reeves (Chris).

sábado, 29 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
El fragmento de hoy es un poco más corto que de costumbre.
Por fin, sir Marcus se encontrará cara a cara con sus dos hijas y con su mujer.
¡Vamos a ver lo que pasa!  

                 Al día siguiente, decidió ir a ver de nuevo a Kate. Antes o después, ésta querría hablar con él. No se cansaría. Le pediría perdón por todo el daño que le había hecho. Hablaría con sus hijas. ¿Habría vuelto Melanie a casa? ¿Querría hablar con él?
                  Le latía muy deprisa el corazón. Sentía que se asfixiaba a medida que iba caminando por la calle. Sonrió con tristeza al pensar en Anne y en Melanie. ¡Cómo se había perdido las vidas de sus hijas! Ninguna de las dos quería verle. ¿O sí? No lo sabía a ciencia cierta.
                 Sir Marcus respiró hondo ante la puerta de madera de la que había sido su casa.
                 Con la mano temblorosa, golpeó con insistencia la puerta.
                 Le abrió la misma criada que le había abierto días antes.
-¿Qué es lo que desea?-le preguntó.
-He venido a hablar con la señora de la casa-respondió sir Marcus-¡Y no pienso irme hasta que no haya hablado con ella!
-¡Por encima de mi cadáver!
                Sir Marcus intentó pasar. Pero la criada se interpuso en su camino. Lo último que quería sir Marcus era hacerle daño a aquella mujer. Le pareció que era más fuerte que él. Lo estaba empujando con insistencia.
-Déjelo pasar-ordenó una voz femenina por detrás de la criada.
             La criada dejó de forcejear. Sir Marcus estuvo a punto de caerse. Reconoció de inmediato aquella voz. Era Kate.
-Katie...-susurró.
                Regina salió al recibidor. Vio a sir Marcus en el umbral de la puerta. Y miró a su sobrina. No entendía nada de lo que estaba pasando.
-Es mejor que acabemos con esto de una vez por todas, tía-le dijo Kate a Regina-Pasa, Marcus. Las niñas están en el salón.
                Sir Marcus fue conducido al salón. Melanie y Anne estaban sentadas a la mesa leyendo un libro. Al sentir pasos, las dos alzaron la cabeza. Vieron a sir Marcus mirándolas con expresión maravillada. Se pusieron de pie.
-Padre...-susurró Melanie.
              A pesar del tiempo transcurrido, la muchacha le recordaba. Pero su figura era más bien difusa. Como un fantasma que aparecía y desaparecía. Anne se pegó a su hermana.
-Melly...-dijo sir Marcus-Annie...¡Cuánto habéis crecido!
               ¿A qué has venido?, se preguntó Melanie con indignación. ¿A volver a destrozarnos la vida?
                Sir Marcus se topó con la mirada de desprecio que le dirigió su hija mayor. Buscó ayuda en los ojos de Kate, pero su esposa le hurtó la mirada. No quería mirarle. Regina no entendía el porqué su sobrina estaba haciendo aquello. La interrogó con los ojos.
-Es mejor así-le explicó Kate-Que hable de una vez. Y que salga definitivamente de nuestras vidas.
-Entiendo que no queráis ninguna de las dos verme-empezó a decir sir Marcus-Mi comportamiento para con vosotras no tiene justificación alguna. Aún así, os suplico a las tres que me perdonéis.
               Las mejillas de Melanie se encendieron. Sentía la sangre hervir en el interior de sus venas. ¿Cómo podía aquel tipejo tener el descaro de ir allí pensando que lo iban a perdonar?
-¿Cómo te atreves a poner un pie en esta casa?-le increpó con voz cargada de indignación-¡Durante diez años no te preocupaste nunca de nosotras! ¡No nos has escrito ni una mísera línea! ¿Dónde estabas metido?
-Melly...-la llamó Kate.
-Déjala que hable-la interrumpió Regina. Sir Marcus mantenía la vista gacha-No dice más que la verdad.
-¿Dónde has estado durante estos diez años?-prosiguió Melanie-¿Dónde estabas cuando Annie o yo estábamos enfermas? ¿Dónde estabas cuando necesitábamos tu ayuda? ¡Dime! ¿Dónde?
              Estaba gritando.
-He hecho cosas a lo largo de mi vida que han sido terriblemente vergonzosas-admitió sir Marcus-Cosas de las que me arrepiento profundamente. No he sabido ser un buen padre para ninguna de las dos. Lo único que que busco es vuestro perdón. Me temo que llego demasiado tarde. Habéis hecho una vida al margen de mí. No hay lugar en ella para mí.
              Se le trabó la voz.
-¡Tú mismo te lo has buscado!-intervino Kate-Yo habría dado mi vida por ti. ¿Cómo me has correspondido? Me abandonaste, Marcus. Nunca te has preocupado por ninguna de nosotras. ¡Rompías todas las cartas que yo te escribía! ¿Cómo puedes venir aquí a implorar que te perdonemos?
-Katie...-dijo sir Marcus.
-Mi sobrina ha hablado-dijo Regina-Creo que ya está dicho todo.



            Sir Marcus supo que no tenía nada más que decir. Se dio media vuelta. Salió del salón con paso lento y cansado. No miró hacia atrás. Le daba vergüenza ver a la familia que había despreciado. Una familia que le devolvía el desprecio. Las lágrimas le escocían los ojos. Abandonó la casa. Y se quedó un buen rato de pie en el jardín. Mirando la fachada. Y llorando. Llorando por los años que había desperdiciado de su vida.
              Debió de haber hecho las cosas de otra manera. Debió de haber permanecido al lado de Kate.
              Por lo menos, no moriría solo. Habría visto crecer a sus hijas. Éstas estarían cuidando de él. La alegría de sus hijas serían su apoyo durante su agonía.
                Por desgracia...Se iba a morir solo. Sin poder hacer las paces con sus hijas. No merecía su perdón.

                Mientras tanto, lady Christine estaba en su habitación. La doncella cepillaba su cabello, que llevaba suelto.
-El duque va a venir esta noche-le contó lady Christine-Querrá verme guapa.
-Veo que Su Excelencia está decidido a tener un hijo-observó la doncella.
-Todos los días, le pido a Dios que me quede embarazada. ¡Lo deseo con toda mi alma! Pero pienso en el niño que podría engendrar con mi marido. Y no siento ilusión alguna. No será un niño ni querido ni deseado. Será engendrado con el corazón lleno de dolor.
-No piense en eso, milady.
                 Lady Christine contempló su imagen reflejada en el espejo. La lámpara de aceite estaba encendida. Lord Duncan no tardó en golpear la puerta de la habitación. Aquella misma mañana, había contratado a un nuevo ayudante de cámara. Cierto era que no era tan eficiente como lo había sido Humphrey. Pero era mucho mejor que los otros aspirantes que habían acudido.
               La doncella hizo una discreta reverencia al entrar lord Duncan en la habitación.
               Se retiró sin hacer ruido.
               El matrimonio se quedó a solas. Lady Christine se puso de pie. Se acercó a la cama. Se sentó en ella. Sabía lo que esperaba su marido de ella.
-Ojala esta noche me quedara encinta-suspiró lady Christine-Se lo pido todos los días a Dios.
               Lord Duncan alzó la mano y acarició el cabello suelto de su mujer.
-¿Te repugna tener intimidad conmigo?-le preguntó.
-No es eso-respondió lady Christine-Siempre he deseado tener un hijo mío. Quiero a Toby con toda mi alma. Y lo querré hasta el último día de mi vida. Pero...
-No es tu hijo. Y tampoco era mi hijo. Su origen...¡Qué importancia puede tener ahora! Ninguna...
              Lord Duncan se sentó en la cama al lado de su mujer. La hizo acostarse sobre la cama al tiempo que él se tumbaba encima de ella. Lady Christine cerró los ojos. Estaba en brazos de su marido. ¡Ojala me quede embarazada!, rezó en silencio. ¡Ojala pueda engendrar un hijo! ¡Que sea un niño! Para que esto no se repita.
            Lord Duncan la besó con dulzura en los labios. Sabía que aquello no le agradaba nada a lady Christine. Por su cabeza, pasó el recuerdo de Daphne. Nunca consumaron el matrimonio. Pero eso era algo que nadie sabía.
              Las manos de lord Duncan llenaron de caricias el cuerpo de lady Christine. Ella no sintió nada. Se dejó besar por su marido. No sintió nada cuando él la abrazó. Cuando su cuerpo invadió el cuerpo de ella. Sólo deseaba quedarse embarazada. Y no volver a compartir cama nunca más con lord Duncan. No volver a besarle. No volver a tener aquella intimidad que estaba teniendo con él.

viernes, 28 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Tras un parón que ha durado desde el martes, hoy regresa Berkley Manor. 
Ya queda menos para que conozcamos el desenlace de esta historia. Se puede decir desde hoy que empieza la cuenta atrás para que veamos el final de la historia de Chris y de Melanie (y de Eleanor y de Justin y de lady Christine y lord Duncan y de otros muchos personajes a los que he llegado a coger mucho cariño).
Son los fragmentos finales. Y espero no defraudar a nadie con el final de esta historia. Es curioso. Empecé a escribir Berkley Manor sin grandes pretensiones. Y me he dejado, casi sin darme cuenta, la piel en ella.
Gracias a vosotros. A los que me leéis sin comentar y a los que leéis y comentar. De no ser por vosotros, habría tirado la toalla hace un par de meses. No habría llegado adonde estoy.
¿Y dónde estoy?
Más bien, habría que preguntarse dónde está Melanie. Y es que está a puntito de llegar a casa. ¿Qué se encontrará allí?
¡Vamos a verlo!

                      El carruaje se detuvo ante la fachada de la casa de los Livingston. Melanie reaccionó al posar la vista en la fachada de su casa.
-Hemos llegado, señorita-le indicó la doncella de lady Christine.
                     Los ojos de Melanie se llenaron de lágrimas. Parecía que había sido ayer cuando abandonó su casa para partir con destino a Berkley Manor.
-Sí...-susurró la muchacha.
                  El cochero le abrió la portezuela del carruaje. Ayudó a Melanie a descender. Se hizo cargo de sus maletas. El corazón de Melanie golpeaba con fuerza dentro de su pecho.
                  Avanzó con decisión hasta la puerta de su casa. Ignoraba lo que iba a encontrar detrás de aquella puerta de madera. ¿Habría vuelto su padre a casa? ¿Cómo encontraría a su madre? La doncella de lady Christine no se apartó de ella.
-Puede regresar, si quiere-le dijo Melanie-Ya estoy en casa.
-Prefiero quedarme un poquito-dijo la doncella-Está muy pálida.
-Estoy bien.
                   Melanie golpeó con fuerza la puerta. Al cabo de unos minutos, le abrió una criada. Pareció aliviada al verla.
-¡Señorita Melanie!-exclamó la mujer-Ha vuelto.
-Sí...-dijo la aludida.
                 Abrazó con cariño a la criada.
-Venga conmigo-le pidió la mujer-¡Oh, Dios mío! ¡Qué alegría! ¡No la esperábamos!
                 El cochero y la doncella de lady Christine pasaron detrás de Melanie. La chica caminaba con paso titubeante. Estaba dispuesta a dar media vuelta e irse si veía a su padre.
                  En lugar de eso, Melanie fue llevada hasta el salón. Su madre estaba sentada a la mesa del fondo. Estaba ayudando a Anne a hacer los deberes. Sentada en un sillón se encontraba Regina tejiendo. Anne fue la primera en percatarse de que algo raro pasaba. De pronto, alzó la cabeza y vio a su hermana mayor de pie en el umbral de la puerta del salón.
-¡Melly!-exclamó la niña-¡Has vuelto! ¡Por fin has vuelto!



                   Se puso de pie de un salto. Fue corriendo hasta donde estaba su hermana. Las dos se fundieron en un fuerte abrazo. Anne lloraba y reía a la vez, lo mismo que Melanie.
-¡Te he echado mucho de menos, mi pequeña Annie!-le dijo Melanie.
-Y yo también te he echado de menos-afirmó la niña-La casa sin ti era muy aburrida. ¡Pero has vuelto y no te vas a volver a ir!
                 El corazón se le detuvo a Kate al escuchar la voz de su hija mayor. Melanie había vuelto a casa. ¡E ignoraba que su padre estaba merodeando por allí!
-¡Mi pequeña!-exclamó Regina.
                  También se había puesto de pie.
-Tía Reggie...-dijo Melanie, visiblemente emocionada.
                   Regina fue hacia ella todo lo deprisa que pudo. Al llegar a su altura, la abrazó con fuerza.
-¿Por qué has vuelto?-le preguntó.
-Lo sé todo, tía Reggie-respondió Melanie-Espero que no esté aquí.
-Aquí sólo estamos tu madre, Annie, las dos criadas y yo. No entiendo a qué te refieres. ¿Quién esperas que no esté aquí?
-Te lo contaré más tarde.
-Melanie...-dijo Kate.
-Mamá...-susurró la chica.
                La voz de Kate se quebró por el llanto. Avanzó hacia su hija. Y la abrazó con mucha fuerza. ¿Cómo le iba a decir a Melanie que su padre había vuelto? ¿Qué era lo que iba a hacer para protegerla? Dio gracias a Dios porque Melanie estaba de regreso. La había echado mucho de menos. Iba a demostrarle lo buena madre que era. Todo había cambiado.
                 La criada llevó al cochero a la habitación de Melanie donde dejaría las maletas. Por su parte, Kate condujo a su hija mayor hasta el sofá y tomaron asiento.
-¿Dónde está mi padre?-atacó Melanie-¿Está aquí? ¿Lo has aceptado?
                 Regina y Kate se quedaron sin habla al escucharla.
-¿Cómo sabes que tu padre ha regresado?-indagó Kate.
-Annie me escribió una carta contándomelo-contestó Melanie.
-Tenía que hacerlo-afirmó la niña-Melly tenía que saber que nuestro padre había vuelto. Con ella aquí, no se atreverá a hacernos daño.
                Kate suspiró. Sabía que Anne, antes o después, le diría algo a Melanie. Las dos siempre habían estado muy unidas.
-No, cariño-admitió Kate-Tu padre no está aquí.
-Porque tu madre ha espabilado a tiempo-intervino Regina-De no ser por eso, ese sinvergüenza estaría de nuevo aquí. Pero has de saber que ha hecho de todo para volver a engatusar a tu madre.
-Espero que no hayas cedido-dijo Melanie, mirando a Kate.
                La mujer negó con la cabeza. A veces, sentía el deseo de volver con sir Marcus porque una parte de ella lo seguía amando. Pero a su mente regresaba el recuerdo de los momentos dolorosos que había vivido a su lado. Del daño que le había causado no sólo a ella. También a sus hijas...¿Cómo podía perdonarle?
-Ahora que has vuelto, nuestro padre no volverá a venir-afirmó Anne-¡Yo sabía que volverías! ¡Lo sabía!



                    Kate abrazó con cariño a sus dos hijas.
-¿Cómo están los duques?-quiso saber Regina.
-Están destrozados, tía Reggie-contestó Melanie-Por suerte, poco a poco, están empezando a salir adelante. Pero les está costando mucho trabajo.
-No me extraña-suspiró Kate-Puedo ponerme en su situación. Sé lo que es perder, no un hijo, sino dos. Ese pequeño era hijo único. Y...Por lo que tengo entendido, la duquesa es estéril. No hay que preguntarse quién será el heredero. Lo que ha que preguntarse es si un padre podrá superar la pérdida de un hijo. No...No lo supera nunca. Se sigue adelante. Pero nunca lo supera.
                 Kate había perdido a dos de sus hijos. Había visto morir a Peter. Y había perdido al niño que estaba gestando. No podía perder también a Melanie y a Anne. Su padre ya les había hecho mucho daño. No volvería a hacérselo nunca más.
                  Suspiró hondo. Se preguntó si había amado alguna vez a sir Marcus. ¿O tan sólo vivía obsesionada con él porque había sido el único hombre con el que había estado?
-No volverás a irte-dijo Anne. Miraba a su hermana-¿Verdad que no, Melly?
-Tu hermana no volverá a irse por el momento-intervino Regina-Lo que va a hacer ahora es descansar. Supongo que vendrá cansada. No está acostumbrada a viajar. Yo tampoco haría un viaje a mi edad. ¡Acabaría con mis pobres huesos molidos!
-Luego, subiré a deshacer el equipaje-decidió Melanie-Pero...¡Prefiero quedarme un ratito aquí con vosotras! Sentir que estoy de nuevo en casa.

martes, 25 de junio de 2013

UN PEQUEÑO INCISO

Hola a todos.
Hoy, me gustaría hacer un pequeño inciso en Berkley Manor para daros una noticia.
En realidad, se trata de un comentario que quería haceros. Y tiene que ver con el blog.
¡No! ¡No estoy tan loca como para dejar a medias la historia cuando falta tan poco para el final! ¡Ni de coña!
El caso es que había pensado en terminar de subir aquí Berkley Manor. Y, después, cerrar el blog. Pero lo he estado pensando mucho. Y no quiero cerrar el blog. Me da mucha pena hacerlo. Sobre todo, ahora. Cuando más vida está empezando a tener, después de tanto tiempo olvidado.
Quiero hacer entradas en el blog. Me gustaría seguir subiendo aquí cuentos. Y me gustaría colgar un relato largo aquí. Pero eso será más adelante. Lo principal ahora es terminar la historia. Quiero retomar mis paridas. Y mis críticas literarias...
El blog seguirá abierto después de que haya terminado de subir Berkley Manor. Quizás no haga entradas tan de seguido. Pero seguirá abierto. Y seguiré haciendo aquí entradas.
Siento que este blog, aún cuando haya terminado de subir Berkley Manor, aún no ha cumplido su ciclo vital. Suena raro referirme de este modo a un blog. Pero siento que un blog podría ser un poco como un ser vivo. Tienes que darle alimento. Y ese alimento son las entradas. Va creciendo poco a poco. Lo cuidas. Lo mimas. Yo lo veo así.
El relato largo será de época, por supuesto.
He intentado escribir algo de contemporánea. Pero...¡De verdad, no se me ocurre nada!
Algunas veces, lo confieso, me gustaría ser Amanda (la prota de Lost in Austen) y viajar hasta principios del siglo XIX, aunque sólo sea porque, con el cambio de aires, podría escribir algo que transcurriera en el 2013.
El relato largo será uno de los proyectos que tengo en mente y que están esperando para ver la luz.
Aún no verá la luz. Paciencia...

 Por la vestimenta de estas damas, os puedo avisar de que el relato transcurrirá en la década de 1870 y en una isla. No puedo decir más.

lunes, 24 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Berkley Manor, Melanie emprende el viaje de regreso a casa.
Es un fragmento muy corto. Aún así, espero que os guste.
 
               El viaje de vuelta a casa se le hizo eterno.
                  Melanie no veía la hora de llegar.
                  Por petición de lady Christine, viajaba con la doncella de ésta última.
-No se preocupe por nada, señorita-le dijo la doncella-Ya verá como todo irá bien.
                  Melanie frunció el ceño. Ignoraba lo que la esperaba al llegar a casa. ¿Habría sido capaz su madre de perdonar a su padre? ¿Volvería a estar en casa?
-¡Ojala este carruaje vaya más deprisa!-masculló Melanie.
                La doncella la oyó hablar en voz baja. La chica estaba realmente angustiada.
-Pase lo que pase, acabará imperando la razón-afirmó la doncella.
                ¡Qué distinto era aquel viaje!, pensó Melanie. Recordaba bien cómo había sido su llegada a Berkley Manor. Asomó la cabeza por la ventanilla del carruaje.
-Tenga cuidado, señorita-le advirtió la doncella-Podría golpearse la cabeza contra algún árbol.
-Tengo la cabeza dura-bromeó Melanie.
                Los árboles parecían más verdes y más frondosos. Incluso, podía escuchar el canto de algunos pajarillos. El Sol brillaba en lo alto del Cielo. Ni una sola nube hacía acto de presencia. No se parecía en nada a su llegada a Berkley Manor. Con aquella lluvia cayendo.
-No estoy acostumbrada a estar fuera de casa-le confió a la doncella-Nunca antes había salido de ella. Ni siquiera para ir a otra ciudad. Ha sido toda una experiencia.
               Quiso pensar que aquella visión debía de significar algo. Respiró hondo y volvió a meter la cabeza dentro del carruaje. Tiene que ser una buena señal, pensó.



                 Melanie se recostó en el asiento del carruaje. Ya falta menos para estar de nuevo en casa, pensó. Dentro de muy poco, volvería a ver a su familia. Estaría de nuevo con su madre, con la pequeña Annie y con la tía abuela Regina. Sonrió con tristeza.
-Espero que las tres estén bien-suspiró.
               El viaje se le estaba haciendo eterno. Tenía la sensación de que los caballos tiraban del carruaje más despacio. Que las ruedas se habían quedado atascadas. Son imaginaciones tuyas, pensó Melanie. Muy pronto, estarás de nuevo en casa. Todo saldrá bien.
-¿Alguna vez ha salido de viaje?-le preguntó a la doncella.
-Sólo he viajado con la duquesa-respondió la mujer-Es una buena mujer. Me da pena todo lo que está sufriendo.
-¿Y qué me dice de usted?
-De mí hay poco que contar, señorita. Me he pasado toda la vida haciendo lo que podía para no pasar hambre. Me conformo con lo poco que tengo ahora. Antes...No tenía nada.
-Lo siento mucho.

domingo, 23 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos. 
Aquí tenéis un nuevo fragmento de Berkley Manor. 
El fragmento de hoy tiene como protagonistas a Chris y a Melanie. 
Lamento mucho el parón de ayer. No puedo dejar a medias esta historia estando tan cerca del final. 
Veamos lo que pasa entre ellos. 

-Tengo que volver a casa, milady-le comunicó Melanie a lady Christine-Hay problemas. Me necesitan. Yo... Le agradezco de corazón su hospitalidad. Y me alegro de ver que está mejor. 



                Lady Christine y ella estaban dando un paseo por el jardín.
-Entiendo-dijo la duquesa.
               Melanie se fijó en que lady Christine estaba muy pálida. Su vestido de color crema parecía fundirse con la blancura de su piel. A pesar de las indicaciones del doctor Price, lady Christine había querido bajar al jardín a tomar un poco el fresco.
-No se encuentra bien, milady-observó Melanie.
-Estoy bien, querida-mintió lady Christine.
-¿Por qué se ha desmayado?
-Porque siento que mi vida es un desastre. Que nada de lo que me pasa es real.
-Usted es real, Excelencia. Lo que siente es real.
-Te equivocas. Hay cosas de las que es mejor no hablar.
               Lady Christine le sonrió con tristeza a Melanie. La muchacha sintió pena por ella. Veía que su matrimonio con lord Duncan era un desastre. Sólo estaban unidos por el pequeño Toby. Y aquel lazo se había roto para siempre.
-Puedes partir mañana por la mañana-decidió lady Christine-Le diré a mi cochero que te lleve a casa.
-Muchas gracias, Excelencia-contestó Melanie haciendo una profunda reverencia-Es usted muy amable.
-Gracias a ti, querida.
-¿Por qué me da las gracias?
-Por permanecer en este mausoleo. Por no haber salido corriendo. Por hacernos compañía en nuestro dolor. Por ser comprensiva.
-De corazón, lamento mucho todo lo que ha pasado.
              Yo también lo lamento, pensó lady Christine.

                Chris volvió a colarse aquella noche en la habitación de Melanie. Ella lo estaba esperando sentada en la cama. Ignoraban lo que estaba pasando en el sótano entre Eleanor y Justin. Y también lo que estaba pasando entre lady Christine y lord Duncan en la alcoba de la duquesa. 
-Chris, te estaba esperando-dijo Melanie. 
                 Llevaba puesto el camisón. Encima, se había puesto la bata. Su rubio cabello estaba suelto. 
                 Se acercó a grandes zancadas a Chris y lo abrazó con fuerza. Llenó su rostro de besos. El joven se dio cuenta de que Melanie estaba temblando. 
-¿Qué ha pasado?-quiso saber. 
                Melanie apoyó su cabeza sobre el hombro de Chris. El joven le acarició el pelo. Melanie cerró los ojos al sentir la cara de su amado hundida en su cabeza. Se apretó contra él. Cuando estaba con Chris, Melanie se sentía protegida. 
                Sintió que Chris rodeaba su cintura con los brazos. Respiró hondo. 
                El joven la besó en la frente. 
-¿Va todo bien?-inquirió Chris. 
-Sí...-contestó Melanie-Todo va bien. 
-Me estás mintiendo. ¿Qué ha pasado, Melly? 
                  La muchacha suspiró. Chris debía de saberlo.
-Mi padre ha vuelto-atacó.
                  Para su sorpresa, Chris no dijo nada. Melanie frunció el ceño.
                  Lo debe de saber, pensó. ¿Por qué no me lo habrá dicho? Chris se enfrentó a la interrogante mirada de Melanie.
-¿Tú lo sabías?-le interrogó la chica.
-Me encontré con tu padre hace algunos días-se sinceró Chris-Quería que yo intercediera por él. Le di un puñetazo.
                Los ojos de Melanie se abrieron desmesurados. Luego, se echó a reír con ganas.
-¿Le diste bien?-quiso saber.
-Lo dejé tirado en el suelo-contestó Chris.
                 Melanie tenía un brillo pícaro en su mirada.
-Hiciste bien-afirmó.
-No quiero que ese canalla vuelva a haceros daño-le aseguró Chris-Ni a ti ni a tu madre ni a tu hermana. Ese hombre os rechazó. Dios le hizo el regalo más maravilloso del mundo con una familia. Y él la rechazó. No os merece.
                  Los dos se quedaron mirando durante unos instantes. Melanie pensó en lo maravilloso que era Chris. Se había enfrentado a su padre sólo por ella. Porque quería protegerla. Tengo miedo, pensó. Pero siento que puedo confiar en él.
-Eres maravilloso-afirmó-Y quiero ser tuya. Te amo. Con la mente, con el corazón y con mi cuerpo. Siento que están desapareciendo todos mis miedos.
-¿Vas a abandonar Berkley Manor?-indagó Chris.
                 Melanie asintió.
                 Le daba mucha pena abandonar aquel lugar.
                 Se había enamorado en Berkley Manor.
                 Había cambiado en aquel lugar. Sentía que ya no era la niña asustadiza que era cuando llegó.
                 Sentía que podía enfrentarse al mundo. Lo vivido allí la había ayudado mucho.
                  Debía de dejar atrás los fantasmas de su pasado. Debía de mirar hacia delante.
                  Pero quedaba un último escollo. Su padre...
                 Debía de enfrentarse a él. Entonces, sería libre del todo.
-No quiero que ese hombre esté cerca de mi familia-contestó Melanie-No quiero que vuelva a hacernos daño.
-Yo estaré contigo para ayudarte-le prometió Chris-No dejaré que vuelva a destrozaros la vida.
                 Los labios de Chris y de Melanie se encontraron en un beso apasionado. Sus lenguas empezaron a combatir al tiempo que se quitaban mutuamente la ropa. Una última noche de amor en Berkley Manor...
                 No dejaron de besarse mientras caían desnudos sobre la cama. Sus bocas se buscaban. Se encontraban. Sus lenguas seguían combatiendo de manera incesante.
-Echaré de menos estar aquí contigo-le confió Melanie a Chris.
               Las manos del uno recorrían el cuerpo del otro. Se abrazaban. Sus cuerpos se rozaban. Los labios del uno besaban la piel del otro. Se conocían de sobra a nivel íntimo. Sabía lo que les gustaba. Era su última noche. La piel de Chris ardía al contacto de la piel de Melanie. No podía dejar de tocarla. De acariciarla. Estaba derribando las últimas defensas de la muchacha. Ya no sentiría miedo de amarle. Las reservas acabarían desapareciendo.
                Los dos tenían los ojos muy abiertos. Melanie ya no sentía pudor al ver el cuerpo desnudo de Chris. Y ya no sentía pudor alguno al estar desnuda delante del joven. Era lo más natural del mundo.
              Sintió los dedos de Chris recorriendo cada centímetro de su piel. La respiración de Melanie se hizo más agitada.
                 Se tocaron. La boca de Melanie saboreó el cuerpo de Chris. Se deleitó con su textura. Lo sintió suyo en cuerpo y alma. No dejó ni un milímetro sin recorrer de la piel del joven. Se besaron una vez en los labios. Volvieron a besarse.
                 Chris besó las manos de Melanie. La besó en el cuello. La besó también en la espalda recorriéndola en toda su extensión. Besó sus pechos. Succionó sus pezones. Recorrió con la lengua su vientre. Escuchó cómo de la boca de Melanie se escapaba un suave gemido.
               De aquella manera, Chris y Melanie volvieron a unir sus cuerpos. Fue un acto lleno de amor. Pero también fue un acto lleno de melancolía. Aquella sería su última noche en Berkley Manor. Aún así, decidieron pasarla amándose. Entregándose de lleno el uno al otro. Había sido en aquella mansión donde se habían conocido. Y donde se habían enamorado.



                Al día siguiente, Melanie tenía preparado todo su equipaje. Partiría al mediodía. Bajó al salón, donde la estaban esperando Victoria, Eleanor, lady Christine y lord Duncan.
-Celebro verle por aquí, milord-afirmó Melanie-¿Cómo se encuentra?
-Intentando seguir adelante-contestó lord Duncan-Pero cuesta mucho trabajo. Por suerte, no me siento solo.
             Lady Christine mantenía la cabeza gacha.
-¡Aún no me puedo creer que te vayas!-se lamentó Victoria.
-Mi familia me necesita-le recordó Melanie. 
-Tu padre es un malnacido-aseguró Eleanor-¿Cómo se le ocurre regresar? ¡No ha dado señales de vida durante años! 
               Melanie se abstuvo de decir que tenía razón. 
              Los criados estaban en la entrada. 
-Buen viaje, señorita-le dijo el mayordomo-Lamentamos que su estancia en Berkley Manor no haya sido tan agradable. 
-Ha sido una experiencia que nunca olvidaré-afirmó Melanie-Recordaré todos los momentos que he vivido aquí. Han sido todos ustedes muy amables. 
              Recordó el día en que Pamela se puso de parto. 
               Los ojos de Melanie se llenaron de lágrimas. Aún podía ver el ataúd en mitad del salón donde yacía Toby. 
               Aún resonaban en sus oídos el grito de dolor de Humphrey cuando supo que Pamela había muerto. Tanto Victoria como Eleanor intentaban contener las lágrimas. 
             Eleanor dijo que eran unas tontas porque no tardarían muchos días en volver a verse. A su lado, Victoria asintió. Sin embargo, la mente de Eleanor tenía otros planes. Se acercó a Melanie y la abrazó con fuerza. 
-Tenemos que hablar-le dijo-Pero tiene que ser a solas. 
            Hablaba muy bajito. Le daba miedo contarlo delante de Victoria. Ya había tomado una decisión con respecto a su romance con Justin. Y estaba muerta de miedo. 
             Victoria parecía entenderla. Aunque no terminaba de fiarse de ella. Creía que podía confiar en Melanie. Después de todo, ella sabía lo que era estar enamorada. 

viernes, 21 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Berkley Manor está protagonizado por la otra pareja de la historia: la formada por Eleanor y por Justin.
Hoy, van a dar un paso más en su relación.

                   A la mañana siguiente, antes del alba, Justin intentaba leer el periódico. Pero le avergonzaba recordar que no sabía leer. Eleanor leía las noticias en su lugar.
-Hace meses que no se sabe nada de la duquesa de Devonshire-comentó Justin-Antes, su nombre salía en el periódico hablando de los eventos a los que acudía.
-Mi doncella dice que se ha marchado de viaje a Europa-dijo Eleanor.
-¿Y qué estará haciendo en Europa?
-Nadie lo sabe. Pero hay quien cree que el duque está intentando tapar un escándalo. ¡El muy...!
                Justin sonrió. Eleanor tenía un genio muy vivo. El cabello rojo de la joven caía gloriosamente sobre sus hombros. Se lo acarició con la mano.
-Ellie...-susurró Justin mientras la miraba arrebolado.
               Pensaba en lo ocurrido la noche antes. La noche más feliz de su vida...Con ella...
                Los dos permanecían acostados en el estrecho jergón en el que dormía el joven en el sótano. La noche antes, Eleanor había vuelto a bajar al sótano.
-Ellie, por favor-le rogó Justin, con voz ahogada.
-Lo deseas tanto como yo-aseguró Eleanor-¿Por qué te resistes?
-Te amo. Y tengo miedo.
              Sin embargo, aquella noche, Eleanor no estaba dispuesta a irse. Llevaba puesto su camisón de dormir de color blanco, que llevó puesto todo el rato. Justin, en cambio, estaba completamente desnudo. Eleanor se acostó a su lado. Los besos empezaron a ser más apasionados. Pronto, no se conformaron con aquellos besos apasionados. Querían algo más. Las caricias de sus manos se hicieron más íntimas. Las manos de Justin se metieron debajo del camisón de Eleanor. Bebió del sabor de la boca de la joven en incontables ocasiones. Un beso...Otro beso...Justin abrazó a Eleanor. Y su cuerpo tomó posesión del cuerpo de la joven. Aún así, Eleanor sintió dolor al ser desvirgada.
               Cuando todo acabó, la joven no fue capaz de conciliar el sueño. Amaba a Justin, pero no había sentido nada aquella primera vez. Cuando sintió la invasión de su cuerpo, se puso tensa. No pudo disfrutar de nada. Todo mejorará la siguiente vez, pensó Eleanor. Soy virgen. Es normal que me haya dolido. Es normal que haya sangrado un poquito.
               Justin nunca antes había sido tan feliz como lo era aquella mañana. Cuando amaneció junto a Eleanor.
-¿Estás bien?-le preguntó.
              Llegó a la conclusión de que no había hecho nada malo. Amaba a la joven pelirroja. El sueño de su vida era estar con ella siempre. La había tocado. La había tenido entre sus brazos. No le pedía nada más a la vida después de aquella noche.
               Justin sintió frió. Se levantó de la cama para ponerse los pantalones. Luego, retornó al lado de Eleanor. Ella permanecía acostada.
-No soy capaz de leer nada-se lamentó Justin-Te has enamorado de un perfecto inútil.
             Acostada a su lado, Eleanor guardaba silencio. Había imaginado que su primera vez con Justin sería algo maravilloso. De alguna manera, así había sido. Pero le dolía todavía el bajo vientre. Se preguntó qué pasaría a partir de aquel momento entre ellos.



-Vamos a fugarnos-se decidió Justin. Arrojó el periódico al suelo-¡Huiremos a Gretna Green! Empezaremos de cero en otro lugar.
               Atrajo a su amada Eleanor hacia él y llenó de besos su rostro.
               Los ojos de la joven se llenaron de lágrimas de alegría.
-¿Estás dispuesto a huir conmigo?-se asombró-¿Lo dices en serio?
-Después de lo ocurrido entre nosotros, no podría estar más seguro-contestó Justin-Te amo, Ellie. Y quiero que estemos siempre juntos.
-Hablaré con mis padres y trataré que lo entiendan. ¡Tenemos a Vicky de nuestra parte!
              Justin la besó con entusiasmo en la boca. Su mente hacía mil planes a la vez.
-Acabarán cediendo tus padres cuando vean que eres feliz a mi lado-le aseguró-¡Ya lo verás!-Abrazó con fuerza a Eleanor-No te va a faltar de nada. Te trataré como se debe de tratar a una Reina.
-Será mejor que me vaya-dijo Eleanor. Se sentó en la cama-No quiero que los criados se despierten y me vean aquí.
-Cuando tú quieras, nos fugamos. Nos iremos a Gretna Green. Hay una Iglesia allí. Muchas parejas van a Gretna Green a casarse. Y son felices. ¡Podríamos ser nosotros igual que ellos, Ellie!
              La joven abandonó el sótano.
              No se arrepentía de lo que había hecho con Justin. Se había entregado a él.
              Sonrió al pensar que ya no era virgen. Pero el recuerdo del dolor enturbió aquel pensamiento. Todo había sido maravilloso. Hasta aquel momento. Subió con mucho cuidado las escaleras. Todavía no había amanecido. Reinaba el silencio en la mansión. De noche, Berkley Manor se volvía más siniestra. Más oscura...Eleanor se estremeció de frío.
             Se metió en su habitación. Su cama estaba deshecha. Se acostó en ella. No podía conciliar el sueño.
              ¿Qué pasará ahora?, se preguntó.
              Los demás miembros de la servidumbre contemplaron el extraño comportamiento de Justin. El joven recordaba la noche vivida entre los brazos de Eleanor.
              Cuando se reunió en la cocina con los demás sirvientes, a duras penas podía disimular su euforia. El ama de llaves le fulminó con la mirada.
-No debería de estar tan contento-le regañó-La alegría no es buena en un momento como éste.
              La doncella de lady Christine también entró en la cocina. Sombras oscuras rodeaban sus ojos. No había logrado conciliar el sueño aquella noche. Los duques habían terminado pronto de tener intimidad. Pero habían estado juntos durante toda la noche. Hablando. Llorando. Y ella les había estado escuchando.
                Justin se sentó a la mesa.
-Te veo de buen humor-observó el jardinero.
               Justin sonrió de un modo un tanto misterioso. Su mente hacía planes para su futuro con Eleanor. Buscaría un buen trabajo y los dos saldrían adelante. A su lado, a su amada no le faltaría de nada. ¡De eso estaba seguro!
-Es el amor-suspiró una de las criadas.
-Mal asunto...-masculló el mayordomo.

jueves, 20 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos. 
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de Berkley Manor. 
Este fragmento está más centrado en la historia de lord Duncan y de lady Christine, pero visto desde otro punto de vista.

             La doncella personal de lady Christine había perdido la cuenta de las veces que había dado la vuelta en el estrecho jergón. Sentía ganas de gritar de rabia, pero se contuvo.
            Había pasado tres días bastante buenos. Pero al cuarto día el colchón de paja había vuelto a llenarse de pulgas y tuvo que dormir en el suelo. Con el Invierno en su momento más crudo, la mujer se acostó en el suelo. Se cubrió con unas mantas, pero tenía la sensación de que aquel cuartucho de la pensión estaba congelado. No le gustaba dormir en el suelo y se preguntó si su madre estaría bien. La mujer vivía sola. En una pequeña casita en la campiña inglesa...Vivía de lo que su hija enviaba. Que no era mucho, por desgracia. La doncella atendía a lady Christine en todos los caprichos. La cuidaba cuando estaba enferma. ¿Se lo agradecía? ¡No! 
            Quiso dormir. No era la primera vez que dormía en el suelo. Tenía que haberse acostumbrado. Pero no podía. Daba vueltas en el suelo. Cuando oyó que el reloj de la vieja Iglesia de San Bonifacio dio las doce de la madrugada, la doncella supo que no iba a poder dormir. Y, para acabar la noche, lady Christine no se había retirado a dormir. La mujer había decidido quedarse en el salón con lord Duncan después de la cena. Con el cuerpo dolorido, la doncella se levantó del suelo y fue a sentarse en una silla.
            La habitación de lady Christine estaba en penumbra. Una sensación de miedo y de angustia propias de una niña pequeña se apoderó de la doncella cuando vio que no había Luna en el cielo aquella noche. Pensó en sí misma cuando era una niña y se vio así misma en su adolescencia robando comida del huerto de sir Wilkes y en la actualidad, peleándose con los ratones y las ratas que vivían con ella en el desván por un trozo de comida. 
             Oyó voces en el pasillo.
-Es posible que no me quede embarazada-oyó la voz de lady Christine.
            La doncella aguantó la respiración. ¿Con quién estaría hablando? Entonces, reconoció la voz de lord Duncan. Por lo visto, los duques estaban pensando en compartir cama aquella noche.
-Chrissy, si no quieres hacerlo, no lo hagas-le pidió lord Duncan.
-¡Pero es mi deber para contigo intentar darte un heredero!-afirmó lady Christine.
-Los dos estamos destrozados por la muerte de Toby. Puedes quedarte encinta. Y me alegraría. Pero... Sería un niño que ha sido concebido con dolor.
-¡No importa! Ese niño llenará de vida este lugar.
-Chrissy...

 
   
       La doncella se movió inquieta en la silla. En su adolescencia, se hartó de ser una vulgar ladrona. Su madre tenía razón cuando le dijo que debía de cambiar de aspecto. Y también le dijo que debía de olvidar sueños imposibles. No lo había conseguido. 
            Sintió que las lágrimas afloraban en sus ojos. Siempre le ocurría cuando pensaba en él. Lo cual era una vez cada cinco minutos. Su tragedia era haberse enamorado de quien jamás la correspondería. En la campiña inglesa la gente era capaz de amar y de sufrir por amor. La doncella lo sabía. Lloraba igual que lady Christine. Ya la había sorprendido llorando varias noches destrozada porque era estéril y había muerto Toby, a ella le pasaba lo mismo, y esa noche, lady Christine seguía hablando en el pasillo con lord Duncan.
-Puede que no me quede embarazada-le hizo saber lady Christine-No soy fértil.
-No se trata de concebir un hijo-afirmó lord Duncan-Se trata de consuelo. De compañía...
-Mi madre solía decir que el tener relaciones sólo sirve para una cosa. Tener hijos. ¿De qué me sirve acostarme contigo si no me voy a quedar embarazada? Aún así...
-Te sientes sola.
-Sí...Me siento sola. Esta casa está muerta.
-Chrissy...
-Déjame acabar. Nadie es feliz aquí. Los criados no hablan. No cantan. Me asfixio. ¡Me agobio! Sólo quiero llorar. Llorar. Me quiero morir. No es bueno vivir así. Sumido en el dolor...
-Quiero consolarte, Chrissy. Y quiero que tú me consueles. Vamos a intentarlo.
-Sí...
           Lady Christine entró en la habitación acompañada por lord Duncan, que no dejaba de besuquearla. Ella llevaba puesto el camisón de dormir. Lord Duncan se había puesto la camisa corta de dormir. Lady Christine estaba temblando. Y lord Duncan estaba muy rígido. 
            Al notar que no estaba sola, la doncella se metió debajo de la cama y cogió sólo una manta para protegerse del frío.
            Imaginó que lord Duncan estaría besuqueando a lady Christine y sintió asco. La doncella no había estado nunca en la cama con un hombre. 
-Rezo para quedarme embarazada-se sinceró lady Christine-No le pido otra cosa a Dios. ¡Ojala el médico que me dijo que era estéril esté equivocado! Deseo con toda mi alma ser madre. Pero no quiero sustituir a Toby. No quiero que nadie lo sustituya. Él...
             Los ojos de la duquesa se llenaron de lágrimas. Lord Duncan se preguntó si estaban haciendo lo correcto. Un encuentro íntimo sin amor...
            La doncella imaginó una mueca pensativa en el rostro de lord Duncan.
-Me sentí atraído por tu belleza-le confesó a su mujer-Y también me sentí atraído porque no me juzgaste. Los demás, en cambio, me dieron de lado. 
                 Daphne, pensó. Toby...Lo siento. 
-Sé lo que es tener un pasado –replicó lady Christine-He estado casada antes de conocerte. Y...Mi matrimonio no fue feliz.  Sé lo que pasa entre un hombre y una mujer y tengo muy claro cuál es mi deber. El Ducado de Berkley necesita un heredero-Lady Christine tragó saliva. Estaba muy nerviosa-Eres mi marido, Duncan. Y me siento muy sola. No soy feliz. Quiero tener relaciones contigo y quiero que duermas conmigo. Por lo menos, no vamos a estar solos. Ni tú ni yo...Esta noche será como el inicio de una nueva vida para nosotros. Me gustaría sentirme de nuevo deseada. Y quiero complacerte.
            Natalie no podía creerse que lady Christine hablara de aquel modo cuando todo el mundo sabía que los deberes conyugales le desagradaban. Siempre le habían repugnado. Pero los cumplía. En su fuero interno, lady Christine deseaba no ser estéril. El recuerdo de Toby flotaba en el aire. Tanto ella como lord Duncan intentaron apartarlo. 
-Te quiero, Chrissy, y quiero demostrártelo-afirmó el hombre-Quiero consolarte. Quiero que te apoyes en mí.
            Se hizo el silencio en la habitación.
          La doncella aguantó la respiración cuando los duques se acostaron en la cama. Se abrazaron con fuerza. Mientras lord Duncan empezó a besar a lady Christine, la mujer intentó pensar en otra cosa. No sentía las manos de su marido acariciando su cuerpo por debajo del camisón. No quería pensar en nada. Imaginaba el rostro de un bebé. Su hijo...

martes, 18 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Hoy, traigo un nuevo fragmento de Berkley Manor. 
La carta de Anne llega finalmente a su destino.

                  Algunos días después, el señor Waters llegó a Berkley Manor. Debían de ser las dos de la tarde. Se echaba en cara el no haber entregado la carta antes. Pero se le había olvidado.
                  No era un mal hombre. Había visto auténtica angustia reflejada en los ojos de la pequeña Anne cuando le entregó la carta.
                 Ese hombre ha vuelto para hacer daño, pensó el señor Waters. Hizo el trayecto montado a lomos de su viejo caballo. Estaba harto de ver todos los días la dichosa carta encima del aparador. Anne estaba muriéndose de angustia. No se lo merecía.
                Confiaba en encontrar a Melanie sola, aunque sabía que era imposible. Pensaba que la joven debía de estar sola cuando le entregara la carta. Había cosas de las que era mejor hablar en privado.
                Entró por la puerta de atrás. Reinaba un gran silencio en la mansión.
            Encontró a la servidumbre en la cocina dando cuenta de las sobras del Sunday Roast que había preparado la cocinera y sus ayudantes. Y vio una escena típica: una de las criadas no quería comer.
              La jovencita miraba con cara de asco su mitad de ternera asada. Estaba cansada de vivir en un lugar tan lúgubre como aquella mansión. 
- Vamos, niña, come- intentaba obligarla la cocinera.
- No tengo hambre- se resistió la criada.
-¿Quién eres tú?-preguntó el jardinero, clavando sus ojos en la figura del señor Waters.
-Traigo un mensaje para la señorita Livingston-respondió el hombre. 
            El jardinero le hizo señas al señor Waters para que se sentara a su lado. El hombre se acercó y se sentó a su lado, aunque, pese a que no tenía hambre, aceptó el plato con las sobras del Sunday Roast que le ofreció la ayudante de la cocinera. Con desgana, el señor Waters tomó algunas cucharadas. Los criados devoraban los restos de filete de ternera, de patatas y de verdura con auténtica ansia. Sólo se detenían cuando tenían sed. Bebían de sus vasos de vino. La excepción era la joven criada. Estaba harta de vivir en una casa que se había convertido en un mausoleo. Nadie podía hablar. La cocinera y el cochero se turnaban para obligarla a comer. Pero la chiquilla escupía cada cucharada. El señor Waters pensó que aquello era extraño. 
              También pensó que la joven criada se había cansado del luto. Quería cantar. Quería volver a estar alegre.



            Después de comer, el señor Waters pudo hablar con Melanie. La chica se encontraba en la biblioteca. Quería terminar de leer Robinson Crusoe. Alzó la cabeza al notar que no estaba sola. Se sobresaltó al encontrarse cara a cara con el señor Waters. 
-No te asustes, niña-le pidió el hombre-Soy yo. 
-¡Señor Waters!-se sorprendió Melanie-¿Qué está haciendo aquí? 
               El hombre sacó del bolsillo de su chaqueta un sobre. 
-Es una carta, niña-le dijo-Te la ha escrito tu hermana. 
-¿Ocurre algo?-se inquietó Melanie-¿Por qué Annie me ha escrito? 
-Será mejor que lo leas. 
                Las manos de Melanie temblaron al rasgar el sobre. Sacó la hoja. La desdobló. ¡Dios mío!, pensó la muchacha. Empezó a leer la carta. El señor Waters vio cómo Melanie palidecía y estaba a punto de caerse. La tuvo que coger para evitar que se cayera. La hizo sentarse en una silla. 
-¿Quieres que busque a una criada?-le preguntó. 
-No...-respondió Melanie-Es mi padre. 
-Lo sé, niña. 
                
                  

 -¿Por qué ha vuelto? ¿Qué es lo que quiere?
                 Poco a poco, Melanie iba abandonando su inicial estado de estupor. La rabia se fue apoderando de ella.
-Tengo que volver a casa-decidió.
                  Muchas ideas pasaron por su mente. Conocía bien a su madre. Sabía que ella estaría dispuesta a aceptar de nuevo a su padre. No le exigiría nada. Le perdonaría.
                Se puso de pie de un salto.
                 Abandonó con paso airado la biblioteca. Al pie de la escalera, se encontró con Eleanor y con Victoria.
-¿Ocurre algo, Melly?-le preguntó Eleanor-No tienes buena cara.
-¡Mi padre ha vuelto, Ellie!-respondió Melanie-Tengo que volver a casa.
                 Subió la escalera de dos en dos.
                Entró en su habitación.
               La doncella que tenía asignada se dio cuenta de que algo no iba bien. Melanie abrió el armario. Empezó a sacar ropa de él. La metía como podía dentro de sus maletas. Regresaría a casa lo antes posible. ¡Y sabía Dios lo que podía encontrar al llegar allí! No dejaré que vuelva a hacernos daño, pensó Melanie. ¡No se lo permitiré!
           

lunes, 17 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Después de un breve parón, hoy continúo con otro fragmento de Berkley Manor. 
Ya queda menos, y no es broma, para que conozcamos el desenlace de esta historia.
¿Triunfará el amor entre Chris y Melanie? ¿Qué pasará con sir Marcus?
¡Vamos a verlo!

-¡Has venido!-exclamó Melanie al ver entrar a Chris por la ventana de su habitación.
-Tenemos que hablar, Melly-dijo el joven-Es preciso que hablemos.
-Después...
                  Melanie lo recibió con un beso entusiasta.
                 Chris y ella se separaron un poco y el joven decidió que había llegado el momento de hablar con ella.
-Melly...-dijo-Veo en tus ojos que tienes miedo de amarme.
                 La muchacha se quedó muda al escuchar aquellas palabras.
-Lo entiendo-afirmó Chris-Créeme. Te entiendo. Conozco a tu madre. Ella le escribía cartas a tu padre. Y él...Me hago cargo de lo que sientes. Y de lo mucho que has sufrido por culpa de ese miserable.
                  Melanie sintió que las lágrimas inundaban sus ojos al pensar en su madre y en lo mucho que había sufrido por culpa de su padre. De algún modo, comprendió que Chris podía entenderla. Entonces, entendería los motivos de su reparo. De su miedo...¡Porque tenía miedo!
-Soy una cobarde-admitió Melanie-Tengo miedo de amar. Tengo miedo de amarte.
-No debes de tener miedo-le aseguró Chris-Estoy contigo. Nunca te dejaría.
-Mi padre le decía cosas bonitas a mi madre. Me lo contó ella. Supo enamorarla. Frases bonitas...Un ardiente cortejo...Ella creyó en todo lo que le dijo. Pensó que mi padre la amaba de verdad. ¡Cómo se equivocó! Sólo buscaba el dinero de la dote de mi madre. Mi abuelo era muy rico. Al morir él, la herencia iría a parar a manos de mi madre.
-No conocía esa parte de la historia.
-Mi padre es un baronet arruinado.
-Y querría la dote de tu madre para poder pagar a sus acreedores.
-Una vez, oí decir que mi padre había estado en Newgate. En la cárcel...-Chris cogió las manos temblorosas de Melanie-Iba a regresar. Tenía muchas deudas. Si no las pagaba, iría de nuevo a la cárcel. Mi padre no quería volver a ese horrible lugar. Entonces...Decidió buscar una esposa rica. Y encontró a mi madre. Sólo la quería por su dinero.
                  Melanie condujo a Chris hasta su cama y los dos se sentaron en ella.
-Tienes miedo de que te pase lo mismo-observó Chris-Tienes miedo de mí. De que te pueda hacer daño.
                  Melanie asintió de un modo casi imperceptible.
-Sí...-susurró.
                  Chris maldijo a sir Marcus por todo el daño que le había causado a su familia.
-Yo no soy como él-le aseguró a su amada-Jamás te haría daño. No necesito dinero de nadie. No me gustan los lujos. Cuando te conocí, pensé en mi padre. Él amaba con locura a mi madre. Y aquel amor era correspondido en su justa medida por ella.
-Tu madre pudo amar sin reservas a tu padre-comentó Melanie.
                 Chris la besó con dulzura en la frente.
                 Tengo que hacer algo para que pueda confiar en mí, pensó el joven.
                 Lo único que tenía que hacer era esperar. Melanie acabaría viendo que él no se parecía en nada a sir Marcus.
                  Melanie vio en los ojos de Chris que estaba siendo sincero con ella. Aún así, sigo teniendo miedo, pensó con horror. No quería alejarse de él. Era suya, como él era suyo. Se pertenecían mutuamente. Estaban juntos.
                 Pasaron aquella noche juntos. De algún modo, acabaron desnudándose mutuamente. Chris recorrió con los labios cada porción del cuerpo de Melanie. La muchacha pensó que no importaba nada más. La habitación...Estaban ellos dos solos. Se besaron con pasión. De algún modo, Chris anulaba su sentido común.
-Deja que te haga feliz, Melly-le pidió el joven.
               ¿Y si todo es mentira?, pensó Melanie.
               Lo único que quería era confiar en aquel joven. Su corazón latía de un modo acelerado. Quería ser feliz. No quería sufrir. Abrazó con fuerza a Chris. Llenó de besos su rostro. Una cosa era el amor y otra cosa muy distinta era la pasión.
                Había mucha pasión entre ellos.
                Chris mordisqueó el lóbulo de la oreja de Melanie. La besó en el cuello. Llenó de besos sus hombros. Un gemido se escapó de la garganta de la chica. No supo qué pensar cuando vio que Chris se llevaba un pecho a la boca. Chupó también el otro pecho.
                 ¿Por qué lo hace siempre?, se preguntó Melanie. ¿Por qué quiere estar conmigo? No debería de tener tantas dudas.
                 Volvieron a besarse con pasión en los labios. La respiración de Chris era cada vez más agitada.
                  El joven no pensaba con claridad. No quería. No podía.
                  Tenía el cuerpo de Melanie. Ella le había entregado su corazón. Pero seguía teniendo miedo de entregarse del todo a él. Chris se juró así mismo que eso cambiaría. Le demostraría a Melanie que sus sentimientos por ella eran reales. No se trataba de palabrería vacía.



                 Era algo real. Algo que no tenía que ver con la pasión. Era algo que tenía que ver con el corazón. Con los sentimientos...
                Besó, abrazó y acarició a Melanie con auténtica ansia.
               Se olvidó de todo pensamiento coherente. De nada servía pensar.
               Dieron muchas vueltas por la cama. Chris sintió la lengua de Melanie lamiendo su cuerpo. Mordiéndole. Chupándole. Succionándole las tetillas.
                  Llegaron al mismo tiempo a la cúspide.
                 Chris sintió que su alma se separaba de su cuerpo. Vio los ojos abiertos de manera desorbitada de Melanie.
                 Se derrumbó encima de la chica.
                 Permanecieron acostados sobre la cama exhaustos. Melanie cerró los ojos mientras su respiración volvía a la normalidad.
-Me haces muy feliz-le confesó a Chris.
                 Lo miró a los ojos. Pensó que el cuerpo de Chris era suyo. Se abrazó con fuerza a él. Lo besó de lleno en la boca. Tuvo conciencia de que Chris la amaba de verdad. Lo veía en la pasión que había en sus ojos. Lo notaba cuando él hablaba con ella.
                Pero deseaba poder ser feliz con él. No tener aquel miedo. Aquella sensación de desasosiego que la invadía. No es bueno vivir con miedo, pensó Melanie.

sábado, 15 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Berkley Manor nos lleva hasta la casa de Melanie, donde sir Marcus insiste en ver a Kate.

                     Regina permanecía despierta cuando empezó a oír el sonido de unas piedrecitas golpeando el cristal de una de las ventanas.
                     Se puso de pie y se acercó a la ventana.
                    Lo que vio en el jardín la dejó muda de la rabia. ¡El canalla de Marcus estaba golpeando la ventana de la habitación de Kate!
-Katie...-la llamó en voz muy baja-Katie...
-¿Se puede saber qué está haciendo aquí?-le increpó Regina.
                    Abrió de un manotazo el cristal de la ventana. Sir Marcus dejó de tirar piedrecitas. Había sido descubierto.
-He venido para hablar con su sobrina-se excusó-¡Tiene que escucharme!
-Katie no tiene nada que oír de boca de un canalla-le escupió Regina-¿Qué será lo próximo que haga? ¿Colarse en su habitación? ¿Forzarla? Mi sobrina no quiere nada de usted. ¡No quiere volver a verle!
-Le guste o no, señora Dorrit, soy el marido de Katie.
-¿Su marido?-Regina lanzó una risa sarcástica-¿El mismo hombre que la abandonó hace diez años dejándola sola con dos niña pequeñas? ¿Eso lo hace un buen marido que se precie? Le ruego que no me haga reír. Ya es muy tarde.
-Le juro que no pensaba hacerle nada a Katie. Tan sólo quiero hablar con ella. Quiero que me deje ver a mis hijas.
                 Desde su habitación, Kate permanecía sentada en la cama.
-¿Sus hijas?-ironizó Regina-¿Las mismas hijas a las que abandonó hace diez años? ¿Es que piensa que soy imbécil?
                 El corazón de Kate latía muy deprisa. Se culpó así misma de su comportamiento. Estaba pasando lo que tanto temía. Que podía volver a mostrarse débil ante sir Marcus. Justo cuando estaba empezando a olvidarle. No...No podía olvidarle. Pero sí quería pasar página.
                 Sir Marcus se marchó al cabo de un rato.
                 Kate salió de su habitación. No pensaba seguir a sir Marcus. Pero sí quería hablar con su tía Regina.



                   Se encontró con Regina en el pasillo.
-¿Adónde vas?-le preguntó la mujer.
-Quería hablar contigo-respondió Kate.
-Espero que no bajes a hablar con ese sinvergüenza. ¡Ha tenido la cara dura de colarse en nuestro jardín! ¿Lo has oído? ¿Has oído cómo tiraba piedrecillas contra tu ventana?
-Sí, tía. Lo he oído.
-Vamos.
                Se metieron dentro de la habitación de Regina.
-Espero que ésta sea sólo la primera vez que viene-comentó la mujer-¡Y espero que no se te haya ocurrido hablar con ese miserable! ¿Dónde está tu dignidad, Kathleen? ¿Dónde están tus buenos propósitos?
-Tía, sabes que estoy haciendo lo imposible por olvidar a Marcus-le aseguró Kate.
-Tienes que hacer más. No tiene que verte flaquear. Piensa en tus hijas.
              Kate bajó la vista al pensar en sus hijas. Sir Marcus ya les había hecho mucho daño a Melanie y a Anne.
-¿Por qué ha vuelto?-se preguntó Kate en voz alta-¿Ya no tiene dinero? ¿Le perseguirá algún marido despechado?
               Se paseó nerviosa por la habitación.
               Estaba temblando, pero no era de frío.
               Regina presenció la lucha interna que mantenía su sobrina. Por un lado, seguía enamorada del canalla que le había destrozado la vida. Pero, por el otro lado, luchaba por olvidarle.
-¿En qué piensas?-quiso saber Regina.
-Tía, una parte de mí aún ama a Marcus-admitió Kate-Pero...No olvido el daño que nos ha hecho. No quiero volver a sufrir. ¡No quiero! Y no podría soportar que mis hijas pasaran por lo mismo que yo. ¡No puedo permitirlo!
                Se detuvo en seco. Se sentó en la cama con gesto cansado. Estaba harta de luchar consigo misma. Estaba harta de sufrir por culpa de un amor que nunca fue correspondido. Kate rompió a llorar. Ocultó el rostro entre sus manos. Lloraba por los años que había desperdiciado por culpa de Marcus. Lloraba porque deseaba poder olvidarle. Lloraba porque tenía miedo de él. Y de sí misma...
                 Regina la abrazó con cariño.
-No llores más por ese miserable, pequeña-le dijo-No se lo merece.
-Tampoco merece que mis hijas sufran por él-corroboró Kate.
-No sufrirán por culpa suya si tú no quieres. Intenta mantenerte alejada de él. No le hables. Se cansará y se irá.

jueves, 13 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
El fragmento de hoy es un poquito más corto de lo normal. Indagamos más aún en la historia de amor entre Melanie y Chris.

                     Cada vez que Chris tenía que abandonar la habitación, dejaba una parte de su corazón allí. Melanie se asomaba por la ventana para despedirse de él. Alzaba la mano a modo de despedida. Su sonrisa era siempre triste. Había mucha tristeza en ella.
                    Chris deseaba borrar aquella tristeza de su rostro.
                    Cada vez que se encontraban en la habitación, los ojos de Melanie se iluminaban.
-¡Estás loco!-exclamaba.
                     No sabía quién estaba más loco de los dos. Chris por colarse en su habitación. O ella por permitirlo.
-Quería verte-le aseguraba el joven.
                    Chris quería ser digno del corazón de Melanie. Se esforzaba en intentar hacerla reír. Algunas noches, se presentaba en su habitación llevando consigo un ramito de flores silvestres.
-¡Son preciosas!-exclamaba Melanie al verlas-Pero no deberías de hacer eso. La doncella entra todas las mañanas en mi habitación. Las ve. Podría empezar a sospechar.
                  Aún así, llenaba un vasito con agua. Colocaba las florecillas en su interior. Dejaba el vasito encima de su mesilla de noche.
-Me gustan las flores-le contaba a Chris-Alegran la habitación. A decir verdad, alegran este triste lugar.
-No quiero verte mal, Melly-le aseguraba el joven-Sufro cuando te veo sufrir.
-¿Lo dices en serio?
                   Luego, los dos se acostaban en la cama de Melanie. Los dos siempre se desnudaban el uno al otro. A Melanie no le daba vergüenza quedarse desnuda ante Chris. Y no le daba vergüenza mirar el cuerpo desnudo del joven. Permanecían juntos durante toda la noche. Se pertenecían el uno al otro. Chris acariciaba el cuerpo de Melanie. Acunaba el rostro de la muchacha con sus manos. La besaba una y otra vez con pasión en los labios. Recorría con su boca todo el cuerpo de Melanie.
                 Después, todo quedaba en paz.
-Alguien acabará dándose cuenta-le decía Melanie. Se ponía de pie y se ponía el camisón-Entonces, se organizará un escándalo terrible. Tendríamos que casarnos.
-¿Has pensado que podría ser la solución a nuestros problemas?-preguntaba Chris-Estaríamos casados. Podríamos hacer esto sin escondernos.
-¿Y tú quieres casarte conmigo?-se extrañaba Melanie.
-¡Por supuesto que quiero casarme contigo! ¿Aún no te has dado cuenta? ¡Eres mi vida, Melly!
-Dices unas palabras muy bonitas.
-¡Te juro que es verdad!



                   A Chris le costaba trabajo abandonar la habitación de Melanie.
-Volveré-le prometía.
-Lo sé-suspiraba Melanie-Sé que volverás.
                   Chris siempre cumplía su promesa.
                  Le daba un último beso antes de saltar por la ventana.
                  Lo que estaba haciendo le parecía una locura. Algo impropio de un joven como él...Siempre se había caracterizado por su sensatez. Por su sentido común...
                  Pero había mandado al Infierno la sensatez.
                  Ocurrió el mismo día en que conoció a Melanie y supo que era la mujer de su vida. El problema era que Melanie desconfiaba de él.
                  Hablaré con ella, pensó. Se dirigía montado a lomos de su caballo a Berkley Manor. Intentaría hablar con Melanie. Convencerla de que su amor por ella era sincero.
                 Entendía las reservas de la chica. De hecho, podía comprenderlas.
                Chris pensó en su padre.
                Gerry había amado a Cinthia sin reservas. Se había casado con ella por amor. Durante los ocho años que duró su matrimonio, había luchado por hacerla feliz. Gerry creía que había logrado hacer feliz a Cinthia. Chris podía hacer feliz a Melanie. Se había entregado a ella sin miedo. Sin reservas...

miércoles, 12 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos. 
Hoy, si me lo permitís, me gustaría dedicar este fragmento a una gran admiradora de esta historia. Se trata de Claudia, también conocida como Aglaia Callia. 
Hace unos días, Eldany, administrador del blog "Relatos para todos", y Tamara, administradora del blog "El arte de las palabras", le otorgaron cada uno a nuestra amiga Claudia un bien merecido premio. También le han hecho un regaalo los administradores del blog "Acompáñame" por estar su novela En busca de un hogar en la lista de los 100 libros más vendidos en Amazon. 
Desde aquí, quiero desearle a nuestra querida Claudia muchas felicidades y le deseo toda la suerte del mundo, que la va a tener, en sus próximos proyectos. 
¡Felicidades!
Este fragmento va por ti. 

                   Nunca debió de haberse dejado llevar por los besos que Chris le daba. Jamás debió de haberse entregado a las caricias que le brindaban sus manos. 
                   Melanie permanecía en su habitación, sentada ante el tocador. La doncella le estaba cepillando el pelo. La vida de Melanie había cambiado mucho en el último mes. 
                   Se había despojado del vestido que había llevado puesto durante la cena. Se había puesto su camisón. Intentaba no pensar en nada. El día había sido muy largo. Le parecía que había sido ayer cuando ella y Eleanor habían llegado a Berkley Manor. Pero ya había pasado más de un mes desde aquel día. La vida de Melanie había dado un gran cambio. Nada volverá a ser lo que era, pensó la joven.
                  Ya no era virgen. Se había enamorado. Había encontrado el amor. Y se había entregado en cuerpo y alma a Chris. Pero el miedo a acabar con el corazón roto seguía presente. Aún estando en brazos de Chris, Melanie seguía teniendo miedo. No es sano tener miedo, pensó la muchacha. 
                  Ya habían sido varias las noches en las que Chris se había colado por la ventana de su habitación. Y ella le estaba esperando sentada en la cama. Sabiendo lo que iba a pasar. 
-Melly...-le decía. 
                Ya desnudos sobre la cama, Chris la volvía loca con las caricias que sus manos le brindaban. Sentía su lengua recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Sentía los labios de Chris sobre su piel. No quería dejar ningún rincón sin besar. Recorría con la yema de los dedos el cuerpo de Melanie. Parecía que lo estaba dibujando. Que quería grabarlo en su memoria. Y ella, a su vez, lo besaba a él por todo el cuerpo. Se daban muchos besos apasionados en la boca. Quería memorizar con sus labios el sabor de la piel de Chris.


                Melanie y Chris no querían pensar en nada. Tan sólo querían dejarse llevar por el hecho de estar juntos. Se abrazaban con fuerza. El uno se entregaba al otro sin reservas. Se miraban a los ojos sabiéndose amados por el otro. Al menos...No había reservas por parte de Chris. Por parte de Melanie...
                La doncella le hablaba de temas anodinos. No había gran cosa que contar. Lady Christine se estaba recuperando bien del desmayo. Lord Duncan se había encerrado en su habitación. Ninguno de los dos había cenado aquella noche. 
-¿Volverán a recaer?-se interesó Melanie. 
-Eso no se lo puedo decir, señorita-contestó la doncella-El doctor Prince se va a hacer cargo de ellos. 
                El recuerdo del joven médico acudió a la mente de Melanie. Recordaba cómo Victoria lo había espiado oculta tras los arbustos. También la sensata chica había caído presa de las redes de Cupido. Había pasado el resto del día soñando despierta. Eso no era propio de Victoria. La propia Eleanor estaba sorprendida.  
-Ya está-le anunció la doncella. 
-Puede retirarse-le dijo Melanie. 
-Sí, señorita. 
                  La doncella hizo una leve reverencia. Salió de la habitación sin hacer ruido. Cerró la puerta tras de sí. 
                   Melanie agradeció el poder estar sola. Así, tenía más tiempo para pensar. No sabía cuánto tiempo más permanecería en Berkley Manor. Era consciente de que, antes o después, tendría que regresar a casa. Su casa...Se puso de pie. Deseaba volver allí. Pero sabía que nada volvería a ser lo mismo.                 
                     Se acercó a la ventana. Había oído ruidos de pasos que corrían por el pasillo. Que descendían por la escalera. 
                 Será Ellie, que va a encontrarse con su amado, pensó Melanie. Sonrió al pensar en Chris. Era más atrevido de lo que había pensado. No tenía miedo de saltar por la verja de la puerta del jardín. No tenía miedo de escalar hasta su habitación. No lo había creído. La primera vez que se vieron. 
                ¿Cuánto puede cambiar la vida de una persona en un mes?, se preguntó Melanie. No se lo decía a nadie en particular. Era una pregunta que se hacía en voz alta. No podía creerse todo cuanto había pasado. Un mes...

                  Un mes ya, pensó Chris en su casa. Le parecía que había sido ayer cuando visitó Berkley Manor tras enterarse de la muerte de Toby. No sabía qué decirles a los condes. Quería consolarles por tan terrible pérdida. 
                   Y se había topado con un ángel. Hacía ya un mes que Melanie había llegado a su vida. 


                  Permanecía todavía levantado. 
                 Ni siquiera se había desnudado. 
                  Paseaba despacio por la casita en la que vivía. Quería ver a Melanie. 
                 Había creído que sería feliz casado con Grace. Pero habría cometido blasfemia de haberse casado con ella sin amarla. Y habría obligado a Grace a cometer el pecado de blasfemia con él. Ella era demasiado buena. No se lo merecía. 
                 De no ser por el brillo de los ojos de Melanie, Chris no habría sido capaz de seguir adelante el terrible día del entierro de Toby. 
                 Su delicadez...
                 ¿Cómo puedo hacerle entender que la amo?, se preguntó Chris en voz alta. 
                  Melanie se había entregado a él sin reservas. 
                 Chris había recorrido con sus manos la piel de Melanie. Había llenado de besos su cuerpo. La había besado muchas veces. Ella le había besado a él muchas veces. Había lamido cada porción de la piel de Melanie. 
                  Chris no pudo aguantar más. 
                  Se puso una capa de color negro encima. 
                   Ensilló su caballo. ¿Qué tengo que hacer para hacerle ver a Melanie que mi amor por ella es sincero?, se preguntó. Yo no soy como su padre. ¿Por qué no lo quiere entender? 
                    El caballo se alejó de la casita. Chris tenía que ver a Melanie. Quería hablar con ella. 
                   Quería hacerle entender que no quería presionarla. Al contrario...Le daría todo el tiempo del mundo si ella así lo quería. 
                  Lo único que le pedía a la vida era la oportunidad de hacer feliz a Melanie. Él nunca la abandonaría. 
                   La amaría. La respetaría. Melanie era un ángel. Dios se la había enviado. Así era como lo veía Chris. 
                   Y quería hacérselo saber a Melanie.
                  Tenía que decírselo. Así era como lo sentía. 

Si en esta historia se menciona mucho a Dios y a los Ángeles es porque me quiero situar en la mente de un vicario y en su manera de entender la vida, especialmente, en el contexto histórico de la trama. 
Chris es un joven muy espiritual y muy religioso, si bien ya ha tenido relaciones sexuales con Melanie. Para él, el sexo no es pecado, sino que lo vive como una parte de su manera de entender la religión. Por eso, recurre al Cantar de los Cantares. 
La unión física del Amado con la Amada, la celebración del amor conyugal, es lo que hace que Chris piense que el haber hecho el amor con Melanie no sea pecado cuando hay verdadero amor entre ellos dos. Piensa que el sexo es una manera de honrar a Melanie y de demostrarle físicamente su amor.