domingo, 9 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Tenemos un nuevo fragmento de Berkley Manor.
Veremos un encuentro entre Justin y Chris. Las dudas vuelven a asaltar con fuerza a Melanie. Y, además, lady Christine recibirá una propuesta insólita de parte de lord Duncan.
¡Vamos a ver qué pasa!

              Todo era culpa suya. Justin lo sabía. Sabía que no tenía que haberse fijado en la señorita Derrick. Ella pertenecía a un mundo distinto al suyo. Además, era la hija de sus patrones. ¿Cómo había osado enamorarse de ella? Justin caminaba por la calle. Se asfixiaba dentro de la mansión.
            Era el pequeño de diez hermanos. No sabía leer. Había pasado gran parte de su vida trabajando.
            Su padre había sido pescador. El mar se lo había arrebatado cuando Justin tenía once años. Había trabajado en el campo. De aprendiz de carpintero…Hasta que entró en la casa de los Derrick. Su trabajo consistía en llevarles a todas partes. Ya tenían otro cochero, un tío de Justin por parte de padre. Pero el hombre era demasiado mayor. Justin podría ser su sustituto. Si estaba en aquel lugar era porque tenía que vigilar a las señoritas Derrick. Pero él sólo tenía en mente a una de ellas. A Eleanor…
            Es lo mejor para los dos, se dijo Justin.
            Tenía que ser él el cuerdo de aquella relación alocada. Le tocaba a él dar el duro paso. Romper con ella.
            Justin se detuvo porque pensó que se iba a desmayar.
            Desde la primera vez que vio a Eleanor, Justin quedó prendado de ella y supo que no iba a conocer a mujer más fascinante que la que tenía delante. La hija de sus patrones…Había intentado alejarla de él.
            Pero Eleanor se resistía. Le perseguía. Quería hablar con él. Y Justin no pudo resistirse a sus encantos.
            El bello rostro de Eleanor le perseguía hasta en sueños. También él quería estar con ella. Los ojos de Eleanor eran brillantes. La joven poseía una mirada pícara que encendía la sangre a Justin. Tenía que contenerse. Eleanor tenía una reputación que mantener.
            Su rostro brillaba cuando estaban juntos. Era refinada. Era sofisticada. Era elegante. Y sus labios eran el único oasis en el que Justin quería saciar la sed que sentía. Le había costado un gran trabajo rechazar a Eleanor aquella noche. Se dijo así mismo que lo había hecho por ella. Para protegerla.
            En aquel momento, Justin tropezó con alguien.
            Era el vicario Pemberton. Justin le había visto en varias ocasiones en Berkley Manor. Era la primera vez que le veía fuera de la mansión. Sabía que visitaba el lugar para consolar a los duques. Estaban destrozados por la muerte del niño. A Justin también le dolía aquella pérdida. Un sobrinito suyo había muerto también a una edad muy temprana. Justin había aprendido que la vida podía ser muy injusta.
            Chris estaba pensando en Melanie. Cuando la conoció, le pareció que era muy tímida. Pero había algo que le atrajo de inmediato. Melanie le había embrujado.
            La muchacha había resultado ser una caja de sorpresas.
            Recordaba su comportamiento durante el velatorio. Cómo lo había consolado tras el entierro. Melanie era diferente. Era especial. Por eso…La amaba.
            No se parecía en nada a las hermanas Derrick. No era tan alegre y tan vital como lo era Eleanor. Podía parecerse más a Victoria. Ésta última era más recatada y más prudente que Eleanor. Pero Melanie no era nada pusilánime. Recordaba la noche del jardín. Ella le había dicho que no era nada temeraria. Pero había bajado sola al jardín. No podía permanecer en su habitación por más tiempo. Lo entendía. La delicadeza y la candidez de Melanie le habían atraído. Pero era su fuerza lo que le había enamorado. Una fuerza que veía en sus ojos. Pasión y dulzura…Todo a la vez…
-Disculpe, señor-se excusó Justin-Iba distraído. No miraba por dónde iba.
            Chris le sonrió con simpatía.
-No tiene importancia-le aseguró.
            Justin vio que se disponía a seguir su camino. Tenía que hablar con alguien. ¿Por qué no podía hablar con el vicario Pemberton? A lo mejor, él le entendía.
-Perdone-le llamó-Me gustaría hablar con alguien.
-¿Y quiere hablar conmigo?-inquirió Chris.
-Yo le he visto en varias ocasiones en Berkley Manor. Me llamo Justin. Justin Groove…Soy el cochero de los Derrick.
            Se estrecharon la mano. Chris le escrutó con la mirada. A decir verdad, la cara de aquel joven le sonaba. Le era familiar. Nunca había hablado con él. Parecía que estaba preocupado por algo. O por alguien…
-Usted me inspira confianza-le aseguró Justin-Parece un buen hombre.
-No creo que pueda ayudarle-se lamentó Chris.
-A decir verdad, lo que necesito es desahogarme. Espero poder contar con su discreción.
-No suelo ir por ahí pregonando las desdichas de mis feligreses, muchacho. Intentaré ayudarte lo mejor que pueda.
-Quedo muy agradecido.
            Justin respiró aliviado. Chris se dijo que intentaría ayudar en la medida de lo posible a aquel joven. No tenía la menor idea del porqué de su angustia. ¿Un problema de fe? ¿O un problema del corazón? Chris se dijo que todo el mundo parecía que estaba enamorado. Tenía esa percepción de la vida desde que conoció a Melanie.


Decidieron que el mejor sitio para hablar era una taberna. Justin había ido varias veces a la taberna. Pero salía enseguida. En cambio, Chris nunca había pisado la taberna. Se sintió incómodo por acompañar a Justin hasta allí. Aún así, accedió. 

Todo era mentira, pensó Melanie.
            Miraba las cartas de amor que su padre le había escrito a su madre. Ella las había encontrado un día. Estaba jugando en el sótano con Eleanor. Las cartas se encontraban en el interior de una cajita de hojalata. El dibujo de una pastora de gansos había llamado la atención de Melanie. Ya tenía doce años. Sabía lo que había pasado entre sus padres. Oyó la voz de Eleanor, que la estaba buscando. Melanie se guardó las cartas en el bolsillo del delantal. Dejó la cajita donde estaba.
            Lo que estaba ocurriendo le permitía releer aquellas cartas.
            Se encerró en la habitación.
            Quería estar sola. Eleanor y Victoria se habían quedado en el jardín.
            Melanie abrió el cajón donde guardaba su ropa interior. Sus delicados labios hicieron un gesto de malestar al encontrar lo que estaba buscando. Las cartas…
            Se sentó en la cama. Se estaba atormentando tontamente leyendo aquellas misivas.
            Hablaban de los besos que su padre le había robado a su madre durante sus visitas.
            Comparaba a sir Marcus con Chris. Sabía que era algo inútil hacer eso. Eran muy distintos entre sí. Chris no le mentiría nunca. ¿En serio no le mentiría?, se preguntó Melanie.
            Los hombres eran mentirosos por naturaleza. ¿Acaso su padre no le había jurado amor eterno a su madre? ¿Y cómo le había agradecido todo el amor que ella le brindaba de manera incondicional? ¡La había abandonado! ¿Podía estar Melanie segura de que Chris no haría lo mismo?
            Él parecía ser sincero. O era sincero, o estaba siendo un gran actor.
            Le hacía sentirse bella. Despertaba en Melanie unos sentimientos tan fuertes que la asustaban. Y Chris le decía que le bastaba con mirarla a los ojos para sentirse en paz.

            ¡Qué bella eres, mi amor! Me asusta acercarme a ti. Te veo tan frágil. Tengo miedo de hacerte daño. Tengo miedo de abrazarte. ¡Mi amor! Sólo  pienso en ti. Te llevo a todas horas en mi pensamiento. No veo el momento de verte de nuevo.

            ¡Con qué facilidad la engañaste!, pensó Melanie. Sentía el deseo de romper aquellas misivas hirientes. Pero no lo hizo. Se echaba en cara así misma su comportamiento. Se había portado de un modo abominable. ¿Cómo había sido capaz de entregarse a Chris? ¿Acaso se había vuelto loca? De todos modos, Melanie no se habría casado. No quería sufrir. No quería terminar como su madre.
            A sir Marcus no le costó trabajo engatusar a Kate. La joven había sido muy ingenua y deseaba saber lo que era amar y ser amada. Entonces, sir Marcus apareció en su vida. Y todo cambió. Al menos, eso era lo que Kate quería pensar. Sir Marcus sabía bien cómo enamorarla. Le hablaba de su rostro, que le parecía hermoso y sensual. Al menos, en aquel aspecto, decía la verdad.
           
            Ayer, cuando pude coger su mano, tan blanca y tan suave, me sentí el hombre más feliz del mundo. Temo estar siendo atrevido por escribirle esta carta. Pero, desde la primera vez que la vi, me perdí en el brillo de sus bellos ojos.

               Melanie contuvo las ganas de ponerse a gritar. Sir Marcus era un perfecto mentiroso.
            En aquellas cartas, el hombre hacía referencia a la ingenuidad de Kate. A la confianza que desprendían sus ojos al posarse sobre él. A lo feliz que se sentía cuando hablaba con ella. Sir Marcus hablaba de la nobleza del corazón de Kate. De lo mucho que le asustaba destrozarle el corazón.
            ¡Pero se lo rompiste!, quiso gritar Melanie. ¡Maldito seas! ¡Le rompiste el corazón! Ella todavía te estará esperando con los brazos abiertos. Conozco bien a mamá. Aún te quiere. No sé porqué. Pero…Te quiere.
            Las lágrimas se agolparon en sus ojos.
            No quiso echarse a llorar.
            Tragó saliva. Su madre era una mujer destrozada por culpa del desamor de su marido. La frialdad de Justin le estaba haciendo daño a Eleanor.
            Sólo Victoria parecía haberse librado de aquella plaga. El mal de amores…
            ¿Y qué pasa con lady Christine?, se preguntó Melanie. ¿Estaría la duquesa enamorada de su marido? No les había visto mucho juntos. A decir verdad, nunca les había visto juntos. Excepto en la Iglesia…
            Melanie dejó de leer aquellas cartas. Suspiró hondo.
            Aquellas líneas estaban repletas de mentiras.
            Sir Marcus le había escrito aquellas cartas a Kate con la intención de enamorarla. De lograr sus ruines propósitos para con ella. Aquellas palabras estaban vacías de contenido.
            La tía abuela Regina recordaba cómo había sido su sobrina antes de conocer a sir Marcus. Kate había sido una joven hermosa. Poseía un gran corazón. Y estaba llena de vida.
            Todo eso cambió cuando se enamoró de aquel hombre.
           
            Lady Christine no era una mujer frívola.
            Le gustaba vivir tranquila.
            Se había acostumbrado a vivir en sociedad. Se había acostumbrado a lidiar con los chismes. Le gustaba ir a bailes. Le gustaba hacer visitas. Le gustaba salir de excursión. Cuando se casó, lady Christine era todavía joven. Su belleza había causado cierto furor. Pero era cierto que había jóvenes mucho más guapas que ella. Su madre le decía que había tenido suerte.
            Lady Christine se paseó nerviosa por el salón.
            Había sido una joven alocada e imprudente en su juventud. A pesar del tiempo transcurrido, seguía sintiendo que le faltaba experiencia en determinados asuntos. El amor…Era uno de esos asuntos.
            Hacía dos meses, las puertas de Berkley Manor se habían abierto para recibir a una gran cantidad de invitados.
            Aquellos días le había parecido un auténtico sueño a lady Christine.
            Había visto a la joven Melanie subir por la escalera con expresión preocupada. De los numerosos invitados que habían llegado a la mansión tan sólo quedaban tres invitadas. Tres jóvenes que habían llegado tarde. Pero que se habían quedado.
             El rostro de lady Christine se contrajo. Unos días antes, la mansión había estado llena de vida. Ella misma había participado en una cacería. 
            Todas las noches, se celebraba un baile. Las fiestas se prolongaban hasta altas horas de la madrugada. Lady Christine procuraba hablar con todos sus invitados. Escuchaba los cotilleos de las damas. Siempre tenía una palabra amable para cada invitado. Les sonreía con gesto amistoso. 
            Todo estaba bien. El mundo estaba en orden. Hasta que Toby cayó enfermo de forma repentina. Al niño le gustaba salir a jugar, hasta cuando llovía. Salió a jugar aquel día de lluvia al jardín. La señora Harry se apresuró a meterlo dentro de casa. Pero fue demasiado tarde. 
           Lady Christine suspiró con pesar. 
            En aquel momento, una figura masculina entró en el salón. Lady Christine se giró en un momento dado. Y se encontró cara a cara con su marido.
-¡Duncan!-exclamó al verle-¡Por fin!
            El duque había abandonado su encierro. Lady Christine lo agradeció.
-Antes o después, tenía que abandonar mi cuarto-dijo lord Duncan.


            Esbozó una sonrisa triste. Lady Christine se sentó en el sofá. Invitó a su marido a que se sentara a su lado. Lord Duncan así lo hizo. Se daba cuenta de que su mujer se sentía muy sola. Y que había sufrido mucho.
-¿Cómo estás?-le preguntó lady Christine.
-Estoy mal-respondió lord Duncan-¿Cómo estás tú, Chrissy?-La miró a los ojos-Pregunta estúpida…Estás mal. Lo veo.
            Ella negó con la cabeza.
-Estoy un poco mejor-admitió.
-¿Sólo estás un poco mejor?-se extrañó lord Duncan.
-Si te digo lo contrario, estaría mintiéndote. No estoy para bailar un minué. Pero no siento el deseo de tirarme por la ventana.
-Me alegro de oírte decir eso.
-Gracias…
            Lord Duncan cogió la mano de lady Christine y se la besó.
            Lord Duncan alzó la mano. Acarició con la yema de los dedos la mejilla de lady Christine. Una mejilla blanca y suave al tacto…La besó en la frente.
-¿En serio eres estéril?-se atrevió a preguntar.
            La besó en la mejilla. Lady Christine se puso tensa.
-Eso es lo que dicen los médicos-respondió la duquesa-Te lo he dicho.
-Los médicos pueden equivocarse-replicó lord Duncan-¡Qué sabrán ellos!
            Besó a lady Christine con suavidad en los labios.
            Recordó la bonita pareja que formaban sobre la pista de baile.
-¿Qué me estás sugiriendo?-se asustó lady Christine-¿Quieres que tengamos un hijo? ¡Eso no va a poder ser!
-Chrissy, no se trata de Toby-le aseguró lord Duncan-Nunca le olvidaré. Era mi hijo.
-Y necesitas un heredero.
-No se trata de eso.
-Me temo que no puedo darte yo ese heredero que tanto ansías. Tendrás que buscarte a otra.
-Chrissy…
            Ella se puso de pie. Se frotó los brazos. Estaba temblando de nerviosismo. Y de miedo…
             Sintió que las piernas empezaban a temblarle. 
-Duncan...-llamó a su marido. 
-¿Ocurre algo?-inquirió el duque. 
                Lady Christine cayó desmayada al suelo. 

2 comentarios:

  1. Qué buen capítulo, Laura, literalmente ha habido de todo, aunque sabes que todo lo relacionado con Chris y Mel me gana, así que si bien la sigo viendo llena de dudas, me emociona tener siempre su amor presente.

    Besos, feliz inicio de semana.

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    Respuestas
    1. Cuando pueda, haré una entrada en mi blog "Un blog de época" para hablar de las parejas que pueden encontrarse en una novela romántica. Pero confieso que también siento un gran cariño por Chris y por Melanie.
      Un fuerte abrazo, Aglaia.
      Y un muy feliz inicio de semana.

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