sábado, 29 de junio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
El fragmento de hoy es un poco más corto que de costumbre.
Por fin, sir Marcus se encontrará cara a cara con sus dos hijas y con su mujer.
¡Vamos a ver lo que pasa!  

                 Al día siguiente, decidió ir a ver de nuevo a Kate. Antes o después, ésta querría hablar con él. No se cansaría. Le pediría perdón por todo el daño que le había hecho. Hablaría con sus hijas. ¿Habría vuelto Melanie a casa? ¿Querría hablar con él?
                  Le latía muy deprisa el corazón. Sentía que se asfixiaba a medida que iba caminando por la calle. Sonrió con tristeza al pensar en Anne y en Melanie. ¡Cómo se había perdido las vidas de sus hijas! Ninguna de las dos quería verle. ¿O sí? No lo sabía a ciencia cierta.
                 Sir Marcus respiró hondo ante la puerta de madera de la que había sido su casa.
                 Con la mano temblorosa, golpeó con insistencia la puerta.
                 Le abrió la misma criada que le había abierto días antes.
-¿Qué es lo que desea?-le preguntó.
-He venido a hablar con la señora de la casa-respondió sir Marcus-¡Y no pienso irme hasta que no haya hablado con ella!
-¡Por encima de mi cadáver!
                Sir Marcus intentó pasar. Pero la criada se interpuso en su camino. Lo último que quería sir Marcus era hacerle daño a aquella mujer. Le pareció que era más fuerte que él. Lo estaba empujando con insistencia.
-Déjelo pasar-ordenó una voz femenina por detrás de la criada.
             La criada dejó de forcejear. Sir Marcus estuvo a punto de caerse. Reconoció de inmediato aquella voz. Era Kate.
-Katie...-susurró.
                Regina salió al recibidor. Vio a sir Marcus en el umbral de la puerta. Y miró a su sobrina. No entendía nada de lo que estaba pasando.
-Es mejor que acabemos con esto de una vez por todas, tía-le dijo Kate a Regina-Pasa, Marcus. Las niñas están en el salón.
                Sir Marcus fue conducido al salón. Melanie y Anne estaban sentadas a la mesa leyendo un libro. Al sentir pasos, las dos alzaron la cabeza. Vieron a sir Marcus mirándolas con expresión maravillada. Se pusieron de pie.
-Padre...-susurró Melanie.
              A pesar del tiempo transcurrido, la muchacha le recordaba. Pero su figura era más bien difusa. Como un fantasma que aparecía y desaparecía. Anne se pegó a su hermana.
-Melly...-dijo sir Marcus-Annie...¡Cuánto habéis crecido!
               ¿A qué has venido?, se preguntó Melanie con indignación. ¿A volver a destrozarnos la vida?
                Sir Marcus se topó con la mirada de desprecio que le dirigió su hija mayor. Buscó ayuda en los ojos de Kate, pero su esposa le hurtó la mirada. No quería mirarle. Regina no entendía el porqué su sobrina estaba haciendo aquello. La interrogó con los ojos.
-Es mejor así-le explicó Kate-Que hable de una vez. Y que salga definitivamente de nuestras vidas.
-Entiendo que no queráis ninguna de las dos verme-empezó a decir sir Marcus-Mi comportamiento para con vosotras no tiene justificación alguna. Aún así, os suplico a las tres que me perdonéis.
               Las mejillas de Melanie se encendieron. Sentía la sangre hervir en el interior de sus venas. ¿Cómo podía aquel tipejo tener el descaro de ir allí pensando que lo iban a perdonar?
-¿Cómo te atreves a poner un pie en esta casa?-le increpó con voz cargada de indignación-¡Durante diez años no te preocupaste nunca de nosotras! ¡No nos has escrito ni una mísera línea! ¿Dónde estabas metido?
-Melly...-la llamó Kate.
-Déjala que hable-la interrumpió Regina. Sir Marcus mantenía la vista gacha-No dice más que la verdad.
-¿Dónde has estado durante estos diez años?-prosiguió Melanie-¿Dónde estabas cuando Annie o yo estábamos enfermas? ¿Dónde estabas cuando necesitábamos tu ayuda? ¡Dime! ¿Dónde?
              Estaba gritando.
-He hecho cosas a lo largo de mi vida que han sido terriblemente vergonzosas-admitió sir Marcus-Cosas de las que me arrepiento profundamente. No he sabido ser un buen padre para ninguna de las dos. Lo único que que busco es vuestro perdón. Me temo que llego demasiado tarde. Habéis hecho una vida al margen de mí. No hay lugar en ella para mí.
              Se le trabó la voz.
-¡Tú mismo te lo has buscado!-intervino Kate-Yo habría dado mi vida por ti. ¿Cómo me has correspondido? Me abandonaste, Marcus. Nunca te has preocupado por ninguna de nosotras. ¡Rompías todas las cartas que yo te escribía! ¿Cómo puedes venir aquí a implorar que te perdonemos?
-Katie...-dijo sir Marcus.
-Mi sobrina ha hablado-dijo Regina-Creo que ya está dicho todo.



            Sir Marcus supo que no tenía nada más que decir. Se dio media vuelta. Salió del salón con paso lento y cansado. No miró hacia atrás. Le daba vergüenza ver a la familia que había despreciado. Una familia que le devolvía el desprecio. Las lágrimas le escocían los ojos. Abandonó la casa. Y se quedó un buen rato de pie en el jardín. Mirando la fachada. Y llorando. Llorando por los años que había desperdiciado de su vida.
              Debió de haber hecho las cosas de otra manera. Debió de haber permanecido al lado de Kate.
              Por lo menos, no moriría solo. Habría visto crecer a sus hijas. Éstas estarían cuidando de él. La alegría de sus hijas serían su apoyo durante su agonía.
                Por desgracia...Se iba a morir solo. Sin poder hacer las paces con sus hijas. No merecía su perdón.

                Mientras tanto, lady Christine estaba en su habitación. La doncella cepillaba su cabello, que llevaba suelto.
-El duque va a venir esta noche-le contó lady Christine-Querrá verme guapa.
-Veo que Su Excelencia está decidido a tener un hijo-observó la doncella.
-Todos los días, le pido a Dios que me quede embarazada. ¡Lo deseo con toda mi alma! Pero pienso en el niño que podría engendrar con mi marido. Y no siento ilusión alguna. No será un niño ni querido ni deseado. Será engendrado con el corazón lleno de dolor.
-No piense en eso, milady.
                 Lady Christine contempló su imagen reflejada en el espejo. La lámpara de aceite estaba encendida. Lord Duncan no tardó en golpear la puerta de la habitación. Aquella misma mañana, había contratado a un nuevo ayudante de cámara. Cierto era que no era tan eficiente como lo había sido Humphrey. Pero era mucho mejor que los otros aspirantes que habían acudido.
               La doncella hizo una discreta reverencia al entrar lord Duncan en la habitación.
               Se retiró sin hacer ruido.
               El matrimonio se quedó a solas. Lady Christine se puso de pie. Se acercó a la cama. Se sentó en ella. Sabía lo que esperaba su marido de ella.
-Ojala esta noche me quedara encinta-suspiró lady Christine-Se lo pido todos los días a Dios.
               Lord Duncan alzó la mano y acarició el cabello suelto de su mujer.
-¿Te repugna tener intimidad conmigo?-le preguntó.
-No es eso-respondió lady Christine-Siempre he deseado tener un hijo mío. Quiero a Toby con toda mi alma. Y lo querré hasta el último día de mi vida. Pero...
-No es tu hijo. Y tampoco era mi hijo. Su origen...¡Qué importancia puede tener ahora! Ninguna...
              Lord Duncan se sentó en la cama al lado de su mujer. La hizo acostarse sobre la cama al tiempo que él se tumbaba encima de ella. Lady Christine cerró los ojos. Estaba en brazos de su marido. ¡Ojala me quede embarazada!, rezó en silencio. ¡Ojala pueda engendrar un hijo! ¡Que sea un niño! Para que esto no se repita.
            Lord Duncan la besó con dulzura en los labios. Sabía que aquello no le agradaba nada a lady Christine. Por su cabeza, pasó el recuerdo de Daphne. Nunca consumaron el matrimonio. Pero eso era algo que nadie sabía.
              Las manos de lord Duncan llenaron de caricias el cuerpo de lady Christine. Ella no sintió nada. Se dejó besar por su marido. No sintió nada cuando él la abrazó. Cuando su cuerpo invadió el cuerpo de ella. Sólo deseaba quedarse embarazada. Y no volver a compartir cama nunca más con lord Duncan. No volver a besarle. No volver a tener aquella intimidad que estaba teniendo con él.

2 comentarios:

  1. Muy orgullosa de Mel, como te imaginas, y es que me parece esto puede servirle también para que destierre los fantasmas de su vida. En cuanto a Lady Christine, siento mucha pena por ella, haber llegado a este punto.

    Excelente capítulo, besos.

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    Respuestas
    1. Melanie tenía que enfrentarse a su padre antes o después. Esto tenía que pasar. Sir Marcus se portó fatal con su familia y tiene que pagar las consecuencias.
      ¿Habrá logrado Melanie derrotar al último fantasma que le queda? ¡Tendrás que verlo!
      En cuanto a lady Christine, piensa en cómo sería la vida de una aristócrata de su época. Obligarse a sí a tener relaciones íntimas con un hombre al que quiere, pero que no ama y que sabe que tampoco la ama, sólo para engendrar un heredero, aún sabiendo que es estéril. O no...
      ¡Sólo hay una manera de verlo!
      Muchas gracias por tus palabras, Aglaia.
      Un fuerte abrazo.

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