viernes, 31 de mayo de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de Berkley Manor. 
Se trata de un fragmento un poco triste por lo que trata, ya que se cumple un mes desde la muerte del pequeño Toby.
Además, Melanie descubre algo relacionado con Chris.

                        De pie, en el Altar Mayor, Chris miraba a la gente que había acudido a la Iglesia aquella tarde.
                        La idea de celebrar aquella ceremonia la había tenido lady Christine. La duquesa de Berkley estaba sentada en el primer banco de la Iglesia. Intentaba, como podía, mantenerse serena.
                       Lord Duncan también había asistido a la Misa. Aquel día, se cumplía un mes de la muerte de Toby. Lord Duncan parecía haber envejecido diez años. Estaba muy delgado. Se le veía demacrado. Miraba sin ver nada. El vestido negro que llevaba puesto lady Christine le estaba grande. Le colgaba del cuerpo.
                        Y también estaba ella. Sentada en el último banco...Melanie...
                        Iba completamente vestida de negro.
                        Al acabar la ceremonia, Chris se acercó a hablar con los duques de Berkley. No pudo hablar con lord Duncan. El duque abandonó rápidamente la Iglesia. En cambio, sí pudo conversar con lady Christine. La mujer esbozó una sonrisa triste cuando saludó a Chris.
-¿Cómo se encuentra, Excelencia?-le preguntó el joven vicario.
-Intentando salir del pozo-respondió lady Christine.
-Me alegro de verla más animada. A Toby no le habría gustado verla hundida.
-Lo sé. Pensar en él me ayuda mucho.
-El niño la quería, Excelencia. Donde quiera que esté, desea verla bien. No puedo decirle que sea feliz. Aún está muy reciente su pérdida. Pero no quiere verla abatida.
-Le agradezco mucho toda su ayuda. Usted ha hecho mucho por nosotros. Gracias...
                    Lady Christine abandonó la Iglesia. Su paso era lento y cansado. Sentía una pesada carga sobre sus hombros. Y un inmenso dolor en su corazón. Melanie permaneció sentada. Vio cómo la duquesa abandonaba la Iglesia.
-Ha sido un bonito sermón-le dijo la joven más tarde.
                        Entró a verle a la rectoría. Chris estaba guardando los papeles en los que había escrito su sermón. Al ver a Melanie, fue corriendo hacia ella y la abrazó. La muchacha notó que Chris estaba temblando cuando la estrechó contra su cuerpo.
-De no ser por ti, me habría venido abajo-le confió-He recordado el rostro de Toby. No sé cómo he podido seguir con el sermón.
                      Melanie le besó con ternura en los labios. De algún modo, sentía que ella también necesitaba a Chris. De la misma manera que el joven parecía necesitarla a ella.
                     Acarició el pelo negro de Chris con la mano. Se perdió en sus bonitos ojos. En la expresión serena de su rostro...Serena, aunque triste.
-¿Cómo estás, Melly?-le preguntó.
-Estoy triste-respondió la joven.
-Lo ocurrido en el último mes ha sido demencial. Lo pienso mucho.
                    La besó con suavidad en los labios.
                    Salieron juntos de la sacristía. Chris decidió que acompañaría a Melanie hasta Berkley Manor. Había acudido sola a la Iglesia. Eleanor estaba en algún lugar con Justin. Y Victoria decía que le dolía la cabeza.
                     Chris pensó en sir Marcus. Por lo que intuía, Melanie todavía no le había visto. Ni siquiera sabía que su padre estaba en la isla.
                        Mejor para ella, pensó Chris.
                      A veces, Melanie le hablaba de su padre.
                     Chris culpaba a sir Marcus de todo. Por culpa de aquel hombre, Melanie estaba asustada. Le daba miedo confiar en él. Entregarle su corazón sin reservas. Chris veía amor en los ojos de Melanie cuando le miraba. Cuando se cogía de su brazo, como había hecho al salir de la Iglesia. Cuando estaban juntos. Pero tenía miedo de él.
-Veo que lady Christine está empezando a superar la pérdida de Toby-le comentó Melanie-¡No sabes lo mucho que me alegro!
-Es una mujer fuerte-opinó Chris.
-No parió a Toby. Pero ella lo consideraba su hijo.
-Aunque no llevara su sangre.
-Sí...

 

                 Siguieron paseando en silencio.
                 Chris se debatía entre contarle la verdad a Melanie. O no contarle nada.
-Melly, hay una cosa que tengo que decirte-se decidió.
                  Tenía que ponerla sobre aviso. Sir Marcus ya estaba advertido. Pero aquel hombre era capaz de aparecerse ante Melanie. ¿Lo habría visto ya la madre de su amada? ¿O su hermanita pequeña? Melanie se detuvo. Miró a Chris con cierta preocupación. ¿Qué quería contarle? Chris tragó saliva. ¿Se enfadaría Melanie con él?
-Conozco a tu padre-empezó a contarle-Tu madre ha pasado los últimos años escribiéndole cartas. Esas cartas llegaban a él por mediación de mi antecesor, el vicario Hawkins. Pero tu padre...Ignoraba esas cartas.
-¿Conoces a mi padre?-le preguntó Melanie.
-Hace casi un año que le conozco, por desgracia. Tu madre vino a verme a los pocos días de sustituir al vicario. Quería que yo le hiciera llegar a tu padre las cartas que ella le escribía. Lo hice porque me pareció que esa mujer estaba desesperada. Tu padre...
-Me lo imagino. No hace falta que sigas.
                    Siguieron caminando. Melanie estaba muy rígida. Chris conocía a su padre. Respiró hondo mientras luchaba por asimilar aquella información.
                   No le extrañó saber que su madre le escribía a su padre. Kate estaba obsesionada con sir Marcus. Se preguntó qué pensaría Chris de su padre. ¿Había llegado a simpatizar con él? No se atrevía a hacerle aquella pregunta.
                  Chris rodeó con su brazo los hombros de Melanie. La atrajo hacia sí. La chica apoyó la cabeza en el hombro de Chris. Notó cómo el joven le acariciaba el pelo. Cómo la besaba repetidas veces en la frente.
-Es odioso-afirmó-Tu padre...No te pareces en nada a él.
                Melanie pareció relajarse al escuchar aquella afirmación.
-Le desprecio-se sinceró.
                Era verdad. Sir Marcus no se había hecho merecedor nunca del cariño de Melanie.
-Le destrozó la vida a mi madre-prosiguió-Nunca se lo perdonaré.
-No te voy a pedir que le perdones-admitió Chris-He llegado a detestar a ese hombre por todo lo que os ha hecho a ti y a tu familia. ¡Qué Dios me perdone!
-Gracias por entenderme. Nunca entendí el porqué mi madre lo amaba tan locamente. Cuando...Mi madre sufrió el aborto, él no estaba en casa. No sé dónde estaba. Pero no vino mientras mi madre se debatía entre la vida y la muerte. Vino, pero no se preocupó por ella. ¿Qué clase de marido desprecia así a su mujer?
                 Había odio en la voz de Melanie. Un odio que a Chris le resultó comprensible. La chica tenía derecho a sentir rencor hacia aquel hombre que la había abandonado. Y el rencor que anidaba en el corazón de Melanie era muy intenso.
                 No se dieron cuenta de que alguien les estaba siguiendo. Era un hombre. Llevaba puesta sobre su cabeza una capa negra. Le cubría toda la cara. El hombre se detuvo en seco. Había escuchado una frase de Melanie. Le destrozó la vida a mi madre. Nunca se lo perdonaré. 
                Sintió un fuerte dolor en el pecho.
               Nunca se lo perdonaré. 



-Yo no soy como tu padre-afirmó Chris-Jamás te abandonaría, Melly.
                    ¿Puedo confiar en ti?, se preguntó Melanie. ¿Puedo confiar en que nunca me abandonarás?
                    Se detuvieron de nuevo.
-No me rindo, Melly-le confesó Chris-No puedo rendirme cuando puedo perderte.
-Quiero confiar en ti-admitió la muchacha.
-Tengo toda la vida por delante. Puedo esperar a que te decidas a amarme.
-Te amo. Por eso, tengo tanto miedo. Porque me he enamorado de ti. Y me asusta porque no quiero perder el corazón. No quiero sufrir como sufre mi madre. Sólo quiero cerrar los ojos. Y estar contigo siempre.
                Estaba siendo sincera con Chris.
                El hombre que iba detrás se detuvo también. Sir Marcus reconoció a su hija. ¡Cuánto había crecido Melanie!
                Apretó los puños. Su hija le odiaba. ¿Acaso podía culparla de ello? No sólo eso.
                Había encontrado el amor. Se había enamorado del vicario.
                Del joven que le hacía llegar las cartas de amor que le escribía Kate. Sir Marcus sintió un doloroso pinchazo dentro de su pecho.
                 Se daba cuenta de que no había amado nunca a nadie. Ni siquiera pudo amar a su esposa. Kate le había dado todo.
                 Pero sir Marcus no quiso amarla. Su comportamiento con ella no tenía perdón. Se había ganado a pulso su odio.
                 Melanie y Anne habían crecido. Y eran felices sin su padre. No querían saber nada de él.
                 Había intentado ver a Anne. Pero se topaba con la mirada vacía de la niña. Su hija no mostraba el menor interés en saber de él.
-¿A qué estamos esperando, Melly?-sonrió Chris.
                  La besó de lleno en la boca. Sir Marcus se quedó atónito ante aquella escena. Pero lo que más le impactó fue otra cosa. Melanie le devolvía al joven vicario el beso con la misma pasión con la que él la estaba besando.
                  Se dio la vuelta. No podía seguir mirando aquella escena. No era capaz de intervenir.
                  Sir Marcus había visto mucho. Había visto a Melanie corresponder al beso. Un beso lleno de amor...Un beso lleno de pasión...
                  ¿Con qué derecho podía él intervenir?
                  Empezó a caminar. Regresaría a la posada. Aún así, se dijo, tenía que hablar con Melanie.
                  Y hablaría también con Anne. Y también hablaría con Kate...Con las tres...Se pondría de rodillas ante ellas.
                   No podía morir así. No podía morir sin saberse perdonado por su familia.
                   ¿Qué le esperaba en la habitación de la posada? Estaría solo. A decir verdad, se había dado cuenta de lo mucho que odiaba la soledad.
                    Pudo haber sido feliz con su familia. Kate lo amaba locamente. ¿Cómo había correspondido él a aquel amor tan leal? Sintió cómo las lágrimas corrían por sus mejillas. Su vida había sido un completo desperdicio. De eso ya no le cabía la menor duda. Un matrimonio roto...Y unas hijas que le odiaban y con razón.

jueves, 30 de mayo de 2013

BERKLEY MANOR (EDITADO)

Hola a todos.
Me gustaría ir subiendo más de seguido los fragmentos de Berkley Manor.
El fragmento de hoy continua con los recuerdos de sir Marcus. Espero que os guste.

                  Tenía que admitir que se sentía atraído por Kate. Su esposa era una mujer atractiva. Se lo habían dicho mucha gente. Y él se sentía orgulloso de lucirla. Algunas noches, se quedaba despierto. Y la miraba. La estrechaba contra su cuerpo. Las facciones de Kate estaban serenas. La besaba en la mejilla.
                 Tampoco estaba en casa cuando nació Melanie. Su mujer dio a luz mientras él estaba en la taberna emborrachándose. Regina fue la que se ocupó de todo mientras sir Marcus parecía haberse desentendido por completo de su mujer y de su hijo.
                      Cuando regresó a casa, Regina llevaba en brazos al pequeño Peter. Aún así, nada más ver a sir Marcus, le cruzó la cara de un bofetón.
-¿Dónde se había metido?-le espetó.
-¡He estado divirtiéndome!-contestó sir Marcus de malos modos.
-¡Hijo de perra! No ha estado en la casa para ver nacer a su hija.
-¿Mi hija? ¿Ya ha nacido el bebé?
                      Regina asintió. La criada se encargó de lavar a sir Marcus y de ponerle ropa limpia. Debía de estar adecentado para entrar a ver a Kate y a la recién nacida.
                      Entró en la habitación. La comadrona estaba cepillando el pelo de Kate. Llevaba puesto un camisón limpio. La comadrona la había ayudado a sentarse en la cama. Se la veía radiante y llevaba en brazos un bebé. Lo miraba con adoración.



                    Se percató de la presencia de su marido. Lo miró y le sonrió. Se la veía feliz. No le pedía más a la vida. Estaba casada con el hombre que amaba. Acababa de darle una hija. Y, para colmo, ya le había dado un hijo. ¿Qué más podía pedir? Nada...
-Marcus...-le llamó.
                    El hombre no pudo acercarse más a la cama y su frialdad le hizo daño a Kate.
                    Fue ella la que se encargó de ponerles nombres a sus hijos. A la niña la llamó Melanie Melinda. Un nombre que a sir Marcus le pareció ridículo. Los dos nombres significan mujer de piel morena. Lo había leído en un libro. Sin embargo, a Regina le pareció un nombre precioso.
-Después de todo, ha sido mi sobrina la que se ha encargado de todo-le recordó a sir Marcus.
                   Luego, vino el tercer embarazo.
                   Kate estaba destrozada tras la muerte de Peter.
                   Creía que el nuevo bebé tendría algo de Peter. Sería un niño. Tenía la sensación de que Peter iba a volver a la vida.
                  Sin embargo...
                   Sir Marcus no se preocupó por ella en todo su embarazo. No se sentía nada feliz ante la idea de ser padre.
                    Entonces, una tarde, Kate estaba cortando rosas en el jardín. De pronto, cuando la criada salió a buscarla para cenar, la encontró tirada en el suelo. Sin sentido...En medio de un charco de sangre...La criada entró corriendo de nuevo en casa. Estaba muy nerviosa. Tropezó con Regina.
-¿Qué ocurre?-le preguntó la mujer-¿A cuento de qué viene ese griterío?
-¡Señora!-respondió la criada-¡Es su sobrina! ¡Se ha desmayado!
-¿Qué? ¿Dónde está?
                  Sir Marcus no estaba en casa en el momento en el que un hombre que pasaba por allí se ofreció a ayudar a la inconsciente Kate. No estaba allí cuando aquel mismo hombre subió a la mujer desmayada a su habitación. Y la acostó sobre la cama. No estaba allí cuando Melanie presenció la escena. Y se preguntó qué le ocurría a su madre.
                 El médico tardó en llegar. Regina fue la que se dio cuenta de que Melanie estaba en un rincón, como asustada.
-Tu mamá no se encuentra bien, cariño-le explicó.
-¿Qué le pasa a mi mamá?-quiso saber Melanie.
                   Regina y ella se sentaron en el último escalón de la escalera.
                   No...Sir Marcus tampoco estuvo allí. No estuvo para consolar a su hija. No estuvo allí para acompañar a su mujer. Estaba lejos de casa. En Londres...Divirtiéndose.
-¿Se va a poner bien?-volvió a preguntar Melanie.
                  Los ojos de Regina se llenaron de lágrimas.
-Le pasa algo a tu mamá-le explicó-Y también le pasa algo a tu hermanito. Pero todo irá bien, pequeña. El médico ha venido y los está cuidando.
                 El desmayo...La sangre...Regina estaba muerta de miedo. Se puso a rezar por Kate.
-¡Quiero ver a mi mamá!-pidió Melanie-¡No quiero que esté mala! ¿Qué le puede pasar? ¡Va a tener un bebé! Y no quiero que le pase nada a mi hermanito, tita Reggie. ¿Por qué se han puesto malos los dos?
                Regina abrazó con fuerza a Melanie.
-No te preocupes por nada, cariño-le pidió-Tu mamá y tu hermanito se pondrán bien. Ya lo verás. Reza mucho por ellos.
                 Por desgracia, Kate perdió el bebé que esperaba. Y, cuando, al fin, salió el feto sin vida, Kate sufrió una hemorragia. Al médico le costó trabajo controlarla. Y Kate estuvo a punto de morir desangrada. A petición suya, el niño fue enterrado en la misma tumba donde descansaba Peter en el cementerio; el entierro se llevó a cabo de noche y sin estar el feto debidamente bautizado.
                  Al cabo de unos días, Melanie pudo entrar en la habitación de su madre para verla. Sir Marcus ya había regresado de Londres. Él y Regina se pusieron a discutir a viva voz en el salón. Melanie escuchó los gritos. Oyó a su tía abuela insultar a su padre. Al entrar en la habitación de su madre, la vio acostada en la cama y el médico estaba a su lado acompañándola.
                    Se arrojó en brazos de Kate.
-¡Mami!-exclamó-¿Ya estás bien?
                    Kate tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Estaba muy débil. Aún así, sonrió al ver a su hija. Aún me quedas tú, pensó.
-Estoy un poco mejor, mi vida-contestó la mujer-Pero ha sido verte y ponerme mejorar todavía.
                   Melanie se sentó en la cama.
-¿Y mi hermanito?-preguntó-¿Cómo está mi hermanito?
                   Kate rompió a llorar. El médico obligó a Melanie a abandonar la habitación. Al salir al pasillo, la niña se encontró con Regina. La mujer estaba algo alterada tras haber discutido con sir Marcus. Al ver a Melanie, la abrazó con cariño.
-Cariño, ha pasado algo triste-le explicó-Tu hermanito no estaba bien. Y está ahora en el Cielo, junto con tu hermanito Peter. ¿Te acuerdas de Peter? Pero tu mamá está bien. Ahora, tus hermanitos son ángeles. Están en el Cielo. No puedes verlos. Los ángeles no se ven, Melly.



                  Sir Marcus no consoló a su mujer. No subió a verla. Simplemente, prefirió huir.
                  El saber que su marido no se preocupaba por ella destrozó a Kate.
                  Se daba cuenta de que sir Marcus nunca la había amado. Pero quiso seguir llevando puesta la venda que se había colocado tiempo atrás. Cuando se casó con él.
                  Todas las noches, lloraba hasta que el sueño la vencía. No quería comer. Regina era la encargada de obligarla a comer. Tenía que hacer algo por salvar a su sobrina. ¿No se daba cuenta de que tenía que vivir por su hija?
                   Sir Marcus lo supo.
                  Cada vez que pensaba en sus hijos, sentía cómo algo se clavaba en su pecho.
                 Se preguntó si Peter y su hijo no nato intercederían por él una vez muerto. Se preguntó si Peter querría verle de nuevo, después de haberle ignorado a lo largo de su corta vida.
                   No supo acompañar a Kate en su dolor. Fue Regina la que se encargó de cuidar a su esposa mientras él prefería huir. Se dedicó a beber. Se emborrachó para no pensar. No quería pensar en nada. Para él, nada de esto había ocurrido. Continuó con su estilo de vida disoluto. Sabía que, muy a su pesar, Kate seguiría recibiéndole.
                  Eso fue lo que pasó.
                  Al año siguiente, Kate volvió a estar embarazada. Y él volvió a alejarse de ella.
                  Volvía a estar en Londres cuando Kate se puso de parto. Y tuvo que ser nuevamente Regina la que se ocupó de todo. Por suerte, aquella vez, todo salió bien. Kate tuvo otra niña. Sir Marcus tardó tres días en viajar a la isla para conocer a su nueva hija. Tuvo que reconocer que era una niña preciosa. A Kate se la veía radiante con su nuevo retoño. Pero sir Marcus decidió que no valía la pena seguir con aquella farsa.
                   La niña se llamó Anne Jane. Y, cuando apenas tenía unas pocas semanas de vida, sir Marcus abandonó definitivamente a su familia.
                   Había perdido definitivamente la oportunidad de ser feliz al lado de su familia. Lo había estropeado todo por culpa de su egoísmo. De pronto, se veía muy solo.
                   Deseó poder ir a su casa y ver dormida a Kate una vez más. Deseó poder entrar en la habitación de Anne y arroparla con la manta.

                      Abandonó la posada una vez que se hubo vestido.
                      Comenzó a caminar y sus pasos lo llevaron hasta la casa en la que había vivido y de la que le habían echado aquella misma tarde. Tenía que hablar con Kate.
                      Saltó la verja del jardín. La puerta estaba cerrada. Permaneció un buen rato parado ante la fachada de la casa. Una parte de él quería volver a abrazar a Kate. Creía estar escuchando las risas de sus hijos. Podía ver el rostro inocente de Peter. Escuchaba la voz de Melanie llamándole y él no le hacía caso. Además, Kate estaba en aquella casa. Su hija Anne estaba en aquella casa. Tosió con fuerza.
                      Aún podía sentir la mano de Kate en su mano. ¡Qué poco la había valorado! Siempre menospreció a aquella bondadosa mujer que lo quería. Kate le había amado sinceramente. Cuando le cogía la mano. Cuando le miraba con adoración. Kate había sido la más fiel de las mujeres. Y él no había sabido corresponder a aquel amor infinito que su esposa le profesaba.
                   Cogió del suelo varias piedrecillas. Las tiró contra los cristales de la ventana de la habitación de Kate.
                   Vio que una luz se encendía y vio cómo una figura se acercaba a la ventana y la abría. Sir Marcus respiró aliviado al ver que se trataba de su esposa.
-Katie...-dijo-Tenemos que hablar. Baja.
-Dime lo que me tengas que decir desde ahí-le advirtió ella.
                   El corazón de Kate empezó a latir con rabia dentro de su pecho. ¿Qué estaba haciendo aquel loco allí? Se puso muy nerviosa.
-Quiero hablar contigo-empezó sir Marcus-Y quiero también hablar con las niñas. ¿Cuándo podré verlas? Tengo que pediros perdón.
-Marcus, en otro momento, me habría alegrado de verte-se sinceró Kate-Pero, ahora mismo, lo único que quiero es olvidarte. ¡Vete, por favor!
-Sé que me he portado muy mal contigo.
-¡Nos abandonaste! ¡Te olvidaste de nosotras!



-Sé que no tengo perdón.
-¡Yo te amaba, Marcus! ¡Te amaba por encima de todo! Me da asco sólo mirarte.
                    Se metió dentro. Cerró con rabia la ventana. Las lágrimas caían sin control sobre las mejillas de Kate.
                  Sir Marcus permaneció un largo rato parado ante la ventana de su mujer.
                  Kate había hablado en pasado.
                  Él mismo había matado el amor que ella había sentido. Sus constantes desprecios...El hecho de no haberse preocupado nunca por sus hijas. De haber obrado de otro modo, sir Marcus estaría dentro de aquella casa. Podría volver a dormir abrazado a su mujer en lugar de permanecer solo en mitad del jardín de noche.
                  ¡Qué triste es estar solo!, pensó.

miércoles, 29 de mayo de 2013

SWEET TALKIN WOMAN

Hola a todos.
Creía necesario hacer esta entrada, a modo de inciso.
Como ya expliqué en mi blog "Un blog de época", no era mi intención que Berkley Manor tuviera una banda sonora.
Cuando empecé a escribir esta historia, quería contar algo sencillo, pero, al mismo tiempo, distinto de lo de siempre.
Sin embargo, aconsejada por mi buen amigo Ricky El Vikingo, empecé a pensar a lo grande. Y, a medida que iba escribiendo esta historia, iba sonando en mi cabeza una canción.
No le he puesto más canciones. Sólo le he puesto esta canción.
Se llama Sweet Talkin Woman. No es un tema de música clásica, sino, más bien una canción romántica de los años 70. Es de un conocido grupo de rock sinfónico, Electric Light Orchestra.
Quizás, no pegue mucho con la época en la que transcurre esta historia. Pero es la canción que más sonaba en mi cabeza cuando escribía las escenas entre Chris y Melanie.
Juzgad vosotros mismos.


He intentado insertarla para que sonara de fondo en este blog. ¡Pero no lo he conseguido!

martes, 28 de mayo de 2013

BERKLEY MANOR (EDITADO)

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Berkley Manor, sir Marcus volverá a la carga.
¡Vamos a ver qué pasa!

                       Sir Marcus podía ver la figura de Kate a través de las cortinas de la ventana del salón. Estaba allí.
                      Se preguntó si Regina estaría en casa.
                     Quería ver a Kate. Y también quería ver a sus hijas. Quería abrazar a Kate. Quería implorar su perdón.
                     Le dio un pequeño empujón a la puerta de la verja del jardín. Hablaría con Kate aún estando Regina presente. Ella también tenía que escucharle.
                    Golpeó con suavidad la puerta de madera que tenía ante él. Podía oír la voz de Kate mientras hablaba con Anne. El corazón comenzó a latir muy deprisa cuando una criada le abrió la puerta.
-¿Quién es usted?-le interrogó-¿Y qué desea?
                    Sir Marcus sintió que las palabras se atoraban en la garganta.
-No creo que se acuerde de mí-contestó-Soy el señor de la casa.
-En esta casa no hay ningún señor-replicó la criada.
                     Dicho esto, le cerró de golpe la puerta.
                     Mientras tanto, en el salón, Regina vertió té en su taza de porcelana. Bebió un sorbo.
-¿Quién era?-le preguntó a la criada.
-Un idiota, señora-respondió la mujer-Decía que era el señor de la casa.
-Supongo que le habrás echado de aquí.
                 La taza de té que sujetaba Kate en aquel momento en la mano tembló con violencia.
-¡Ha vuelto, tía!-se asustó.
-Le he cerrado la puerta-le aseguró la criada-Me imagino que ya se habrá ido.
-Ha hecho bien-afirmó Regina.
                 Anne estaba sentada en el libro leyendo cuando escuchó la conversación. Alzó la cabeza al intuir que estaban hablando de su padre.
                 Regina le lanzó una mirada cargada de significado a Kate. Había cosas que eran mejor no discutirlas delante de Anne. Kate respiró hondo para tranquilizarse.
-¿Te gusta el libro que estás leyendo?-le preguntó a su hija menor.
                 Anne entendió que su madre no quería hablar delante de ella de la posible visita de su padre. Lo entendió.
-Es Ensoñaciones del paseante solitario-respondió Anne.
-Creo recordar que lo leí una vez-dijo Kate-Hace mucho tiempo.
                    Fue siete años antes.
                    Sir Marcus le dio un beso antes de irse a Londres. Fue el último beso que le dio su marido.
-Volveré en cuanto pueda-le prometió.
-Cuídate-dijo Kate.



                    Un beso...Un último beso...La besó en la mejilla.
                    Después, se marchó. Y no lo había vuelto a ver hasta días antes, en el jardín.
                     La criada había hecho bien en darle con la puerta en las narices. Al menos, eso era lo que Kate se estaba repitiendo así misma. Una parte de ella quería hablar con sir Marcus. Se preguntaba si él estaba siendo sincero cuando decía que quería ver a sus hijas. Kate no iba a permitir que les hiciera daño.
                      Se puso de pie.
-¿Adónde vas?-le preguntó Regina.
-Voy a tomar el fresco, tía-respondió Kate.
-Iré contigo.
                   Las dos salieron al jardín. No veían a sir Marcus por ningún sitio. Eso alivió mucho a ambas.
-Está enfermo-dijo Kate-Cuando lo vi, lo vi más delgado. No está bien.
                   A Regina le había parecido también que estaba enfermo.



-Espero que no estés empezando a sentir compasión hacia ese hijo de perra-le advirtió-No debes de sentir lástima por él. Recuérdalo siempre. Jamás ha sentido pena de ti. Ni la ha sentido tampoco por las niñas. Katie, hazme caso. Tienes que olvidarle.
                  Kate negó con la cabeza. A veces, tenía la sensación de que tenía las cosas claras en su mente.
                  Otras veces, sentía miedo. Miedo de volver a caer en la trampa de su marido. Sir Marcus había significado muchas cosas para ella. Los lazos que aún le unían a él eran demasiado fuertes. Pero era consciente de que sir Marcus le había hecho demasiado daño. No quería sufrir de nuevo por su culpa.
-Sir Marcus es mi marido y es el padre de mis hijas-dijo-Fue el primer hombre que me besó. Ha sido el único hombre con el que he estado íntimamente. Sé lo que me vas a decir. ¡Y tienes razón! No merece que siga sufriendo por él. Pero ha regresado. Y quiere ver a nuestras hijas. No sé qué puedo hacer.
                   Regina abrazó con cariño a su sobrina.
                  A su vez, pensó en su marido. Había sido el único hombre que la había besado. Pero Kate no podía aferrarse a los recuerdos de unos besos con sabor a mentira. Ni a su conciencia...
                   Y Kate no quería volver a sufrir. Tampoco quería ver sufrir a sus hijas.
-Le he querido mucho, tía-admitió.
-¿Lo sigues queriendo?-quiso saber Regina-Cariño, me lo puedes contar. Sé sincera de una vez contigo misma.
-Lo odio. Pero...Una parte de mí...Aún le quiere. Sin embargo, le aborrezco por todo el daño que nos ha causado. No sólo a mí...También a nuestras hijas...
                 A veces, Kate se imaginaba así misma yendo a la posada en la que se hospedaba sir Marcus. Pero sabía que si él la tocaba todo volvería a empezar de nuevo. Y ella no quería entrar en aquel círculo vicioso. Había desperdiciado toda su vida por amor a él. Sentía vergüenza al pensar que no había sido una buena madre. ¡Si la pobre tía Regina había sido la encargada de enviar a Melanie a Berkley Manor! ¿Dónde había estado ella metida? Kate...
-Hizo con ellas lo mismo que mi madre hizo conmigo-se sinceró Kate-Y eso jamás se lo podré perdonar.
                 Regina le dio la razón a su sobrina. Kate vivía atormentada por los fantasmas de su pasado. Pero intuía que aquellos fantasmas estaban también dañando a Melanie y a Anne.
-Será mejor que entremos-sugirió Kate.
-Está empezando a refrescar-opinó Regina.


                      Sir Marcus no pudo conciliar el sueño aquella noche, atormentado como estaba por los recuerdos del daño que le había causado a su familia.
                    En esta casa no hay ningún señor. 
                    La criada que le abrió la puerta había sido brutalmente honesta con él.
                    Era verdad.
                   No estuvo al lado de Kate cuando murió Peter. No estuvo a su lado cuando perdió el bebé que esperaba. ¿Dónde había estado metido? Sir Marcus conocía de sobra la respuesta. Sintió que se asfixiaba.
                   Recordó el día que nació Peter.
                  No estaba en casa cuando Kate se puso de parto. No estaba en casa cuando Kate rompió aguas. ¿Dónde había estado mientras su mujer traía a su hijo al mundo? En un burdel...Borracho...
                 No recordaba gran cosa de aquel día. Y lo agradecía en parte.
-¿Dónde se había metido?-le increpó Regina nada más entrar-Katie está arriba. ¡Acaba de tener un hijo suyo! ¿Dónde estaba? ¡No hace falta que me conteste! ¡Huele a suciedad a kilómetros!
                 Sir Marcus escuchó el llanto de un niño. Pero no subió a ver a Kate. No subió para conocer a su hijo. Se dobló sobre sí mismo y vomitó en el pasillo.

Mañana, continuaremos con la subtrama de Kate y de sir Marcus.
Ahora, me gustaría haceros una pregunta.
¿Os gusta esta subtrama? Berkley Manor es el escenario principal de la historia. Pero...¿Os gusta que aparezcan otros lugares además de la mansión?
                 

lunes, 27 de mayo de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Tras un pequeño inciso de un par de días, continuamos con Berkley Manor. 
Lo malo de escribir fragmento por fragmento es que parece que la cosa no avanza. Pero hemos avanzado bastante en los últimos días.
En el fragmento de hoy, Melanie se sincera con Eleanor.  Además, volverá a ver a Chris, que quiere compartir con ella las buenas noticias.
Espero, de corazón, que os guste.  

               Eleanor se sintió mucho mejor después de la conversación que había mantenido con su hermana.
                  Encontró a Melanie en la biblioteca de los duques. Tenía un libro entre las manos. Intentaba leer la página número dieciséis. Sin embargo, no podía pasar de la tercera línea.
                  Tenía muchas cosas en la cabeza. Chris se le había metido muy dentro de ella. No se reconocía así misma. Siempre se había caracterizado por ser una muchacha tranquila. Las cosas que ella y Chris hacían no eran propias de una chica que sabía que tenía que preservar su virtud a toda costa.
-¡Melly!-exclamó Eleanor al verla.
                 Había entrado en la biblioteca corriendo como una loca porque estaba muy contenta.
-¡Vicky ha entrado en razón!-le contó.
-¡Eso es maravilloso!-afirmó Melanie.
                  A veces, Melanie se preguntaba si Peter habría entendido la relación que mantenía con Chris.
-Hemos hablado sobre el tema-dijo Eleanor-Y ha terminado aceptándolo. ¡Oh, Melly! ¡No sabes lo feliz que soy!
                  Melanie se imaginaba teniendo un hermano mayor. Desde hacía días, pensaba mucho en Peter. Y también pensaba en el niño que su madre había abortado. Los ojos azules de Melanie brillaban al pensar en Peter. Y le dolía saber que no le quedaba ningún recuerdo de su hermano mayor. Le habían contado que se parecía mucho a su padre, a sir Marcus. Pero que tenía algunos gestos de su madre, lo cual suponía un pequeño alivio para Melanie.
-No te noto contenta-observó Eleanor.
-Perdóname-se disculpó Melanie-Es que estaba pensando en otra cosa.
                El rostro de Eleanor brillaba de felicidad. En un acto de alegría, abrazó con fuerza a Melanie. El libro cayó al suelo. Las dos chicas giraron sobre sí mismas.
-¡Para mí, es lo mejor que me ha pasado nunca!-exclamó Eleanor. Ella y Melanie se detuvieron. Eleanor se separó de su amiga-Era necesario que Vicky aceptara mi amor.
-Lo suponía-admitió Melanie.
-Puede que no siempre me lleve bien con mi hermana-le confesó Eleanor-Pero la quiero muchísimo. Y me asusta la idea de que le pase algo malo.
-Lo sé. A mí también me pasa. Estoy sufriendo por estar tan lejos de Annie. Sé que mi hermana es fuerte. Pero tiene tan sólo diez años.
                 Melanie se acercó a la ventana de la biblioteca.
                 Era consciente que no podía ver su casa desde allí. La biblioteca le parecía un lugar oscuro donde los libros se amontonaban en las estanterías. Nadie debía de entrar nunca en la biblioteca. Había polvo por todas partes.
-¿Qué estás haciendo aquí?-quiso saber Eleanor.
-Necesitaba estar ocupada con algo-contestó Melanie-Dice mamá que tengo que cultivarme más. Así que...
He venido aquí a leer.
-¿Qué libro estás leyendo?
-Robinson Crusoe...Creo conocer a su autor. ¿No es el mismo que escribió Moll Flanders? 
-¿Te refieres a Daniel Dafoe?
-Sí...
-No me acuerdo bien.
                     Melanie se alegró de poder hablar de libros con Eleanor.
                    Los libros tenían que servir de algo.
                    No podía sacarse a Chris de la cabeza. Tampoco podía arrancárselo del corazón. Y eso la estaba asustando mucho.
                    Se sentó en una silla de la biblioteca. Chris había llegado hasta lo más profundo de su corazón. Y eso la asustaba. No se sentía capaz de amar abiertamente. No era como Eleanor. La joven sonreía radiante ante un futuro feliz. En cambio, Melanie estaba muerta de miedo.
-Tengo que contarte una cosa-atacó la muchacha.
-¿De qué se trata?-inquirió Eleanor.
                   Se sentó en una silla, junto a Melanie.
-Te he mentido-contestó la chica-Estoy enamorada.
-¡Lo sabía!-exclamó Eleanor con gesto triunfal.
-Y tú conoces a ese chico.
-¿Lo conozco?
                    Melanie asintió con vehemencia.
-Es Chris-le contó.
                    En un primer momento, Eleanor no supo de quién se trataba.
-No conozco a ningún Chris-admitió.
-Christopher Christian Pemberton...-dijo Melanie-El vicario...Yo...Él viene mucho por aquí. Y...
-Entiendo. Quizás, no sea, lo que se dice, un buen partido. Pero parece un muchacho serio.
-Espera. Ellie...Tienes que saber una cosa.
-Melly, estoy empezando a asustarme.
                   Los ojos azules de la aludida tenían un brillo de angustia. Mechones de pelo rubio se escapaban de su moño. Tenía las manos cruzadas a la altura del regazo.
-¿Te ha besado?-la interrogó Eleanor.
-Hubo mucho más que eso-se sinceró Melanie.
                 Sus mejillas se pusieron rojas como la grana.
                 Entonces, le contó a su amiga lo ocurrido en el castillo de Sandown. De cómo acabó pasando la noche entre los cálidos brazos de Chris. De cómo ya no era virgen. Se sintió mejor al acabar.
                  Se puso de pie. No podría soportar la mirada cargada de reproche que, sin duda alguna, le estaría dirigiendo Eleanor.
-En otras circunstancias, te criticaría-empezó a decir Eleanor-Pero...Te entiendo. Dime una cosa. ¿Cómo es?
               Melanie se giró. Miró con asombro a la joven. Eleanor quería saber cómo era estar con un hombre.
-¿No me vas a reprochar nada?-se asombró Melanie.
-Deseas al vicario-afirmó Eleanor-Y yo deseo a Justin. Quiero que me haga suya. Dime. ¿Es bonito?
                Melanie sonrió con cierta picardía. Y asintió con más vehemencia que antes. Eleanor dio un gritito. Aplaudió unas cuantas veces. Su comportamiento habría escandalizado, sin duda, a Victoria.
-¡No me puedo creer que yo haya hecho eso!-se maravilló Melanie-¡Es una locura! ¿Cómo he podido hacerlo? ¡No lo entiendo!



-¡Lo has hecho porque estás enamorada!-afirmó Eleanor.
-No debo de enamorarme. No quiero sufrir.
-Sufrirás más si no arriesgas. ¡Mírame a mí!
                   Pese a todo, la situación de Eleanor no estaba del todo clara. Victoria había cedido. Pero sus padres podrían terminar oponiéndose. Y Justin quería alejarse de ella. A veces, Eleanor se sentía tentada a volver a intentar acostarse con Justin. Pero no se atrevía por miedo a volver a ser rechazada por el joven.
-Tengo miedo de sufrir-admitió Melanie.
-Por lo que veo, el vicario también te ama-observó Eleanor-¿Se te ha declarado?
-Se me declaró hace unos días.
-Entonces, deberías de daros la oportunidad de ser felices. Y de olvidar el pasado.

                   Melanie salió a dar un paseo por el jardín. Para Eleanor, todo era fácil. O, a lo mejor, no era tan fácil como pensaba. El matrimonio Derrick se dedicaba a ignorarse mutuamente.
                  Melanie se detuvo para admirar la fachada. De día, Berkley Manor era impresionante.
                  Las cortinas serían de color negro hasta, por lo menos, pasado un año. Los criados lucían en sus ropas crespones negros.
                   Nadie cantaba. Nadie hablaba fuerte. De vez en cuando, se oía un sollozo ahogado. A veces, Melanie se sentía asfixiada dentro de aquella mansión. Sabía que lord Duncan estaba comiendo. Pero seguía sin querer salir de su habitación.
                 Lady Christine intentaba seguir adelante con su vida. La habitación de Toby permanecía cerrada.
                 Como también permanecía cerrada la habitación de juegos del niño. Melanie no podía recordar cómo era la habitación de Peter. La puerta de aquella habitación seguía cerrada a cal y canto.
                   Oyó que una voz masculina y joven la estaba llamando. Se giró para ver quién era.
                   Muy a su pesar, Melanie sonrió al ver que Chris se dirigía corriendo hacia ella.



                   Al mirarla, Chris se quedó extasiado.
                  No se trataba sólo de un bonito rostro. Había mucho más en el corazón de Melanie. Al llegar a su altura, la abrazó con fuerza.
-No veo la hora de hacerte mi esposa-le confesó-No veo la hora de proclamar a los cuatro vientos lo mucho que te amo.
-¿Qué estás diciendo?-inquirió Melanie.
                ¿Qué le estaba diciendo Chris?
-No te entiendo-admitió Melanie-Explícate mejor.
                   Se sentaron en un banco. Chris no le mencionó su desagradable encuentro con sir Marcus. Casada con él, Melanie estaría protegida. Aquel miserable no se le ocurriría acercarse nunca más ni a ella ni a su familia.
-Quiero que nos casemos, Melly-afirmó Chris.
                 Su mano oprimió con suavidad la mano de la chica. Necesitaba sentirla cerca de él. Melanie apoyó la cabeza sobre el hombro de Chris. ¡Deseaba tanto poder ser suya sin sentir aquel miedo que la embargaba!
-Quieres casarte conmigo porque te sientes culpable-dijo-Porque me has deshonrado.
-¿Has leído El Cantar de los Cantares?-le preguntó Chris.
-No he leído ese libro de la Biblia, precisamente. He leído el Éxodo. 
-Siento que yo soy El Amado. El Esposo...Y que tú eres La Amada. La Esposa...Nos pertenecemos, Melly.
               Ella alzó la vista para mirarle. Chris acunó su rostro. Le acarició las mejillas con las yemas de los dedos.
-¿No lo sabías?-sonrió Chris.
-Estás mintiendo-afirmó Melanie.
-Te ruego que confíes en mí. No soy igual que tu padre. Creo que te lo he demostrado muchas veces. Jamás te abandonaría.
               Melanie deseaba creerle. ¡Dios, lo único que pedía era creerle!
               Los labios de Chris se posaron sobre los suyos. La besó con mucha delicadeza. Quería demostrarle a Melanie su amor no sólo con palabras. Las palabras se las llevaba el viento. Sonaban vacías.
                Eso era algo que ella le había enseñado. Cuán vacías podían resultar las palabras en un momento dado. Melanie era quién le daba sentido a su vida. El motivo por el cual Chris seguía levantándose por las mañanas.
              Poco a poco, el beso se tornó cada vez más apasionado. Melanie pegó su cuerpo al cuerpo de Chris. El beso se hizo más hondo. Al mismo tiempo, ella rodeó con sus brazos el cuello de él. Y deseó no sentir miedo y poder entregarse libremente al amor que sentía por aquel bondadoso joven.

domingo, 26 de mayo de 2013

PELUCAS

Hola a todos.
Hoy, vuelvo a hacer un pequeño inciso en Berkley Manor. Pero me gustaría hacer un poco más de hincapié en el contexto histórico en el que transcurre. No sólo voy a hablaros un poco de los sucesos de la época. O de la manera de pensar de aquel entonces. Quiero también centrarme en la moda. En cómo se vestía la gente en aquella época.
Ya sabemos, más o menos, cómo pensaban. El matrimonio no era por amor. Sino que era, más bien, una especie de acuerdo. Sin embargo, muchos jóvenes se rebelaban contra esta idea. Y no dudaban en fugarse con quiénes ellos sí querían estar. Amor y matrimonio empiezan a ir de la mano. Como debe ser.
Siempre que he visto una película que transcurría en el siglo XVIII, me llamaba la atención una cosa.
Las pelucas...
¿Os habéis fijado en ellas? Casi todas las pelucas son rubias.
O son de un rubio muy claro o son de un rubio ceniza...
Las pelucas estaban hechas con pelo natural. Normalmente, se hacían con cabello de joven que entraba en el convento. Las jóvenes postulantes debían de cortarse el pelo. La gente pudiente llegaba a pagar unas cifras muy altas por tener una peluca hecha con pelo natural.
También se le pagaba muy bien a todas aquellas mujeres que vendían su pelo. Lo hemos visto en Mujercitas. Jo vendía su pelo en un capítulo.
Las pelucas servían para disimular la pérdida de pelo en los hombres. El rubio era el color de moda en aquella época. Quienes solían usar estas pelucas eran los pelirrojos o los castaños.
Me gusta ver cómo se adornaban las pelucas en aquella época. Algunos adornos podían llegar a rozar lo ridículo.
Una vez, vi una caricatura de la época. Mostraban a dos damas de la aristocracia hablando entre ellas.
Las dos lucían sus correspondientes pelucas. Y estaban horriblemente adornadas. ¡Una de ellas tenía hasta una jaula con loro metido dentro y todo! Je, je.
Fue el Rey de Francia, Luis XIV, el que empezó a usar peluca. Lo hizo porque se estaba quedando calvo. Tenía que hacer algo para disimular su calvicie. Esto ocurrió por el siglo XVII. Luego, se popularizó y se extendió su uso a lo largo de todo el siglo XVIII.
A finales de este siglo, el uso de las pelucas empieza a decaer. Personalmente, nunca me he puesto una peluca.
Me agobiaría. No sería capaz de llevarla puesta. Pero pienso que es interesante conocer un poco más a fondo este tema. ¿No?
De momento, todavía no he escrito nada relacionado con las pelucas. ¡Todo se andará!

 Una dama del siglo XVIII...Lo que lleva puesto debajo de su sombrero es una peluca de color rubio ceniza.

viernes, 24 de mayo de 2013

BERKLEY MANOR (EDITADO)

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Berkley Manor va a ser corto, pero intenso. Espero que os guste.

                     Al día siguiente, Victoria subió al desván.
                     Quería estar sola.
                    Odiaba estar peleada con Eleanor, pero le asustaba la idea de ver la reputación de su hermana mayor en entredicho. Si Eleanor hubiera sido un hombre, todo sería distinto. Pero era una mujer.
                    Victoria se sentó en un pequeño balancín. El desván estaba lleno de juguetes con los que Toby ya no jugaba. Había baúles diseminados por doquier. Estornudó. Había mucho polvo. Victoria cogió un muñeco con el que Toby dormía cuando era un bebé.
-Nuestra institutriz también subía nuestros juguetes al desván-dijo una voz a espaldas de Victoria-Nadie sube allí a limpiar. Es una pena que estén llenos de polvo. Y es una pena saber que nadie volverá a jugar nunca más con ellos.
                    Victoria reconoció la voz de su hermana, pero siguió sentada en el balancín. Eleanor se acercó a la joven. Se puso de rodillas ante ella.
-Todos cambiamos a medida que vamos creciendo-admitió Victoria-Es muy duro de asumir. Pero es verdad.
                   Movida por un impulso, la chica abrazó con cariño a Eleanor.
-Perdóname-le dijo-Pero tengo mucho miedo.
-Todo irá bien, hermanita-le prometió Eleanor-Ya lo verás.
                     Se separaron apenas unos centímetros.
                    Victoria quería alegrarse por Eleanor, pero, en su cabeza, oía los comentarios de la gente criticándola.
-¡Os hundirán!-se asustó Victoria-No pararán hasta destruiros. La gente es muy cruel. Se ceba con aquéllos que son felices. Tengo miedo por ti.
                Eleanor entendía los temores de su hermana menor. Eran unos miedos muy parecidos a los miedos de Justin.
-No tengo ningún miedo-afirmó la joven.
                 Eleanor se había enamorado. Victoria se preguntó si conocería a alguien como Justin. Si sus ojos brillarían igual que los ojos de Eleanor cuando pensaba en el joven cochero. Sabía cuál era su deber. Pero quería amar. Quería ser amada.
-Yo también tengo sueños-dijo Victoria.
-Nadie puede vivir sin sueños-le aseguró Eleanor-Se pueden reprimir. Pero no se pueden controlar. Vicky, el matrimonio tiene que ser la unión de dos personas que se aman. Hemos crecido en un hogar infeliz. No quiero que a mis hijos les pase lo mismo.



-¿Y qué pasa con todo lo que nos han enseñado?
-¡Se puede ir al Infierno!
                Victoria se echó a reír.
                Tenía una risa nerviosa. Eleanor le cogió las manos.
-No quiero seguir peleada contigo-admitió Victoria-Y tienes derecho a ser feliz.
                  Eso era lo que Eleanor llevaba días deseando escuchar de boca de su hermana menor. Cuando, al fin, escuchó esas palabras, sintió que una gran alegría la invadía. Finalmente, Victoria aceptaba su relación con Justin.
-Quizás, nunca me enamore-aseveró la chica-Pero eso no significa que tú no tengas derecho a ser feliz. Y a enamorarte.
-¿Y quién ha dicho que no te vas a enamorar?-se inquietó Eleanor.
-No lo sé.
                     Eleanor la abrazó con cariño. Palmeó la espalda de Victoria.
-¡Por supuesto que te vas a enamorar!-le auguró-Aparecerá un joven en tu vida. Y no te importará cómo sea. Si es rico o pobre. Lucharás contra todo y contra todos con tal de estar con él. Y él te querrá mucho. Porque eres muy buena, Vicky.
                     Se separaron de nuevo apenas unos centímetros. Eleanor le acarició la mejilla con la mano. Sin duda, recordaba lo ocurrido la noche de la tormenta. Justin intentaba evitarla a toda costa. Sentía que no era digno de ella.
-No me gusta estar en este sitio-comentó Victoria-Pienso que Toby estará por aquí. Buscando algún juguete.
-Una tragedia similar sólo puede servir para dos cosas-sentenció Eleanor-O separa a las familias. O las une todavía más. Me temo que la muerte de ese pobre pequeño no ha servido de nada. Sólo ha servido para distanciar mucho a sus padres. Que no lo son.
-¿Qué quieres decir?
-No te lo puedo contar aquí.
-¡Me estás matando de curiosidad, Ellie! ¿Has oído algo acerca de los duques? ¿Qué es? ¿De qué se trata?
                 Se pusieron de pie.
-Vamos a dar un paseo-sugirió Eleanor-Hace una mañana soleada. Te contaré lo que he oído comentar entre los criados. Lady Christine dice que no les haga caso.
                 Las dos hermanas abandonaron el desván.
                 Dieron un paseo por el jardín. Daba gusto caminar por allí aquella mañana.
                 El Sol brillaba en lo alto del cielo. No se veía ni una sola nube.
                 Victoria tenía la sensación de estar en mitad de un bosque de cuento de hadas. Había muchos árboles. Y las flores todavía no habían empezado a secarse.
                 Entonces, Eleanor le contó el rumor que corría entre los miembros de la servidumbre acerca del verdadero origen de Toby. Victoria se quedó sin hablar al escuchar aquellas palabras.
-¡No puede ser cierto!-exclamó.
                    Eleanor asintió.
                    Ella tampoco quería creer aquellos rumores que circulaban sobre el pequeño Toby. Le parecían de mal gusto. Sobre todo, ahora, cuando el niño estaba muerto.
-Los únicos que deben de saber la verdad son los duques-admitió Eleanor-Y no seré yo quién hable con ellos de este tema. Bastante están sufriendo con la pérdida de Toby.
-Tienes razón, Ellie-decidió Victoria-Es mejor no comentárselo.

jueves, 23 de mayo de 2013

BERKLEY MANOR (EDITADO)

Hola a todos.
Después del breve inciso de ayer, hoy tenemos un nuevo fragmento de Berkley Manor. 
Hoy, Chris va a tener un encontronazo con cierto caballero.
¡Vamos a verlo!

-Yo también te deseo toda la felicidad del mundo-dijo Chris-Deseo que encuentres a alguien que te ame.
                 Grace, al escuchar esto, le tendió la mano. Chris cogió la mano que le tendía la joven. Se la llevó a los labios.
-De momento, no he conocido a nadie-admitió Grace-Pero sigo esperando.
                  En su fuero interno, lamentaba el no haberse enamorado de Chris. El joven se inclinó sobre ella y le dio un beso en la mejilla. Después, se separó de Grace. Comenzó a caminar con paso lento, mientras dejaba atrás una parte de su vida.
                Aquel día, Grace llevaba puesto un sencillo vestido de color marrón. Aún así, era una joven muy guapa y le deseó toda la suerte del mundo.
                 Se giró sin dejar de caminar.
-¡Cuidate!-le gritó.
                   Grace alzó la mano y la agitó en señal de despedida.
                  Al llegar al pueblo, un hombre envuelto en una capa de color negro siguió a Chris. El joven no se dio cuenta de nada. Saludó a una vecina que estaba tirando un cubo de agua a la calle. Un hombre se encontraba sentado en el borde de la fuente de piedra que estaba en mitad de la pequeña Plaza. Chris se sentía ligero y liviano.
                 Estaba muy contento.
                 De pronto, el hombre que le estaba siguiendo lo agarró de un brazo y lo arrastró hasta un callejón. Chris intentó defenderse, pero el hombre le hizo señas para que se callara. Se descubrió el rostro. Pero sólo consiguió ganarse un puñetazo de Chris.
-¿Quién es usted?-le increpó-¿Qué es lo que quiere de mí?
-¡Soy sir Marcus Livingston!-contestó el hombre-Y necesito hablar con usted.
-Le conozco. Usted y yo no tenemos nada de qué hablar.
                 La última vez que Chris fue a visitar a sir Marcus a Londres con una carta de Kate, el hombre no quiso verle.
                  No tenía nada de qué hablar con aquel canalla. Le había hecho mucho daño a Melanie y a su familia.
-¡Por favor!-le imploró sir Marcus-Señor...Usted representa a Dios en La Tierra. Yo sólo soy un miserable pecador.
-Dios es el que tiene que perdonar sus pecados-afirmó Chris-Por desgracia...¡Qué Dios me perdone! Yo no puedo perdonarle. Le ha hecho mucho daño a sus hijas. Le ha destrozado la vida a su mujer. ¿Qué quiere de mí? Varias veces le entregué cartas de su esposa. ¡Y las rompió delante de mis narices!
               Sir Marcus rompió a llorar. Se puso de rodillas. Se asió a las piernas de Chris. No le importaba suplicar. Había caído demasiado bajo.
-¡Le ruego que me escuche!-le imploró al joven vicario-Sólo necesito que me hable de mis hijas.
                Chris se soltó con energía y sir Marcus se vio de bruces en el suelo.
-Durante años, no ha querido saber nada de sus hijas-le recriminó Chris-¿Por qué se preocupa tanto por ellas?
-Son mis hijas-contestó sir Marcus-He cometido muchos errores. Lo reconozco. No merezco ser perdonado.
-Le voy a dar un consejo. Márchese de esta isla. No quiero verle por aquí. No quiero que se acerque a su familia. ¿Me ha entendido?
              Se alejó de allí.
              Normalmente, Chris no se dejaba llevar por la rabia. Pero aborrecía a sir Marcus. Cada vez que le veía, recordaba las veces que se había reído de él por haberle llevado una misiva de Kate. ¿Cómo se atrevía a regresar a la isla? ¡Qué ni se le ocurra acercarse a Melanie!, pensó Chris. Apretó con rabia los puños.
                Era capaz de matar a sir Marcus si le hacía daño a Melanie.



                   Aquella tarde, Melanie tomó el té con lady Christine.
                  Fue todo un honor para ella.
                  Tomó asiento al lado de la duquesa en el sofá. Lady Christine tenía unas profundas sombras rodeando sus ojos.
                   La mujer estaba muy delgada. El vestido de color negro que llevaba puesto le quedaba muy grande.
                    Melanie sintió pena al verla.
-Me alegro de que te hayas quedado-dijo lady Christine-Es un poco raro. Creo saber quién eres. Eres Melanie, ¿verdad?
-Melanie Melinda Livingston, Excelencia-se presentó la chica.
-Un nombre muy bonito...Y muy curioso...Me gusta mucho.
-Mi tía abuela Regina le escribió a su esposo hace más de un mes. Quería que me invitara a pasar una temporada aquí.
-Y me temo que tu estancia en Berkley Manor no está siendo nada agradable. ¿Verdad que no? Es comprensible.
-Está sufriendo mucho. Y me gustaría hacer algo por usted, milady.
-¡Oh, querida! Te agradezco tus buenas intenciones. Pero me temo que no se puede hacer nada por mí.
                 Melanie bajó la vista. Bebió un sorbo de su taza de té. Sentía mucha pena por aquella mujer. En su fuero interno, lady Christine consideraba a Toby como un hijo. Su pérdida había dejado un gran vacío en su interior. Muchas noches, se dormía llorando porque Toby no volvería a entrar en tromba en su habitación.
-Lamento mucho su pérdida-dijo Melanie-Sé lo que se siente.
-¿Cómo puedes saberlo?-se asombró lady Christine-Apenas eres una niña.
-Tengo diecisiete años, Excelencia.
-¿Qué te pasó? No soy quién para juzgar a nadie.
                   Melanie se decidió a hablar.
-Mi hermano mayor tenía cuatro años cuando murió-le contó.
                   En cierto modo, el drama que estaba viviendo lady Christine era muy similar al drama que vivió Kate.
-Por lo menos, usted tiene a su esposo-le recordó Melanie a la duquesa-Mi padre no estaba con mi madre cuando murió mi hermano. Sólo permaneció a su lado para aparentar.
-Yo también estoy sola, niña-admitió lady Christine.
                 Cogió una pasta. Le dio un mordisco. La masticó con total desgana.
                 Sola...Así era como se sentía. Completamente sola...
-Mi marido no me apoya-prosiguió lady Christine-Todavía no me ha acompañado a visitar la tumba de Toby. No hace más que estar encerrado en su habitación.
-El golpe ha sido muy duro para él, Excelencia-dijo Melanie-Si me permite que le hable así.
-Tienes mi permiso, niña. Entiendo a Duncan. No fui yo quién trajo al mundo a Toby. Eso fue obra de lady Daphne. Pero...¡Yo lo quería muchísimo!
-Eso lo sabemos todos, milady.
-Nunca tendré hijos. Toby era como un hijo para mí. Me vio como su madre. No pudo conocer a su verdadera madre. ¡Me quería! ¿Sabías que lady Daphne murió cuando Toby apenas tenía mes y medio? Mi marido me contó que el parto había sido complicado. Ella no se recuperó nunca. No llegó a disfrutar de su hijito. A veces, pienso que me lo ha quitado. Quería estar con él. ¡Y se lo ha llevado!
-Milady...
-¿Por qué ha pasado esto? ¿Por qué he perdido a Toby?
                  Lady Christine rompió a llorar. La herida que tenía abierta en su corazón desde la muerte de Toby le seguía doliendo. No paraba de sangrar. Ocultó su rostro entre las manos. Las lágrimas rodaban sin control por sus mejillas.
                   Melanie no lo pensó. Abrazó con cariño a lady Christine.
-Tenéis derecho a llorar-le dijo-Tenéis derecho a estar furiosa por lo que ha pasado. ¡No tenía que haber pasado!
-¡Era mi niño!-sollozó lady Christine-¡Tendría que estar correteando por el salón volviendo loca a la señora Harry!
-Desahogaros, Excelencia.
                 Lady Christine agradeció el ser consolada por aquella muchacha. Por lo menos, sentía que había alguien que la entendía. Alguien que la acompañaba en su dolor. No se sintió tan sola, como se había sentido en los últimos días.



                     Se aferró a Melanie. Y pudo vaciar todo el dolor que llevaba dentro de su corazón. Sacarlo fuera.

miércoles, 22 de mayo de 2013

RELACIONES AMOROSAS EN EL SIGLO XVIII

Hola a todos.
Me vais a disculpar si la entrada de hoy no corresponde al fragmento de rigor de Berkley Manor.
He decidido contaros un poco acerca de cómo era la vida en el siglo XVIII.
Berkley Manor transcurre en el año 1792. Son los últimos años del siglo XVIII. La mentalidad ha ido cambiando a lo largo de todo el siglo.
Quiero que nos situemos en el contexto histórico.
Berkley Manor cuenta la historia de amor de Melanie y Chris. Ella ha sido enviada a la mansión de los duques de Berkley con la esperanza de que haga un buen matrimonio.
En esa época, lo importante no era el amor, sino el hacer un buen matrimonio. A ti te podían cortejar muchos jóvenes. Pero no eras libre de escoger marido.
Casi siempre, se trataban de uniones pactadas entre los padres y el futuro marido. O con los padres del futuro marido...
Sin embargo, ya a partir de esta época, se empieza a observar cierto cambio en la mentalidad de los jóvenes. Empiezan a circular historias acerca de parejas que se fugan para casarse porque los padres de ambos no aprueban su unión.
Empieza a nacer el término de boda por amor. Es decir, una pareja se enamora. Los padres no aprueban esa relación. Ellos deciden fugarse juntos. En ocasiones, son encontrados y las familias, para evitar un escándalo, acceden a que se celebre la boda. En otras ocasiones, ellos deciden casarse lejos de su lugar de origen.
En Berkley Manor, se da una situación algo parecida en la pareja secundaria formada por Eleanor y Justin. Los dos vienen de mundos distintos. Ella es hija de un hombre adinerado (no un aristócrata) y él es el cochero de la familia. La hermana de Eleanor, Victoria, está obsesionada con mantener intacto el buen nombre de la familia. En su opinión, lo mejor que puede hacer Eleanor es dejarse de tonterías románticas y buscar un buen marido.
Una mansión como Berkley Manor, de ser otra las circunstancias, sería el punto perfecto de reunión para aristócratas.
Los aristócratas solían relacionarse sólo entre ellos. Las bodas las celebraban entre ellos. En ocasiones, al ser posible, entre parientes, si bien, la endogamia empieza a caer en desuso a partir del siglo XVIII.
Entre bailes, excursiones y cacerías, los aristócratas buscaban a las mujeres con las que querían casarse. Pedían sus manos en matrimonio y se casaban. Casi nunca contaba la opinión de la futura novia.
De no haber muerto Toby, la suerte de Melanie habría sido ésta.
Evidentemente, a pesar de todo, es muy difícil un cambio radical de mentalidad y las parejas que se fugaban juntas sufrían mucho para ser aceptados por la sociedad. En ocasiones, la presión y los desprecios que sufrían eran tales que acababan marchándose, incluso, del país.
Evidentemente, todo esto ha ido cambiando a lo largo de los años. En la actualidad, al menos, aquí, somos libres para escoger a la persona con la que queremos pasar el resto de nuestras vidas.

 En esta foto aparece una de las grandes autoras y de las primeras defensoras de los derechos de la mujer en los últimos años del siglo XVIII: Mary Wollstonecraft, madre de Mary Shelley, autora de la aterradora Frankenstein. 

martes, 21 de mayo de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
En el fragmento que hoy vamos a ver de Berkley Manor, Melanie hará de intermediaria entre Eleanor y Victoria. Y Chris tendrá una conversación muy importante con Grace.

                 Melanie accedió a hablar con Victoria a petición de Eleanor.
                 La joven veía en Melanie una especie de aliada.
                 Melanie encontró a Victoria en su habitación. La joven estaba sentada en su escritorio.
                 Estaba escribiendo una carta. Se alegró de ver a Melanie.
                 Pero su rostro se tornó serio cuando la muchacha le contó el porqué estaba allí.
-Veo que estás de parte de mi hermana-observó Victoria-Para ser yo la más joven de las tres, soy la más sensata.
                  Melanie se sentó en la cama.
-Ellie está sufriendo mucho-le contó a Victoria.
                  Centrarse en los problemas de Eleanor le permitía olvidarse de sus propios problemas.
-¿Sabes que Ellie está liada con nuestro cochero?-indagó Victoria.
-Sé que está enamorada-contestó Melanie-Y que tú no apruebas su amor. Eso la está matando.
-El amor no lo es todo. Ellie está dispuesta a arrojarse a los brazos de ese don nadie. A arrastrar por el fango el nombre de la familia Derrick. No somos aristócratas. Pero tenemos dinero. Tenemos orgullo.
                  Victoria dejó de escribir la carta. Miró fijamente a Melanie. Quería saber si su amiga le daba la razón.
                  Melanie se preguntó si Victoria estaba hablando en serio al decir aquellas cosas.
-¿Es eso lo que realmente sientes?-inquirió Melanie.
                  Victoria no supo qué contestar.
-Es lo que siempre me han dicho-contestó la chica-Soy una Derrick. No tengo que dar un escándalo.
                  Melanie pensó que aquel comentario podía servir de mucho. Posiblemente, Victoria no sentía nada de lo que estaba diciendo. Quizás, bajo aquella fachada de joven realista, se escondía una chica soñadora. Una persona no podía vivir sin sueños. No sería del todo feliz. La realidad podía ser muy cruel casi siempre. Pero los sueños podían salvar a cualquiera de la locura.
-¿No has soñado nunca con encontrar el amor?-quiso saber Melanie.
-Nunca he estado enamorada-contestó Victoria.
-Cuando te enamores, no pensarás como piensas ahora. No creerás que todo es bonito. Pero te darás cuenta de que no puedes vivir sin esa persona. Harás lo que sea con tal de estar a su lado.
-Lo que de verdad importa es hacer un buen matrimonio.
-¿Aún a costa de tu infelicidad?




                Movida por un resorte, Victoria se puso de pie. La verdad era que nunca antes había visto las cosas de aquel modo. Durante toda su vida, había hecho lo que los demás esperaban de ella. Había obedecido a su institutriz. Se había llevado bien con sus hermanos. Había obedecido a sus padres. A decir verdad, nadie podía decir queja alguna de ella.
                Por supuesto, ella también tenía sus sueños. Pero había decidido que no valía la pena luchar por ellos. Al final, acabaría fracasando. Su sino era casarse con el hombre elegido por su padre. ¿Por qué iba a soñar? Sus sueños nunca se harían realidad. Su institutriz se lo decía con frecuencia.
                No valía la pena soñar, pensó Victoria. Después de todo...¿Qué se podía esperar de ella? Un matrimonio concertado por sus padres...
               Se sentó en la cama junto a Melanie. En el fondo, envidiaba a Eleanor. Su hermana tenía mucho valor. Ella, en el fondo, era una cobarde, no se atrevía a soñar. No se atrevía a amar. Su vida sería tan vacía como lo era la vida de su madre.
                 Suspiró hondo. Una lágrima resbaló por la mejilla de Victoria.
-Yo sólo pienso en el bien de Ellie-admitió la joven.
-La felicidad de Ellie está al lado de ese joven-afirmó Melanie-Pero esa felicidad no será completa si tú no le das el visto bueno a esa relación.
                Victoria negó con la cabeza.
-Ese joven podría hacer desdichada a mi hermana-dijo-Podría estar detrás de su dinero. Lo siento. Me estás pidiendo demasiado.
               Se puso de pie.
               Abandonó su habitación de manera apresurada. No quería pensar en lo que Melanie acababa de decirle. No quería pensar en nada.

                   Grace estaba fregando el suelo de su casa de rodillas. La puerta estaba abierta.
                   Alzó la vista al darse cuenta de que no estaba sola. Vio a Chris en el umbral de la puerta.
-¿Puedo pasar?-le preguntó el joven.
-Pasa-respondió Grace.
                      Se puso de pie de un salto. Se alisó la falda, que la tenía un poco subida. Hacía ya varios días que no le veía. Desde su paseo en el que hablaron de sus sentimientos. Desde aquel día, Grace había tenido muchas dudas. ¿Seguían siendo novios?
                     Sólo sabía que no estaba enamorada de Chris. Y que, a su vez, Chris tampoco estaba enamorado de ella. Pero su tía seguía diciéndole que hacían una pareja muy bonita.
                      Chris se acercó a ella. Se puso a hablar. Quería ser totalmente sincero con Grace. Empezó a hablarle de una chica a la que había conocido. Era la joven más maravillosa del mundo. Salieron fuera para hablar más tranquilamente.
-Estoy muy enamorado de ella-se sinceró Chris-No puedo vivir sin ella. Quería que lo supieras.
-Te agradezco tu sinceridad-dijo Grace.
                     En el fondo, se alegraba por Chris. Era un buen chico.
                     Merecía ser amado por una buena muchacha. Y, por lo que Chris le estaba contando, aquella joven ya había aparecido en su vida.
-Te quiero, Gracie-dijo Chris-Pero no estoy enamorado de ti.
-A mí me pasa lo mismo-admitió la joven-Te quiero. Pero tampoco estoy enamorada de ti.
-Nuestro matrimonio habría sido un error. Habríamos sido muy infelices.




                  Grace suspiró hondo. De algún modo, se sentía aliviada. Ella y Chris habían roto. Aquella farsa de cortejo había llegado a su fin.
                  En el fondo, era mejor así. Chris sería feliz al lado de la joven que había conocido. Y Grace, por su parte, esperaba encontrar el amor algún día, Dios mediante. Seguiría soñando.
-Te deseo toda la felicidad del mundo al lado de ella-dijo Grace-No la conozco. Pero te conozco a ti muy bien, Chris. Mereces ser feliz.
                Dicho esto, le dio un beso en la mejilla. 

lunes, 20 de mayo de 2013

BERKLEY MANOR (EDITADO)

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Berkley Manor está dedicado a Kate, la madre de Melanie. Vamos a ver en qué está pensando.

                        La infancia de Kate Carnaby-Montgomery había transcurrido feliz a su modo. A pesar de que creció oyendo discutir a sus padres. Selene era una mujer muy apasionada. Se había casado con Damien, el padre de Kate. Fue un matrimonio bastante apresurado. Selene perdió la virginidad entre los brazos de Damien. Se dejó llevar por sus besos apasionados. Por sus caricias expertas...
                      El matrimonio supuso un verdadero suplicio para ella. Aún así, Kate quería pensar que su niñez había sido feliz. No conocía el dolor. Había sido una niña alegre. Miraba cómo Anne hacía los deberes sentada a la mesa del salón. Kate también estudió en una escuela. Pero, en su caso, fue a un internado.
                     Se asustó al imaginar que sir Marcus podía acercarse a sus hijas. Que podía hacerles daño.
-Melly pronto regresará, mamá-afirmó Anne.
-¿Cómo sabes tú eso?-inquirió Kate.
-Lo sé.
                   Hablaba en un tono muy misterioso.
-Volveremos a estar las cuatro juntas-auguró Anne.
                    En las últimas noches, a solas en su habitación, Kate había pensado en sus hijas. Y había terminado llorando desconsoladamente. Se comparaba así misma con su madre. Selene había sido una mala madre. La había abandonado cuando era tan sólo una niña. Sólo había vuelto a ella cuando supo que iba a morir. Posiblemente, algo parecido le había pasado a sir Marcus. A su modo, Kate también había abandonado a sus hijas. No había sabido protegerlas a ninguna de las dos y le asustaba la idea de perderlas.
-¿En qué estás pensando?-le preguntó Regina.
-Estaba pensando en mi madre-respondió Kate.
                     Su mente volaba hacia atrás.
                     Veía a Selene acostada en la cama que una vez compartió con Damien. Kate estaba en la habitación de pie. Pero se mantenía alejada de su madre. Selene le pedía perdón con voz cada vez más débil. Una criada pasaba un pañuelo empapado en agua por su frente. Selene era consciente de que se estaba muriendo y necesitaba el perdón de su hija.
                 El médico iba a visitarla con frecuencia. Pero las sangrías estaban debilitando aún más a Selene, en lugar de darle fuerzas. Le daban asco todos los brebajes que el médico le obligaba a tomar. Regina creía que su hermana se estaba dejando morir. No le encontraba un sentido a la vida. Y la relación entre Selene con su hija iba de mal en peor. La enfermedad no estaba ayudando a unirlas.



                   La mujer que estaba cuidando de Selene le decía a Kate que debía de ser más comprensiva. Su madre no tenía ni fuerzas para levantarse de la cama. A veces, un criado fornido la sacaba al jardín para que tomara el Sol. Selene hablaba con voz muy débil. Era consciente de muchas cosas, a pesar de la fiebre. Veía los ojos llenos de ira de su hija. Sabía el porqué de aquella ira. Y se odiaba así misma por ello. Había sido una estúpida. Se había dejado llevar por la pasión. Y había perdido a su hija.
-¡No te perdonaré nunca!-le gritó Kate-¿Me estás oyendo? Lo único que deseo es verte muerta.
-Por favor, Katie-le rogó Selene-Necesito tu perdón para morir en paz.
-Nos abandonaste a mí y a padre. ¡Te odio! Y me alegro de verte sufrir.
-Hija mía...
-No pensaste en nosotros cuando te escapaste con ese hombre. ¿Y esperas que te perdone? ¡No he sabido nada de ti durante mucho tiempo! Y padre murió por tu culpa. ¿Qué es lo que esperas de mí?
-Sólo espero tu perdón.
                   Cuando nació Peter, Kate se juró así misma que no cometería el mismo error que cometió su madre. Selene se volvió ciega de amor. Siguió a un hombre que le prometió la Luna. Y que, luego, la dejó abandonada a su suerte. Por suerte, nunca supo en qué condiciones tan lamentables la encontró Regina.
                      Kate pensaba que sus hijas eran felices. Había enviado a Melanie a Berkley Manor, donde creía que sus sueños se harían realidad. Pero pensaba que había cometido un terrible error. Kate era toda una experta en cometer errores. Todavía recordaba el día en el que sir Marcus le habló de casarse.
                      Fue durante un paseo a caballo que dieron por Hyde Park.
-Estoy dispuesto a todo con tal de que estés a mi lado-le dijo.
                     Kate lo miró maravillada.
-¿Qué es lo que quieres decirme?-inquirió.
-Te estoy diciendo que te deberíamos de casarnos-contestó sir Marcus-No puedo esperar ni un minuto más.
-Mi tía se niega a que nos casemos. Aunque me hayas hecho tuya. Prefiere verme encerrada en un convento que casada contigo.
-Insistiré hasta que no le quede más remedio que ceder.
-Amor mío...
                    Sir Marcus selló la boca de Kate con un sensual beso.
                   En aquel momento, Kate había creído en sus palabras.
                   Había creído que sir Marcus estaba siendo sincero con ella. Que la amaba de verdad.
                   El pensamiento traicionaba a Kate. Ella había estado al lado de Selene durante el tiempo que la mujer estuvo debatiéndose entre la vida y la muerte. Al final, la perdonó. Pero nunca llegó a perdonarla del todo. La seguía odiando por haberla abandonado. ¡Dios!, pensó Kate. A su modo, también ella había dado de lado a sus hijas. Había faltado al juramento que le hizo a Peter cuando nació. Que nunca abandonaría a sus hijos.
                       Había obrado de un modo realmente egoísta.
                       Una lágrima resbaló por la mejilla de Kate y Regina se dio cuenta. Quería adivinar los pensamientos de su sobrina.
-He recibido esta mañana una carta de Melly-le explicó.
-¿Melly ha escrito?-se asombró Anne.
                     Kate sacó de su caja de costura la carta.
                    Ella y Regina estaban sentadas en el sofá.
-¿Crees que he sido una buena madre?-le preguntó Kate a su tía.
-Estás haciéndolo muy bien-respondió Regina.
-Por favor, tía. Sé sincera conmigo.
-Has cometido muchos errores. Pero quieres a tus hijas, Katie.
                 Anne se levantó corriendo de la silla en la que estaba sentada. Fue corriendo hacia donde estaba sentada su madre.
-¿Qué dice Melly en su carta?-preguntó la niña.
                  ¿Le habrá llegado ya la carta que le escribí?, se preguntó Anne. Aún es muy pronto.
                  Se la había entregado a un vecino de su calle. Un hombre con fama de ser muy despistado. Los nervios se estaban apoderando de Jane. ¿Y si no le había entregado la carta a Melanie?
                El hombre había accedido a ir a Berkley Manor y entregarle la carta gratis a Melanie.



               
                    Conocía a las dos hermanas desde siempre. Sabía que se querían mucho.
                    También conocía a Kate. Y conocía la historia de su matrimonio con sir Marcus.
                    Debía de saber que el baronet había regresado. Anne suspiró hondo. ¿Y si la carta nunca le llegaba a Melanie? Le llegará, se dijo Anne así misma.
                    Kate empezó a leer la carta. Estaba muy contenta. ¡Por fin! ¡Noticias de Melanie! Anne estaba inquieta. ¿Y si a Melanie nunca le llegaba la carta que le había escrito? Se retorció las manos con nerviosismo. ¿Y si sir Marcus se atrevía a aparecer ante Melanie? ¡Es un mal hombre!, pensó Anne. Le creía capaz de todo. Todo lo que había dicho la tía abuela Regina sobre él era cierto.
               Había aparecido de pronto en sus vidas.
               A veces, a lo largo de aquellos diez años, Anne había llegado a creer que su padre había muerto. De algún modo, aquella idea la consolaba. Porque le dolía pensar en la verdad. Que su progenitor nunca la había querido.

                  Las cosas aquí están muy tranquilas. De vez en cuando, viene una visita. 
                 Son mujeres que quieren ver a la duquesa. Pero las visitas duran muy poco. Lady Christine no quiere ver a nadie. 
                 Sale con mucha frecuencia desde hace unos días. Los criados creen que va a visitar la tumba del pequeño Toby. 
                Confieso que sigo yendo con frecuencia al cementerio. Paso un largo rato ante la tumba de Peter y del hermanito que no llegó a nacer. 
                Siento que Peter está a mi lado. Sé que te sonará raro. 
                De alguna manera, pienso que me protege. Puedo sentir su mano sobre mi hombro. De haber estado vivo, Peter habría venido conmigo a Berkley Manor. No lo dudo. 
               Mamá, te pido que te cuides mucho. Y que cuides también de Annie y de la tía Reggie. 
              Pienso mucho en vosotras. Os quiero muchísimo. No lo olvidéis. Pronto, muy pronto. Antes de lo que penséis, volveremos a estar las cuatro juntas. 

domingo, 19 de mayo de 2013

BERKLEY MANOR (EDITADO)

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Berkley Manor está más centrado en Eleanor y sus problemas para conseguir que Victoria acepte su relación con Justin.
Espero que os guste.
A partir de ahora, no sé si voy a poder publicar tan de seguido. Tengo que corregir muchas cosas. Pero no quiero perder el ritmo.
Todavía queda mucho que ver.

-¡Tenemos que hablar!-insistió Eleanor-¡No puedes seguir ignorándome por más tiempo! ¡Está en juego mi felicidad, Vicky!
                La joven había encontrado a su hermana junto a la fuente de piedra que se encontraba en el centro del jardín. Un pez de mármol escupía agua. Victoria estaba sentada en la fuente. Procuraba no mojarse el vestido que llevaba puesto. Tenía un libro que había sacado de la biblioteca de los condes en la mano. 
              Eleanor la estaba buscando por toda la mansión. 
             Cuando la encontró, decidió que era necesario hablar con ella. Se encontró con que Victoria no la miraba a la cara. Lo cual la descolocó. 
-Sé que no apruebas mi relación con Justin-dijo Eleanor-Pero yo le amo. 
               Su hermana la ignoró y Eleanor no pudo contener un bufido de rabia porque Victoria podía llegar a ser muy terca. 
-¿Es que no me estás escuchando?-le espetó. 
-Dejé de escucharte cuando me insultaste-le replicó Victoria-¿O es que lo has olvidado? Por cierto... También me diste un bofetón. No me lo merecía. 
-Lo siento, Vicky. ¡Lo siento de verdad! Perdí los nervios. ¡Perdóname, por favor!
              Eleanor se sentó a su lado en la fuente. Victoria seguía sin mirarla. 
-Eres más joven que yo-prosiguió-Y olvido que hay cosas que no entiendes. Pero acabarás conociendo a un hombre muy especial. Y te enamorarás. Y él te querrá mucho. 
                  Victoria era ya toda una belleza y Eleanor pensó que tendría un gran éxito el día en que fuera presentada en sociedad. Pero Eleanor no quería viajar a Londres si no era con Justin. 
-Te has enamorado de un cochero-le recriminó Victoria-¿Cómo has podido caer tan bajo?
-Justin no es ningún arribista-le aseguró Eleanor. 
                  Las mejillas de la joven se encendieron con el recuerdo de lo ocurrido la noche antes. Justin la había rechazado. Ella había querido acostarse con él deseando engendrar un hijo suyo. Lo había besado con gran pasión. Lo había abrazado. Se había atrevido a acariciarlo. Se habría abandonado de buena gana  a sus brazos. Pero Justin no había querido deshonrarla. 
-¿Y tú cómo lo sabes?-inquirió Victoria. 
-Anoche...-Eleanor se ruborizó-Estuvo a punto de pasar algo. ¡Pero no pasó!
-¿Qué quieres decir?-Victoria estaba empezando a asustarse. 
-Justin es todo un caballero. 
                  Eleanor se retorció las manos con nerviosismo. Le contó a Victoria lo ocurrido la noche antes en el sótano. 
-¿Cómo pudiste rebajarte a ese nivel?-gritó Victoria. 
-Amo a Justin con toda mi alma-afirmó Eleanor-Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de estar con él. 
-Obviamente, ese cochero sabe lo que hace. Hizo bien al rechazarte. Debe de estar pensando lo peor de ti. ¿No sabes que una dama no puede ofrecerse nunca a un caballero? ¡Acabará pensando que es una cualquiera! ¿Te has vuelto loca? 
-Estoy loca de amor, Vicky. 
                    Ignoraba que Justin había pasado toda la noche en vela intentando no pensar en lo ocurrido. Se decía así mismo que su relación con Eleanor tenía que terminar. Ella había ido a Berkley Manor para conocer a buenos partidos. 
                  Pensó en su rostro en forma de óvalo perfecto. En su piel suave...En su adorable y perfecta nariz...En sus grandes ojos de color verde...En su rizado y brillante cabello de color rojo fuego...Un cabello que él había acariciado. 
                 Aquel romance era una locura. Pero era incapaz de dejar a Eleanor. 
                Victoria también pensaba que aquella relación sólo podía ser nefasta para Eleanor en particular y para su famila en general. ¿No se daba cuenta de ello? 
-Tan sólo te pido que me entiendas-le rogó Eleanor a su hermana menor. 
-No puedo aprobar esa relación, Ellie-afirmó Victoria-Lo siento. Pero no puedo. 
-Soy plenamente consciente de cuál es mi deber. Tendría que estar pensando en hacer un buen matrimonio. Pero he encontrado el amor. Y no pienso renunciar a él. Deseé anoche poder estar entre los brazos de Justin. Y él me rechazó porque no quería ensuciar el buen nombre de nuestra familia. Vicky...Eso dice mucho a favor de él. 
                 Pensó que la buena dote de Victoria y su belleza le otorgaría muchos galanes. Pero...¿Dónde estaba el amor? 
                  El bello rostro de Eleanor estaba serio. 
-¿Qué quieres que te diga?-le preguntó Victoria, con gesto cansado-¿Quieres que te diga que me alegro por ti? ¡No puedo hacer eso, Ellie! 
                 Su hermana mayor bajó la vista. Sabía que intentar hacer entrar en razón a Victoria iba a ser muy difícil. 
-Te pido tan sólo que lo entiendas-le rogó-Nada más... 
                 Durante unos minutos, tan sólo se oía cómo el pez de mármol escupía el agua de la fuente. Un sonido que se mezclaba con el canto de los pájaros que estaban posados en las ramas de los árboles. Los días pasados habían sido un Infierno para Victoria. Recordaba el momento en el que Eleanor la abofeteó. Los insultos que le profirió. A ello...Había que unirle el silencio en el que estaba sumida la mansión. Ningún criado cantaba. Eran doscientas personas que vivían sumidas en un profundo mutismo.
                 La duquesa parecía una sombra de sí misma. Iba vestida de negro. A Victoria le recordaba a un alma en pena. Vagaba por la mansión sin apenas hablar con nadie. Sin querer nada de nadie. Y no sabía dónde estaba el duque. Supuestamente, seguía encerrado en su habitación. Por lo menos, comía. El ama de llaves y el mayordomo le estaban buscando un nuevo ayudante de cámara. No dijo nada tras la marcha de Humphrey. Se limitó a encogerse de hombros.
                  Pero había oído el rumor de que el duque parecía un esqueleto.
                  Y, luego, veía a Eleanor. Su hermana estaba besando al cochero. Y Victoria creía que todas las mriadas se posarían sobre ella. La condenarían al ostracismo si aquella relación salía a la luz. 
                 Victoria creyó que se iba a volver loca. 
                 Por las noches, no había sido capaz de conciliar el sueño. Tenía pesadillas en las que se veía así misma siendo señalada por todo el mundo. 
                 Odiaba el silencio. Odiaba no poder hablar con su hermana mayor. Odiaba estar en aquella mansión. Quería irse a casa. Quería olvidar lo ocurrido durante aquellas semanas. Creía que así Eleanor volvería a ser como era. Como había sido siempre. Su hermana mayor...
-Todo el mundo espera de ti que hagas un buen matrimonio-dijo la chica-Eres hermosa. Puede que no seas una aristócrata. Eso no importa. Tienes una buena dote. Y, además, tu carácter puede ser tranquilo cuando te lo propones. Eso es lo que buscan los caballeros en una futura esposa. 
-¿Y qué pasa con el amor?-le increpó Eleanor. 
-Hemos visto el matrimonio de nuestros padres. Vemos los matrimonios de nuestros hermanos. No hay amor. Pero están juntos porque es su deber estar juntos. Hay que impedir que haya un escándalo que manche el buen nombre de nuestra familia. Eso es lo único que debe de importar. 
-No debe de ser lo más importante. Tiene que haber amor en un matrimonio. Si no hay amor, no puede haber paz y felicidad en un hogar. 
                    Victoria se preguntó si acaso su hermana tenía razón. Desde que tenía uso de razón, recordaba que sus padres hacían vidas separadas. 
                    A lo mejor, es verdad lo que Eleanor dice, pensó. 
                    Pero no podía dar su brazo a torcer.
                   Aún así, Eleanor se dio cuenta de que Victoria podía flaquear de un momento a otro. 
                  Muy a su pesar, Victoria la quería. 
                   Deseaba que fuera feliz. 
                  Pero Eleanor sólo podía ser feliz al lado de Justin. Y eso era algo que Victoria tenía que entender. Le daría todo el tiempo del mundo para que lo entendiera. A lo mejor, podía convertirla en su cómplice. La ayudaría a verse a escondidas con Justin. 
-No le contaré nada a padre-decidió Victoria-No le he escrito todavía. Y he decidido que no le diré nada. 
-¡Oh, Vicky!-exclamó Eleanor, visiblemente aliviada-¡Muchas gracias! ¡No sé cómo agradecértelo! ¡Qué contenta estoy!
                Pero la joven no había terminado de hablar. Eleanor se dio cuenta. Se puso rígida. 
-No puedo aprobar tu relación con el cochero-dijo Victoria-Puede que estés enamorada de él. Puede que él se comporte como un caballero contigo. Pero no puedo aprobar que una Derrick esté enamorada de un sirviente. ¡Lo siento! No me pidas que haga eso. 
-Te pido que lo entiendas-insistió Eleanor-No te pido mucho. 
-Lo lamento, Ellie. Pero no puedo entender que te hayas enamorado de nuestro cochero. ¡Eso es algo que no me entra en la cabeza!
                   Su hermana la abrazó con cariño. Eleanor necesitaba el apoyo de Victoria más que nada en el mundo. 
-Lo comprenderás cuando te enamores, Vicky. Entonces, mandarás al Infierno el sentido común.
-Me estás pidiendo demasiado-suspiró la aludida-Y...Me temo que no puedo hacerlo. Lo siento mucho. 
                  Victoria cerró el libro y se puso de pie. 
                   Se alejó de la fuente y de su hermana mayor. Eleanor le estaba pidiendo demasiado. 
                  La joven suspiró con pesar al verla alejarse.
                 Se puso de pie. Empezó a caminar por el jardín. Le dolía mucho la cabeza. Sentía que le iba a estallar. Pensaba que Victoria no estaba siendo justa. Pero, por lo menos, no la iba a delatar. Guardaría silencio y no le contaría nada a su padre. Lo cual era todo un alivio. Eleanor meditó acerca de la situación en la que se encontraba. Tenía mucho miedo de perder a Justin. 
                   De momento, tenía el silencio de Victoria. Pero no tenía su aprobación. Eleanor necesitaba la aprobación de su hermana. Se dijo que Victoria acabaría cediendo. Era cuestión de tiempo. Desea mi felicidad, pensó Eleanor. Cederá sólo por verme feliz.
                También pensó en Justin.
                Sin él, no era nada. Justin era lo que la impulsaba a levantarse. Era quién la hacía realmente feliz. El único hombre al que siempre amaría.



                    Su amado nunca la abandonaría.
                   En aquel momento, Eleanor se dio cuenta de que no estaba sola en el jardín. Vio una figura completamente vestida de negro. Se sobresaltó al verla. Luego, reconoció quién era. Era lady Christine.
-Buenas tardes, milady-la saludó.
                 Le hizo una correcta reverencia.
-Está empezando a hacer frío-comentó lady Christine-¿Por qué no pasas dentro?
-Me apetecía estar un rato sola-contestó Eleanor-No se puede hacer gran cosa aquí. ¡Oh, discúlpeme, Excelencia! No quería hablar. Yo sólo...
-Entiendo lo que quieres decir. Viniste aquí como todos. Buscando diversión. ¿Y qué es lo que has encontrado? Un hogar sumido en el dolor...Pero no es culpa tuya. No es culpa de nadie. Lo ocurrido ha sido la peor tragedia que le puede ocurrir a unos padres. Eso...Une a la gente. O la separa definitivamente. Tú no te has ido. Te has quedado.
                   Eleanor bajó la vista. Ella había deseado irse de aquella mansión. Se había quedado allí sólo porque Victoria y Melanie así lo habían decidido. Se sentían obligadas a permanecer al lado de los duques después de haber perdido a su único hijo.
-Excelencia...-murmuró Eleanor.
-Espero que no hagas caso de los rumores que circulan por ahí-le pidió lady Christine.
-¿De qué rumores se tratan?
-No me hagas mucho caso. Los criados son unos chismosos. Y los aristócratas...Me temo que toda la gente que conozco habla mucho de mi marido. Y de mí...No tienes que hacerles caso. Mienten mucho. O engordan mucho la historia.
                Dicho esto, lady Christine se dio media vuelta. Se alejó del lado de Eleanor.
                Pero no entró en casa.
                Quería dar un paseo por el jardín. Lady Christine quería respirar un poco de aire fresco. Se asfixiaba dentro de casa. Agradecía poder sentir el suave viento en la cara. Hacía un poco de frío. Pero no le importó.