Aquí os dejo un nuevo fragmento de Berkley Manor.
A partir de ahora, cualquier cosa puede pasar entre Chris y Melanie. ¿Acabará ella cediendo a los dictados de su corazón?
Por supuesto, no nos vamos a olvidar de la pareja formada por Eleanor y Justin. ¿Qué pasará entre ellos?
A la mañana siguiente, Melanie se encontró en el pasillo con Eleanor. La joven no había podido conciliar el sueño la noche antes. Su mente no paraba de dar vueltas. Victoria seguía sin querer hablar con ella desde la discusión de días antes. Y, además, Justin quería romper con ella. No quería involucrarla en un escándalo. Eleanor no se lo merecía.
-Buenos días, Ellie-la saludó Melanie.
-Hola...-contestó la aludida con desgana.
Por suerte, Chris se había marchado antes del amanecer porque Melanie tuvo que echarlo prácticamente de su habitación antes del amanecer. Lo último que quería era que entrara la doncella y lo viera. Chris la besó con fuerza en la boca después de que Melanie se pusiera el camisón. Saltó desnudo por la ventana y no se mató de milagro. Pero se hizo mucho daño al caer de nalgas al suelo. Melanie le arrojó la ropa por la ventana.
Después de eso, no pudo dormir. También ella tenía muchas cosas en las que pensar. En que había vuelto a pasar la noche en brazos de Chris.
-Tienes mala cara-observó Melanie-Espero que hayas podido solucionar tus problemas con Vicky. ¿O es que ella no quiere hablar contigo?
-Tengo la sensación de que mi hermana me odia-se lamentó Eleanor. Sus ojos se llenaron de lágrimas-La discusión que tuvimos el otro día fue horrible.
Se preguntaba si Victoria volvería a dirigirle la palabra algún día.
-Tienes que darle tiempo-la exhortó Melanie-Dos hermanas pueden pelearse. Pero nunca dejan de ser hermanas. Y estoy convencida de que Victoria te quiere mucho.
Eleanor se encogió de hombros.
En aquel momento, lady Christine salió de su habitación. Llevaba puesto un vestido de color negro. Tenía el rostro muy pálido. Melanie se santiguó al verla. Pensó que estaba viendo a un fantasma. Lady Christine estaba muy delgada. No quiso ni pensar en cómo estaría lord Duncan.
-Buenos días, niñas-las saludó lady Christine. Besó a Melanie en la mejilla. Y besó también a Eleanor en la mejilla-¿Habéis dormido bien?
-Sí, milady-contestó Melanie.
Por su cabeza pasó su imagen besando apasionadamente a Chris en el lecho. Se ruborizó de manera visible. Eleanor se dio cuenta de ello. Pero no dijo nada.
Vieron a lady Christine descender lentamente por la escalera. Su paso era lento y cansado.
-Me alegro mucho-se limitó a decir.
Eleanor miró fijamente a Melanie.
-A ti te pasa algo-afirmó.
-No sé lo que quieres decir-mintió Melanie.
-No me lo cuentes, si no quieres. Pero conozco bien esos síntomas. Hay un hombre en tu vida.
-¿Qué estás diciendo?
Melanie empezó a descender por la escalera.
Lo último que quería era contarle a Eleanor la verdad.
¿Lo entendería la joven? Eleanor estaba viviendo una historia de amor a escondidas con Justin.
Ya no era un romance secreto. Victoria ya lo sabía. Y Eleanor estaba preocupada.
-Lo veo en tus ojos-afirmó la joven. Bajaba detrás de Melanie-Hay alguien que te ha robado el corazón.
Aquella afirmación puso tensa a Melanie. ¡Dios mío!, pensó la chica. ¿Qué era lo que sabía Eleanor? ¿Acaso la había visto en brazos de Chris la noche antes? Decidió no mirarla.
Llegaron hasta el recibidor. Eleanor seguía en sus trece. Melanie se estaba viendo en secreto con alguien. No paraba de acosarla a preguntas. ¿Lo conocía ella? ¿Era algún aristócrata? ¿Era algún vecino suyo? ¿Era algún sirviente de Berkley Manor?
Fueron al comedor, donde estaba ya la mesa dispuesta con el desayuno.
Se sorprendieron al no encontrar sentada a la mesa a lady Christine. La criada que les sirvió les comunicó que la duquesa no pensaba desayunar. No tenía hambre. También les contó que había salido. No le había dicho adónde iba. Pero que pensaba regresar antes del mediodía.
Melanie le dio un mordisco a su tostada untada con mantequilla. Pero Eleanor seguía insistiendo.
-No me estoy viendo con nadie-afirmó Melanie.
-¡Te juro que no le pienso contar nada a nadie!-le aseguró Eleanor-Sé mantener la boca cerrada.
-¡Es que no hay nadie en mi vida! ¿Con quién me iba a ver? Todos los buenos partidos se marcharon el día después del entierro de Toby. ¿No te acuerdas?
-No se trata de un buen partido, como tú dices. ¿Acaso me equivoco?
-¡Pues sí! Te estás equivocando.
-Yo creo que no. Siempre acierto cuando hago una afirmación. ¡A mí me lo puedes contar! Somos amigas.
-Lo siento, Ellie. Pero te equivocas. No me estoy viendo con nadie.
Melanie se llevó su taza de leche a los labios. Bebió un sorbo.
Notó cómo le temblaba la mano de manera visible.
-¿Lo dices en serio?-inquirió Eleanor.
Melanie asintió de un modo casi imperceptible.
-De acuerdo...-suspiró Eleanor-No insistiré más en ese tema.
Algunas veces, Eleanor había pensado en entregarse a Justin. Creía que se casarían si ella se quedaba embarazada. Su padre acabaría cediendo si eso pasaba.
La noche antes, Eleanor bajó al sótano. Iba descalza. Llevaba puesto un camisón de color crema. Se le pegaba al cuerpo al caminar. Llevaba su cabello de color rojo suelto. Se acostó al lado de Justin en el camastro en el que éste dormía. Éste solía dormir completamente desnudo. Eleanor había actuado movida por un acto impulsivo. Si se quedaba embarazada, ella y Justin tendrían que casarse. Y ni sus padres ni Victoria podrían oponerse. Estaría en juego el buen nombre de la familia Derrick.
Abrazó con fuerza a Justin. Sus manos comenzaron a acariciar con timidez el cuerpo desnudo del joven. Lo besó con gran pasión.
-¡No puedo hacerlo!-exclamó Justin.
-Confío en ti-afirmó Eleanor.
Iba llenando de pequeños besos el rostro de Justin. Le sintió ponerse tenso. Justin no quería dejarse llevar por la pasión. Llegó a besar a Eleanor en el cuello. Llegó a besarla en los hombros. La abrazó. La acarició. Pero no se atrevía a dejarse llevar por la pasión. Le daba miedo dejarse llevar por el deseo que Eleanor inspiraba en él. No era lo correcto. El camisón de Eleanor estaba subido hasta la cintura. Y eso asustó a Justin. Imaginaba lo que podía pasar a continuación.
Justin no quería tener relaciones íntimas con ella. Le daba terror dejarla embarazada.
-¿Es que quieres que tu padre nos mate a los dos?-se angustió Justin.
-Sólo quiero estar contigo-dijo Eleanor-No pido nada más. ¿De qué tienes miedo?
-Vete, por favor, Ellie. No quiero hacer algo esta noche contigo de lo que pueda arrepentirme.
Estaba temblando.
No pasó nada entre ellos. Pero fue porque Justin no quiso. No quería comprometer la virtud de Eleanor. Y así se lo dijo.
Eleanor regresó a su habitación humillada y rechazada. ¿Por qué Justin no había querido hacer el amor con ella?, se preguntó.
De vuelta al presente, Eleanor tuvo la sensación de que Melanie le estaba mintiendo. Su amiga se estaba viendo a escondidas con alguien. Pero, por algún motivo, no quería contarle con quién se veía. No quería confesarle quién era su amor secreto. También se preguntó si Melanie se había entregado a su amor.
-¿En qué estás pensando?-le preguntó su amiga.
-Estaba pensando en Justin-respondió Eleanor-Tengo miedo de que acabe abandonándome.
-Algunas veces, tenemos que pensar con la cabeza en vez de pensar con el corazón.
-No puedo pensar con la cabeza cuando es mi corazón y mi felicidad lo que están en juego, Melly. No quiero perder a Justin.
Aquella tarde, Chris cerró la puerta de la Iglesia de Saint Agnes.
Había oficiado Misa a las siete de la tarde. Pero no quería ir a su casa a cenar.
Iba la tía de Grace a prepararle la cena. Le preguntaba el porqué ya no iba a visitar a su sobrina. La mujer deseaba ver a Grace casada con el joven vicario. Por lo visto, la joven no le había contado nada a su tía acerca de su ruptura con Chris. Grace no deseaba darle un disgusto.
En lugar de hacer eso, Chris decidió dar un paseo. Pensaba una y otra vez en Melanie. Le había costado trabajo escribir el sermón que había dado en Misa. Tenía fresca en su mente la gloriosa noche que habían pasado juntos. Melanie le amaba. Ella misma se lo había confesado. Pero se mostraba reacia a iniciar una relación seria con él.
Decidió dar un paseo a pie. Sentía la imperiosa necesidad de caminar. De poner distancia entre todo lo que le rodeaba y él. Se estaba volviendo loco. Desde que conoció a Melanie, su vida había dado un gran vuelco.
Entendía sus razones. Él conocía a la madre de la chica. Había tenido, además, la desgracia de conocer a su padre. Kate le había pedido que le hiciera llegar a sir Marcus las cartas que ella le escribía. Había confiado en él de la misma manera que había confiado en el viejo vicario, el antecesor de Chris. Creía que ellos la ayudarían. Que harían entrar en razón a sir Marcus. Por desgracia, nada de eso había pasado. Tenía que admitir que Melanie no se parecía en nada a ninguno de sus progenitores.
Era mucho más realista de lo que era Kate. Y, además, era tan terca como su madre. Kate se aferraba a un amor no correspondido. Y Melanie se negaba a darle una oportunidad al amor. Chris le dio una patada a una piedra. Él no era como sir Marcus.
Aborrecía a aquel hombre. ¡Qué Dios le perdonara!
No se dio cuenta de que un hombre le estaba viendo asomado desde la ventana de la posada. De haberlo visto, a lo mejor, no le habría reconocido. Sir Marcus había cambiado mucho desde la última vez que se vieron. El hombre, enfermo y cansado, miraba al joven vicario. Lo había visto en varias ocasiones. Cuando iba a Londres a entregarle las cartas de amor que le escribía Kate. Y también le había visto en otra ocasión, de vuelta a la isla. Con Melanie...Sir Marcus se preguntó si aquel vicario tendría alguna relación con su hija mayor.
Sir Marcus tuvo que apartarse de la ventana. No podía permanecer de pie mucho tiempo. Se sentó en una silla vieja que estaba diseminada por la habitación. ¡Cómo ha crecido Melly!, pensó el hombre. ¡Cómo pasa el tiempo! Tosió con fuerza. Escupió sangre al toser.
Desde la playa, podía verse la ciudad de Southampton.
Chris había vivido durante toda su vida en la isla de Wight. Durante su niñez, nunca salió de ella y no podía imaginarse la tranquilidad que se respiraba en
otros pueblos, en otras aldeas y en otras islas.
Luego, tuvo que viajar a Southampton para formarse como vicario. Después de eso, tuvo que abandonar otras veces la isla. A petición, casi siempre, de Kate Livingston. Aquella pobre mujer estaba realmente obsesionada.
Chris odiaba Londres. Le parecía una ciudad enloquecida. Solían mirarle por encima del hombro debido a su origen humilde. A que nadie pensaba ya en el espíritu. Sólo pensaban en su propio placer físico. Sir Marcus era un canalla de la peor clase. Por suerte, Melanie no había salido a él.
En las ciudades, todo el mundo tenía prisa. Chris empezó a sentirse cómodo en Southampton. La gente no tenía prisa y los vecinos se paraban a hablar con él cuando salía con sus compañeros a dar su paseo los domingos por la tarde. Con el paso de los días, se convirtió en una cara conocida. Muchas eran las veces en las que Chris bajaba a la ciudad en los días de mercado para comprar comida, tela y lana. Otras veces, se escapaba del seminario para dar un paseo por la ciudad y conocerla mejor.
Durante su estancia en el seminario, Chris cayó enfermo. Tenía sarampión.
Con el paso de los días, además, Chris se recuperó también de la enfermedad y recuperó también las fuerzas.
Tardó varios días en empezar a recuperarse. La enfermedad le atacó con gran virulencia.
Chris recordaba a su mentor rezar sentado en una silla junto a su cama. Llegó a asustarse, pues creía que se estaba muriendo. Y él no quería morir. Quería hacer muchas cosas. Fue su pasión por la vida lo que le salvó. A pesar de las sangrías que le practicaban a diario.
Luego, tuvo que viajar a Southampton para formarse como vicario. Después de eso, tuvo que abandonar otras veces la isla. A petición, casi siempre, de Kate Livingston. Aquella pobre mujer estaba realmente obsesionada.
Chris odiaba Londres. Le parecía una ciudad enloquecida. Solían mirarle por encima del hombro debido a su origen humilde. A que nadie pensaba ya en el espíritu. Sólo pensaban en su propio placer físico. Sir Marcus era un canalla de la peor clase. Por suerte, Melanie no había salido a él.
En las ciudades, todo el mundo tenía prisa. Chris empezó a sentirse cómodo en Southampton. La gente no tenía prisa y los vecinos se paraban a hablar con él cuando salía con sus compañeros a dar su paseo los domingos por la tarde. Con el paso de los días, se convirtió en una cara conocida. Muchas eran las veces en las que Chris bajaba a la ciudad en los días de mercado para comprar comida, tela y lana. Otras veces, se escapaba del seminario para dar un paseo por la ciudad y conocerla mejor.
Durante su estancia en el seminario, Chris cayó enfermo. Tenía sarampión.
Con el paso de los días, además, Chris se recuperó también de la enfermedad y recuperó también las fuerzas.
Tardó varios días en empezar a recuperarse. La enfermedad le atacó con gran virulencia.
Chris recordaba a su mentor rezar sentado en una silla junto a su cama. Llegó a asustarse, pues creía que se estaba muriendo. Y él no quería morir. Quería hacer muchas cosas. Fue su pasión por la vida lo que le salvó. A pesar de las sangrías que le practicaban a diario.
El
doctor Jackson, el médico del seminario, se alegró mucho cuando le comunicó que ya estaba curado del todo.
Chris se obligó así mismo a regresar al presente. ¿Cuál es mi presente?, se preguntó.
Desmontó del caballo al llegar a la playa, se dirigió a la orilla, se desnudó completamente y se metió en el agua, gritando como un loco, pese a que estaba fría. No cabía en sí de alegría y lo demostraba mientras daba enérgicas brazadas y salpicaba el agua y casi no notó que estaba helada. Finalmente, salió del agua y se sentó en la arena a secarse, sabiendo que tardaría un buen rato, porque el cielo estaba lleno de nubes que tapaban el Sol. Miró hacia el horizonte y vio a lo lejos la ciudad de Southampton; algún día, se prometió, iría nadando hasta allí.
Era un sueño que podía hacer realidad.
Chris se obligó así mismo a regresar al presente. ¿Cuál es mi presente?, se preguntó.
Desmontó del caballo al llegar a la playa, se dirigió a la orilla, se desnudó completamente y se metió en el agua, gritando como un loco, pese a que estaba fría. No cabía en sí de alegría y lo demostraba mientras daba enérgicas brazadas y salpicaba el agua y casi no notó que estaba helada. Finalmente, salió del agua y se sentó en la arena a secarse, sabiendo que tardaría un buen rato, porque el cielo estaba lleno de nubes que tapaban el Sol. Miró hacia el horizonte y vio a lo lejos la ciudad de Southampton; algún día, se prometió, iría nadando hasta allí.
Era un sueño que podía hacer realidad.
Melanie le vio a lo lejos en la playa, cuando Chris estaba terminando de vestirse. Ella también había salido a dar un paseo. Eleanor se había escandalizado al verla salir sola. Últimamente, Melanie estaba teniendo un comportamiento poco adecuado en ella. No la reconocía.
Melanie se
dijo que era probable que Chris deseara abandonar la isla y ver mundo. Todos
los jóvenes de su edad estaban obsesionados con partir a Europa. Estaban
ansiosos de vivir una aventura, de disfrutar de los placeres que el continente podía ofrecerles. No pensaban casarse ni
en funda una familia, sino en irse.
Era
una tontería, se decía Melanie, porque ella era incapaz de abandonar a su
familia y su tierra en busca de una aventura que podía matarla. Adoraba salir a
pasear por las calles de su tranquila y pequeña ciudad acompañada por su madre, su tía abuela Regina y su hermana Anne. Los vecinos estaban la saludaban a su paso. Sonrió al pensar en ellas. ¿Le iría bien en la escuela a la revoltosa Anne?
Le
gustaba sentarse en una silla en el salón de su casa y bordar su ajuar
ante la atenta mirada de su madre y de su tía abuela Regina.
Por
la noche, se asomaba por la ventana. Miraba al cielo y se decía que el cielo de
la isla era el mejor de todos. Las estrellas eran más grandes y la Luna era más brillante. ¡Dios! ¡Cómo las echaba de menos! ¡Cómo echaba de menos a su familia! Su casa...Pero todo había cambiado. No volvería a ser la misma chica que había sido hasta el día en que llegó a Berkley Manor. Y conoció a Chris.
Melanie se acercó adonde estaba el joven vicario. Incluso cualquier playa de la isla era mejor, se
dijo. El agua era más azul y más cristalina. La arena le parecía más caliente
bajo sus pies. Las gaviotas eran más gordas que ninguna otra parte. El pescado
era el mejor que jamás había comido. Incluso daba gusto que el agua mojara tus
pies cuando venía una ola traicionera. Wight era el mejor lugar de la Tierra , pensó Melanie. Mejor que Londres...No quiero que Chris se vaya, pensó con miedo.
-¿Estás pensando en irte?-le preguntó a Chris con voz un tanto irritada.
-¿Por qué me preguntas eso?-quiso saber él.
-Porque los muchachos como tú desean irse.
-¿Y adónde se quieren ir?
-Al continente, a Europa.
-¿Por qué quieren ir tan lejos?
-Ellos dicen que van a aprender cosas. A conocer otros países. Pero lo que quieren es acostarse con las mujeres de la zona, hacerse
ricos y regresar a casa con una enfermedad venérea. Al menos...Eso dice mi tía abuela Reggie. Ya aquí, buscan una boba con la que casarse. Todos los jóvenes hablan de completar su formación en Europa. Un viaje largo por el continente...Y...Después...Mi padre estuvo viajando por el continente durante muchos años. Pero, antes de viajar, ya había protagonizado muchos escándalos en Londres. Y siguió protagonizándolos a su regreso. El problema era él.
-Nunca he pensado en irme a Europa y,
después de lo que he oído, no pienso irme jamás.
-¿Por qué no?
-No soy tonto. Lo pasé muy mal durante el tiempo que estuve en Southampton formándome para ser vicario.
-No lo sabía.
-He viajado a Londres en varias ocasiones. Es una ciudad horrible a mi parecer.
-Ellie dice que es el sueño de toda chica viajar a Londres.
-Eso no lo voy a poner en duda. Pero es una ciudad donde parece que la gente no tiene entrañas. No se preocupa por nadie. Sólo piensan en sí mismos. Me alegro de no tener que viajar más allí.
-¿Por qué dices eso?
-Son cosas mías, Melly.
-No lo sabía.
-He viajado a Londres en varias ocasiones. Es una ciudad horrible a mi parecer.
-Ellie dice que es el sueño de toda chica viajar a Londres.
-Eso no lo voy a poner en duda. Pero es una ciudad donde parece que la gente no tiene entrañas. No se preocupa por nadie. Sólo piensan en sí mismos. Me alegro de no tener que viajar más allí.
-¿Por qué dices eso?
-Son cosas mías, Melly.
-Me alegro de que pienses así.
Durante
un buen rato, Chris y Melanie permanecieron en silencio. Ella se alegró de que él
no quisiera irse. Lo necesitaba. Tenía la sensación de que su vida sin Chris carecía de sentido.
-Quédate siempre conmigo-le susurró.
-Quédate siempre conmigo-le susurró.
Jajajá, sólo imaginar a Chris cayendo del balcón sin más abrigo que su piel me ha hecho reír mucho...y es de admirar la fuerza de voluntad de Justin al resistir a los embates de Eleanor,sobre todo teniendo en cuenta que él la ama. Y ella no parece estar pensando en el futuro.
ResponderEliminarEs interesante leer acerca de los sentimientos de Chris, en esa época era frecuente que los jóvenes de buen pasar hicieran esos viajes, que exploraran el mundo antes de casarse, mientras que las chicas se quedaban en casa bordando.
Ahora sabemos un poquito más acerca del joven y también del amor de los dos por su tierra natal...
Londres no tiene para ellos el encanto que representaba para la mayoría de la gente de la época, recuerdo a Caroline Bingley horrorizada del campo y añorando la sofisticación de la ciudad.