lunes, 21 de enero de 2013

DEUS EX MACHINA

Deus ex machina es una expresión que significa, literalmente, Dios de la máquina.
Cualquiera que escriba una historia sacada de su imaginación, ya sea una novela o un guión, sabrá lo que es esto, aunque no lo haya oído mencionar.
Se hace alusión a que ocurre algo en una novela que resuelve, de golpe, una situación complicada. Casi nunca guarda relación con la idea original en sí ni se hace alusión, ni por asomo, en ningún otro momento. Lo cual puede, en ocasiones, ser disparatado. Por ejemplo, y haciendo un grandísimo spoiler, en una novela de Connie Mason, El noble y la ladrona, el protagonista, Gabriel, no quiere casarse con la mujer que ama porque, supuestamente, tiene una enfermedad hereditaria y no quiere transmitírsela a sus hijos. Pero, ¡qué casualidad!, él no puede heredar esa enfermedad porque resulta que es hijo adoptado.
Para mí, la Kenyon es la Reina de los Deus ex machina. Sus Darkhunters no pueden ser felices al lado de las mujeres que ellos aman porque algo se lo impide, casi siempre su condición de vampiros inmortales. Pero, ¡oh, sorpresa!, pasa algo, dejan de ser vampiros y vuelven a ser mortales y son felices.
Ha quedado claro que Kenyon y yo no nos llevamos bien. Respeto a quien le guste. Eso sí...
Si veis vuestras series favoritas, veréis numerosos ejemplos de Deus ex machina. Cojamos cualquier novela de romántica de Amanda Quick, por poner un ejemplo. El malo de turno mata sin compasión, pero, mira tú por dónde, cuando atrapa a la heroína se pasa dos páginas enteras contándoles sus planes. Eso da lugar a que el héroe aparezca y la salve. Aunque el tío no haya tenido ninguna pista de donde está. ¿Inspiración divina, quizás?
Todos, repito, TODOS los que escribimos cometemos el error de recurrir a ese truco para solucionar un problema que tenemos.
Lo malo de este recurso es que puede caer, a veces, en algo absurdo y los lectores o espectadores no lo entienden. Puede notar que todo está muy metido con calzador, que se pierde la coherencia que ha habido a lo largo de la narración o del metraje. Y eso no siempre es bueno.
Una forma de evitar que eso pase es recurrir a una serie de eventos que puedan explicar el porqué de ese desenlace.
Por ejemplo, en una novela romántica, la pareja protagonista se ama, pero no pueden estar juntos porque son hermanos. Al final, queda muy forzado descubrir que, en realidad, no son hermanos. Lo bueno es ir explicando, no de golpe, sino dando pequeñas pistas, que ese parentesco no existe como tal.
He aquí uno de los errores en los que cualquier escritor puede caer y que hay que evitar como sea.
 

2 comentarios:

  1. Qué entrada más interesante, conocía el "fenómeno", pero no el término, y aquí lo has dejado muy claro, gracias.

    Besos.

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  2. Me alegro de haberlo explicado y que lo hayas entendido, Aglaia.
    Un fuerte abrazo.

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