martes, 17 de septiembre de 2013

FRAGMENTOS DE "CON EL CORAZÓN ROTO"

Hola a todos.
En estos momentos, me encuentro intentando darle de nuevo vida a uno de mis proyectos más queridos.
Olivia, Dillon, Tyler, Estelle, Freddie, Jack, Víctor. Todos esos personajes han nacido de mi cabeza, llevan mucho tiempo conmigo. Desean que su historia sea contada. Y es ahora cuando intento que su historia vea la luz.
Ya tengo un blog dedicado a ellos, pero hoy he decidido pasarme el día intentando, de algún modo, promocionarles. Como una celebración por la descarga gratuita de mi relato Deseo concedido. Y es que los protagonistas de este relato son Brighid y Seosam, los tíos de Olivia y padres de Estelle. De modo que su relato sí que guarda relación con ellos.
Aquí tenéis un fragmento de Con el corazón roto. 
Se trata de una de las novelas que forman esta saga familiar.
Espero que os guste.

-Eso significa que este país va a estallar en mil pedazos-comentó Frederick Beckham-No me extraña. Supongo que este año la temporada será muy corta.
            Una amiga suya, Abigail Wallace, le dio un codazo.
            De buena gana le habría dado un puñetazo.
            Frederick, o Freddie, como le llamaban muchos, era un buen chico.
            Pero tenía una visión negativa de la guerra. Abigail, o Abby, como la llamaban todos, en cambio, tenía una visión más positiva.
            Apoyaba a Estados Unidos. Creía que Texas merecía formar parte de aquel país.
            Y veía con buenos ojos aquella guerra. Su hermana pequeña, Tracy, la fulminó con la mirada. Era muy parecida a Freddie. Los dos deberían casarse, pensó Abby.         Harían una buena pareja.
            Por desgracia, había muchos como ellos.
            Abby estaba preocupada. ¿Y si Freddie tenía razón? Estaban en guerra. Era mejor no pensar en eso. Se volvería loca.
-Eres muy cruel, Freddie-le regañó-Y me niego a creer que un amigo mío desee que sigamos formando parte de México.
            Freddie se echó a reír.
-No seamos ingenuos-dijo-Somos lo que somos. Eso no nos va a cambiar. Formar parte de Estados Unidos no nos va a hacer mejores personas. Creo que nos hará peores.
            Abby arqueó las cejas. Tracy, mientras, ahogó una risita. Freddie siempre daba su opinión acerca de cualquier tema. Incluida la guerra contra México.
-¿Acabará algún día la guerra?-preguntó Tracy en voz alta.
-Espero que sí-respondió Freddie.



            Tracy agradecía la presencia de aquel joven en su casa. Calmaba su siempre atormentado espíritu.
            Tracy se despertaba muchas noches gritando. Sufría frecuentes pesadillas en las que se veía así misma matando a alguien. Gritaba en cuanto sentía la sangre de su víctima onírica manchando su camisón. Eran unos sueños demasiado reales.
            Abby acababa de cumplir veinte años. Mientras, Tracy tenía dieciocho. Deberían de comportarse de manera correcta, pero no lo hacen. Alguien había dicho que las hermanas Wallace eran tan salvajes como lo era Olivia O' Hara, la hermanastra de Frederick Beckham.
            Cuando era pequeña, Olivia no paraba ni un momento. Jugaba en la calle con los niños. Se peleaba con éstos. Gritaba mucho. Corría por todas partes. Sus hermanos mayores, Dillon y Tyler, mucho más tranquilos, decían que Olivia era una niña terrible.
            Dillon y Tyler acabaron abandonando Streetman.
            Tanto Olivia como las hermanas Wallace estaban en edad de casarse. Las tres eran jóvenes muy hermosas. Pero parecían inalcanzables. Como la más lejana de las estrellas. Olivia no quería casarse. Y Abby marcaba las distancias con el sexo masculino.
            Abby tenía muchos pretendientes. Pero no estaba interesada en ninguno de ellos. Y eso preocupaba a su padre. A Abby la habían cortejado caballeros oriundos de Dallas. Rancheros que podían ofrecerle una buena vida. Pero Abby los había rechazado. Quería estar al lado de Tracy.
            A la tarde siguiente, las dos se subieron a lo alto de un árbol. Abby llevaba un libro en las manos. Lo abrió. Y empezó a leerlo en voz alta. Tracy estaba distraída.
-Veo ríos de sangre inundando el pueblo-dijo la joven-Veo gente descuartizada empalada en los pinchos de los cactus. Veo dolor en los rostros de los cadáveres en descomposición.
-No digas tonterías-la regañó Abby-Y no hables así. Me revuelves el estómago.
-Digo lo que me dicen ellos.
-¿Ellos?
-No los conoces. Viven aquí.
            Tracy se señaló la cabeza. Abby la miró con miedo. Supo que algo no funcionaba en la mente de su hermana.
-No les hagas caso-le aconsejó-Ignórales.
            Algo en su interior le decía que Tracy no haría eso. Abby recordó cuándo fue la última vez que vio sonreír de verdad a su hermana. Y era cuando Freddie iba a visitarlas.
            Pensó que el muchacho podía estar interesado en Tracy. ¿Y por qué no iba a estarlo? Su hermana era una joven muy hermosa. Si se casaba, dejaría de pensar en cosas macabras. Decidió que ayudaría a Freddie a conquistar a Tracy.
-¿Quieres que invitemos mañana a Freddie?-le preguntó.
-Me hace ilusión verle-respondió Tracy.
-¿Te gusta que esté aquí, en La Rabia?
-Sí...Me gusta. Quiero estar con él siempre.
            Abby supo a lo que se refería su hermana. Estaba pensando en Freddie. Estaba enamorada de él. Era algo que tenía que pasar antes o después. Tracy ya no era una niña.
            Subida a aquel árbol, Abby vio una nube de polvo. Se cubrió la frente con la mano para poder ver. No soportaba ser cegada por el Sol. Entonces, vio un caballo que se acercaba poco a poco a La Rabia. El jinete iba montado a horcajadas. Abby reconoció al jinete. Era la hermanastra de Freddie, Olivia O’ Hara.

                   Jack contempló la llanura que se extendía ante sus ojos, a pesar de que estaba sumida en la oscuridad.
            No dormía mucho últimamente. Y tenía un motivo más que sobrado para justificar su insomnio.
            Kimberly se dio cuenta enseguida de ello. Pero a Jack le costaba trabajo hablar de ese tema con su hermana.
            Para él, Olivia era perfecta. Era cierto que la tenía idealizada. No podía compararla con las mujeres que conocía. Ni siquiera podía compararla con su esposa. Para él, Olivia era la mujer más bella del mundo.
            Su amigo Marty le pasó la botella de whisky que estaba bebiendo. Los dos se hallaban en la llanura.
            Brillaba la Luna llena en lo alto del cielo. Era una noche plagada de estrellas. Una noche ideal para el amor, pensó Jack. Se sentía como un miserable cada vez que cogía en brazos a Danielle. Porque fingía que estaba con Olivia.
            Jack encendió una fogata y él y Marty se sentaron alrededor del fuego para entrar en calor. A pesar de todo, hacía un poco de frío.
-No he visto hoy a Livie-comentó Jack.
-Es que hoy no ha venido-le explicó Marty.
-¿Y eso?
-Ella se encuentra bien. Pero se ha quedado en La Isaura. Tenía que ayudar a su padre a construir una valla. Esa chica no para nunca. Te diré algo. Livie abandonará pronto La Isaura. El señor O' Hara se está haciendo viejo. Dillon y Tyler están lejos. Ocupados en sus cosas. No se les volverá a ver el pelo por aquí. Y Freddie y Ethan...Bueno...Ellos...Todos sabemos que Ethan y Freddie son...
-Ilegítimos. ¡Bah! No me lo recuerdes. Sean O' Hara siempre estaba metido en camas ajenas. Pero Ethan y Freddie también son hermanos de Livie. Además, a ella eso parece no importarle.
            Jack acercó las manos al fuego. Agradecía estar lejos de Danielle aquella noche.       
            No era la primera vez que pasaba la noche a la intemperie y en compañía de un amigo. Marty era viudo. Sus doce hijos estaban estudiando o trabajando lejos del pueblo.
            Pluma Roja, su amigo indio, decía que la gente huía de aquel lugar. Parecían tener miedo de enfrentarse con la Madre Tierra, a la que tanto daño le estaban haciendo. Jack pensó que Pluma Roja debía de tener algo de razón al hablar así.
            Se rumoreaba que podía haber ladrones de ganado operando por los alrededores. Marty se quedaría haciendo la primera guardia. Despertaría a las dos a Jack. Entonces, él le revelaría.
-Puedo hacer yo la primera guardia-se ofreció Jack.
-Es igual-contestó Marty-No tengo sueño. Esto es una tontería. ¿Hacer guardias? ¿Para qué? ¡Si no hay ladrones de ganado en toda la zona! Me lo ha dicho Kim. Y tu hermana no miente nunca. Es a la gente a la que le gusta hablar. Y le gusta asustar a los demás. Pluma Roja tampoco ha visto a nadie sospechoso. Y eso que él conoce bien todas estas tierras.
-Mi hermana es un poquito chismosa.
-Kim lo sabe todo de todos. Parece ser medio india. Son ellos los que conocen mejor a las personas. Ya sabes. Pluma Roja y su gente.
-Son personas como tú y como yo, Marty. Las personas no tienen poderes. No deberías de creer esas historias que se cuentan por ahí. Son invenciones de la gente.
             Jack se acostó en el suelo. Su hermana era la persona más inteligente que conocía. Kimberly era más joven que él un par de años. Se parecían tanto que se les confundía a menudo con mellizos. Pero Kimberly había vivido más que él. Había sufrido más que él. Y era, sin duda, más fuerte que él. A pesar de su apariencia frágil. Kimberly era una auténtica superviviente.
-Kim es una mujer maravillosa-afirmó Marty-Tendría que haberse casado hace mucho tiempo. ¿Por qué no lo ha hecho? Tendría que estar rodeada de un montón de críos. ¡Incluso podría haber sido ya abuela! Le gustan los críos.
-Mi hermana ha tenido mala suerte-dijo Jack.
-Quizás ahora no tenga mala suerte.
-¿Qué quieres decir?
-¿Qué edad tiene?
-Treinta y tres años. Es muy joven para ser abuela.
-Aquí, las muchachas se casan muy jóvenes. Y se estropean pronto. Cuidar de la casa. Del marido...De los hijos...Envejecen antes de cumplir veinticinco años. El señor O' Hara...
-¿El señor O' Hara? ¿Te refieres al señor Sean O' Hara? ¿El padre de Livie? ¿Qué pasa con él?
-Mira, Jack. No me quiero meter en los asuntos de nadie. No es mi estilo. Y tampoco quiero juzgar a nadie. Sean tiene su pasado. Y ahí se queda. Y Kimberly también tiene su pasado. Ella es amiga de Olivia. Se la ve mucho en La Isaura. Y me parece bien. Pero también se la ve mucho con Sean. Hay quien les ha visto paseando por el pueblo. Se ríen. Hablan. Eso no es malo. Pienso yo. Pero...No sé. Les veo muy unidos. Quizás, en mi opinión, estén demasiado unidos. Aunque...Kim ya es mayorcita. Tiene que pensar en hacer su vida. Puede casarse. Puede tener aún hijos. Aunque lo veo difícil. Y Sean está solo. Perdió a Sarah hace diez años. Quiero pensar que la quiso mucho. Pero no he estado nunca metido en su casa. No sé cómo era su matrimonio. Bueno, sí que lo sé. Me hago una idea después de ver a Ethan y a Freddie. Y de saber lo que hubo entre él y Dawn Beckham.
-¿Cómo es eso? ¿Está cortejando a Kimberly? ¿La quiere enredar?
-El señor O' Hara ha cometido muchos errores en su juventud. ¡Y bien caro lo está pagando! Quiero pensar que ha cambiado. Que ya no es ningún fresco. Es un hombre honrado y trabajador. Se preocupa por sus hijos.



-Yo no tengo hijos. No sé lo que significa eso. Preocuparme por un hijo.
-Podría regalarte uno de los doce que tengo.
-No. Gracias.
            Marty cargó su rifle. Se puso de pie. Necesitaba estirar las piernas.
            No veía nada. La luz de la Luna iluminaba la zona. Una llanura desierta...
            No veía nada sospechoso. Algún coyote aullaba en la distancia.
            Oía relinchar a lo lejos a algún caballo salvaje. Todo parecía en orden. Pero Marty nunca se relajaba cuando hacía guardia. A pesar de que pensaba que todo aquello era mentira. Lo de los ladrones de ganado...
            Sentía compasión de Jack. Su amigo no era feliz en su matrimonio. Marty lo achacaba a la ausencia de hijos. Los hijos dan vida a una pareja.
            Jack cerró los ojos y evocó la imagen de Olivia montada a horcajadas a lomos de Yasmina.
-Un hijo es lo mejor que le puede pasar a una persona-comentó Marty. Había pena en su voz-Pero es muy difícil estar lejos de ellos. Es duro. Deseas hablarles y no puedes.
-Ves a tus hijos cuando puedes-le recordó Jack.
            La vital Olivia...La perfecta Olivia...Era la mujer de sus sueños, la dueña de su corazón.
            La mujer por la que estaba dispuesto a dejarlo todo.
-Tienes que echar de menos a Danielle-apostilló Marty-Perdona que te lo diga. Pero Danielle es toda una belleza. A los hombres se le van los ojos tras ella. Cuando aún era tu novia, le gustaba coquetear con todo ser que llevara pantalones. No pienses mal, Jack. Danielle es una mujer decente. Me consta que jamás te pondría los cuernos. Es de fiar.
¿Qué es lo que quieres?
            Jack fulminó a Marty con la mirada. ¿Qué era lo que pretendía? ¿Humillarle? No podía exigirle a Danielle fidelidad perpétua. Él mismo no le era fiel. No con el cuerpo. Sino con el corazón.
            ¿Acaso pretendía Marty ponerle celoso? Lo parecía.
            Le dio la espalda. Marty guardó silencio.
            Pensó durante unos segundos en confiarse a él. ¿Qué perdía? Marty jamás le había sido infiel a su mujer. ¿Le entendería? Jack lo ignoraba. Podía hablarle de su amor por Olivia. De un amor apasionado, pero, al mismo tiempo, puro. Marty era un ser algo básico; se reiría de él.
            No amo a Danielle, pensó Jack. Amo a Olivia. No ha pasado nada entre nosotros. Pero deseo hacerla mía. Lo deseo con todas mis fuerzas. ¿Lo entiendes, viejo amigo? No...No lo entiendes. No puedes ponerte en mi lugar. Tú sigues queriendo a tu mujer. Aunque ella ya haya muerto. Pero la mía sigue viva. Y no soy capaz de amarla como se merece porque mi corazón pertenece a otra.
            Se tapó con su vieja manta.
            Su caballo relinchó de manera ruidosa. Jack tenía los ojos abiertos. Quería conciliar el sueño. Pero no podía. Pensaba. Y no podía dejar de pensar. El sueño se fue. Oyó a Marty beber un largo trago de la botella de whisky que llevaba en la mano.
            No quería quedarse el viejo dormido. Todo estaba en orden. Oyó el cric-cric de algunos grillos. No veía a nadie. Ni siquiera en la distancia. Sólo vio alejarse a un coyote. El animal aulló. Jack se estremeció al escuchar aquel aullido. Marty bostezó sin taparse la boca. Eructó de forma ruidosa. Escupió en el suelo.
            Jack fingió estar dormido.
            Tendría que estar acostumbrado a dormir en el suelo.
            Cerró los ojos. Su cuerpo estaba tenso. Rígido...No echaba de menos el calor que desprendía el cuerpo de Danielle. Evocaba una y otra vez la imagen de ella. De Olivia...La amaba. Estaba enamorado de un imposible. Porque Olivia jamás sería suya. Jamás...
            A las dos de la madrugada, Jack se sobresaltó al sentir una mano posada en su hombro.
-Son las dos-le informó Marty-Levántate. Te toca hacer la segunda guardia. Me caigo de sueño.
            Jack se destapó.
-¿Has visto algo sospechoso?-le interrogó.
            Marty negó con la cabeza.
-Nada-contestó-Todo está en orden.
            Jack se sentó en el suelo. Bostezó sin taparse la boca. Cogió su rifle y se puso de pie. Marty ocupó su lugar.
-Despiértame si ves algo raro-le pidió.
            Marty se quedó dormido en el acto.
            Jack no tenía sueño. Y sabía que no iba a poder concentrarse en hacer aquella guardia.
            Sabía que había perdido el juicio por una mujer que no era la suya y eso le estaba condenando. Si Danielle se enteraba, pensó, le rompería el corazón.
            Soñaba con el cabello de Olivia. Un cabello de un precioso color caoba brillante que se le iba a la cara con frecuencia. Lo veía suelto con mucha frecuencia y le parecía fuego ardiente. Incluso mojado (lo había visto Jack mojado) parecía que el fuego de su pelo jamás se consumía. Era un cabello hermoso. Rizado y salvaje. Olivia debía de haber sido una pelirroja pura, pero le faltaba poco para serlo. No era de extrañar que fuese tan descarada. Provocaba a los hombres y a las mujeres con el color audaz de su pelo. Las mujeres debían de desear tener el cabello de color caoba. Como lo tenía ella. Por eso, la criticaban. Porque no podían ser como era Olivia. Aunque pensasen que ese color de pelo sólo perteneciese a las prostitutas.
            La joven tenía un cuerpo espectacular, perfecto y él no pudo evitar sentirse atraído de forma irremediable por ella.
-Lo que tienes que hacer es olvidarla-se dijo Jack.
            Nunca había visto a una mujer como Olivia O’ Hara. Ni blanca ni mestiza ni mexicana ni comanche; Olivia O’ Hara parecía ser única. Y fue esa originalidad lo que atrajo a Jack. Su originalidad y su cuerpo escultural. El conjunto se completaba con una cara de rasgos perfectos.
            Se puso tenso.
            Estaba seguro de que deseaba a Olivia. Pero también la amaba. Y eso era terrible.

            Vio cómo Kyle le servía una copa de coñac a un amigo, que estaba sentado frente a él.
            A veces, recibía la visita de algún ranchero. Tenía que hacer negocios con él. Tenía mucha labia. Acababa convenciendo a su interlocutor.
            Greg se alejó del edificio principal. Escupió en el suelo. Aborrecía a aquel inglés amanerado. ¿Amanerado? Las criadas alababan los muchos atributos de sir Kyle Saint Leger. Quiso vomitar.
            Oía trazos de aquella conversación.
            Caballos...Yeguas...Potros fuertes...
            ¿Y Olivia? No la veía. La buscó con la mirada. ¿Dónde estaría? Quería verla. Necesitaba verla.
            Evocó la imagen de Olivia. Era alta y esbelta. La había besado. La había besado muchas veces. Le gustaba mucho besarla. En sus mejillas aparecían un par de hoyuelos cuando sonreía. Había besado aquellos hoyuelos. Olivia odiaba aquellos hoyuelos. Le hacían parecer una niña tonta. Palabras textuales de ella. No parecía una valiente y audaz vaquera. Y ella era eso. Parecía una ninfa de los bosques. Una ninfa de los bosques vestida con un poncho. Y con un sombrero de ala ancha. Greg se dirigió a los establos.
            Olivia tenía unos preciosos ojos de color azul marino moteado de ámbar. Su cabello era de color caoba brillante y siempre estaba suelto. Parecía ser más vieja de lo que era algunas veces, quizás por la expresión dura de su rostro, que era hermoso y perfecto. Su mirada estaba cargada de decisión. Siempre estaba en movimiento. Nunca paraba quieta.
            Greg ensilló a uno de los caballos.
            Fue el primer amor de Olivia.
            Fue el primer hombre que la había besado en los labios. La había besado en la frente. La había besado en las mejillas. La había besado en las manos.
            Le había acariciado el cabello con las manos. Le habría gustado tener algún mechón del pelo de Olivia. Pero no lo tenía. Montó a caballo.
            No tenía ningún recuerdo suyo. Se conformaba con los buenos ratos que pasaron juntos. Que habían sido muchos. Abandonó el establo a todo galope.
            No quería seguir pensando en Olivia. Ya no. Jamás volvería a besarla como la había besado antes. Una vez, en el establo, llegó a besarle el cuello y los hombros, pero no pasó de ahí. Olivia se apartó de él asustada y salió corriendo del establo. Ella le había olvidado. Ya no le quería. No podía olvidarla. Se resistía a dejar de amar a Olivia. La amaría siempre.
            Siempre...
-¡Arre!-le increpó al caballo-¡Arre!

            Olivia era una hija de aquellas tierras. Luchaba por no mostrarse débil. Odiaba cualquier síntoma de debilidad.
            Su padre le había enseñado a administrar un rancho. Había demostrado tener buen ojo a la hora de comprar caballos. Sabía cuál valía como semental. O como caballo de carreras.
            Sean tenía que admitir que Olivia había hecho buenos negocios con la compra-venta de ganado. Poco a poco, sus cabezas de ganado iban aumentando. Olivia era la que estaba salvando de la ruina a su padre.
            Olivia le contaba a Lily, la pupila de sir Kyle Saint Leger, cómo se vendía el ganado a buen precio.
            Le decía en lo que debía de fijarse.
            En el peso del animal...En el estado de salud del animal...En la fuerza que tenía. Lily tomaba nota mental de todo lo que le decía a Olivia. Seguía adelante con su sueño. Dedicarse a la cría de toros de lidia. Lily tenía iniciativa. Sir Kyle la admiraba por ello.
Debía de buscar un lugar para ella. Lily se sentía fuera de lugar.

            Danielle solía llevar su cabello castaño recogido en un holgado moño. Vestía ropa sencilla. Sin embargo, su porte era elegante.
            Sus ojos ya no brillaban cuando miraban a su marido.
            No sentía nada cuando le veía llegar a casa. Danielle no sabía cuándo empezó a desenamorarse de Jack. Sólo sabía que ya no estaba enamorada de él.

            Me tengo que ir algún día pensó Olivia con desesperación. Y yo no quiero irme. Ésta es mi tierra. Mi hogar...Pero mi padre quiere que me vaya. ¡No pienso hacerlo! ¡Me quedaré aquí!
            Olivia miró el calendario antes de salir. Junio de 1848.
            Se puso el sombrero. Ya llevaba el poncho puesto. El perro de Olivia, Pike, empezó a ladrar. Pike era un perro ya viejo. Pero nada achacoso. Aún le gustaba jugar. Y corretear por La Isaura. Olivia le acarició el lomo cuando pasó por su lado.
-Cuida de padre, Pike-le dijo-Yo tengo que hacer mucho. Eres un diablillo. ¿Lo sabías?-Se arrodilló junto a Pike-Me sigues a todas partes. Da gracias a Dios porque milord es un buen patrón. No le molesta que estés aquí. A Lily le gusta que estés aquí-Parecía que Pike entendía lo que decía Olivia-Sé que juegas con ella a coger el palito. Al final, me voy a poner celosa.
            Se puso de pie. Volvió a acariciar el lomo de Pike. Tenía mucho en lo que pensar.
            El perro le ladró. Quiso seguir a Olivia. Pero la cocinera de Sean le llamó.
-¡Ven, Pike, ven!-le llamó.
            Le enseñó un bistec. Pike olvidó a Olivia. Fue corriendo a por el bistec. Olivia contempló la escena. Sonrió.
            Nora era una joven negra que llevaba algún tiempo trabajando como cocinera para los O’ Hara. Les tenía mucho cariño. Nora arrastraba tras de sí un terrible pasado. Había sido esclava desde que era muy pequeña. Su madre había muerto. A su padre lo habían matado. Era oriunda de Nueva Orleans. Pero Nora sabía que su padre era nacido en la isla de Madagascar. Lo capturaron cuando era un adolescente. Su madre había nacido esclava. Igual que ella.
            Nora prefería no hablar de la vida que había llevado en Nueva Orleans. Y Olivia la respetaba. Pero sabía que había sufrido mucho. Los ojos de Nora se lo decían.
            Había oído que se había encontrado oro en California. Los vecinos hablaban del tema con entusiasmo.
            Fantaseó con la idea de viajar a California a buscar oro. Podría regresar a su pueblo convertida en una mujer rica. Viviría en una tienda de campaña. Cavaría buscando oro. Lo encontraría. Se consideraba una mujer afortunada en todos los aspectos.
            Menos en uno...
            Se dirigió al establo. Sean poseía pocos caballos. Unas cuantas yeguas...Unos cuantos caballos...Dos o tres potrillos...
            La Isaura, el rancho propiedad de Sean O' Hara, el padre de Olivia, no terminaba de despuntar.
            Olivia O' Hara montó a su yegua Yasmina. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Las rechazó. Decidió que no iba a llorar. Ella sola había tomado aquella decisión. Era lo mejor que podía hacer. No quería hacerle daño a nadie. Y menos a una mujer como Danielle. Se mantendría alejada de Jack. Se quedaría en su tierra, pero alejada de Jack. Conocía desde hacía mucho a Danielle García, de ascendencia mexicana. Olivia no era tonta y se daba cuenta de cómo la miraba Jack. Él deseaba hablarle de amor y ella no quería oírle.
            Tendría que hablar con él. Tendría que decirle que no le amaba. Pero no se atrevía porque era una cobarde.
            Azuzó a Yasmina. Quería huir de Jack. Era una situación demencial. Sentía algo especial por él. ¿Lo amaba? Una vez, Olivia pensó que amaba a Greg. Ahora, comprendía que jamás lo había amado.
            Le daba miedo enfrentarse a Jack.
            Le daba miedo decirle que debía de olvidarse de ella.
            Soy una mujer fuerte, pensó Olivia.
            Jack tenía la edad suficiente para ser el padre de Olivia. De haberse casado joven, claro. A los ojos de éste, ella era todavía una niña. A pesar de tener veintidós años recién cumplidos.
            Pero...
            Todo había cambiado. Jack se había dado cuenta hacía años que Olivia ya no era una niña. Era ya una mujer. Una bella mujer...
            Había crecido. Sus formas eran las propias de una mujer. Jack las adivinaba debajo de su poncho. Veía su hermoso rostro a través del sombrero de ala ancha que le tapaba la cara. Una cara que él había besado amistosamente alguna que otra vez. Sólo podía tener eso de Olivia.
            Sí, conocía bien a Olivia. Tenía muchas cosas en común con ella. Lo cierto era que tenía más cosas en común con ella que con Danielle. Ésta decía que Olivia era una marimacho. Lo malo era que no era la única que no pensaba así. Streetman era un pueblo pequeño. Vivían en él 400 habitantes. Olivia llamaba poderosamente la atención.
              Olivia vestía pantalones. Mascaba tabaco. Decía palabrotas. Escupía tabaco. Sabía disparar. Tenía una buena puntería. ¡Sabía darle a una lata a un kilómetro de distancia! Jack lo había visto. Y estaba gratamente impresionado.
            Se detuvo. Desmontó a Yasmina. Estaba lo bastante lejos de su casa. Lo agradecía. A veces, Olivia necesitaba estar sola.
            Empezó a caminar. Le habría gustado traer su rifle. O una de sus pistolas.
            Necesitaba desahogarse. Tenía que dispararle a algo. A pesar de todo, era muy conservadora. Jamás iniciaría una relación con Jack. Lo admitía. Se sentía atraída por él. Pero...No podía entregarse a él. Jack jamás sería suyo. Olivia jamás se liaba con hombres casados. Ni lo había hecho antes ni lo haría ahora. Jamás había pensado en casarse. En enamorarse. En esas cosas...¡El amor era propio de las personas débiles! Y ella no era débil.



            Había nacido en una tierra muy dura. Y quería dominarla.
            Y su cabeza era un lío en aquellos momentos de soledad. Su padre quería enviarla lejos de allí.
            Comenzó a caminar por aquella extensa pradera que se veía desierta. Olivia deseó desaparecer de la faz de La Tierra. Si su padre se salía con la suya, acabaría en otro país.
            Y ella podría criticarle. Pero tendría que ceder y darle la razón.
            Aunque...Le plantaría batalla. Una batalla perdida, admitió Olivia. Te estás volviendo débil, se recriminó. Y ya sabes que odias a las personas débiles.
-No me cabe duda de que ganarías una guerra-le dijo Jack-No te veo viviendo lejos de Streetman. Estás hecha para vivir aquí. Algún día, serás la dueña de La Isaura. Y serás una ranchera muy rica.
            Los dos estaban cuidando del ganado mientras estaban sentados en una roca. Jack estaba sentado cerca de Olivia y la joven estaba muy rígida. Fingía que estaba tranquila. Pero estaba muy nerviosa. Si Jack la tocaba, ignoraba lo que haría.
Le miró.
            Jack no conocía a ninguna mujer como Olivia. Danielle odiaba la vida que llevaba a su lado. Ninguno de los dos era feliz.
            Cada vez que le veía, el corazón de Olivia daba un brinco. Era tan buen jinete como ella. Nunca le había visto vestido de manera elegante. Siempre vestía igual. Botas de montar...Botas que tenían espuelas. El cabello largo recogido en una coleta...Un pañuelo anudado al cuello...Sombrero de ala ancha...Camisa a medio abrochar...
            La garganta se le secó a Olivia.
            Te portas igual que una vulgar jovencita. Olivia estaba furiosa consigo misma. Jack la ponía a prueba. Era tan masculino que ella se sentía tentada a olvidar sus principios. Pero no podía. Ella no era como Dawn. No quería convertirse en la amante de un hombre casado. No estaba bien. Sería como traicionar el recuerdo de su madre. 

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