domingo, 7 de julio de 2013

UN CIERRE TEMPORAL

Hola a todos.
Y llegó el momento de la despedida.
Berkley Manor va a cerrar sus puertas. Pero va a ser sólo algo temporal.
Me he volcado de lleno en esta historia. Me he dejado la piel en ella. Y me ha llegado el momento de descansar un poco.
Como ya he dicho en mi blog "Un blog de época", se trata sólo de algo temporal. Pienso volver en septiembre.
O, a lo mejor, vuelvo antes. ¡Con lo rara que soy, cualquier cosa puede ocurrir! Eso sí, quiero descansar un poco. Algo que no había hecho hasta ahora. Porque siempre estoy diciendo que me voy de vacaciones. Y nunca lo hago.
He disfrutado escribiendo Berkley Manor. Me he sentido a gusto en el periodo en el que transcurre la historia. Me he encariñado con sus personajes. Y me ha dado pena ponerle punto y final.
Cuando regrese de vacaciones, pienso mantener este blog abierto. Aunque sea sólo durante una temporada. Siento que tiene vida. Y que no ha cumplido todavía su ciclo vital. Puede parecer raro, como ya he dicho en una entrada anterior. Pero así lo pienso.
Naturalmente, no serán entradas tan seguidas.
Pero quiero que siga vivo, aunque me centre en otras cosas.
Me alegro mucho de haber compartido esta historia con vosotros. Vuestras palabras han sido un gran aliento para mí.
Me habéis ayudado muchísimo con vuestros comentarios. Con vuestras lecturas...
Saber que estáis ahí ha sido todo un logro. Me doy por satisfecha.
Me despido contenta. Con la sensación de haber llegado al final de un camino. Con la esperanza de iniciar otro camino. Otro viaje...
¡Sois los mejores!
Jazmín, Rae, Aglaia, Anna, Ricky, Letrusky, Clary, Elizabeth...Y otros muchos que me habré dejado en el tintero. ¡Mil gracias! ¡Gracias por estar ahí siempre!
Os quiero muchísimo a todos vosotros.
¡Un fuerte abrazo!
Nos vemos en septiembre. (O no...Porque, a lo mejor, me dejo caer antes por aquí, je, je)

sábado, 6 de julio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Lo prometido es deuda. Y, como ya dije en una entrada que hice en mi blog "Un blog de época", todo tiene un final.
Aquí tenéis el fragmento final de Berkley Manor.
Me habría gustado que fuera algo más espectacular. Pero pienso que encaja mejor este final que cualquier otro.
La historia de Chris y Melanie llega hoy a su fin después de varios meses. Lo que quería que fuera un relato largo se ha ido prolongando porque siempre encontraba algo interesante que contar.
No tenía muchas pretensiones en esta historia. Tan sólo quería contar algo sencillo y diferente.
Pero puse gran parte de mí en el personaje de Melanie. Me encariñé con el personaje de Chris al ser un galán distinto de otros.
Pero todo tiene que terminar algún día. Y hoy llega a su final Berkley Manor. Pero las rejas de nuestra mansión favorita no se cierran para siempre. ¡Eso os lo puedo asegurar! Pero sí llega a su final esta historia de amor con un trasfondo más bien triste.
Espero que disfrutéis con el final de esta historia.
A Aglaia, Anna, Citu, Jazmín, Rae, Clary, Elizabeth, Letrusky, Ricky...A todos los que habéis leído. A los que la habéis comentado. A los que habéis disfrutado con cada fragmento. A los que os han encandilado los personajes. A los que habéis sufrido con ellos.
¡Va por vosotros!

                    Esa misma noche, Chris se coló en la habitación de Melanie. La muchacha se quedó sorprendida cuando entró en su cuarto y se encontró con que el joven tenía un pie dentro de su habitación y el otro pie lo tenía colgando en el aire.
-¿Se puede saber qué estás haciendo aquí?-le preguntó Melanie-Mi madre puede entrar en cualquier momento.
-Quería ver cómo estabas-respondió Chris-No me atrevo a dejarte sola.
-Estoy bien.
                Ayudó a Chris a meterse dentro de la habitación.
-Es una sensación extraña-le confesó-Por un lado, el hombre que hemos enterrado esta tarde era mi padre. Pero, por el otro lado, siento que ha sido más un desconocido que un padre para Annie y para mí.
-Es algo lógico-observó Chris-Él os ha dado sus apellidos. Os ha engendrado a las dos. Pero nunca se ha preocupado por vosotras. Algo parecido como hizo Judá con los hijos de Tamar. Los engendró. Y nunca se ocupó de ellos. Sólo se vio obligado a reconocerlos cuando iban a lapidarla. Y ella mostró el cordón que él le había dado cuando la confundió con una prostituta y se acostó con ella.
-Hombres...Se acuestan con las mujeres. Y, después, si te he visto no me acuerdo.
-No todos los hombres son así, Melly.
                 Ella le miró a los ojos.
                 Sonrió con alegría. Muy a su pesar, había descubierto que Chris era distinto. No se parecía en nada a su padre. Aquel bondadoso joven la amaba de verdad. Se lo había demostrado muchas veces. ¿Cómo había sido tan tonta? ¿Cómo había podido llegar a dudar de la veracidad de aquel amor?
                   Lo condujo hasta su cama. Su madre se había retirado aquella noche temprano a su habitación. Ni siquiera había cenado. Tenía mucho en lo que pensar.
-Melly, cuando acabe el luto, nos casamos-le aseguró Chris.
-¿Por qué tiene que ser cuando termine el luto?-inquirió la chica.
-Es tu padre el que acaba de morir. Después de todo...Es normal que quieras llevarle luto. Aunque ese cerdo no se lo merezca.
-No voy a llevarle luto. Se portó muy mal con nosotras. Le he perdonado. Estamos en paz.
-Melly...
-Quiero ser feliz. Quiero ser feliz como nunca lo fue mi madre. Y quiero pasar el resto de mi vida a tu lado, Chris.
-Amor mío...Yo...
                Melanie pegó su boca a la boca de Chris y dejaron de hablar. A pesar de que estaban en la casa de los Livingston, Chris empezó a desnudar a Melanie. Y Melanie empezó a desnudar a Chris. Anne debía de estar ya dormida. Y, a lo mejor, Regina se había retirado ya a su habitación. La casa estaría en silencio.
                Se quedaron completamente desnudos. Se acostaron en la cama de Melanie. Ella buscó alegría entre los cálidos brazos de Chris. Probó el dulce néctar de los labios del joven. Al mismo tiempo, las manos de Chris la acariciaron con dulzura. Deseaba consolarla. Deseaba besarla y hacerla feliz.
                La abrazó con fuerza. Llenó de besos cada centímetro del cuerpo de Melanie. Recorrió con su lengua cada porción de la piel de la muchacha. La besó por todas partes. No dejó ni un lugar de su cuerpo sin acariciar. La tomó con delicadeza entre sus brazos.
                Al mismo tiempo, las manos de Melanie acariciaron el cuerpo de Chris. Lo besó muchas veces en los labios. Chris lamió el cuello de Melanie. Se atrevió a chupar sus jóvenes pechos.
                De algún modo, tuvo la sensación aquella noche de que los fantasmas se iban alejando de la mente de Melanie. Y que ella era suya. No sólo era suya en cuerpo. También era suya en alma. Su corazón le pertenecía. Al igual que él le había entregado su corazón a ella. Era suyo. En todos los sentidos...Sólo suyo.



               Sintió la lengua de Melanie recorriendo su cuerpo. Acariciándole con las manos. Y tuvo la sensación de que los fantasmas la habían abandonado. Melanie era libre. Por fin...Libre...Y era suya. Como él era suyo. Los miedos del pasado la habían abandonado para siempre. Ya no volverían porque tenían fe plena en el amor que ambos se profesaban. Como sería siempre.
               Con aquel pensamiento, su cuerpo entró en el cuerpo de Melanie. Y fueron uno. Siempre serían uno. Sir Marcus no volvería a hacerle daño a Melanie. Nunca más...

                Al día siguiente, Chris abandonó sin hacer ruido la habitación de Melanie. Pero empezó a pasearse de un lado a otro de la calle. Lo tenía decidido. Iba a pedirle su mano en matrimonio a su madre y a su tía abuela. Después, hablaría directamente con la muchacha. No se marcharía de aquella casa sin haberse comprometido con Melanie.
                A las once de la mañana, Chris golpeó la puerta de la casa de los Livingston.
                Le abrió la criada. Chris le explicó que tenía que hablar con la señora Livingston. Que se trataba de un asunto muy importante.
-Pase-le invitó la criada.
               Lo condujo hasta el salón. Encontró allí a Regina leyendo un libro sentada en un sillón. Kate, por su parte, estaba sentada en el otro sillón. Estaba haciéndole un dobladillo a una de las faldas de Anne.
-Buenos días, señoras-las saludó.
                Kate y Regina alzaron la cabeza al darse cuenta de que no estaban solas. Para alivio de Regina, Kate no llevaba luto por la muerte de sir Marcus. Había pasado toda su vida llorando por un amor que no había existido. Kate no tenía la mirada atormentada, como la tenía cuando Chris la conoció. Había una expresión distinta en sus ojos.
-¡Vicario Pemberton!-exclamó Kate-¡Qué sorpresa verle por aquí! Tome asiento, por favor.
                Chris se sentó en una silla.
-Díganos el porqué de su visita-le pidió Regina.
-He venido para hablar con ustedes dos-le explicó Chris-En esta casa, no hay un hombre. Pero ustedes son las cabezas de familia. Melanie no tiene veintiún años. Por lo que tengo que hablar con las mujeres que la cuidan. Su madre...Y su tía abuela...Yo no tengo mucha experiencia en estos asuntos. Y temo estar cometiendo un error. Sólo quiero que sepan una cosa. Estoy profundamente enamorado de Melanie. Y mi mayor deseo es hacerla feliz. Pasar el resto de mi vida con ella. Espero que me hayan entendido.
                Kate se puso pálida. Su intuición no había fallado.
                 Regina cerró el libro de golpe. ¡Su sobrina tenía razón! El vicario Pemberton estaba enamorado de Melanie. Notó que la respiración de Kate se hacía más agitada.
-¿Quieres un vaso de agua, querida?-le preguntó.
-No, gracias-respondió Kate-Estoy bien, tía.
                De pronto, su hija se había hecho mayor.
                 Kate y Regina miraron con cierta desconfianza a aquel joven. Christopher Pemberton no encajaba en los planes que habían trazado para Melanie. Habían pensado que haría una buena boda. ¡Nunca se les ocurrió pensar que acabaría enamorándose de un vicario!
-Señora Livingston, usted sabe mejor que nadie lo que es sufrir por amor-le recordó Chris a Kate-Y yo he venido porque amo a su hija. Quiero casarme con Melanie. Y quiero hacerla feliz. El amor que siento por su hija no lo he sentido por nadie más. Mis padres murieron cuando yo era muy pequeño. Pero recuerdo que, durante el tiempo que estuvieron juntos, fueron muy felices. Deseo un matrimonio igual. Deseo amar y honrar a Melanie como mi padre amó y honró a mi madre. In caro una...
-Mi latín es muy malo, vicario Pemberton-se sinceró Kate-No sé lo que significa esa frase.
-En una sola carne...-intervino Regina-Este joven ama de corazón a nuestra Melly, cariño.
                  Kate pensó que aquel muchacho tenía razón. Ella había vivido su propio calvario de amor. Melanie no tenía ningún derecho a pasar por lo mismo. Kate era una mujer libre. Libre del fantasma de su marido...Melanie tenía derecho a ser feliz.
-¿Y qué siente mi hija por usted?-indagó Kate.
                 Chris le contó que Melanie sentía lo mismo que él. No se atrevió a hablarle de las noches apasionadas que habían vivido.
                   Berkley Manor había quedado atrás. Lady Christine estaba empezando a recuperarse de la terrible depresión en la que había caído tras la muerte de Toby.  Ella y lord Duncan intentaban recomponer sus vidas destrozadas.
                Por lo que se sabía, Eleanor y Justin habían llegado a Gretna Green y se decía que se habían casado en la Iglesia de la zona. Los padres de Eleanor estaban indignados. Mientras, Victoria estaba viviendo su primer amor. El doctor Jake Prince había despertado en ella sentimientos que desconocía. Que creía que nunca tendría. Estaba enamorada de él. Y, al parecer, aquel amor era correspondido.
              Lady Christine todavía no se había quedado embarazada. Berkley Manor aún seguía sumida en el luto por la muerte de Toby. Pero, poco a poco, los criados se atrevían a hablar en voz más alta. Las cortinas seguían siendo de color negro. Pero las lágrimas empezaban a secarse. Las heridas, antes o después, tendían a cicatrizarse.
              Lady Christine quería retomar su vida normal. Y lord Duncan pensaba seguir su ejemplo. De momento, estaba adoctrinando al sustituto de Humphrey en cómo debía de ayudarle. Incluso, quería enseñarle a hacer bien una corbata. Se quejaba de que era algo torpe. En realidad, lord Duncan echaba de menos a Humphrey.
-¿Vas a casarte con mi hermana?-preguntó una vocecita infantil a espaldas de Chris.
                 El joven se dio la vuelta. Se encontró con una niña de unos diez años que le miraba con curiosidad.
-¡Annie!-la regañó Kate.
-¿Eres Annie?-le preguntó Chris-Hola...Soy un amigo de tu hermana.
-Mientes-replicó la niña-Eres su novio. Has venido aquí porque te quieres casar con ella.
-Annie, querida, vete a jugar al jardín-le sugirió Regina-No molestes a este caballero.
-Yo me marcho, tía. Pero sé que se va a casar con Melanie.
                  Dicho esto, Anne abandonó el salón dando saltitos.
-Le ruego que la disculpe-dijo Kate-Sólo tiene diez años. Y no sabe lo que dice.
-Es inteligente y observadora-opinó Chris-Y sabe bien a lo que he venido. Como ustedes dos lo saben, señoras. Yo amo a Melanie. Puede que mi renta no sea la más elevada del mundo. Pero amo a Melanie. Y mi mayor deseo es hacerla feliz. No pido otra cosa.
                Kate y Regina intercambiaron una mirada cargada de intención. Kate había sido infeliz en su matrimonio con sir Marcus. Regina se preguntó en qué estaba pensando su sobrina.
           
                Kate y Regina se asomaron por los cristales de la ventana del salón.
               Melanie estaba cortando unas rosas. Decía que las rosas que estaban en el florero estaban secas. Había que poner rosas nuevas.
               Se dio la vuelta. Se encontró cara a cara con Chris.
               La cestita con flores que llevaba colgada de su brazo estuvo a punto de caérsele al suelo. Chris se la cogió.
               Kate y Regina se dieron cuenta de que estaban hablando.
-¿Qué se estarán diciendo?-le preguntó Kate a su tía.
-Luego, se lo preguntamos-respondió Regina-Mira.
               Chris se puso de rodillas. Le cogió las manos a Melanie.
-¡Se le está declarando!-exclamó Kate-¡Se ha puesto de rodillas!
-¡Cállate!-siseó Regina.
                El rostro de Melanie se iluminó de un modo que Regina y Kate nunca antes habían visto. La muchacha rompió a llorar de pura alegría. Chris sonreía de manera abierta. Por aquellos gestos, Kate y Regina supieron de qué estaban hablando. Qué era lo que Chris le había dicho a Melanie. Y qué contestación le había dado la chica. Las dos mujeres contuvieron el aliento.
                Entonces...
                Melanie rodeó el cuello de Chris con los brazos. Se fundieron en un apasionado beso.




                Regina empezó a aplaudir. Pero Kate estaba algo contrariada. ¿Cómo osaba aquel joven a tomarse tales libertades con su hija? ¿Acaso no se daban cuenta de que alguien podía estar viéndoles? En cambio, Regina parecía estar encantada. Kate se fijó en el rostro radiante de su tía. Recordó que nunca antes la había visto así. Feliz...
-¿Tú crees que eso es normal, tía Reggie?-le preguntó.
                  La aludida se echó a reír. Abrazó con cariño a su sobrina.
-Cuando dos personas se aman, los gestos de cariño son lo más normal del mundo-respondió.
                 Kate sonrió. Se preguntó si ella sería algún día capaz de volver a enamorarse. De descubrir lo que era el amor. Un amor sincero y verdadero...Y no la oscura obsesión que había sufrido durante años. Melanie y Chris estaban viviendo aquel amor sincero y profundo. Un amor que se materializaba con aquel beso cargado de amor. Los ojos de Kate se llenaron de lágrimas de felicidad. Y se alegró sinceramente por su hija. Melly será todo lo feliz que yo no pude ser, pensó. Alzó la vista al Cielo. Se preguntó si Marcus estaría viendo aquella escena. Él también se alegra, pensó. Quiso hacer las cosas bien en el último momento. Le estaba, en el fondo, agradecida porque se había sincerado con ella.
                 Anne estaba jugando en el jardín. De pronto, vio a Melanie y a aquel caballero que había venido a casa besándose. Entró corriendo. Daba gritos.
-¡Mamá!-chilló-¡Tía Reggie! ¡Melly tiene novio! ¡Melly se va a casar!


FIN

viernes, 5 de julio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Y mañana se acaba. Espero que los dos últimos fragmentos que voy a subir sean de vuestro agrado.
La verdad es que me da mucha pena tener que acabar esta historia.
Pero tenía que tener un final. Y ése ha llegado.
Aquí tenéis el penúltimo fragmento de Berkley Manor. 

               La noche caía. Kate, Melanie, Anne y Regina no se separaron del lado del camastro en el que yacía sir Marcus. El médico ya no le practicó más sangrías. En su opinión, estaría perdiendo el tiempo. Kate pasó un paño empapado en agua por la cara de su marido.
               Sir Marcus miraba fijamente Anne. La niña miró con curiosidad a aquel hombre que estaba acostado en el camastro. Aquel desconocido era su padre.
-Annie...-la llamó.
                Ella se acercó.
-Te ruego que no me odies-dijo sir Marcus.
               Anne estaba temblando de manera violenta. No quería separarse de su madre ni de su hermana.
-Te perdono-dijo la niña.
-Has hecho bien-le susurró Melanie.
-Pero no le conozco. Es mi padre. ¡Y no le conozco!
-Eres una chica encantadora, Melly-le dijo sir Marcus a su hija mayor-Por favor...Cuida de tu hermana. No dejes que cometa el mismo error que cometió vuestra madre. Melly...Te lo ruego. No te acerques a ningún miserable. Yo fui un miserable con vuestra madre. No dejes que os pase lo mismo. 
-Así lo haré-le prometió Melanie. 
-Gracias...



               Sir Marcus había muerto.
               Murió sabiéndose perdonado por Kate. Ella lo había amado ciegamente. Pero él le había hecho demasiado daño. Le había destrozado la vida. Pero quería que muriera en paz.
-Te perdono, Marcus-le dijo.
-Gracias...-susurró él-No me lo merezco. Cuida de las niñas.
               Murió al día siguiente.        

       No acudió nadie al entierro de sir Marcus Livingston. Cuatro figuras femeninas vestidas de negro permanecían al lado de la tumba que estaba cavando el enterrador. Chris permanecía al otro lado de la tumba. No dejaba de mirar a una de las figuras femeninas vestidas de negro.
-¿Tengo que llorar?-inquirió Anne.
-Si no quieres llorar, no llores-contestó Melanie.
-Era nuestro padre. Pero nunca estuvo con nosotras.
-Es verdad.
                 Kate rompió a llorar desconsoladamente. Cayó de rodillas junto al ataúd de sir Marcus. Pero no lloraba por su pérdida. Lloraba por todo lo que pudo ser y no fue. Lloró por los años que había desperdiciado soñando con su regreso. Lloró por lo ingenua que había sido al creer en sus falsas promesas de amor eterno. Lloró al pensar en todo el sufrimiento que sir Marcus le había causado a ella y a sus hijas. Nunca la había amado. ¿Qué había pensado cuando fue a verle? Creyó que sir Marcus le confesaría que siempre había estado enamorado de ella. Había sido una tonta hasta el final.
              El beso que Kate le había dado cuando expiró fue el último beso que le daba.
              Chris se dio cuenta de que Melanie estaba muy pálida. Se preguntó en qué estaba pensando. Melanie tenía abrazada por los hombros a Anne. Su rostro no reflejaba emoción alguna. Regina obligó a Kate a levantarse.
-No vale la pena que sigas llorando-le dijo a su sobrina.
               Kate negó con la cabeza.
-Déjame que llore por mi vida desperdiciada-le pidió a su tía.
               Pero Regina se negó. Tiró de ella para obligarla a caminar.
-Vámonos de aquí-decidió.
                Empezaron a caminar. Melanie y Anne las siguieron con paso lento. Chris se quedó parado. No sabía si debía de seguir a Melanie. O si debía de quedarse allí.
-Melly...-la llamó.
-Déjame sola-le pidió la chica-Necesito estar sola.
                Chris lo entendió. Melanie tenía muchas cosas en las que pensar. Su padre acababa de morir. Un padre que había permanecido ausente durante muchos años. Y que, de no haber sido por su enfermedad, jamás habría regresado. De algún modo, el fantasma de sir Marcus se estaba evaporando. Pero Melanie quería tener la certeza de que se había ido para siempre. Poco a poco, el llanto de Kate fue haciéndose cada vez más suave. Su llanto se fue apagando a medida que se iban alejando del cementerio. Se daba cuenta de que no había dejado enterrado su corazón junto a sir Marcus.
-¿Cómo estás, mamá?-le preguntó Anne.
-Estoy mejor-respondió Kate.
-Ya ha pasado todo-afirmó Regina-No llores más, Katie. No vale la pena. Eres libre.
-Sí, tía. Lo soy. Soy libre.
               Y la libertad era una sensación extraña.
               Nadie volvería a señalarla por la calle. Nadie volvería a reírse de ella porque su marido la engañaba con otra.
 -No sé si quieres que venga a la tumba de padre a visitarla-dijo Melanie cuando llegaron a casa-No sé si vendrás tú a visitarle. A ponerle flores. Y tampoco sé si quieres que Annie y yo vayamos a ponerle flores. 


            Consciente de la angustia de su hija, Kate rodeó el cuerpo de ésta con los brazos y la estrechó contra sí con fuerza. Melanie estaba llorando
-Me hago cargo-dijo Kate-Sé que lo estás pasando mal. 
-No sé qué sentir en estos momentos, mamá-admitió Melanie. 
-Era un desconocido para tu hermana y para ti-intervino Regina-Le hizo demasiado daño a vuestra madre. Y también os hizo mucho daño a vosotras. Aún así, Marcus sigue teniendo suerte. Su mujer le llora. Y sus hijas se preocupan por él. 
-No lloro por él, tía Reggie-protestó Kate-Yo sólo quiero llorar por lo que pudo ser y no fue. Yo tenía muchos sueños. Y creí que Marcus era la encarnación de mi Príncipe Azul. No ha sido así. Fui una tonta. Peor...Fue una estúpida. He derramado muchas lágrimas en vano, tía Reggie. He desperdiciado mi vida. ¡No se lo merecía!
-Mamá...-susurró Anne. 
            La niña se acercó a su madre. Kate acarició el cabello de su hija en un intento por consolarla.

jueves, 4 de julio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Hoy, se puede decir que sí, que ya falta menos para el desenlace. En los próximos días, subiré los fragmentos finales de Berkley Manor. 
Pero las puertas de la mansión de los duques de Berkley todavía no se van a cerrar. Hay vida más allá de Chris y Melanie. Y lo vais a ir viendo a lo largo de este verano.
En el fragmento de hoy, el estado de salud de sir Marcus empeora.
¿Podrán su mujer y sus hijas perdonarle en su lecho de muerte?

              Sir Marcus llevaba varios días sin poder levantarse de la cama.
              Cayó postrado después de abandonar la casa. La misma casa en la que había convivido con Kate. Los recuerdos se agolparon en su mente a medida que iba alejándose de aquel lugar. El último beso que le dio a Kate. Podía oír el llanto de Anne de recién nacida. La voz de Melanie...Y se topaba con las miradas cargadas de desprecio de sus hijas. Se lo tenía merecido.
             Aquella noche, el estado de salud de sir Marcus empeoró.
             Tuvo un ataque de tos. Y acabó vomitando sangre. Una de las mozas de la posada fue corriendo a buscar al médico. Sir Marcus tenía una fiebre muy elevada.
-Annie...-susurraba en su delirio-Melly...
            Pedía ver a sus hijas. Las llamaba a gritos.
            El médico le practicó una sangría. Sir Marcus sentía que los pulmones le ardían. Una gran presión oprimía su pecho. Se estaba muriendo. Lo sabía. Le estaban fallando las fuerzas.
-Quiero ver a mis hijas-pidió.
-Lo que tiene que hacer es quedarse tranquilo, señor-le sugirió el médico-Tiene que descansar. No es momento para que se exalte.
-¡Doctor, se lo ruego! Escríbale a mi mujer. Pídale que venga a verme. ¡Quiero ver a mis hijas!
             


              La nota llegó a manos de Kate por la mañana. Se la entregó una de las dos criadas que tenía. Kate acababa de vestirse y se disponía a bajar para desayunar. En la escalera, la abordó la criada.
-Ha llegado una nota-le informó-Es para usted, señora.
                 Le tendió el papel.
-Me lo ha entregado un mozo de la posada-le contó la criada.
-Un mozo de la posada...-se extrañó Kate.
-Por lo visto, se trata de algo serio.
               Kate rasgó el sobre. Extrajo el papel. Tuvo que aferrarse a la barandilla de la escalera. Las piernas habían empezado a temblarle con violencia.
-¡Señora!-se inquietó la criada.
               La ayudó a sentarse en el último escalón. Kate era incapaz de leer las líneas de aquel sobre. En su mente sólo había dos palabras. Marcus grave...¿Acaso se estaría muriendo? Kate sintió que le faltaba el aire.
-Avisaré a su tía-decidió la criada.
              Bajó por la escalera. Regina debía de estar en la cocina hablando con la cocinera acerca de lo que iban a comer aquel día. Kate agradeció el quedarse sola.
               Regina no tardó mucho en subir por la escalera.
-¿Qué ha ocurrido, Katie?-le preguntó.
-Es Marcus, tía-respondió la mujer-Él...
-¿Qué quiere ese canalla? ¿Piensa volver?
               Kate le tendió el papel a su tía. Le temblaban las manos.
-Se está muriendo-sollozó-¡Marcus se está muriendo!
              Regina permaneció imperturbable al escuchar aquella noticia. No sentía la menor compasión hacia aquel hombre. Pero era obvio que Kate sí sentía pena por él. Se preguntó qué era lo que pensaba hacer su sobrina.
-Marcus quiere vernos-le contó-A mí...Y a las niñas...
-¿Qué es lo que quiere?-se indignó Regina.
-Tía, por favor. ¡Se está muriendo! No puedo negarle que vea a nuestras hijas. ¡Es su padre!
-Katie, eres libre de hacer lo que quieras. Pero no voy a permitir que ese malnacido os vuelva a hacer daño.
               Kate se puso de pie.
               Bajó por la escalera. Tenía que hablar con Anne y con Melanie. Debía de contarles que su padre estaba enfermo.
               Se preguntó cómo reaccionarían. Encontró a sus hijas en el salón. Se disponían a entrar en el comedor para desayunar. Kate las abordó.
-Tengo que daros una noticia-dijo.
                Suspiró hondo antes de proseguir. No supo bien cómo las palabras lograron salir de su boca.
-Vuestro padre está muy enfermo-anunció.
-¿Cómo?-se extrañó Melanie.
               Kate se dejó caer en una silla. Se sentía demasiado cansada como para seguir hablando. Le dolía la cabeza de tanto pensar. Sir Marcus estaba enfermo.

                 Aquella misma tarde, Kate y sus hijas acudieron a la taberna. Regina decidió acompañarlas. Lo último que quería era dejar a Kate a solas con aquel hombre. Al entrar en la habitación de sir Marcus, a Regina se le cayó el alma a los pies. El hombre que yacía en aquella cama no se parecía en nada al hombre que había hecho llorar en demasiadas ocasiones a su sobrina.
-Katie...-susurró sir Marcus-Has venido. ¿Dónde están mis hijas?
-Estamos aquí, padre-contestó Melanie.
-Acercaos-les pidió sir Marcus-Quiero veros.
              Melanie se quedó de piedra al verle. Su padre estaba muy pálido. Lo veía mucho más flaco que cuando fue a verlas hace unos días. Le costó trabajo reconocerle. El médico ayudó a sir Marcus a incorporarse. Le costaba mucho trabajo respirar. Anne estaba asustada. Era la primera vez que veía tan de cerca a una persona enferma. Los ojos de Kate se llenaron de lágrimas. Aquel hombre era una especie de esqueleto andante. No se parecía en nada al hombre que la enamoró.
-Ya falta poco-dijo sir Marcus con apenas un hilo de voz-Pronto...Me habré ido.
-¿Qué es lo que tienes?-inquirió Melanie.
               Es la mala vida, pensó sir Marcus. El no haber podido ser feliz nunca. El no haber hecho feliz a la única mujer que me ha querido de verdad. Kate también se acercó a su cama. Le cogió la mano. Regina optó por no decir nada. El hombre que más había odiado a lo largo de su vida se estaba muriendo. No sintió alegría al verle agonizar. Lo único que sintió fue una profunda lástima. Sir Marcus había echado a perder su vida por culpa de su egoísmo. De haber sido otro hombre, habría luchado por ser feliz al lado de Kate. Pero sir Marcus sólo había pensado en sí mismo.
-¿Por qué?-le preguntó Kate a su marido-¿Por qué nunca me quisiste? ¿Por qué me hiciste tanto daño?
                 El cabello de la mujer amenazaba con soltarse de su holgado moño. Sus ojos de color verde estaban llenos de lágrimas. Parecía un fantasma de la joven animada que sir Marcus conoció años antes. Se llevó la mano de Kate a los labios.
                Aún poseía la silueta de una joven. Aún seguía siendo muy hermosa.
-Te hice daño-respondió sir Marcus-Y te pido perdón por ello.
-No has respondido a la pregunta que acaba de hacerte mi madre-le recriminó Melanie.
-Lo único que quería era dinero. Mis acreedores me perseguían. He estado en Newgate preso. La cárcel es horrible cuando se ha crecido rodeado de todos los lujos. Mi padre era un hombre serio y estricto. Yo, por el contrario, sólo buscaba el placer.
-¿Te casaste conmigo sólo por mi dinero?-inquirió Kate con la voz ahogada.
              Aún así, no quiso soltar la mano que sir Marcus sujetaba. Di que es mentira, rezó en silencio.
-Me fijé en ti porque tenías veinticinco años y estabas desesperada-contestó el hombre-Querías casarte. Y pensé que podía engatusarte. Para mí, el matrimonio era la única manera que tenía de evitar la cárcel. Pensé en seguir con mi vida una vez casado contigo. Nunca te amé, Katie.
-¡Miserable!-gruñó Regina.
               Kate cerró los ojos. La brutal confesión de sir Marcus la despertó a la realidad. Su marido nunca había estado enamorado de ella. Sintió cómo un puñal se clavaba en el corazón. Pero, curiosamente, no sentía dolor alguno. De alguna manera, sospechaba que sir Marcus nunca la había amado. Que su tía Regina tenía razón cuando le decía que sólo la quería por su dote elevada.
               Kate no había querido hacerle caso. Había optado por cerrar los ojos. Por creer que sir Marcus sí estaba realmente enamorado de ella. Una lágrima se deslizó por su mejilla.
-En ese caso, tampoco nos has querido-le reprochó Melanie a su padre.
-Os quiero, hija-afirmó sir Marcus-Os quiero a vosotras dos. A Annie y a ti, Melly. Y a Katie...Vuestra madre...He llegado a admirarla.
           


-Yo no quiero tu admiración, Marcus-le replicó Kate-Yo sólo quería tu amor. Sólo quería que me correspondieras. ¿Por qué no fuiste capaz de corresponder al amor tan grande que te profesaba?
               Varios mechones de cabello rojo se escaparon del moño de la mujer. Parpadeó con sus oscuras y largas pestañas. Sir Marcus besó la mano de Kate. Ella no quería seguir mirándole.
-Perdóname, Katie-le rogó el hombre-Perdóname por todo el daño que te he hecho. Sé que no me lo merezco. Te abandoné. No sólo una...Te he abandonado en demasiadas ocasiones. Me he perdido la infancia de nuestras hijas. Por favor...
-Te perdono, Marcus-le interrumpió Kate-Te perdono. Perdono que nunca me hayas amado.
-Gracias...
                Melanie se puso tensa. Su padre empezó a toser. No podía parar. Anne se colocó detrás de su hermana. Tenía mucho miedo. De pronto, sir Marcus notó una presencia en la habitación.
-Peter...-susurró-Hijo...Estás ahí. ¡Te estoy viendo!
               Las cuatro mujeres que habían ido a verle sabían de quién estaba hablando. Un sollozo se escapó de la garganta de Kate.
                Melanie sintió cómo las lágrimas caían sin control sobre sus mejillas. Sabía que su padre estaba agonizando. Estaba viendo a Peter. No le quedaba mucho tiempo de vida. Había pasado toda su vida odiando a aquel hombre. Era la hora de pasar página.
-Yo también te perdono, padre-dijo Melanie.

miércoles, 3 de julio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Berkley Manor, seremos testigos de una muy interesante conversación entre Melanie y Victoria.

-¡Aún no me puedo creer lo que he hecho!-exclamó Victoria-¿Crees que me he vuelto loca? ¡Oh, Cielos! ¿Qué va a pensar el doctor Prince de mí?
-Por lo que me has contado, parece que el gallardo doctor está loco por ti-observó Melanie.
-Eso es lo que pienso. Pero podría estar equivocándome. Aunque...
                Aquella tarde, Victoria fue a ver a Melanie. Las dos estaban en la habitación de la segunda.
-A lo mejor, tus sentimientos son correspondidos-le aseguró Melanie a su amiga-A lo mejor, el doctor Prince también te quiere.
                  El amor es así, pensó Victoria. Te vuelve egoísta.
-¿Has sabido algo de Ellie?-le preguntó Melanie.
                  Victoria negó con la cabeza. Ya habían pasado casi dos días desde que Eleanor y Justin se fugaran juntos.
-Aún es un poco pronto-respondió Victoria-Pero mi hermana no tardará en escribirme. Lo malo es que tendré que quemar la carta.
-Estoy segura de que estará bien-le aseguró Melanie.
-Eso espero. ¡Ojala Ellie y Justin sean felices! Se lo merecen.
              Lady Christine y lord Duncan habían reaccionado con frialdad a la huida de Eleanor. Dieron por sentado que Victoria sabía algo. Pero no quisieron interrogarla. Tenían suficiente con sus problemas. Lady Christine le dijo a Victoria que le escribiría una carta a sus padres contándoselo todo. La joven no dijo nada. Se imaginaba lo que ocurriría en su casa. Su padre se encerraría en su despacho a emborracharse. Y su madre sufriría un ataque de nervios. Sus hermanos regresarían gritando y lanzando maldiciones.
-¿Y qué me dices de ti?-le preguntó a Melanie.
-El otro día, mi padre se presentó aquí-respondió la muchacha.
-¿Tuvo la osadía de venir a verte?
-Le dije a la cara todo lo que pensaba de él.



-Hiciste bien. ¿Con qué derecho ha vuelto? ¿Quién se cree que es?
              Melanie se sintió orgullosa de sí misma. Tuvo la sensación de que había hecho lo correcto.
-No quiero volver a verle-afirmó la muchacha.
               Desde aquel día, sentía una extraña sensación dentro de su pecho.
-No quiero saber nada de él-prosiguió-Nos ha hecho demasiado daño. Le ha destrozado la vida a mi madre. No puedo quererle.
-Pero sí puedes perdonarle-opinó Victoria-Aunque yo no soy quién para aconsejarte. La decisión final la tienes que tomar tú. No yo...
                Melanie asintió. Una persona no podía vivir con rencor durante el resto de su vida. Tenía que perdonar a su padre. Pero no podía perdonarle. Sentía demasiado odio hacia él. Odio que se acentuaba cada vez que recordaba a su madre a punto de morir tras sufrir aquel aborto. ¿Dónde había estado metido sir Marcus mientras Kate se debatía entre la vida y la muerte tras perder el hijo que habían engendrado ambos? ¿Dónde había estado sir Marcus?
              Me siento mucho mejor, pensó Melanie.
-No sé si podré perdonarle algún día todo el daño que nos ha hecho-admitió la muchacha-Annie ha crecido sin su padre. Es feliz.
-Te diré una cosa-dijo Victoria-Tu madre puede perdonarle. Pero no debe dejar bajo ningún concepto que vuelva a vivir con vosotras.
-Me sorprende oírte hablar así. ¿Y qué pasa con el escándalo?
-Al escándalo se sobrevive. Si eres fuerte, nada te puede hacer daño. Si eres débil, la gente se cebará contigo.
                  Melanie pensó que Victoria tenía razón.
-Todo lo que he vivido en Berkley Manor me ha hecho ser más fuerte-se sinceró con su amiga-Jamás habría podido decirle a mi padre todo lo que pienso de él. Me asiento mucho mejor desde entonces.
                  Victoria suspiró. De alguna manera, pensó, un ciclo estaba llegando a su fin. Eleanor se había ido finalmente con Justin. A ella le esperaba un largo camino en su relación con el doctor Prince. Y veía a Melanie mucho más fuerte que cuando llegó a Berkley Manor. Los duques de Berkley querían seguir adelante con sus vidas. Los criados, por su parte, guardaban silencio. Antes o después, el luto acabaría. Y podrían volver a cantar. Y a hablar en voz alta. Todo irá bien a partir de ahora, pensó Victoria.
-Tengo que irme-le dijo a Melanie.
-¿Vas a regresar a Berkley Manor?-indagó su amiga.
-A hacer las maletas. Lady Christine piensa que debería de volver a casa. Para acompañar a mis padres en su dolor, como ella dice. No creo que echen de menos a Ellie.
-¡Oh, Vicky! No digas eso.
-Es la verdad. Sólo les interesan las apariencias. Estoy cansada de las apariencias.

martes, 2 de julio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Berkley Manor, Victoria será la protagonista absoluta y veremos las consecuencias de la huida de Eleanor y de Justin.
Por cierto, hoy volveremos a saber del doctor Prince.

                 La doncella encargada de atender a Eleanor fue la que dio la voz de alarma.
-¡La señorita Derrick no está!-gritó la doncella asustada.
                  Iba corriendo por el largo pasillo. Victoria permanecía encerrada en su habitación. Había oído cómo su hermana salía de su habitación en mitad de la noche. Y había decidido no delatarla.
                  La doncella que se encargaba de atender a Victoria entró en aquel momento en su habitación.
-¿Qué ocurre?-preguntó la chica, haciéndose la tonta-¿Por qué está gritando la doncella de su hermana?
-¡Señorita!-se dolió la criada-Su hermana...¡Se ha ido!
-¿Cómo?
-No está. ¡Se ha marchado!
                 Victoria se dijo así misma que tenía que parecer sorprendida por la noticia. Pensó que, posiblemente, Eleanor y Justin ya no estarían en la isla. Eleanor había hablado de ir a Gretna Green. Sin duda, se casarían allí. Sabía Dios lo que ocurriría después con ellos. La doncella estaba tan asustada que no se había dado cuenta de que Victoria llevaba puesta la misma ropa que había llevado durante la cena la noche antes. La chica había optado por no acostarse. Sabía que no podría conciliar el sueño aquella noche.
-A lo mejor, ha vuelto a casa-sugirió Victoria.
-¡Señorita!-se inquietó la doncella-Su cochero tampoco está.
               Es normal que no esté, pensó Victoria. Eleanor y Justin se han ido juntos. Con un poco de suerte, lograrán llegar a Gretna Green. Se casarán. Y tratarán de ser felices.
-Lo cual confirma mi teoría de que Eleanor ha vuelto a casa-insistió Victoria-No tiene de qué preocuparse.



                   La joven estaba muy nerviosa. Sus manos se retorcían. La doncella se fijó en que Victoria se había puesto muy pálida. La chica se puso de pie. Empezó a pasearse de un lado a otro de la habitación. El sonido de unos golpes en la puerta principal la sobresaltaron.
-Será mejor que baje-decidió Victoria.
-¿No se va a cambiar de ropa?-se escandalizó la doncella.
-Llevo la ropa limpia. No entiendo esta manía de cambiarse de ropa cada dos por tres. ¡Es como vivir en mi casa! A lo mejor...¡Es Ellie! Habrá vuelto por algo.
-Pero...
                   Victoria salió de la habitación. Oyó el llanto de una criada que procedía de la cocina. ¿Por quién estará llorando?, se preguntó Victoria. ¿Estará llorando por mi hermana? ¿O estará llorando por el pequeño Toby? Nunca lo sabré.
                    El corazón de Victoria se detuvo al llegar al recibidor. Reconoció la figura que estaba en el umbral de la puerta principal.
-Doctor Prince...-saludó.
-Señorita Derrick...-dijo el hombre-Es un placer volver a verla.
                Se acercó a Victoria, le cogió la mano y se la besó con galantería.

                 Estaban sentados en el comedor. Dieron cuenta cada uno de una taza de café. Victoria mordisqueaba sin ganas una galleta. Las elegantes manos del doctor Prince sabían sujetar una taza de porcelana, observó Victoria.
-Percibo un ambiente bastante inquieto esta mañana-observó el doctor Prince-¿Ha pasado algo?
-Mi hermana se ha ido-contestó Victoria.
-La veo muy tranquila.
-Tengo motivos para estar tranquila, doctor Prince. Sé que mi hermana está bien. Está con un joven que la quiere mucho.
-Una fuga por amor...¡Muy romántico!
-Sí...
                Victoria se puso roja. El doctor Prince no había conocido a muchas pelirrojas a lo largo de su vida. Todas aquellas pelirrojas habían sido pacientes suyas. A ninguna pelirroja le sentaba bien el rubor. En cambio, cuando Victoria se ruborizó, el doctor Prince pensó que era lo más adorable que jamás había visto. Luego, se echó en cara así mismo el haber tenido aquel pensamiento.



                     Al ver que era Jake el que estaba en la puerta, Victoria se disculpó con él. Subió a toda prisa a su habitación. Se cambió de vestido. Se había decantado por un vestido de color verde que hacía juego con sus ojos. De pronto, tuvo la sensación de que todos sus vestidos eran de corte infantil.
                  Se había lavado. Se había perfumado. La doncella había cepillado su pelo. Se lo había recogido en un moño. Victoria quería pensar que estaba ofreciendo una imagen más adulta de su persona a los ojos del doctor Prince. Su corazón latía a gran velocidad. Se sobresaltó cuando, al coger una galleta del plato, su mano rozó la mano del doctor Prince.
-Discúlpeme-se excusó el hombre.
-¿Por qué tiene que disculparse?-le sonrió Victoria.
-Porque puede que la esté molestando.
-No me está molestando en absoluto, doctor. Estoy algo preocupada por la suerte de mi hermana. Se ha enamorado de un joven que no corresponde a su misma clase social. Me temo que no lo van a tener nada fácil de ahora en adelante.
-¿En serio piensa que el dinero lo es todo en esta vida, señorita Derrick?
                 Victoria guardó silencio. Negó con la cabeza de un modo casi imperceptible. Se daba cuenta de que las enseñanzas de su institutriz no servían de nada. El dinero no proporcionaba la felicidad. Sus padres eran un buen ejemplo de ello.
-Ya no sé qué pensar-admitió Victoria.
-El amor tiene que ser lo principal en esta vida-le aseguró Jake-Sin amor, no somos nada. Seríamos seres inanimados. No tendríamos alma.
             Victoria rozó con su mano la mano del doctor Prince.
-Eso no es lo que dice mi institutriz-le contó-Ella piensa que Ellie y yo deberíamos de aspirar a casarnos con hombres que tengan un título. Mucho dinero...Tierras...
-Su hermana no comparte esa misma opinión-le recordó Jake-Puede parecer idealista. Pero creo que es mucho más realista de lo que usted piensa, señorita Derrick.
                Victoria se dijo que el doctor Prince tenía razón. Eleanor había sido muy valiente. Se había enfrentado a los convencionalismos sociales. Se había enamorado de Justin. Había luchado valientemente por aquel amor. Se había enfrentado a ella. Quería enfrentarse al resto del mundo por amor a Justin. ¿Conseguiría ser feliz? Victoria ponía la mano en el fuego por su hermana. Eleanor era mucho más fuerte que ella.
-¿Por qué ha venido, doctor Prince?-quiso saber.
-La verdad es que he venido a verla-contestó Jake-A verla a usted, señorita Derrick. Quería saber cómo estaba.
-Estoy bien.
-Celebro mucho saberlo. La verdad es que no podía quitármela de la cabeza. Su imagen...Digo. No sé qué estoy diciendo.
                  Victoria sonrió para sus adentros. Percibía en el doctor Prince la misma tormenta de sentimientos que le estaba pasando a ella. Debe de sentir algo por mí, pensó Victoria. Su corazón empezó a latir alocadamente dentro de su pecho.
-Me tengo que ir-anunció el doctor Prince.
               Se puso de pie. Victoria lo imitó. Fue con él hasta el recibidor.
-Muchas gracias por venir a verme-le dijo la joven.
               La sonrisa que le dedicó Jake derritió el corazón de Victoria. Supo que estaba ante el hombre de su vida. El hombre por el que haría cualquier cosa. Tiene que ser amor, pensó Victoria.
               Rodeó con sus brazos el cuello de Jake. Pegó su boca a la boca de él.
               

lunes, 1 de julio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Se acerca ya el final de Berkley Manor. 
En el fragmento de hoy, veremos lo que le ocurre a la otra pareja de la historia, a Eleanor y a Justin. Los dos están a punto de dar un paso que cambiará sus vidas para siempre.

-¿En serio te vas?-le preguntó Victoria a su hermana.
                Ella y Eleanor estaban dando un paseo por el jardín.
-Entiendo que te cueste trabajo comprenderme-suspiró Eleanor.
-Lo que me pasa es que tengo miedo-admitió Victoria-Tengo miedo de que acabes siendo una desgraciada.
-Justin y yo vamos a estar juntos.
                La idea de huir con Justin le era muy tentadora a Eleanor.
-¿Qué vais a hacer?-quiso saber Victoria-¿Qué va a ser de vosotros?
-Justin buscará un trabajo-le contestó Eleanor-Soy consciente de que mi vida va a cambiar por completo. Que no va a ser como ha sido hasta ahora. ¡Pero no me importa!
                La sonrisa que lucía Eleanor era radiante. Victoria pensó que nunca antes había visto tan feliz a su hermana. Eleanor tenía los ojos brillantes.
-¿Lo has pensado bien?-inquirió Victoria-¿Lo tienes ya decidido?
                Eleanor asintió. Llevaba mucho tiempo meditando aquella idea. ¡Sería la escapada perfecta! Justin y ella estaban lejos de sus padres. Confiaba en la discreción de Victoria. Su hermana no podía fallarle. La necesitaba más que nunca.
-¿Y cuándo pensáis iros?-indagó la chica.
-Esta noche...-contestó Eleanor-Te ruego que no nos delates.
             Victoria asintió. No pensaba delatar a Eleanor. Su hermana podía estar tranquila en aquel aspecto. La mente de Victoria voló hasta el doctor Jake Prince. ¿Cuándo volvería a verle? Pensó que ella era demasiado joven para él. ¿Podía decir que se estaba enamorando de aquel hombre? ¡Era absurdo! ¡Si apenas había hablado con él!



                     Victoria bajó la vista.
-¡Sabía que podía contar contigo!-exclamó Eleanor.
                  Abrazó con cariño a su hermana.
-Rezaré mucho por vosotros-le prometió Victoria-Por Justin y por ti...Para que seáis muy felices.
-Estaremos juntos-le recordó Eleanor-¿Cómo no vamos a ser felices?

                 La mansión estaba sumida en el más profundo silencio. Todo el mundo dormía en sus respectivas habitaciones. Justin abandonó sin hacer ruido el sótano donde dormía junto con otros miembros de la servidumbre. Había hecho un hato con sus escasas pertenencias. No quiso ni pensar en lo que estaba haciendo. Le parecía una locura.
               Salió al jardín. Era una noche en la que no brillaba la Luna en lo alto del cielo. Ni siquiera podían verse las estrellas. Es un mal presagio, pensó Justin. Dirigió su vista hacia la fachada de la mansión. Sumida en la oscuridad, Berkley Manor daba miedo. Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Justin. Pensó en salir corriendo de allí. Pero no podía abandonar a Eleanor. Permaneció de pie en el jardín esperándola.
               Oyó a lo lejos las campanas de la Iglesia Vieja de San Bonifacio dando las doce de la noche.
               En aquel momento, la puerta principal de la mansión se abrió. Justin vio a una figura embutida en una capa negra corriendo hasta donde estaba él. Llevaba dos maletas, una en cada mano.
-¡Justin!-le llamó.
                 El aludido respiró aliviado.
                 Reconoció aquella figura. Reconoció aquella voz.
                 Era Eleanor.



                    La joven fue corriendo hasta donde estaba él. Dejó caer las maletas al suelo al llegar a su altura. Se arrojó en sus brazos abrazándole. Besándole.
-Nadie me ha visto-le contó.
-Vamos hasta el embarcadero-la animó Justin-Saldremos de esta isla. Iremos a cualquier parte. Donde no nos conozca nadie.
-Vayamos a Gretna Green. Nos casaremos en la Iglesia que hay allí.
                Eleanor y Justin se fundieron en un beso lleno de pasión. El futuro se abría ante ellos esperanzador. Estarían siempre juntos. Nada ni nadie les separaría. Eleanor no podía creerse la suerte que había tenido. Sonrió al imaginar su vida al lado de Justin.
-Vámonos-la instó el joven.
               Eleanor cogió las maletas. Pero Justin se hizo cargo de ellas.
               Se había encargado de robarle las llaves al ama de llaves.
               Buscó la llave de la verja de entrada al jardín. Eleanor miraba nerviosa en dirección a la mansión.
               El miedo se apoderó de ella. ¿Y si alguien se despertaba? ¿Y si alguien se daba cuenta de que no estaba en su habitación? ¿Y si alguien echaba en falta a Justin? Entonces, la puerta de la verja se abrió. Ella y Justin salieron del jardín. Empezaron a caminar.
                Se alejaron para siempre de Berkley Manor.