viernes, 29 de noviembre de 2013

EL ÁNIMA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de El ánima. 
Hoy, la cosa sigue animándose cada vez más. ¡Os invito a que lo descubráis!

                      Al día siguiente, Anne se sintió con fuerzas para levantarse de la cama.
-Estoy harta de estar aquí encerrada-le dijo a su tía Lucy-Quiero levantarme. Y quiero salir a la calle.
                       Sentía su cuerpo dolorido. Pero era a consecuencia de la fiebre y de la debilidad que aún persistía. Pero Anne sentía cómo las fuerzas iban volviendo poco a poco a ella.
                         Ellen se sintió feliz cuando vio salir a su prima de la habitación. Se acercó a ella y le dio un cariñoso abrazo. Aceptó con ella salir a dar un paseo y escuchó por enésima vez a Anne hablar de Tristán. Ellen se preguntó si Gilbert ya se habría reencarnado en Tristán. Y si volvería a la isla para cumplir su promesa de casarse con Anne.
                        Anne se había puesto un vestido de color amarillo que hacía juego con sus rizos de color rojizo. El pelo lo llevaba suelto. Ellen vio cómo las mejillas de Anne volvían a estar sonrosadas. Hacía mucho que no la veía tan radiante. Tan llena de vida...
-Estoy enamorada-le dijo Anne-Y estoy llena de alegría. Tristán volverá a casa. Y tú confías en mí. ¿Verdad que sí? Me crees.
-Por supuesto que te creo-le aseguró Ellen.
-Entonces, nada importa. Excepto que Tristán regrese pronto a casa.
                    De pronto, en la distancia, Ellen y Anne vieron una figura.
                     Se trataba de la figura de un hombre.
-¿Qué ocurre, Annie?-le preguntó Ellen a su prima-Te has puesto blanca.
-Ellie...-susurró Anne-Él...Él...
                         El hombre se fue acercando poco a poco adonde estaban ellas. El corazón de Anne dio un vuelco al reconocer aquella figura masculina. En cambio, el corazón de Ellen pareció detenerse. Gilbert ha cumplido su promesa, pensó. Anne volvía a ser feliz.
-¡Tristán!-exclamó la joven, llena de alegría-¡Tristán!
                   Su sueño se había hecho realidad. Había sentido a su prometido. Sabía que estaba vivo en algún lugar. Y, al final, había vuelto a ella. Anne sentía cómo las lágrimas caían sin control por sus mejillas.
                    Gilbert vio cómo Anne rodeaba su cintura con las manos y cómo hundía su rostro en su pecho. A lo lejos, vio la figura de Ellen. ¡Qué hermosa estaba!, pensó. Se dijo así mismo que debía de sentir amor por la joven que tenía delante de él y se obligó así mismo a acariciar sus cabellos con las manos.
-Mi amado Tristán...-sollozó Anne-¡Has vuelto!
-¿Acaso lo dudabas?-le sonrió él.
-Me dijeron que habías muerto. ¡Pero no me lo creí! En mi corazón, yo sabía que estabas vivo. ¡No estoy loca!
-Te dije que volvería, Annie. Y he cumplido mi promesa.
                        La joven permaneció abrazada a Tristán durante un largo rato sin ser consciente de que él no estaba pendiente de ella, sino de Ellen. Fue el propio Tristán el que puso fin a aquel abrazo.
-Hay una persona que está deseando verte-le dijo Anne mientras le llevaba junto a Ellen.
                       No se percató del rostro desencajado de su prima. No se fijó en cómo su prometido la estaba mirando.
-Ellen, mira-le dijo-Tristán ha vuelto a casa.
-Bienvenido...-susurró Ellen.
                    Sentía un nudo oprimiendo su garganta. No podía apenas articular palabra. Tristán y Anne iban cogidos de la mano, pero el joven se soltó para dirigirse a ella. Entonces, Ellen le dio un beso muy fuerte en la mejilla. Lo besó también en la otra mejilla.
-Tía Lucy tiene que saberlo-afirmó Anne-¡No veo la hora de decírselo! ¡Vamos!



miércoles, 27 de noviembre de 2013

"AMOR AMARGO" YA PUEDE LEERSE EN PUBLIZE

Hola a todos.
Después de que hace dos días me decidiera a subir uno de mis relatos, Volverte a ver, a publize.com, he decidido dar otro paso.
Amor amargo es una idea que empezó a gestarse en mi cabeza. La subí a este blog sin apenas desarrollarla y la retiré a la espera de que se me ocurriera algo. Luego, la historia nació y los personajes tuvieron un nombre. De modo que volví a subirla y no paré hasta que la hube terminado.
Amor amargo es un cuento. Un cuento romántico y de época...Estamos en la isla de Tambo, en Pontevedra, a finales del siglo XVIII. La vida de dos hermanas radicalmente opuestas (la impulsiva Sara y la sensata Olga) se ve truncada cuando un accidente deja paralítica a Sara. Olga decide cuidar de ella siempre, pero el amor, encarnado en la figura del médico que atiende a Sara, aparece en la vida de Olga. ¿Qué pasará?
Publize.com es una red social donde puedes subir relatos, leer otros relatos escritos por escritores como tú y compartirlos.
Estoy muy contenta de poder subir allí mis relatos.
Por eso, me he decidido a subir Amor amargo a publize.com.
He querido anunciarlo en este blog porque es aquí donde vio la luz mi relato. Os agradezco vuestras palabras opinando y dándome aliento.
Éste es el link donde podéis leerlo:

http://www.publize.com/amor-amargo/

No descarto la idea de que vea la luz en Wattpad mejor revisado y más extendido. Pero todo se andará.
Muchas gracias por estar ahí. Por leerme. Por comentar.

martes, 26 de noviembre de 2013

EL ÁNIMA

Hola a todos.
Hoy, he podido avanzar un poco más en este relato. Ayuda mucho el hecho de que está lloviendo en mi ciudad y eso me está ayudando a avanzar, al no poder salir a la calle. Además, estoy con la gripe, pero, por suerte, no tengo fiebre, de modo que, aunque esté tosiendo mucho, puedo trabajar.

                       Era uno de esos extraños días en los que amanecía soleado. Ellen se inclinó sobre Anne y depositó un beso sobre su frente. La enferma estaba despierta. Le dedicó una sonrisa a su prima.
                       Ellen pensó que hacía mucho que no veía tan animada a su prima. Anne hablaba ya de levantarse de la cama. Pero tanto el médico como sus tíos se lo tenían prohibido. En su opinión, Anne debía de recuperar fuerzas antes de levantarse de la cama.
-Tengo que darte una sorpresa-afirmó Ellen.
-¿De qué se trata?-inquirió Anne.
-Es sobre Tristán.
                     Al escuchar el nombre de su prometido, el rostro de Anne se iluminó. Se sentó en la cama. Ellen estaba sentada a su lado en la cama. Vio la ansiedad reflejada en el rostro de su prima. Pensó en cómo le iba a contar que Tristán iba a regresar. Gilbert le había prometido que se reencarnaría en el cuerpo del prometido de su prima. Ignoraba el tiempo que tardaría en reencarnarse.
                     Le cogió las manos a Anne.
-Yo sí te creo cuando dices que está vivo-afirmó Ellen-Anoche, soñé con Tristán. Soñé que venía a buscarte.
-¡Entonces, es cierto!-exclamó Anne, dichosa.
-Tristán está vivo, prima.
                     Los ojos de Anne se llenaron de lágrimas de alegría. En su fuero interno, siempre rechazó que Tristán estuviera muerto. ¿Cómo iba a morir si ella le estaba esperando? Tristán volvería y se casarían.



-No estoy loca-le aseguró a Ellen-De verdad, no estoy loca.
-Te creo, Annie. Te creo.
                     Ellen guardó silencio. Pensó en Gilbert. Iba a renunciar a él por el bien de Anne. Se dijo así misma que había cometido un terrible error. Se había enamorado de un ser que no existía. De un ánima...De alguien que ya estaba muerto. Gilbert se reencarnaría en el cuerpo de Tristán. Éste volvería a casa y se casaría con Anne. Los momentos vividos al lado de Gilbert quedarían en el olvido. Es una locura, pensó Ellen. Fue una locura desde el principio.
                     Besó a Anne en la mejilla. Le dedicó una sonrisa cómplice. Lo importante era que Anne fuera feliz.
-Tengo que ponerme bien-afirmó su prima-Tristán me prometió que nos casaríamos nada más regresar. ¡Y yo no veo la hora de convertirme en su esposa!

lunes, 25 de noviembre de 2013

EL ÁNIMA

Hola a todos.
Siguiendo el consejo que me ha dado nuestro buen amigo EldanY, aquí os traigo un nuevo fragmento de El ánima. 
Veremos cómo Gilbert busca la forma de poder estar al lado de Ellen.

-¿Por qué Annie puede verte?-le preguntó Ellen a Gilbert-¿Qué has hecho?
-Tu prima ha estado a punto de morir-respondió el joven-Yo sabía que su muerte te destrozaría. He aliviado su dolor.
                       Los dos estaban a orillas del lago. Era ya noche cerrada. Muchas preguntas pasaban por la cabeza de Ellen. Sí podía sentir la cercanía de Gilbert.
                        Anne estaba profundamente dormida y Lucy la había enviado a acostarse. Pero Ellen no podía permanecer en su habitación. Se envolvió en una capa de color oscuro y abandonó la casa por la puerta de la cocina. Al llegar a la orilla del lago, supo que Gilbert estaba allí esperándola.
-¿Tristán está vivo?-le interrogó.
-Es posible-contestó Gilbert.
                        Ellen deseó preguntarle qué quería decir con eso de que era posible. ¿Acaso Tristán estaba vivo? En ocasiones, tenía la sensación de que no entendía a Gilbert cuando éste le hablaba. Le fulminó con la mirada.
-¿Dónde está Tristán?-le preguntó a Gilbert-¿Sabes acaso algo de él?
-No sé nada de él-respondió el joven.
-¡Se supone que lo tienes que saber todo! ¡Estás muerto, maldita sea!
-Pero no lo sé todo. Donde yo estoy, oigo toda clase de comentarios. Pero no puedo saber si lo que se dice es verdad. O si es mentira.
                    Alzó la mano para acariciar con ella la mejilla de Ellen.
                 


                  Sí podía verle. Era increíblemente apuesto. Era alto. Podía ver su cabello negro. Podía ver sus ojos, que eran del mismo color negro que su pelo. Pudo sentir cómo Gilbert se llevaba su mano a los labios para besársela. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
-¿Cuándo podrás hacerte de carne?-inquirió Ellen.
                    Gilbert la besó en una mejilla.
-Pronto...-contestó el joven.
                     Ellen pensó en Tristán. Si el prometido de Anne regresaba vivo del frente, la enfermedad que sufría su prima se curaría. Volvería a ser la joven alocada que Ellen tanto admiraba. Por Anne, la joven estaba dispuesta a hacer cualquier sacrificio. Incluso, renunciar a Gilbert.
-Busca a Tristán-le pidió-Si está vivo, usa su cuerpo para volver a la vida. Y ven aquí.
-Vendré para llevarte conmigo-le prometió Gilbert.
-No...Ven convertido en Tristán. Y cásate con Anne. Hazla feliz.
                   Aquella petición dejó mudo a Gilbert.
-¿Me estás pidiendo que me reencarne en el prometido de tu prima?-inquirió una vez superada la sorpresa inicial.
                     Ellen asintió moviendo la cabeza y sus ojos reflejaron tanto esperanza por su prima como dolor. Sentía un inmenso dolor al renunciar a Gilbert. Pero lo hacía por el bien de Anne.
                    Se sentó sobre la hierba. Contempló el horizonte con la mirada perdida y pensó que el volver a ver a Tristán alegraría a Anne.
-No puedo hacer eso, Ellie-se lamentó Gilbert-Puedo reencarnarme en otro cuerpo. Nunca lo he hecho. Pero podría intentarlo. Sin embargo, esa persona dejaría de existir como tal. Sus recuerdos serían borrados. Mis recuerdos y mi vida ocuparían ese lugar. Si me reencarno en Tristán, no podría amar a tu prima.
-¡Pues deberías de hacer un esfuerzo!-le exigió Ellen-Tristán es lo mejor que le ha pasado a Annie. Ha sufrido mucho por culpa del canalla de mi tío.
                      Gilbert la contempló con gesto dolorido. Amaba a Ellen desde que le alcanzaba la memoria. Y ella también recordaba los momentos que habían pasado juntos. Unos momentos que su memoria actual había querido borrar. Se sentó a su lado y contempló sus llorosos ojos. Ellen sentía cómo algo se desgarraba en su interior.
-Me estás pidiendo demasiado-afirmó Gilbert-Me estás pidiendo que renuncie a ti. Y no puedo hacer eso.
-Ya te lo he dicho antes-le recordó Ellen-¡Esfuérzate!
-Puedo reencarnarme en ese joven. Es cierto.
-Entonces, hazlo.
-Lo haré sólo porque tú me lo pides. Pero no me pidas que me enamore de Anne. No podría hacerlo. Yo volvería a la vida convertido en Tristán. Pero...Lo otro...Eso no...
                      Gilbert meneó la cabeza en señal de negación. Sabía que otras ánimas se habían reencarnado en cuerpos moribundos y los habían hecho volver a la vida. En un primer momento, todo era alegría. Sin embargo, después, de la alegría se pasaba a la decepción. Porque los cuerpos reencarnados no daban muestras de reconocer a nadie de sus seres queridos. Podía buscar a Tristán. Podía usar su cuerpo para reencarnarse. Pero...¿Sería capaz de fingir amar a Anne?
-Si de verdad me amas, lo harás-afirmó Ellen de manera tajante-Dices amarme. Entonces, demuéstramelo.
                      Gilbert acabó asintiendo moviendo la cabeza. Aceptó hacer lo que le pedía Ellen. Lo hacía por ella. No lo hacía por Anne. Es sólo por Ellen, pensó Gilbert.
                       Se inclinó sobre ella y la besó con dulzura en la boca. Un beso que acabó tornándose apasionado. Al separarse, Gilbert se dio cuenta de que Ellen estaba llorando.

sábado, 23 de noviembre de 2013

¡NUEVO PREMIO PARA EL BLOG!

Hola a todos.
¡Hoy, estoy super contenta!
El motivo es muy sencillo. ¡Este blog ha recibido otro premio! Es el segundo premio que recibe. ¡Y estoy contentísima!
Se trata del Premio de Otoño.
Es éste:



Como todo premio que se precie, hay que cumplir una serie de requisitos a rajatabla.
NOMBRAR EL BLOG DE ORIGEN DE ESTE PREMIO: http://podemos-juntos.blogspot.com.es

NOMBRAR EL BLOG QUE TE OTORGA EL PREMIO: http://besandoaundesconocido.blogspot.com.es/

Os voy a hablar un poquito de este blog. Elisabeth Bennet es su administradora y es una amante, igual que una servidora, de la novela romántica de época.
En su blog "Seduciendo a un desconocido", Elisabeth está subiendo la interesante y romántica historia de amor que viven Margaret, una joven hija de un terrateniente, y William, el libertino conde de Norfolk. El Destino se encargará de unirles y hacer que descubran lo que es el amor verdadero. Os la recomiendo porque es muy interesante. Os sorprenderá gratamente.

-RESPONDER A ESTAS DOS PREGUNTAS:

-¿Qué es lo que más te gusta del otoño? Me gusta jugar con las hojas secas de los árboles. Empiezan a bajar las temperaturas y apetece taparse con las mantas y arrimarse junto a la estufa. Y tomar cosas calientes.
-¿Qué es lo que menos te gusta de un blog? Aún no he encontrado ni un sólo blog que no me haya gustado

NOMINA A LOS DIEZ ÚLTIMOS BLOGS QUE HAN PARTICIPADO EN EL TUYO.

Y los nominados son:

http://parabatai4ever.blogspot.com.es/
http://enamoradadelasletras.blogspot.com.es/
http://tamaravillanueva.blogspot.com.es/
http://relatosfantasiaelfos.blogspot.com.es/
http://romanceanna.blogspot.com.es/
http://claudia-elmundoalrededor.blogspot.com.es/
http://raecj.blogspot.com.es/
http://amigosdesabores.blogspot.com.es/
http://unpoquitodecasitodo.blogspot.com.es/
http://2mswhispers.blogspot.com.es/

Y esto es todo.
Desde aquí, quiero agradecerle de todo corazón a Elisabeth el haber tenido este hermoso detalle conmigo. ¡Muchas gracias por pensar en mí, Elisabeth!
Y a vosotros os aconsejo que os deis una vuelta por su blog y os enamoréis de Margaret Hamilton y del conde de Norfolk. ¡Una pareja realmente explosiva!

viernes, 22 de noviembre de 2013

EL ÁNIMA

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este trocito que he escrito de mi relato El ánima. 
He tenido este blog algo descuidado y os pido perdón por ello.
Mañana, me gustaría hacer una entrada compartiendo con vosotros una buenísima noticia que acabo de recibir.
Hoy, os traigo este trocito de El ánima. 
Veréis como Anne se está recuperando, pero nada volverá a ser igual.

                      Anne estuvo durmiendo hasta el mediodía del día siguiente. Cuando se despertó, Lucy comprobó aliviada que no tenía fiebre. Elevó una plegaria de agradecimiento. Ellen rompió a llorar de puro alivio.
                      Gilbert la ha curado, pensó Ellen con ternura. Gilbert le ha salvado la vida a mi prima.
-He visto a Tristán-le contó Anne a su prima.
                       El comentario pilló por sorpresa a Ellen. Lucy y ella intercambiaron una mirada cargada de interrogantes. Hasta donde Lucy sabía, su sobrina ya no tenía fiebre.
                      Ellen se preguntó si las fiebres le habían dejado alguna clase de secuelas a Anne.
-Es imposible-afirmó Lucy.
-He soñado con Tristán-contó Anne-Y lo he visto. Era muy real.
-Ha sido sólo un sueño-le aseguró Ellen.
-Posiblemente...Pero he sentido que Tristán estaba vivo.



                     Ellen se preguntó qué quería decir su prima con eso.
                   Anne hablaba con mucha seguridad.
-Tristán está muerto, querida-le recordó Lucy-¿Lo has olvidado?
                   Anne meneó la cabeza.
                   Siempre tuvo la sensación de que Tristán estaba vivo. Lo sentía en su corazón. No había visto su cadáver. Según el superior de Tristán, su prometido había muerto en combate. ¿Y si se habían equivocado? ¿Y si Tristán había caído en poder de los franceses? Lucy y Ellen estaban conmocionadas. Llegaron a la conclusión de que las fiebres que habían sufrido Anne habían afectado su razón. Lucy se apartó del lado de su sobrina y se acercó a la ventana. Las lágrimas rodaron por sus mejillas.
                  El último lugar del mundo en el que quería ver a Anne era en el manicomio de Bedlam.
-Yo siento que Tristán está vivo, tía Lucy-insistió la joven-Él va a volver. Cuando vuelva, nos casaremos. Me lo ha prometido. Y yo siempre le he creído.
-Sí, prima-susurró Ellen.
-Tú me crees. ¿Verdad que sí me crees, Ellie? Esperaré a que Tristán vuelva.
                  De pronto, Ellen sintió que había alguien a su lado. Pudo ver que Gilbert se acercaba a ella. Nadie más podía verle. Se sintió estúpida por haberse enamorado de un ánima. De alguien que ya no existía porque hacía mucho que había muerto. Anne vio cómo un hombre joven acariciaba con la mano el rubio cabello de su prima. Y lo vio también inclinarse hacia ella y depositar un beso sobre su sien.
-Le estoy viendo-afirmó Anne-Está cerca de ti, Ellie.
                     La joven se sobresaltó. ¿A qué se estaba refiriendo su prima?, se preguntó. Lucy frunció el ceño.
-¿Qué quieres decir, querida?-inquirió la mujer.
-Estoy viendo a Tristán, tía Lucy-contestó Anne-¿No lo ves? Está junto a Ellie.
-No hay nadie junto a Ellie. Estamos nosotras tres en la habitación. Annie, Tristán está muerto.
                   Ellen podía sentir a Gilbert a su lado. Podía sentir sus labios apoyados sobre su cabeza. ¿Cómo es que Anne podía también verle? ¿Y por qué se estaba refiriendo a él como Tristán?
-Lo entenderás todo más adelante-le susurró Gilbert-Pronto, seré carne. Y estaré a tu lado.
-Será mejor que descanses, prima-dijo Ellen-Duerme un poco.

viernes, 15 de noviembre de 2013

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo trocito de Un sabor agridulce. 
Lorenzo hablará a solas con María Elena.
Os pido perdón porque es bastante cortito.
Le dedico este fragmento a nuestro buen amigo EldanY. Aunque diga lo contrario, es un magnífico escritor y sus frases son siempre acertadas.

                        Fue a la tarde siguiente cuando Lorenzo pudo hablar con María Elena. Rosario los dejó solos a petición de la joven. Pero se quedó en el pasillo.
-Tú no tienes la culpa de lo que pasó-le dijo María Elena a su cuñado-La culpa la tuvo sólo Santiago. Fue él el que se buscó su propia perdición.
                      Lorenzo suspiró al comprender que su cuñada tenía razón.
-De haber sabido lo que estaba pasando-afirmó.
-¿Lo habrías denunciado a la Guardia Civil?-inquirió María Elena.
                       Lorenzo no supo qué contestar. María Elena guardó silencio. Lorenzo se habría estado debatiendo entre la lealtad a su hermano y hacer lo que estaba correcto.
-No sé el tiempo que me queda de vida-se lamentó María Elena.
-¡Bobadas!-le espetó Lorenzo-Tú no te vas a morir.
-Hablas igual que Rosario. Y también hablas igual que Cati. Ninguno de los tres quiere ver que me estoy muriendo. La tisis está acabando conmigo.
                       Lorenzo quiso darle un puñetazo a algo. No entendía el porqué María Elena parecía tan resignada a su suerte.
-¿Y qué dice el médico?-la interrogó su cuñado.
-No dice nada-contestó María Elena-Sólo me queda esperar. A veces, me cuesta tanto trabajo respirar que siento que me voy a morir. Además, no hay nada que me ate ya a la vida.



                        Lorenzo maldijo a su hermano en voz baja.
                        Santiago había destrozado a María Elena.
                       De pronto, un fuerte ataque de tos acometió a la joven. Lorenzo la ayudó a incorporarse. Le golpeó en la espalda. María Elena le hizo señas para que pusiera la palangana delante de ella. Escupió sangre.
                           En aquel momento, María Catalina irrumpió en la habitación de su prima. Poco a poco, el ataque de tos se le fue pasando.
-¿Estás ya mejor?-inquirió María Catalina.
-Un poco...-contestó María Elena-Ahuécame las almohadas y recuéstame. No quiero estar acostada.
                      Entre Lorenzo y María Catalina recostaron a la joven sobre las almohadas. María Elena sentía cómo los pulmones le ardían. Sus mejillas estaban encendidas por la fiebre. Le costaba trabajo respirar bien.
-Iré a buscar al médico-decidió Lorenzo.
-No sabe donde vive-le recordó María Catalina.
-El médico no tiene que venir para nada-intervino María Elena-El ataque ya ha cesado. Me gustaría dormir un poco.
                         La joven cerró los ojos con la intención de descansar un poco. María Catalina y Lorenzo la contemplaron con desolación. Dolía ver a una joven que hasta no hacía nada era feliz reducida a poco menos que un esqueleto. María Catalina tragó saliva, dispuesta a no llorar.
-Elenita dice que yo no tengo la culpa de lo que pasó-le contó Lorenzo a María Catalina.
-¿Y por qué iba a pensar lo contrario?-se interesó la chica.
-Santiago era mi hermano.
-Era su hermano mayor. No era su obligación estar pendiente de lo que él hacía. Era un hombre adulto. Sabía bien lo que estaba haciendo. Sabía que el contrabando era un delito. Pero tuvo que seguir adelante. Era como una especie de pasatiempo para él. No piense que usted tuvo la culpa. Fue una víctima suya nada más. Usted lo admiraba. Pensaba que era perfecto. Y resultó que era un ser humano. Un ídolo que tenía los pies de barro. No lo vio.
-Le agradezco sus palabras, señorita Cienfuegos.
                         Cuando Lorenzo conoció a María Catalina, pensó que era un poco bobalicona. Sin embargo, las palabras que ésta había pronunciado reflejaban cierta madurez. Y mucha inteligencia...
-No podemos borrar el pasado-se lamentó María Catalina.
-Pero tenemos que convivir con él-suspiró Lorenzo-Y eso es muy difícil.
-Se aprende a convivir con el pasado antes o después. Forma parte de nosotros. De lo que somos nosotros. Nos forja como personas.
                      María Catalina le dio un beso a Lorenzo en la mejilla.
-No quiero verle triste-afirmó-Y Elenita tampoco quiere verle triste.
                        Por toda respuesta, Lorenzo le dio un beso en la frente a María Catalina. Agradecía sinceramente el haberla conocido. La necesitaría más adelante. Necesitaba apoyarse en alguien. Y sentía que podía hacerlo en ella. Y María Catalina necesitaba también apoyarse en alguien. Se había echado el peso del mundo sobre los hombros siendo tan joven. Y eso no era justo para ella.

martes, 12 de noviembre de 2013

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Hoy, veremos cómo la relación entre Lorenzo y María Catalina empieza a avanzar. ¡Y no en el sentido de la amistad, je, je!

                   Lorenzo encontró a María Catalina en el jardín. Era ya de noche y sus padres estaban en el comedor esperándola para cenar. Lorenzo se ofreció a ir a buscarla al comprender que estaba tardando mucho. Se quedó sin habla cuando la encontró en el jardín, luchando por no romper a llorar.
-Sus padres la están esperando, señorita Cienfuegos-le avisó Lorenzo-¿Se siente mal?
                     Al darse cuenta de que no estaba sola, María Catalina se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Procuró no mirar a Lorenzo a la cara. Lo último que quería que él pensar era que ella era débil.
-Estoy bien-mintió-Sólo he salido porque quería tomar el fresco. Hace una noche agradable.
-No tiene porqué mentirme, señorita Cienfuegos-dijo Lorenzo-Está llorando. Llorar es bueno para el alma. No puede guardarse dentro todo lo que lleva eternamente. Le hace daño.
-Le digo que estoy bien. Elenita dice que llorar es de débiles.
-¿Lo dice en serio? Veo que admira mucho a su prima. María Elena es digna de admiración.
                     María Catalina clavó su mirada en Lorenzo. Aquel joven parecía querer sinceramente a María Elena. No sólo por el hecho de que era su cuñada. Veía algo más en aquel afecto. Se preguntó si Lorenzo podía estar enamorado de María Elena.
                     Y Lorenzo se sorprendió así mismo que, bajo la luz de la Luna, María Catalina brillaba como la más hermosa de las estrellas.
-Elenita ha sufrido mucho desde que la Guardia Civil se llevó preso a Santiago-recordó la muchacha-Un día antes, mi prima era la mujer más feliz del mundo. Acababa de cumplir su primer aniversario de boda. Iba a tener a su primer hijos. Amaba a su marido. Y, de pronto, todo acabó.
-Yo ignoraba a lo que se dedicaba mi hermano hasta que la Guardia Civil irrumpió en nuestra finca y se lo llevó arrestado-se sinceró Lorenzo.
-Una vez, mi prima me contó que ella sabía a lo que se dedicaba su marido. Santiago le aseguró que se dedicaba al contrabando como una forma de divertirse. En lugar de vivir escondido en el monte, vivía en su hacienda. A Elenita le hizo gracia. Decía que era como hacer realidad una fantasía romántica.
-No se trató de una fantasía romántica. A mi hermano le fusilaron mediante garrote vil. Fue una pesadilla, más bien. Don Fabio, el cura, vino a verme porque Santiago se lo pidió. Y le contó todo lo que él hacía. ¡Un cura ayudando a un contrabandista! Santiago sabía bien cómo camelar a la gente. Era bueno en ese aspecto.



                   Lorenzo esbozó una sonrisa irónica al pensar en Santiago. Su hermano era diez años mayor que él. Lorenzo siempre le había admirado.
                   Sin embargo, el ídolo había tenido los pies de barro. María Catalina percibió en Lorenzo mucha frustración.
-A usted también le engañó-observó-Le hizo creer algo que no era. Es otra víctima más de su hermano. Como lo fue mi prima.
                   A María Catalina siempre le había caído bien Lorenzo. Le parecía el polo opuesto a su hermano Santiago. El marido de María Elena le había caído mal desde el primer momento en que lo vio. Era demasiado prepotente para su gusto.
-Creo que a usted no la engañó, señorita Cienfuegos-recordó Lorenzo-Mi hermano sabía cómo camelar a una mujer. Pero usted mantenía las distancias con él.
-Le seré sincera-confesó María Catalina-Santiago nunca me cayó bien. Nunca le vi enamorado de mi prima. Sólo se preocupaba por una sola persona. Por sí mismo...
                   Lorenzo pensó que nunca antes había oído una opinión más acertada de Santiago.
                  Su hermano manejaba a la gente que había a su alrededor como si fueran marionetas.
                 Así lo había hecho con María Elena. Su cuñada había vivido aislada del mundo en la finca mientras Santiago iba a Sevilla a divertirse. María Elena estaba al tanto de las infidelidades de su marido. Pero, loca de amor como estaba, prefería cerrar los ojos. E ignorar lo que estaba pasando en realidad.
-Le pediré a la Virgen de la Macarena que cuide de mi pobre cuñada-le dijo Lorenzo a María Catalina.
-¡Ojala todo esto sea un mal sueño!-se lamentó la chica.
-No está sola, señorita Cienfuegos. Todos estamos con usted. Y estamos también con María Elena. No pienso dejarlas solas a ninguna de las dos.
-Piense más en mi prima, señor. Yo estaré bien.
-Y yo quiero ayudarla. Lo hago por mi cuñada. Usted es como una hermana para ella. Pero también lo hago por usted misma. Necesita ayuda. No puede llevar el peso del mundo sobre sus hombros.
                  Movido por un extraño impulso, Lorenzo se acercó a María Catalina y le dio un beso en la mejilla.
                   Un escalofrío recorrió la columna vertebral de la chica. María Catalina miró a Lorenzo y se preguntó el porqué había hecho eso. Se alejó de él y se metió dentro de la casa. Lorenzo la siguió con la mirada.

lunes, 11 de noviembre de 2013

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Ando algo liada por culpa de la inspiración. No me permite avanzar todo lo que quiero con El ánima. De modo que, cuando pueda, retomaré esta historia. Si la inspiración me lo permite.
De momento, os voy a dejar con un trozo de mi relato Un sabor agridulce. 

                            Lorenzo se reunió con el resto de la familia al día siguiente en el comedor. Se fijó en que estaban todos alrededor de la mesa desayunando. Aceptó de buen grado la taza de café caliente que le sirvió una criada.
-¿Cómo ha pasado la noche, señor Castillo?-le preguntó doña Edelmira.
-He dormido bien-respondió Lorenzo-Estoy acostumbrado a dormir fuera de casa. He viajado mucho por el extranjero.
-¿Piensa quedarse mucho tiempo aquí?-inquirió don Juan.
                       Lorenzo se encogió de hombros. No sabía a ciencia cierta cuándo se iría.
-Me iré cuando María Elena esté recuperada-contestó.
                       Tanto doña Edelmira como don Juan hicieron un gesto lleno de tristeza. Sin embargo, María Catalina bebió un sorbo de su taza de café. Esbozó una sonrisa cargada de esperanza.
-¡Mi prima se va a poner bien!-afirmó con entusiasmo-Elenita es fuerte. ¡Se pondrá bien!
                       Doña Edelmira mordisqueó un bollo con gesto pensativo.
                       Un rato antes, Lorenzo acudió a la habitación de María Elena. La joven estaba profundamente dormida. Rosario permanecía a su lado pasando un paño mojado por su cara. Lorenzo cogió la mano de María Elena y se la llevó a los labios.
-Mi niña está descansando, señorito-le informó Rosario-Déjela tranquila.
                      El cabello negro de María Elena se extendía sobre la almohada.
                      Lorenzo se fijó en que María Catalina estaba sentada frente a él.
-Yo también confío en que Elenita se recupere-se sinceró-Me da pena verla tan enferma.



-¿Lo veis?-casi chilló María Catalina-¡El señor Castillo está conmigo!
-Cati, por favor-le pidió doña Edelmira.
-Hemos hablado del tema-se lamentó don Juan-Tu prima está muy enferma. Y todos los que estamos aquí sabemos que su enfermedad no tiene cura.
                       Lorenzo se fijó en María Catalina. De algún modo curioso, se parecía mucho a su prima. Sin embargo, María Catalina era hermosa en un sentido más delicado. Sus labios poseían un trazado delicado. Sus mejillas eran blancas y rosadas a la vez. Su cabello era largo de color negro. Y sus ojos de color castaño estaban sombreados por unas espesas pestañas de color oscuro.
                      María Catalina llevaba puesto un bonito vestido de color verde que le sentaba muy bien. De pronto, la chica se puso de pie, se acercó a él y le dio un beso en la mejilla.
-Gracias...-le susurró.

-Lorenzo dice que te vas a poner bien-le dijo María Catalina a su prima al cabo de un rato-Y yo creo en lo que él dice.
-¿Lo ves, mi niña?-apostilló Rosario en tono triunfal.
              María Elena miró a ambas con tristeza.
-Me temo que eso no va a ocurrir-se lamentó la joven.
-Eres la persona más terca que jamás he conocido-le espetó María Catalina, sentándose a su lado en la cama-¿Por qué piensas que no te vas a poner bien?
                 Un fuerte golpe de tos sacudió a María Elena. Entre Rosario y María Catalina la ayudaron a incorporarse. La primera golpeó la espalda de la enferma para calmar su tos. La sangre manchó el cuello de su camisón.
-¿Entiendes el porqué no me voy a poner bien nunca?-se lamentó María Elena.
                 Los ojos de María Catalina se llenaron de lágrimas. No se resignaba a ver enferma a su prima. No se resignaría nunca a la idea de perder a María Elena.
-Déjela descansar, señorita-le pidió Rosario.
-No...-negó María Catalina-Me quedaré con ella.
                 La respiración de María Elena era agitada. Permaneció un buen rato sentada en la cama, apoyada en María Catalina y en Rosario.
-Mi niña, tienes que hacerme caso-le pidió la mujer-Tú tienes que descansar. No tienes que fatigarte. Y tienes que estar tranquilita. Si no haces eso, te pondrás peor.
-Todo está perdido para mí-se lamentó María Elena.
               María Catalina se dijo así misma que no iba a llorar. Notó el suave apretón que le daba su prima en su mano. María Catalina le dio un beso en la frente.
-Tienes que hacerle caso a Rosario-le exhortó-Las dos queremos que te levantes de esa cama lo antes posible.

viernes, 8 de noviembre de 2013

EL ÁNIMA

Hola a todos.
Tras un día de descanso, retorno con mi relato El ánima. 
Esta historia me está costando algo de trabajo sacarla adelante. Los personajes tienen mucho que contar y no va a poder ser el cuento que yo quería que fuera.
Dado que no me asustan los retos (desde hace poco, antes era una miedica), me quiero tomar esta historia con calma.
¡Muchísimas gracias por vuestros comentarios!
Por cierto, el blog sigue abierto. Hay historias que han de ver la luz aquí. Por lo menos, va a tener vida durante bastante tiempo.
Aquí os dejo con un sueño que va a tener Anne. Será trascendental en el desarrollo de la trama.

                    Anne estaba soñando. Su mente volvía atrás al pasado. Cuando todavía era feliz. Cuando Tristán estaba vivo. Cuando se amaban y hacían planes para un futuro juntos. Los dos...
                      Tristán había ido a visitarla a la casa donde se hospedaba en Edimburgo y los dos se encontraban solos en el salón.
-Me gustaría darle un beso de amor, mi querida Anne-le dijo Tristán.
-No debe decirme esas cosas, oficial-replicó la joven, intentando no ruborizarse-Está mal.
                        Él se inclinó sobre ella, pero Anne se apartó y los labios de Tristán rozaron su mejilla.
-¿Me tiene miedo?-inquirió él con su voz burlona.
-Yo no le tengo miedo a nadie-contestó Anne-Pero debe de respetar las normas del decoro. Sólo eso...
                       Los dos permanecieron sentados en el sofá durante un buen rato sin hablar. El corazón de Anne latía muy deprisa. Deseó poder leerle la mente a Tristán sólo para saber lo que estaba pensando.
-Se le está haciendo tarde-añadió Anne.
                       Estaba muy nerviosa.



                     Y eso no era propio de ella.
                     Hasta aquel momento, Tristán se había limitado a besar su mano a modo de saludo, pero, en aquel momento, sentía el cuerpo del hombre muy cerca del suyo. Tragó saliva con nerviosismo.
-¿Quiere que me vaya?-le preguntó Tristán.
-No...-respondió Anne-Sí...
                     Tristán sonrió y alzó su mano para apartar un mechón de pelo que se la había ido a la cara a Anne. La joven se sobresaltó ante aquel contacto. Pero Tristán aprovechó su estupor para rozar los labios de Anne con los suyos. Los ojos de la joven se abrieron. Jamás lo habría imaginado. Tristán había aprovechado el momento para robarle su primer beso. El corazón de Anne empezó a dar saltos de manera alocada.
-Usted...-balbuceó azorada-No ha debido de hacerlo.
                     Las miradas de ambos se encontraron. Tristán esbozó una sonrisa que Anne interpretó como triunfal. Intuía que era la primera vez que un hombre hacía eso con ella.
-He encontrado a la mujer de mi vida-proclamó Tristán-Quiero que pasemos el resto de nuestras vidas juntos. Me parece un plan de lo más tentador, mi querida Anne.
                      Entonces, volvió a rozar con sus labios los labios de la joven. Fue un beso suave. Un beso corto...No está bien, pensó Anne. Pero, por otro lado, no quería apartarse de él. Sin embargo, Tristán no fue más allá de aquel beso breve porque, de algún modo, respetaba a la joven a la que estaba cortejando. Sentía una gran ternura por Anne.
                     Fue el propio Tristán el que cortó el beso.
-¿La he besado como es debido?-inquirió él, burlón.
-¡No!-contestó Anne-Sí...No lo sé. Es la primera vez. La primera vez que...Bueno...
                    Tristán le guiñó un ojo. Se puso de pie y le lanzó una mirada llena de triunfalismo. Le hizo una reverencia un tanto burlona y salió del salón con paso firme.
                    Entonces, el sueño cambió. Anne estaba caminando. Sus pasos la llevaron hasta el viejo monasterio de la isla. Estaba comenzando a descender el Sol por el horizonte. Los árboles se tornaban fantasmales para Anne. Ahogó un grito. Echó a correr y se detuvo en seco. Vio a su prima Ellen caminando alrededor del viejo monasterio. Llevaba puesto un vestido blanco y parecía más un ser sobrenatural que una joven.
                       Anne la llamó.
-¡Ellen!-gritó.
                       Pero su prima no la escuchó. Entonces, el ánima que Anne había visto en su delirio se materializaba al lado de Ellen y los dos se fundían en un beso cargado de pasión.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

EL ÁNIMA

Hola a todos.
Hoy, toca un nuevo trozo de El ánima. 
A partir de ahora, las cosas se van a complicar un poco más.

                         El día siguiente fue aún peor. A Anne seguía sin bajarle la fiebre. Entre su tía Lucy y Ellen, le quitaron el camisón y la metieron en la bañera portátil, que estaba llena de agua fría. Creían que le bajaría la fiebre si obraban de aquel modo. Pero fue en vano.
-Está muy caliente-observó Ellen alarmada-Creo que le ha subido la fiebre.
                       Le puso un camisón limpio. Entre ella y Lucy, acostaron a Anne en la cama. El médico le había practicado una sangría por la mañana. Sin embargo, Ellen creía que eso sería todavía peor. Tocó la frente de Anne con los labios.
-Te vas a poner bien-le aseguró.
                     Pero Ellen estaba muerta de miedo. Era la primera vez que veía a Anne enferma. La muerte de Tristán amenazaba con acabar con ella. Quería preguntarle a gritos a Gilbert si Anne viviría. Podía sentir la presencia de aquel hombre en la habitación de su prima. No podía verle. Pero sí podía sentirle.
-Está cerca de ti-dijo Anne de pronto.
                    Ellen y Lucy intercambiaron una mirada cargada de interrogantes.
-¿A quién te refieres, querida?-inquirió Lucy.
-Hay un ánima cerca de Ellie, tía Lucy-contestó Anne.
                     La joven estuvo a punto de desmayarse.
-No hay nadie más aquí-dijo Lucy-Sólo estamos nosotras tres. Tu tío está trabajando. Se pasa las noches aquí cuidándote. Es la fiebre. Te hace delirar. Te hace ver cosas que no son.
                     Ellen se había puesto pálida de golpe. Lucy se percató de ello. Lo achacó a que su hija no había descansado. Al igual que ella, se ocupaba de cuidar a Ellen.
-Lo estoy viendo-insistió Anne.
-Estamos las tres solas en la habitación-mintió Ellen-No hay nadie más.



-Es como un ángel. Te mira. Veo adoración en sus ojos. ¡Dios mío! ¡Tristán! ¿Por qué te has ido?
                      Anne rompió a llorar. Entre Lucy y Ellen intentaron tranquilizarla. Gilbert se acercó a Anne. Ellen lo pudo ver. Pudo ver cómo se inclinaba para mirar fijamente a Anne a los ojos. De algún modo, aquel gesto pareció tranquilizar a la joven. Fue cerrando poco a poco los ojos. Parecía que se había quedado dormida. Ellen y Gilbert cruzaron una mirada cargada de significado. El joven acarició con la mano la cara de Anne.
-Ahora, descansa-le indicó a Ellen.
                      Lucy no entendía nada de lo que estaba pasando. Lo único que sabía era que había paz en el rostro de Anne.

martes, 5 de noviembre de 2013

EL ÁNIMA

Hola a todos.
El fragmento de hoy es un poco más corto que de costumbre.
Había querido contar una historia cortita. Pero los personajes que me han salido me piden que me explaye. Que cuente su historia sin dejarme nada. ¡Y eso lo que estoy haciendo! ¿Creéis que me he vuelto loca?
En el fragmento de hoy, Anne cae gravemente enferma. A partir de ahí, la cosa se va a complicar un poco más.

                   Anne se despertó con fiebre una mañana. 
                   Deliraba. 
                   Anne recordaba las fiestas a la que asistió cuando fue presentada en sociedad en Edimburgo. Su libreta de baile siempre estaba llena. Anne era muy bella. Los caballeros disfrutaban bailando alguna pieza con ella. Pero fue Tristán el que ganó su corazón. 
                    Era uno de tantos que le regalaban flores. Era uno de tantos de los que le declaraban su amor. Pero había algo en él que le enamoró. Tristán parecía ser sincero a la hora de hablar. Era muy respetuoso en su manera de tratarla. De algún modo, Tristán encontró en Anne a su alma gemela. Y decidió que quería casarse con ella. 
                     Cuando iba a verla, la doncella de Anne siempre estaba con ellos. Tristán daba muestras de querer casarse con ella. Le hablaba del futuro que le esperaba a su lado. Le juraba que le haría feliz. 
                      Entonces, Anne era joven e inexperta. Le gustaba pasear por el jardín de su casa en Glasgow con Tristán. A la sombra de los árboles, se juraron amor eterno. 
                      El médico de la isla luchó por hacerle bajar la fiebre a Anne. Ellen permanecía a su lado con gesto nervioso. Lo último que quería era perder a Anne. 
-Aguanta, cariño-le decía Lucy a su sobrina-Te pondrás bien. 
                     Anne tenía escalofríos. Lucy le pasaba paños mojados en agua fría por la cara. No podía hacer nada por bajarle la fiebre. Ellen no sabía qué hacer. Se sintió impotente. 
-¡Tristán!-gritó Anne. 
-¿Qué dices, cariño?-le preguntó Lucy. 
-Está aquí. Tristán está aquí, tía Lucy. 
                    Ellen se sobresaltó al escuchar el nombre de Tristán. ¿Por qué lo veía Anne? 



                         Ellen salió de la habitación. Sentía que se asfixiaba allí dentro.
-Gilbert...-susurró.
                          De pronto, notó cómo él se le aparecía a su lado. Había preocupación en el rostro del joven.
-Dime que Annie no se va a morir-le pidió Ellen nada más verle-Eres un ánima.
                          Gilbert sintió cómo un nudo se formaba en su garganta. Besó a Ellen en la frente y se preguntó si existía alguna salvación para su prima, a la que era obvio que tanto quería y por la que sentía una honda angustia.
-Ha visto a Tristán-le contó Ellen-Es su prometido.
-Está muerto-recordó Gilbert-Donde yo estoy, se sabe quién ha muerto y quién sigue vivo.
                    ¿Y tú sabes si mi prima va a vivir? ¿Sabes si va a morir? Ellen sintió que le iba a estallar la cabeza.
                    La joven se apartó de él. Necesitaba tomar el fresco. Nunca huía de sus problemas. Pero se le partía el corazón al ver a su prima tan enferma. La pena estaba acabando con Anne. Siempre había sido una joven fuerte y llena de vida. Pero la muerte de Tristán le había destrozado el corazón. Anne parecía haberse rendido.
-Deberías de saber si mi prima va a vivir o si va a morir-le pidió a Gilbert-¡Deberías de saberlo!
                       Volvió a meterse dentro de casa. 
                       Se dirigió a la habitación de Anne. Le cogió la mano al tiempo que se sentaba en la cama, junto a ella. 
-Te vas a poner bien-le dijo. 
-He visto a Tristán-afirmó Anne-¡Lo he visto, Ellie!
                     Su prima se llevó su mano a los labios. Anne estaba delirando. Deliraba con Tristán. Y eso no le gustaba nada. 

sábado, 2 de noviembre de 2013

EL ÁNIMA

Hola a todos.
Aquí llega la segunda parte de este relato.
El desenlace llegará la semana que viene. Mañana, me voy a Cartagena a pasar el día. No podré hacer entradas en ninguno de los blogs.
¡Ojalá os guste!

                        Gilbert recorrió los pasillos de la abadía de Inchcolm.
-Ellen me recuerda-le dijo a un ser invisible, pero con quien podía hablar.
-Aún no te recuerda-le recordó aquel ser.
-Pero me ama.
                         Gilbert caminaba sin rumbo fijo por aquella abadía.
                         Pensaba una y otra vez en Ellen. Sus pasos lo llevaron hasta una de las celdas. La ventana le permitía contemplar el ancho mar que se extendía ante sí. Antes o después, se dijo así mismo, Ellen lo recordaría todo. Recordaría el amor tan intenso que sentían el uno por el otro. Y, entonces, Gilbert sería libre.
                          De algún modo, sería libre.
-¿Qué pasará cuando lo recuerde todo?-quiso saber.
                          Sopló una suave brisa dentro de la celda.
-Eso no lo sé-contestó el ser invisible que estaba con él.
-No me importa ya nada-se sinceró Gilbert-Sólo quiero que Ellen me recuerde. Y que me ame tanto como yo la amo a ella. No pido mucho.

                         Sin saber bien lo que estaba haciendo, Ellen se escapó de casa. Todo el mundo estaba profundamente dormido.
                           Los pasos de la joven la llevaron hasta la abadía de Inchcolm. Estaba abandonada. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio a Gilbert. Estaba sentado en una roca y sonrió al verla.
-Sabía que vendrías-le aseguró-Cuando nos juramos amor eterno, fue en este lugar.
-Quiero recordar-afirmó Ellen-Me vienen imágenes a la cabeza. Pero no consigo ordenarlas.
                         La joven se sorprendió así misma perdiéndose en las profundidades de los ojos de color gris claro de Gilbert. Las imágenes volvieron a su mente. Poco a poco, Ellen se fue acercando más a él.
                         Nos conocimos hace tiempo, pensó Ellen. Nos amamos con total intensidad. Éramos felices. Pero nos separaron de manera cruel.
-Mi alma está atrapada en este mundo-le explicó Gilbert-Me han dado una opción. Si tú, mi amada, me recuerdas y me amas, podré salvarme.
-¿Qué es lo que podrás salvar?-inquirió Ellen.
-Mi alma...
                        Ellen empezó a temblar con violencia. Gilbert se dio cuenta y le cogió las manos. De algún modo, sabía que ella estaba recordando todo lo que habían vivido. La respiración de Ellen se volvió más entrecortada.
                           Tropezó y acabó cayendo en los brazos de Gilbert, quien llenó de besos su rostro.
-Lo recuerdo-susurró Ellen.
-Te ayudaré a recordar-le prometió Gilbert.

 

                          Una lágrima rodó por la mejilla de Ellen. Un nudo se formó en su garganta.
-Estaremos siempre juntos-le prometió Gilbert.
                          La ropa desapareció del cuerpo del joven. Ellen también sintió cómo era despojada de su ropa. Gilbert la recostó sobre el suelo al tiempo que la besaba apasionadamente. Volvieron a besarse de manera larga y prolongada.
                        Gilbert recorrió con sus manos el cuerpo de Ellen acariciándola. Llenó de besos cada centímetro de su piel. La abrazó con fuerza. Al mismo tiempo, la hizo suya. Le hizo ver que los dos eran un solo ser. Que estaban destinados a estar siempre juntos.
                        Al acabar, Ellen miró a Gilbert y le dedicó la más dulce de las sonrisas.

                        A la tarde siguiente, Ellen estaba sentada en el salón tomando el té con Anne.
                        Ésta bebió un sorbo de su taza de té.
-Yo empiezo a sentirme mejor-se sinceró Anne-De algún modo, siento que Tristán está a mi lado.
                        Ellen estaba distraída. No se podía creer lo que había pasado la noche antes.
-¿Me estás escuchando?-le preguntó Anne.
                        Ellen reaccionó y se puso roja como la grana. Anne se preguntó si le pasaba algo a su prima. Aquella mañana, Anne, buscando un pañuelo, encontró uno que pertenecía a su ajuar de bodas. Rompió a llorar de manera amarga durante mucho rato.
-Estaba pensando en otra cosa-respondió Ellen.
-Me hago cargo de que tienes veinte años-admitió Anne-Y deberías de pensar más un poco más en ti, prima. No es justo que yo te agobie con mis problemas.
-No me agobias, Annie.
                        Ellen cogió un trozo de bizcocho que había en un platito. Le dio un mordisco.
                        Se dijo así misma que se estaba volviendo loca. ¿De verdad se estaba enamorando de un fantasma? Le asaltaron los recuerdos de lo ocurrido la noche antes. Gilbert no era ningún fantasma.
                         Era un hombre de verdad. Ellen se estremeció con el recuerdo. No estaba enamorada de un fantasma, se dijo así misma. Amaba a un hombre. Amaba a un hombre del que la habían separado en el pasado. Se preguntó así misma si Anne lo entendería.
-He de seguir viviendo-afirmó su prima.
-Todo irá bien-le aseguró Ellen.
                       Anne le dio un beso en la mejilla.

                     A la tarde siguiente, Anne, Ellen y Lucy, la madre de Ellen fueron al cementerio.
                     Era allí donde estaba enterrado Tristán. Anne llevaba un ramo de flores. Lo depositó sobre la tumba de su prometido. Lágrimas gruesas rodaban por sus mejillas. Ellen contempló la escena sobrecogida.
-Tu prima es mucho más fuerte de lo que piensas-le aseguró Lucy-Hemos de admirarla por ello.
                      Ellen miró por los alrededores. Se preguntó si Gilbert estaría en el cementerio. Podía sentir su presencia muy cerca de ella. No podía verle. Sin embargo, sí podía sentirle.
-Siempre te amaré-le prometió Anne a Tristán-Aunque ya no estés a mi lado. Nunca dejaré de pensar en ti, mi amor. Siempre vivirás en mi pensamiento.

viernes, 1 de noviembre de 2013

EL ÁNIMA

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir en este blog un relato de Halloween de corte romántico y de época que se me ha ocurrido. Es un relato corto.
Espero que os guste.
¡Y feliz Día de Todos los Santos!

ISLA DE INCHCOLM, FIRTH OF FORTH, 1815

                  Ellen Morogh siempre se había caracterizado por ser una joven de carácter dócil. Era una chica rubia y muy bonita. 
                   Estaba tomando el té aquella tarde con su prima Anne Nicole Morogh, quien vivía con ella y con sus padres desde hacía algún tiempo. La taza de porcelana llena de té tembló en la mano de Anne. 
-Todavía no me lo puedo creer-se lamentó la joven. 
-Ya han pasado dos años, Annie-le recordó Ellen. 
-¡Pero me cuesta trabajo admitirlo! ¡Íbamos a casarnos, Ellie! 
-Lo sé. 
-Y está muerto. 
                         Anne rompió a llorar al pensar en su prometido. Ellen la abrazó con fuerza. A sus veinticinco años, su prima iba a contraer matrimonio con un auténtico buen partido. El marqués de Sinclair se había fijado en ella. Pero tuvo que partir para el frente antes de fijar la fecha de la boda. Falleció luchando contra las tropas de Napoleón. 
                      Su tía Lucy decidió acogerla en su casa. Los padres de Anne habían muerto tiempo atrás. La joven no terminaba de superar la muerte de su prometido. 
-Teníamos muchos planes-se lamentó Anne-Íbamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos. Nos amábamos. Tristán me quería por cómo yo era. Me aceptaba con mis defectos, que tengo muchos. ¿Qué haré si me falta él?
-Vivir-contestó Ellen. 
                     Le pareció una respuesta demasiado obvia. Ellen tenía veinte años. Poseía una belleza angelical y una reputación inmaculada. Pero no quería dejar sola a Anne. Estaba sufriendo mucho. 

                Anne llevaba su cabello de color castaño rojizo recogido en un moño que amenazaba con soltársele. 
-Vivir-repitió incrédula.
-No es fácil. Pero tienes que hacerlo. 
-¡Oh, Ellie!
-Piensa en lo que tu prometido habría querido para ti, prima. 
                 Una lágrima se deslizó por la mejilla de Anne. 
       
                Estaba lloviendo con fuerza. Ellen no podía conciliar el sueño. Se puso encima de su camisón de color blanco una bata de color lavanda. Buscó un libro de Jane Austen en la biblioteca de su padre. Se decantó por Persuasión. 
                      Ellen encendió la lámpara que había encima de la mesita pequeña del salón. Se sentó en el sofá. Miró hacia la ventana y vio cómo la lluvia golpeaba los cristales de la ventana del salón. Un relámpago iluminó el salón. Y Ellen, sobrecogida, ahogó un grito. 
                    Creyó haber visto fuera a un hombre. 
                    Ellen negó con la cabeza. 
                    Lo he debido de imaginar, pensó. 
                    Abrió el libro. La lluvia seguía cayendo fuera con fuerza. Hacía mucho frío en el salón. Ellen no era capaz de centrarse en la lectura. La invadió una extraña sensación. Hay alguien fuera, pensó. Hay alguien fuera. 
                        Ellen acabó cerrando el libro. Notó cómo le temblaban las manos. He imaginado que hay un hombre fuera, pensó. ¿Y si no lo había imaginado?, se preguntó de pronto. A lo mejor, era un ladrón. Negó con la cabeza. 
                          Se dijo así misma que debía de tranquilizarse. Otro relámpago iluminó el salón. Y Ellen pensó que iba a desmayarse. No lo había imaginado. Había un hombre fuera. Y la estaba mirando fijamente. 

-¿En serio vas a salir ahora?-le preguntó Lucy Morogh a su hija. 
                        Ellen se puso encima de su vestido blanco una capa. 
-No voy a tardar mucho-le aseguró a su madre. 
                          Miró con tristeza a su prima Anne, quien estaba sentada en el sofá. Su prima estaba bordando, algo inusual en ella. 
                         Los pasos de Ellen la llevaron hasta East End, un bonito paraje de la isla. La joven agradeció estar fuera de casa. Hacía frío, pero no le importaba. Tenía dos cosas en las que pensar. Por un lado, estaba Anne y la depresión que estaba sufriendo. Por el otro lado, estaba la visión de aquel joven. 
                      Y, entonces, Ellen lo vio. Era alto y delgado. Su piel era blanca, como la de un cadáver. Y sus ojos, aunque parecían estar vacíos de expresión, poseían una mirada hipnótica. 
-Me llamo Gilbert Dinney-la saludó con una voz tan ronca que parecía venir de otra dimensión-Llevo mucho tiempo esperándote. 
-No te conozco de nada-replicó Ellen. 
                      No le había visto antes. Sin embargo, Ellen tuvo la sensación de que sí que le conocía. Pensó en salir corriendo de allí. Sin embargo, parecía que tenía los pies clavados en el suelo. Su estupor creció cuando sintió cómo los labios de Gilbert se apoderaban de los suyos. La estaba besando. 
                       Ellen se apartó de él. Gilbert estaba muy frío. Aquel joven le sonrió de un modo que la sobrecogió. Tenía una sonrisa extraña y se sorprendió así misma sintiéndose fascinada. Pensó de nuevo en irse, pero no lo hizo. 
-Tú y yo nos conocemos bien-afirmó Gilbert-Puede que no lo sepas. Pero nos amamos. Nos amamos desde hace mucho tiempo. 
                         Ellen negó con la cabeza. Todo lo que estaba pasando le parecía demasiado surrealista. Sin embargo, al mirar a Gilbert, tuvo una extraña sensación. Parecía conocerle. 
-No eres de aquí-dijo Ellen-No te he visto en mi vida. Déjame. 
                      Gilbert le cogió las manos. Ellen contuvo el deseo de empezar a gritar. Gilbert estaba muy frío. ¿En serio le conocía? ¿Cuándo? 
                       Los labios de Gilbert volvieron a apoderarse de los labios de Ellen en un beso. 

                      Ellen vivía atormentada por lo que le había contado Gilbert. Extrañas visiones se apoderaron de ella. Se veía así misma con Gilbert, sentados a la orilla. Haciendo planes de futuro. Besándose con intensidad. 
-Te noto distraída-observó Anne-¿Qué ocurre?
                     Anne y ella habían salido a dar un paseo por los alrededores del viejo monasterio de la isla. 
-Es una tontería-contestó Ellen. 
                      

                         No sabía cómo debía de abordar aquel tema con su prima. A lo mejor, Anne se reía de ella. Pero su prima no tenía muchas ganas de reírse. 
-Tengo frío-dijo Anne-No hemos debido salir esta tarde. 
-Nunca sales de casa-le recordó Ellen-Te conviene salir. Y respirar aire puro. No puedes pasarte la vida encerrada. 
                       Pensar en Anne la ayudaba a evadirse de sus propios problemas. Su prima estaba sufriendo por la muerte de Tristán. Ellen no debía de pensar en un joven de aspecto fantasmal. 
-¿Crees en los fantasmas, Annie?-quiso saber. 
                     Hizo la pregunta a bocajarro. 
-Los fantasmas no son malos-contestó Anne-Son los espíritus de nuestros seres queridos. Nos cuidan desde el Más Allá. Nos siguen queriendo, a pesar de todo. 
-No has respondido a mi pregunta-observó Ellen. 
-Yo sí creo en los fantasmas. 
                        La contestación de Anne dejó muda a Ellen. Siempre había creído que su prima era una joven práctica. No creía en aquellas cosas que no se pudieran ver. 
-Y creo que Tristán está cerca de mí-añadió Anne-¿No lo sientes? Él me cuida. 
                         Ellen pensó que su prima se había vuelto loca. Pero eso no era lo peor. Lo peor era que ella también se estaba volviendo loca. No podía explicar el porqué le asaltaban recuerdos de su vida al lado de Gilbert. Una vida que ella jamás había conocido. Anne creía que el fantasma de su prometido estaba a su lado. Si su madre la oía, la enviaría a Bedlam, al manicomio inglés. Nubes oscuras cubrían el cielo. Anunciaban una fuerte tormenta. 
-Piensas que estoy loca-observó Anne. 
-No pienso eso-le aseguró Ellen. 
-Puede que los golpes que me propinaba mi padre me hayan vuelto loca. Pero siento que Tristán está a mi lado. Juró que siempre me amaría antes de partir. Y él siempre cumple sus promesas. No estoy loca, Ellie. 
-Yo no pienso eso, Annie. Yo pienso que has sufrido mucho por la muerte del marqués.
-Será mejor que volvamos a casa. Tía Lucy debe de estar preocupada por nosotras. 
                         Dieron la vuelta.
-Tienes razón-dijo Ellen. 
                        Respiró aliviada al ver que volvían a casa.
                       Un rato después, las dos jóvenes entraron en el salón. Lucy se alegró de verlas. 
-¡Por fin!-exclamó-Hace mucho frío como para estar paseando fuera. 
                       Ellen se alegró de colocarse frente a la chimenea. Extendió las manos. La chimenea estaba encendida. Las llamas se movieron lentamente. Tuvo la sensación de que había alguien más en el salón, a parte de Anne, sus padres y ella. Pero no podía verle. 
-¡Qué frío hace!-exclamó Thomas, el padre de Ellen y tío de Anne. 
-Se ha debido de quedar abierta una puerta-observó Anne. 
                      Ellen retrocedió. Se sentó en el sofá, junto a su madre. 
-¡Qué pálida estás!-observó Lucy. 
-La noto rara desde hace algunos días-añadió Thomas. 
                       Anne miró con preocupación a Ellen. A lo mejor, se dijo, estaba cogiendo un resfriado. No se parecían en nada. Anne no se reconocía así misma. Se había convertido en una especie de fantasma en vida. Pero no podía hacer nada. Cuando Tristán murió, Anne supo que había muerto con él. Nos rodean los fantasmas, pensó Anne con pesimismo. 

He dividido el relato en dos partes. 
A lo largo del fin de semana, subiré la otra parte, que será el desenlace.