jueves, 24 de abril de 2014

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Hoy, vamos a ver un nuevo fragmento de la segunda parte de Berkley Manor. 
En este fragmento, vamos a ver un encuentro entre Melanie y Victoria para ponerse al día. Victoria trae noticias acerca de Eleanor.

ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.

                     




                     
                     

martes, 22 de abril de 2014

GRANDES TÓPICOS DE LAS NOVELAS ROMÁNTICAS: ESOS NIÑOS TAN ADORABLES...

Hola a todos.
Hoy, vamos a seguir tratando otro tópico que podemos encontrarnos en muchas de nuestras novelas románticas favoritas.
En muchas de ellas aparecen niños.
Pueden ser los hermanos menores de la protagonista. Pueden ser sus sobrinos. Pueden ser los sobrinos del protagonista. Pueden ser el hijo o los hijos del protagonista o también pueden ser el hijo o los hijos de la protagonistas. En el caso de que sean hijos del protagonista, aunque sea un libertino de tomo y lomo, ninguno de ellos será bastardo. En el caso de que sea un hijo o una hija de la protagonista, puede que sea fruto de una relación ilícita que tuvo en el pasado, por lo tanto, ilegítimo, o que sea viuda y sea hijo de su marido. Puede que también sean unos niños huérfanos, ya sea porque sus padres han muerto y son conocidos o parientes lejanos del héroe o de la heroína, o también son unos niños de la calle a los que la protagonista, que hace obras de caridad, ha recogido en su casa. Puede ser la pupila o el pupilo del protagonista, el hijo o la hija de un amigo muerto que ha recogido en su casa y al que está educando. Los pupilos pueden ser útiles para meter a la institutriz protagonista en la historia y hacer que enamore al aristócrata protagonista.
No hay ningún grupo o subgrupo dentro de estos niños.
Todos son iguales.
Todos están metidos dentro de la novela para despertar la ternura del que la lee. Se dedican básicamente a hacer gracias. Si son niños de corta edad, puede que tengan rabietas y sean caprichosos. Si son niños de más edad, imitarán en el comportamiento a los adultos.
Rápidamente, se encariñarán del héroe o de la heroína. Si hay un hombre interesado en la protagonista o una mujer interesada en el protagonista, inmediatamente, lo detestarán. Harán cualquier cosa para alejarlos de su lado. Intentarán unir a la pareja protagonista sea como sea.
Normalmente, si la protagonista tiene hermanos/hijos ya sea ilegítimos o fruto de un matrimonio anterior/ sobrinos/protegidos, el héroe intentará ganarse su corazón a través de esos niños a los que hará regalos, llevará a su mansión, presentará a su familia, le comprará ropa nueva, subirá en su carruaje, y un largo etcétera de cosas que hará para maravillar al niño o a la niña en cuestión y hacer que le adore.
En ese caso, es muy posible que la anciana de turno también se encariñe con el niño de turno y lo considere como poco menos que su nieto, aunque casi no le conozca.
Hay una fina línea que separa al niño o a la niña adorables del repelente niño Vicente.
Jane Austen supo describir como nadie a estos niños repelentes sin necesidad de hacer que parecieran adorables en Sentido y sensibilidad. 
En Jane Eyre, Charlotte Bronte incluye a tres niños repelentes por falta de uno: los odiosos primos de Jane cuando ésta se cría en la infernal Gateshead. Pero incluye también a dos niñas que, a pesar de todo, son adorables sin necesidad de hacer gracias ni comportarse de un modo caprichoso y se hacen querer: Adéle y Helen.
Meredith de Cita de amor es la hija del protagonista, Harry, huérfana de madre y a la que su padre intenta moldear a su imagen y semejanza, sin imaginar que Meredith tiene su propia personalidad y aflora cuando conoce a su madrastra Augusta. Meredith lo deja todo fluir y su verdadero yo emerge. Un equilibrio perfecto entre Augusta y Harry...Meredith es adorable sin esforzarse y se aleja del niño repelente.
Algunos de estos niños pueden protagonizar escapadas de sus casas a través de Londres, pero no les ocurre absolutamente nada.
Pueden caer enfermos, pero se recuperan milagrosamente.
Hacia el final, pueden ser secuestrados por el villano de turno.
Si han de heredar algo, alguien, posiblemente, el primo pobre del protagonista, intente matarles.
Si hay un secreto alrededor de su origen, no será que sean hijos del protagonista.
Puede que me deje algo en el tintero, pero es que pienso que todas las historias que protagonizan niños son iguales. Los escritores no quieren hacer lo que hizo Margaret Mitchell en Lo que el viento se llevó. La autora no se cortó ni un pelo a la hora de cargarse a la hija de Rhett y Scarlett, Bonnie.
Se rompió una especie de tabú no escrito en la novela romántica: si aparece un niño en una novela romántica, a ese niño no ha de pasarle nada.
¿Qué opináis de las novelas románticas en las que aparecen niños?

 Ejemplo de una niña adorable sin esforzarse, siendo ella misma: Helen Burns, la mejor amiga de Jane Eyre en Lockwood.

lunes, 21 de abril de 2014

EL ÁNIMA

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de El ánima, asistiremos al encuentro entre Gilbert y el hermano de Tristán, lord Spencer Kincaid.
Lord Spencer alberga mucho odio hacia Tristán y Gilbert está metido dentro de su cuerpo.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                      Gilbert fue conducido a un despacho que encontró sombrío, como un mausoleo. Se enfrentó a la mirada cargada de odio que le lanzó un hombre increíblemente alto nada más entrar en el despacho. Estoy ante el hermano de Tristán, pensó Gilbert.
-¡Maldito seas!-le espetó lord Spencer nada más verle-¡Se suponía que estabas muerto!
-Es evidente que no-dijo Gilbert.
-¡Debías de haber muerto! Nos habríamos ahorrado todos el verte de nuevo. ¡Nos has destrozado a todos! ¿Cómo puedes tener la desfachatez de aparecer de nuevo por ahí, hijo de perra?
                        Los ojos de lord Spencer eran de color negro como la noche. Al posarse sobre el cuerpo de Tristán, parecía querer clavarle un cuchillo en el corazón.
-¡Osaste hacer tuya a Deborah!-le acusó.
-¿Déborah?-pensó Gilbert.
                        No conocía a ninguna Déborah, pero era obvio que tanto lord Spencer como Tristán sí la conocían.
-¡No finjas que no sabes de quién estoy hablando!-le increpó lord Spencer-¡Me da asco sólo mirarte! Tú mataste a Déborah. ¡Tú!
-Te pido que me cuentes lo que le pasó a esa joven-dijo Gilbert-He estado muy malherido. Los médicos me han dicho que he estado a punto de morir. ¡Compréndelo! Mi memoria es débil y me falla mucho.
                    De pronto, Gilbert se encontró ante el cañón de una pistola que lord Spencer debió de haber sacado del cajón del escritorio. Se ha vuelto loco, pensó el joven.
                       Lord Spencer estaba a punto de disparar contra él. Cierto era que a Gilbert no podría pasarle nada porque estaba muerto y tampoco podía pasarle nada a Tristán porque su cuerpo era sólo un simple envoltorio. Pero, si algo le pasaba a aquel cuerpo, Gilbert debía de buscar otro envoltorio. Y necesitaba, a pesar del asco que sentía, el cuerpo de Tristán.
-¡Tuviste entre tus brazos a Déborah!-le acusó lord Spencer-Y la abandonaste cuando más te necesitaba.
-Explícamelo mejor, por favor-le pidió Gilbert-Y baja esa pistola. Pueden detenerte y ahorcarte por asesinato.
-¡No me importa! El mundo sería un lugar mejor sin ti.
                     De pronto, lord Spencer empezó a hablar. Le contó a Gilbert, sin dejar de apuntarle con la pistola, que Déborah era una joven que trabajaba como criada en el castillo. Una joven humilde que no tenía familia y que se enamoró de él nada más verle. Lord Spencer también se enamoró de ella. Pero a quien Déborah quería era a Tristán.
-Tú lo sabías todo-acusó lord Spencer, con voz de hielo-Tú sabías que Déborah te amaba y te aprovechaste de ella. Cuando te cansaste de ella, la abandonaste.
-¿Qué le pasó?-quiso saber Gilbert.
-¿No lo sabes? ¿No sabes que Déborah iba a tener un hijo tuyo?
                        Gilbert intentó asumir aquella información. Tristán debía de tener un hijo o una hija con aquella joven.
                         Entonces, tenía que encontrarla. La llevaría hasta Anne.
                         Gracias a Déborah, Anne abriría los ojos. Se desengañaría de aquel malnacido y todos saldrían ganando.
-¿Dónde está Déborah?-inquirió Gilbert-La muerte te hace cambiar. Yo he estado a punto de morir. Quiero cumplir con mi deber para con ella.
-¡Está muerta!-contestó lord Spencer, lleno de rabia-¡Tanto ella como el niño están muertos!
-Muertos...
                         Lord Spencer tenía el rostro desencajado. Gilbert pensó que estaba a punto de romper a llorar. Lord Spencer no estaba enamorado de su esposa Eden, pero, por lo menos, se llevaba bien con ella. El recuerdo de Déborah seguía presente en su vida.
-¿Qué ocurrió?-le preguntó Gilbert-¡Exijo saberlo!
-Déborah se suicidó-respondió lord Gilbert-Se tiró por la ventana de mi habitación.
-¿La tiraste tú?
-¡Púdrete en el Infierno, desgraciado! ¡Jamás le haría daño!
                     Déborah había acudido a su cuarto en mitad de la noche. Le había seducido con las tímidas caricias de sus manos. Lord Spencer la había besado muchas veces. La tuvo entre sus brazos mientras la hacía suya. Sólo para darse cuenta de que Déborah no era virgen.
                      Entonces, la joven se lo contó todo.
-Acudió a mí porque sabía que yo sí podía responder por ella-afirmó.
-¿Te habrías casado con ella siendo una criada y esperando un hijo mío?-le interrogó Tristán.
-¡Por supuesto que sí! ¡La amaba con todo mi ser!

 

                       Lord Spencer pasó los días que siguieron a la muerte de Déborah bebiendo hasta perder el conocimiento.
                       Cada vez que besaba a Eden, intentaba pensar en Déborah porque necesitaba unirse a su mujer para poder engendrar un heredero.
                        Sin embargo, Gilbert pudo percibir cómo lord Spencer parecía tambalearse ligeramente. Pensó que, posiblemente, habría estado bebiendo antes de recibirle en el despacho. No estaba borracho, pero casi.
-Baja la pistola-le pidió-Hablemos como seres civilizados.
                        De pronto, escuchó aquella voz. La voz que escuchaba cuando visitaba el viejo monasterio. Para él, era su guía y su mentor. Le ayudaba a sobrellevar la vida como ánima. Como un espíritu encarnado en un cuerpo que no era el suyo.
-Está mintiendo-le advirtió-Hay algo en la historia de lord Spencer que no cuadra. Y tiene que ver con la forma en la que murió esa joven, Déborah.
                      Gilbert le miró a los ojos. Lord Spencer estaba dispuesto a matarle. Estaba realmente furioso con él porque le culpaba de la muerte de la mujer a la que amaba. ¿Acaso había matado a Déborah movido por los celos porque no era virgen cuando se acostó con ella y, además, iba a tener un hijo de Tristán? Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Gilbert.
                     Tristán era un canalla y le deseaba que se pudriera en el Infierno. Pero lord Spencer podía ser un asesino.
-¿Cómo murió Déborah?-le preguntó Gilbert.
-Sólo recuerdo que ella salió de mi habitación llorando histérica-respondió lord Spencer-Eden y yo acabábamos de casarnos. Pero yo amaba tanto a Déborah que no pensé en Eden. Sólo quería estar con ella. ¿Acaso piensas que yo la maté, maldito?
                      Dice la verdad, escuchó Gilbert.
                      El joven no sabía qué pensar.
-Vivo en Inchcolm-le contó-No sé si te acordarás que estoy prometido con una joven llamada Anne. Vive allí con sus tíos. Está enamorada de mí, pero lo único que quiero de ella es su dote. O quería su dote. Su tío se la ha proporcionado después de que el canalla de su padre la dejase en la ruina.
-De modo que tiene predilección a fijarse en los canallas malnacidos-ironizó lord Spencer con voz fría.
-Necesito que vengas conmigo a Inchcolm y hables con ella. Que la desengañes. A mí no me escuchará. Está ciega de amor por mí. Pero puede que a ti sí te escuche. Por una vez en mi vida, quiero hacer el bien. No quiero que esa joven sufra por mí, que no me merezco que nadie sufra por mí. Quiero que Eden venga con nosotros.
                     Se moría de ganas de conocer a la esposa de lord Spencer.
                     Por lo que sabía, era una prima suya.
                     Acababan de casarse cuando murió Déborah. Lord Spencer no la había matado. Se lo había dicho aquella voz. Entonces, ¿acaso la tal Eden pudo haber acabado con su vida? ¿Por qué lo haría?
                      Lord Spencer bajó la pistola.
-Tendrás la ocasión de humillarme-añadió Gilbert.
-Me sentiré vengado-sonrió lord Spencer de un modo que daba miedo-Y Déborah y su niño también serán vengados.
-Dime una cosa. ¿Cómo te habrías casado con Déborah si estás casado con Eden?
-Habría pedido el divorcio. Habría solicitado la nulidad. Me habría inventado que Eden no era virgen cuando nos casamos.
                     Desde luego, estás obsesionado con esa joven, pensó Gilbert.

sábado, 19 de abril de 2014

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Aunque es bastante breve, aquí os dejo un nuevo trozo de la segunda parte de Berkley Manor. 
Lady Christine habla con Regina acerca de su matrimonio con lord Duncan tras recibir la carta de éste.

ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.


                   




viernes, 18 de abril de 2014

EL ÁNIMA

Hola a todos.
A lo largo de estos días, he logrado darle un empujón a mi relato El ánima. 
En este fragmento, Gilbert viaja a Ullapool donde vive el hermano de Tristan.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                      El viaje en barca fue la primera parte del trayecto. Por fin, había logrado adivinar en qué parte de Ullapool vivía el hermano de Tristan. Sería un viaje muy largo, ya que viajaba de una punta a otra de Escocia.
                       La parte más dura fue despedirse de Anne y de Ellen. En realidad, la parte más dura fue despedirse de Ellen. Fue en el recibidor de su casa, cuando acudió a despedirse de Anne. Le dijo que iba a visitar a su hermano. Quería arreglar las cosas con él. Anne lo entendió. Pero, aún así, se sintió destrozada por tener que despedirse de quien ella creía que era su prometido. A Ellen no le pudo ocultar la verdad.
-Tristan oculta un secreto-afirmó Gilbert-No se trata sólo se su ambición desmedida. Si descubro lo que es, podré hacer que Annie abra los ojos. Y sea feliz de una vez por todas.
-No tengo tanta fe como tú en que lo consigas-replicó Ellen-Mi prima está ciega y no ve la realidad.
-No sé lo que pasará cuando todo esto termine. Tan sólo sé que quiero estar a tu lado. Me da igual si es dentro de este cuerpo como si es dentro de otro cuerpo.
-Me gustaría ser capaz de recordar. Pero...A menudo, pasan por mi cabeza imágenes a gran velocidad. Pasan tan deprisa que no tengo tiempo de analizarlas. Son sueños. Pero...No son sueños.
-Te lo explicaré todo a su debido tiempo, Ellie.
-Confío en ti.
                     Gilbert se había despedido de Anne dándole un beso suave en los labios. Pero, al despedirse de Ellen, la besó con pasión. Fue un beso largo y ardiente que marcaba su separación temporal. Pero volverían a verse.
                       Gilbert casi no llevaba ropa consigo.
                       Era la primera vez que viajaba a Ullapool, ya que estaba convencido de no haber estado allí nunca. Ni siquiera cuando vivía y tenía su propio cuerpo.
                        El barquero era un hombre discreto y casi no le hizo muchas preguntas durante el rato que pasó en la barca. De todos modos, Gilbert sabía que no podía contarle la verdad porque estaba convencido de que nadie le creería.
                          La siguiente parte del viaje la hizo en una diligencia.
                          Apenas pudo pernoctar una noche en la ciudad de Kirkcaldy.
                         Gilbert se encontró viajando a bordo de una diligencia llena de gente. Por suerte, apenas trabó conversación con todos los viajeros que viajaban hasta allí. El viaje fue largo y pesado. De haber podido, Gilbert se habría materializado delante del hermano de Tristan. Pero era mejor hablar con él cara a cara, usando el cuerpo de Tristan.
-¿Hacia dónde se dirige, joven?-le preguntó una mujer de unos cuarenta años.
-Me dirijo hacia Ullapool-respondió Gilbert.
-¿Es usted de las Tierras Altas?
-Sí...
                          En realidad, Gilbert no sabía si Tristán era o no era de las Tierras Altas. Tan sólo sabía que su hermano vivía allí.
                       
 

                     La diligencia lo dejó frente a un impresionante castillo que estaba casi en ruinas.
-¿Quién vive ahí?-le preguntó a un lugareño que pasaba por allí.
-El duque de Cleveland...-respondió el hombre-Lord Spencer Kinkaid...
-¿Es el hermano del marqués de Sinclair?
-Así es, señor. Nunca les he visto a ninguno de los dos. Pero lord Tristan Kinkaid heredó el título de marqués de un tío suyo que murió sin hijos. Aunque tiene varias hijas. Lord Spencer se casó con una de ellas.
-Entiendo.
                         El lugareño se alejó de allí.
                          Gilbert quedó ante el castillo.
                        De haber podido, habría dado un paseo por aquel lugar que parecía estar sacado de una de las novelas que Ellen solía leerle a Anne en voz alta.
                         ¡Qué medieval es este sitio!, pensó Gilbert. Pero había ido allí en busca de respuestas. Y no pensaba para hasta no haberlas obtenido.
                          Caminó por el puente levadizo, que estaba bajado y entró en el interior del castillo. Se fijó en una mujer que estaba sentada en un taburete desgranando guisantes y que, al darse cuenta de que no estaba sola, levantó la vista. Ahogó un grito al verle.
-¡Excelencia!-exclamó, sobrecogida-¡Todos creíamos que estaba muerto!
-Pues estoy vivo-dijo Gilbert-Y he venido aquí. Me gustaría saber dónde está mi hermano Spencer. ¿Se encuentra dentro del castillo? Cuando uno está a punto de morir, tiene la necesidad de ponerse a bien con la gente a la que ha hecho daño para intentar compensarla.
                        La mujer, que era la cocinera, se puso de pie. Estaba tan blanca como la cera. Gilbert pensó que se iba a desmayar. Lo miraba casi con miedo.
-Le diré a su hermano que está aquí-le informó.
-No sé si querrá verme-dijo Gilbert-Nuestra relación no ha sido nunca buena. Y creo que le hice mucho daño en el pasado. Yo espero poder solucionarlo todo ahora que estoy aquí.
                       La mujer salió corriendo.
                       Gilbert recorrió el castillo con la mirada.
                        Era un lugar que parecía estar sacado de un cuento de hadas. Sin embargo, había algo tétrico en aquel lugar. Estaba viejo y daba la sensación de que vivía poca gente en su interior. A lo mejor, lord Spencer estaba allí en compañía de su esposa.
-¿Cómo dices?-bramó una voz masculina que salía del interior del castillo-¡Ese malnacido está vivo! ¡Y ha venido aquí!
                     Si es Spencer, no se va a alegrar de verme, pensó Gilbert. Tragó saliva.

domingo, 13 de abril de 2014

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Después de un tiempo sin escribir nada de este relato, he logrado avanzar (aunque sólo poco) con mi relato Un sabor agridulce. 
En este fragmento, vemos cómo avanza la relación entre María Catalina y Lorenzo.

                     María Catalina acudió a la zapatería acompañada por su doncella a comprarse un par de zapatos.
                      El zapatero le habló de los buenos zapatos que hacía. Le tomó medidas a los pies de María Catalina, quien tuvo que descalzarse. Le enseñó el hombre el material de cuero con el que elaboraba los zapatos.
-Lo que más me interesan es que sean unos zapatos bonitos-afirmó María Catalina.
                       Por el rabillo del ojo, vio, a través de los cristales de la ventana de la zapatería, a Lorenzo acercarse. Sintió cómo se le paraba el corazón.
-¿Se encuentra bien, señorita?-le preguntó su doncella.
-Sí...-respondió María Catalina-Voy a salir un rato a tomar el fresco. Quédate aquí y que el zapatero te tome medidas de los pies. Mira el cuero y dile que te haga unos zapatos bonitos.
                     La joven abandonó la zapatería.
                      Se le cayó el alma a los pies. Lorenzo estaba ante ella.
-¿Qué estás haciendo aquí?-le interrogó María Catalina.
-He salido a dar una vuelta-respondió Lorenzo-Y te he visto dentro de la zapatería.
-¿Me estabas espiando?
-¡No! ¡Eso no! Pero...Tienes unos pies muy bonitos.
-¡Oh!
                      María Catalina sintió cómo el calor se agolpaba en su cara. No estaba acostumbrada a recibir piropos por parte de nadie. Aquella tarde, María Elena había decidido quedarse en casa. Rosario la ayudó a acostarse en su cama, ya que la joven se quejaba de que le dolía mucho la cabeza. María Catalina no quería retrasarse mucho. Deseaba regresar a su casa lo antes posible para ver cómo estaba María Elena.
-Tengo la sensación de que me evitas-observó Lorenzo.
-Yo no te estoy evitando-mintió María Catalina.
                   Sabía, en su fuero interno, que eso no era cierto. Sentía que no debía de enamorarse de Lorenzo. ¿Y si él, en el fondo, lo que deseaba era casarse con María Elena? El cuñado de su prima no se parecía en nada a su difunto esposo.
                     Lorenzo jamás le haría daño a María Elena.
-Siento algo muy fuerte por ti, Cati-se sinceró el joven-Cada vez que te miro, siento cómo mi corazón late muy deprisa. Tengo la necesidad de verte. De hablar contigo. Quiero que te apoyes en mí-Le dio un beso en la frente-Pero también quiero apoyarme en ti. En estos momentos, nos necesitamos el uno al otro.
                    Lorenzo se apoderó de los labios de María Catalina. Se fundieron en un beso largo, en mitad de la calle. María Catalina correspondió a aquel beso y rodeó el cuello de Lorenzo con los brazos.

 

                   Pero fue la primera en separarse de él, visiblemente agitada.
-No creo que esto le agrade a Elenita-se lamentó.
-¿Qué tiene que ver tu prima con nosotros?-se extrañó Lorenzo.
-Es tu cuñada. A lo mejor, quiere casarse contigo para tener hijos. Es todavía joven y puede volver a quedarse embarazada. Y puede que tú la ames.
-Yo no estoy enamorado de tu prima, Cati. Yo estoy enamorado de ti.

miércoles, 9 de abril de 2014

OLGA Y SARA: LOS ORÍGENES DE CAROLINA Y TERESA

Hola a todos.
Hablo mucho de mi novela El corazón de Carolina, pero me olvido de que fue en este blog donde nació. Al principio, fue un borrador. Más adelante, se convirtió en un cuento que se llamaba Amor amargo. 
Antes de ser Carolina y Teresa, eran Olga y Sara las protagonistas. Antes de ser primas, eran hermanas.
Las dos eran muy diferentes entre sí, pero estaban muy unidas.
Los caracteres no han variado casi nada entre el cuento y la novela.

Os quiero mostrar cómo imaginé inicialmente a Olga y a Sara.
AVISO: Estoy hablando de mi cuento Amor amargo.

Sara era una joven menor en su origen que Olga. Era rebelde e impulsiva. Le gustaba estar al aire libre y se asfixiaba dentro de su casa. Cuando sufrió el accidente que la dejó paralítica, el carácter de Sara se agrió y se hundió en una profunda depresión.
Imaginé a Sara con el rostro de la actriz Jennifer Ehle, quien dio vida a la inolvidable Elizabeth Bennet en la adaptación para la televisión que hizo la BBC de la inmortal Orgullo y prejuicio en 1995
¿Podría ser Jennifer una perfecta Sara?



Olga era la hermana mayor de Sara. Era una joven responsable y sensata, con un carácter dulce y tranquilo. Se preocupaba por Sara hasta que sufrió el accidente. A partir de ahí, se volcó por completo en cuidarla.
He imaginado a Olga con el rostro de la otra protagonista de la miniserie Orgullo y prejuicio, Susannah Harker, quien dio vida a la hermana de Elizabeth, Jane Bennet, uno de mis personajes favoritos.
¿Creéis que Susannah podría ser una perfecta Olga?

martes, 8 de abril de 2014

UNA CARTA DE LORD DUNCAN PARA LADY CHRISTINE

Hola a todos.
Lo que hoy os traigo es una carta que bien pudo haberle escrito lord Duncan, duque de Berkley, a su esposa lady Christine.
Recordemos que ella ha abandonado Berkley Manor para ir a visitar a Melanie y darle las gracias por el apoyo que le brindó cuando murió Toby. Lo que no se sabe a ciencia cierta es si lady Christine piensa regresar con su marido. Tras la muerte de Toby, el matrimonio sufrió una severa crisis que todavía no han superado.
¡Vamos a ver lo que le escribe el duque a su mujer!

ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.

                           


                   

viernes, 4 de abril de 2014

UN SUPUESTO RETRATO DE CHRIS

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este retrato que he encontrado navegando por Google Imágenes.
Pertenece a un joven que vivió durante el siglo XVIII.
Por la expresión serena de su cara, por su mirada tranquila, por sus rasgos atractivos y agradables, y por su porte, he creído que este joven bien podría haber sido Christopher Pemberton, el protagonista de Berkley Manor. 
Me gustaría pensar que Christopher sí existió en algún momento y alguien pintó este retrato suyo para recordarlo.
Sé que es una locura, pero, si no existió Christopher Pemberton como tal, sí pudo haber existido un joven parecido a él. Bondadoso y sincero, capaz de todo por amor. Igual que él.
Juzgad vosotros mismos.