lunes, 21 de abril de 2014

EL ÁNIMA

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de El ánima, asistiremos al encuentro entre Gilbert y el hermano de Tristán, lord Spencer Kincaid.
Lord Spencer alberga mucho odio hacia Tristán y Gilbert está metido dentro de su cuerpo.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                      Gilbert fue conducido a un despacho que encontró sombrío, como un mausoleo. Se enfrentó a la mirada cargada de odio que le lanzó un hombre increíblemente alto nada más entrar en el despacho. Estoy ante el hermano de Tristán, pensó Gilbert.
-¡Maldito seas!-le espetó lord Spencer nada más verle-¡Se suponía que estabas muerto!
-Es evidente que no-dijo Gilbert.
-¡Debías de haber muerto! Nos habríamos ahorrado todos el verte de nuevo. ¡Nos has destrozado a todos! ¿Cómo puedes tener la desfachatez de aparecer de nuevo por ahí, hijo de perra?
                        Los ojos de lord Spencer eran de color negro como la noche. Al posarse sobre el cuerpo de Tristán, parecía querer clavarle un cuchillo en el corazón.
-¡Osaste hacer tuya a Deborah!-le acusó.
-¿Déborah?-pensó Gilbert.
                        No conocía a ninguna Déborah, pero era obvio que tanto lord Spencer como Tristán sí la conocían.
-¡No finjas que no sabes de quién estoy hablando!-le increpó lord Spencer-¡Me da asco sólo mirarte! Tú mataste a Déborah. ¡Tú!
-Te pido que me cuentes lo que le pasó a esa joven-dijo Gilbert-He estado muy malherido. Los médicos me han dicho que he estado a punto de morir. ¡Compréndelo! Mi memoria es débil y me falla mucho.
                    De pronto, Gilbert se encontró ante el cañón de una pistola que lord Spencer debió de haber sacado del cajón del escritorio. Se ha vuelto loco, pensó el joven.
                       Lord Spencer estaba a punto de disparar contra él. Cierto era que a Gilbert no podría pasarle nada porque estaba muerto y tampoco podía pasarle nada a Tristán porque su cuerpo era sólo un simple envoltorio. Pero, si algo le pasaba a aquel cuerpo, Gilbert debía de buscar otro envoltorio. Y necesitaba, a pesar del asco que sentía, el cuerpo de Tristán.
-¡Tuviste entre tus brazos a Déborah!-le acusó lord Spencer-Y la abandonaste cuando más te necesitaba.
-Explícamelo mejor, por favor-le pidió Gilbert-Y baja esa pistola. Pueden detenerte y ahorcarte por asesinato.
-¡No me importa! El mundo sería un lugar mejor sin ti.
                     De pronto, lord Spencer empezó a hablar. Le contó a Gilbert, sin dejar de apuntarle con la pistola, que Déborah era una joven que trabajaba como criada en el castillo. Una joven humilde que no tenía familia y que se enamoró de él nada más verle. Lord Spencer también se enamoró de ella. Pero a quien Déborah quería era a Tristán.
-Tú lo sabías todo-acusó lord Spencer, con voz de hielo-Tú sabías que Déborah te amaba y te aprovechaste de ella. Cuando te cansaste de ella, la abandonaste.
-¿Qué le pasó?-quiso saber Gilbert.
-¿No lo sabes? ¿No sabes que Déborah iba a tener un hijo tuyo?
                        Gilbert intentó asumir aquella información. Tristán debía de tener un hijo o una hija con aquella joven.
                         Entonces, tenía que encontrarla. La llevaría hasta Anne.
                         Gracias a Déborah, Anne abriría los ojos. Se desengañaría de aquel malnacido y todos saldrían ganando.
-¿Dónde está Déborah?-inquirió Gilbert-La muerte te hace cambiar. Yo he estado a punto de morir. Quiero cumplir con mi deber para con ella.
-¡Está muerta!-contestó lord Spencer, lleno de rabia-¡Tanto ella como el niño están muertos!
-Muertos...
                         Lord Spencer tenía el rostro desencajado. Gilbert pensó que estaba a punto de romper a llorar. Lord Spencer no estaba enamorado de su esposa Eden, pero, por lo menos, se llevaba bien con ella. El recuerdo de Déborah seguía presente en su vida.
-¿Qué ocurrió?-le preguntó Gilbert-¡Exijo saberlo!
-Déborah se suicidó-respondió lord Gilbert-Se tiró por la ventana de mi habitación.
-¿La tiraste tú?
-¡Púdrete en el Infierno, desgraciado! ¡Jamás le haría daño!
                     Déborah había acudido a su cuarto en mitad de la noche. Le había seducido con las tímidas caricias de sus manos. Lord Spencer la había besado muchas veces. La tuvo entre sus brazos mientras la hacía suya. Sólo para darse cuenta de que Déborah no era virgen.
                      Entonces, la joven se lo contó todo.
-Acudió a mí porque sabía que yo sí podía responder por ella-afirmó.
-¿Te habrías casado con ella siendo una criada y esperando un hijo mío?-le interrogó Tristán.
-¡Por supuesto que sí! ¡La amaba con todo mi ser!

 

                       Lord Spencer pasó los días que siguieron a la muerte de Déborah bebiendo hasta perder el conocimiento.
                       Cada vez que besaba a Eden, intentaba pensar en Déborah porque necesitaba unirse a su mujer para poder engendrar un heredero.
                        Sin embargo, Gilbert pudo percibir cómo lord Spencer parecía tambalearse ligeramente. Pensó que, posiblemente, habría estado bebiendo antes de recibirle en el despacho. No estaba borracho, pero casi.
-Baja la pistola-le pidió-Hablemos como seres civilizados.
                        De pronto, escuchó aquella voz. La voz que escuchaba cuando visitaba el viejo monasterio. Para él, era su guía y su mentor. Le ayudaba a sobrellevar la vida como ánima. Como un espíritu encarnado en un cuerpo que no era el suyo.
-Está mintiendo-le advirtió-Hay algo en la historia de lord Spencer que no cuadra. Y tiene que ver con la forma en la que murió esa joven, Déborah.
                      Gilbert le miró a los ojos. Lord Spencer estaba dispuesto a matarle. Estaba realmente furioso con él porque le culpaba de la muerte de la mujer a la que amaba. ¿Acaso había matado a Déborah movido por los celos porque no era virgen cuando se acostó con ella y, además, iba a tener un hijo de Tristán? Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Gilbert.
                     Tristán era un canalla y le deseaba que se pudriera en el Infierno. Pero lord Spencer podía ser un asesino.
-¿Cómo murió Déborah?-le preguntó Gilbert.
-Sólo recuerdo que ella salió de mi habitación llorando histérica-respondió lord Spencer-Eden y yo acabábamos de casarnos. Pero yo amaba tanto a Déborah que no pensé en Eden. Sólo quería estar con ella. ¿Acaso piensas que yo la maté, maldito?
                      Dice la verdad, escuchó Gilbert.
                      El joven no sabía qué pensar.
-Vivo en Inchcolm-le contó-No sé si te acordarás que estoy prometido con una joven llamada Anne. Vive allí con sus tíos. Está enamorada de mí, pero lo único que quiero de ella es su dote. O quería su dote. Su tío se la ha proporcionado después de que el canalla de su padre la dejase en la ruina.
-De modo que tiene predilección a fijarse en los canallas malnacidos-ironizó lord Spencer con voz fría.
-Necesito que vengas conmigo a Inchcolm y hables con ella. Que la desengañes. A mí no me escuchará. Está ciega de amor por mí. Pero puede que a ti sí te escuche. Por una vez en mi vida, quiero hacer el bien. No quiero que esa joven sufra por mí, que no me merezco que nadie sufra por mí. Quiero que Eden venga con nosotros.
                     Se moría de ganas de conocer a la esposa de lord Spencer.
                     Por lo que sabía, era una prima suya.
                     Acababan de casarse cuando murió Déborah. Lord Spencer no la había matado. Se lo había dicho aquella voz. Entonces, ¿acaso la tal Eden pudo haber acabado con su vida? ¿Por qué lo haría?
                      Lord Spencer bajó la pistola.
-Tendrás la ocasión de humillarme-añadió Gilbert.
-Me sentiré vengado-sonrió lord Spencer de un modo que daba miedo-Y Déborah y su niño también serán vengados.
-Dime una cosa. ¿Cómo te habrías casado con Déborah si estás casado con Eden?
-Habría pedido el divorcio. Habría solicitado la nulidad. Me habría inventado que Eden no era virgen cuando nos casamos.
                     Desde luego, estás obsesionado con esa joven, pensó Gilbert.

2 comentarios:

  1. Uy como lo dejas así, te mando un beso y esperando más de esa novela

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    1. Hola Citu.
      De momento, no sé cuándo podré seguir subiendo más trozos.
      Yo espero que pronto veamos más.
      Un fuerte abrazo.

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