lunes, 11 de noviembre de 2013

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Ando algo liada por culpa de la inspiración. No me permite avanzar todo lo que quiero con El ánima. De modo que, cuando pueda, retomaré esta historia. Si la inspiración me lo permite.
De momento, os voy a dejar con un trozo de mi relato Un sabor agridulce. 

                            Lorenzo se reunió con el resto de la familia al día siguiente en el comedor. Se fijó en que estaban todos alrededor de la mesa desayunando. Aceptó de buen grado la taza de café caliente que le sirvió una criada.
-¿Cómo ha pasado la noche, señor Castillo?-le preguntó doña Edelmira.
-He dormido bien-respondió Lorenzo-Estoy acostumbrado a dormir fuera de casa. He viajado mucho por el extranjero.
-¿Piensa quedarse mucho tiempo aquí?-inquirió don Juan.
                       Lorenzo se encogió de hombros. No sabía a ciencia cierta cuándo se iría.
-Me iré cuando María Elena esté recuperada-contestó.
                       Tanto doña Edelmira como don Juan hicieron un gesto lleno de tristeza. Sin embargo, María Catalina bebió un sorbo de su taza de café. Esbozó una sonrisa cargada de esperanza.
-¡Mi prima se va a poner bien!-afirmó con entusiasmo-Elenita es fuerte. ¡Se pondrá bien!
                       Doña Edelmira mordisqueó un bollo con gesto pensativo.
                       Un rato antes, Lorenzo acudió a la habitación de María Elena. La joven estaba profundamente dormida. Rosario permanecía a su lado pasando un paño mojado por su cara. Lorenzo cogió la mano de María Elena y se la llevó a los labios.
-Mi niña está descansando, señorito-le informó Rosario-Déjela tranquila.
                      El cabello negro de María Elena se extendía sobre la almohada.
                      Lorenzo se fijó en que María Catalina estaba sentada frente a él.
-Yo también confío en que Elenita se recupere-se sinceró-Me da pena verla tan enferma.



-¿Lo veis?-casi chilló María Catalina-¡El señor Castillo está conmigo!
-Cati, por favor-le pidió doña Edelmira.
-Hemos hablado del tema-se lamentó don Juan-Tu prima está muy enferma. Y todos los que estamos aquí sabemos que su enfermedad no tiene cura.
                       Lorenzo se fijó en María Catalina. De algún modo curioso, se parecía mucho a su prima. Sin embargo, María Catalina era hermosa en un sentido más delicado. Sus labios poseían un trazado delicado. Sus mejillas eran blancas y rosadas a la vez. Su cabello era largo de color negro. Y sus ojos de color castaño estaban sombreados por unas espesas pestañas de color oscuro.
                      María Catalina llevaba puesto un bonito vestido de color verde que le sentaba muy bien. De pronto, la chica se puso de pie, se acercó a él y le dio un beso en la mejilla.
-Gracias...-le susurró.

-Lorenzo dice que te vas a poner bien-le dijo María Catalina a su prima al cabo de un rato-Y yo creo en lo que él dice.
-¿Lo ves, mi niña?-apostilló Rosario en tono triunfal.
              María Elena miró a ambas con tristeza.
-Me temo que eso no va a ocurrir-se lamentó la joven.
-Eres la persona más terca que jamás he conocido-le espetó María Catalina, sentándose a su lado en la cama-¿Por qué piensas que no te vas a poner bien?
                 Un fuerte golpe de tos sacudió a María Elena. Entre Rosario y María Catalina la ayudaron a incorporarse. La primera golpeó la espalda de la enferma para calmar su tos. La sangre manchó el cuello de su camisón.
-¿Entiendes el porqué no me voy a poner bien nunca?-se lamentó María Elena.
                 Los ojos de María Catalina se llenaron de lágrimas. No se resignaba a ver enferma a su prima. No se resignaría nunca a la idea de perder a María Elena.
-Déjela descansar, señorita-le pidió Rosario.
-No...-negó María Catalina-Me quedaré con ella.
                 La respiración de María Elena era agitada. Permaneció un buen rato sentada en la cama, apoyada en María Catalina y en Rosario.
-Mi niña, tienes que hacerme caso-le pidió la mujer-Tú tienes que descansar. No tienes que fatigarte. Y tienes que estar tranquilita. Si no haces eso, te pondrás peor.
-Todo está perdido para mí-se lamentó María Elena.
               María Catalina se dijo así misma que no iba a llorar. Notó el suave apretón que le daba su prima en su mano. María Catalina le dio un beso en la frente.
-Tienes que hacerle caso a Rosario-le exhortó-Las dos queremos que te levantes de esa cama lo antes posible.

4 comentarios:

  1. Hola Laura, pues menos mal que tienes perdida la inspiración...
    Jejeje, entonces lo mío es para que el FBI la busque porque es como Wally, que no se encuentra desde hace mucho.
    Vas muy bien y bueno, si un día se escriben 50 palabras, al siguiente, 100, otro 25, otro 75, es lo que hay, tampoco somos máquinas.
    Saludetes.

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    1. Hola EldanY.
      Como siempre, das los mejores consejos.
      Tienes razón cuando me dices que escriba lo que pueda. La imaginación es muy caprichosa. Y tú desprendes mucha imaginación en tus relatos, aunque digas lo contrario. Eres muy bueno escribiendo, amigo.
      Un fuerte abrazo.

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  2. Uy veamos, como le va espero que lo supere. Te mando un abrazo y continua tu historia esta muy interesante

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    1. Hola Citu.
      Me temo que la enfermedad que padece María Elena no tiene una cura tan sencilla.
      Un fuerte abrazo.

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