lunes, 12 de enero de 2015

EN UN LUGAR APARTADO

Hola a todos.
Hacía algún tiempo que no me pasaba por este blog.
Entre mis archivos, encontré este relato que, y es totalmente cierto, sólo estaba escrita media hoja. Me he animado a terminarlo y me ha quedado un relato más bien cortito, pero sencillo y romántico.
Espero que os guste.

EN UN LUGAR APARTADO

ISLA DE LOCK WOOD, EN EL RÍO TÁMESIS, 1730  

          Mary rumiaba de rabia al pensar que Martha estaba en aquellos momentos bailando en alguna fiesta. Estaba apoyada en el alfeizar de la ventana de su habitación. Hacía una noche preciosa. Hasta la ventana de la habitación de Mary llegaba el rumor de las olas. Sabía que Martha estaba en compañía de Simon, aquel apuesto galán que la estaba cortejando. Mary veía a Martha bailando con Simon. Él tenía todo lo que Mary deseaba para ella: dinero y apostura.
         Mary hervía de rabia.
         En aquellos momentos, Martha estaba viviendo su momento de gloria en compañía de un hombre que se parecía muchísimo al marido de Mary. Martha estaba muy hermosa con un elegante vestido negro de noche. 
                        Simon se sentó al lado de Martha a la mesa durante la cena. Era sabido por todos que llevaba algún tiempo cortejándola. Ella le escuchaba con atención mientras daba cuenta de los mejillones ahumados que se habían servido de primer plato. Simon poseía el don de hacerla reír. Mary les contemplaba desde la otra punta de la mesa. 
                        Deseaba no sentir envidia de Martha. Su matrimonio era un completo fracaso. 
                        Pero Martha no tenía la culpa de nada. 
                         Simon llevaba interesado en Martha desde hacía unas semanas. Cuando fueron presentados de manera oficial en otra cena. 
-Es un honor conoceros, milady-le dijo. 
-Lo mismo digo, señor-contestó Martha. 
                        Desde entonces, Simon sólo tenía ojos para Martha. Y Mary se moría de envidia. 
                        Durante la cena, el esposo de Mary trató de llamar su atención. Durante el baile, quiso bailar una pieza con ella. 
                         Mary se retiró pronto a su habitación. Alegó que le dolía mucho la cabeza. Martha era más joven que ella. Mary se había casado siendo muy joven. De pronto, sentía que no había vivido lo suficiente. Por eso, sentía cierta envidia hacia Martha. Su hermana menor sí estaba disfrutando de la vida. El matrimonio de Mary había sido pactado entre sus padres y Simon. En cambio, Martha tendría mucha más suerte de la que había tenido ella. Podría casarse por amor. 
                       Martha y Simon lograron salir de casa sin ser vistos. Salieron por la puerta de la cocina, aprovechando que la cocinera estaba durmiendo con la cabeza apoyada encima de la mesa. Caminaron entre los árboles que crecían en la isla. Podían perderse entre ellos. 
                       Se acostaron sobre la hierba. A pesar de los árboles, podían ver las estrellas. Inventaron nombres para cada estrella que veían en lo alto del cielo. Hacían dibujos conectando unas estrellas con otras. 
-Esas tres estrellas forman un triángulo-dijo Martha. 
                         Eran dibujos graciosos los que inventaban con su imaginación. Al mirar las estrellas. 
-Esas estrellas, si las unes, tienen forma de nariz-dijo Simon. 
                          Al decir esto, se acercó a Martha y la besó con pasión en los labios. 
                          Ya le había robado besos a la joven en otras ocasiones. 
-¿Te ha contado tu padre que he hablado con él?-le preguntó Simon. 
-Hablas con él de todo-respondió Martha. 
                         Sin embargo, la conversación que Simon había tenido con el padre de Martha había sido muy distinta. Mary la había escuchado a través de la puerta cerrada de madera. 
                          Llevaba algún tiempo cortejando a Martha. Yendo a visitarla todas las tardes llevándole ramos de flores. Leyendo poemas que él escribía para ella en voz alta. Perdiéndose en su mirada. 
                         Escuchando cómo Martha interpretaba una pieza con el clavicordio. 
                        Por eso mismo, aprendiendo a conocerla, se había enamorado de ella. No se trataba de una unión por interés. Escucharon en silencio el susurro del río Támesis que rodeaba la isla y cuyo caudal bajaba con suavidad. Podían escuchar el croar de una rana que estaba cerca de allí. El ulular de un búho en busca de un pequeño ratón para cenar. Soplaba una ligera brisa que movía la falda de Martha. 
                        Ella se acercó aún más a Simon y lo besó con dulzura. 
                        Le parecía algo irreal estar acostada sobre la hierba a su lado. 
                        Se abrazó a él. 
            Mientras, la doncella de Mary entró en la habitación para ayudarla a desvestirse. 
-Mi hermana se ha ido-murmuró Mary. 
-No, señora-le corrigió su doncella-Vuestra hermana está en el salón. Está hablando con una amiga. 
                         Miente, pensó Mary. 
                         Se acercó a su tocador. Su doncella la hizo sentarse ante él. Empezó a deshacer su moño. Mary estaba como ida. Su doncella le cepilló el cabello. Empezó a parlotearle acerca de la fiesta. De la gente que había acudido a ella. 
                         Mary quería recordar si había llegado a amar a su marido en alguna ocasión. 
                         Brian, su esposo, no era un hombre fácil de tratar. En aquellos momentos, vivían separados. 
                        Él estaba en Londres y Mary no quería pensar en lo que estaría haciendo en aquellos momentos. Ella, por su parte, había vuelto a su hogar familiar. La isla de Lock Wood era como un refugio para ella. Le permitía pensar que estaba aislada del mundo. 
                     Una parte de ella, deseaba ver de nuevo a Brian. Besarle. Abrazarle. Otra parte de ella, deseaba no verle nunca más. Estaba cansada de sufrir por su culpa. 
            Pensó en su hermana. A veces, tenía la sensación de que Martha se parecía a ella en su carácter impulsivo. Se casó con Brian sin pensar que, a lo mejor, él podía no quererla realmente.
            Sin embargo, Simon no se parecía en nada a su marido. Simon estaba perdidamente enamorado de Martha. Podían ser muy felices juntos.
            En la otra parte de la isla, Simon estaba muy tenso.
-Te respeto, Martha-le dijo a la joven-Y no quiero hacerte daño.
            Ella se echó a reír.
-¿Y por qué me ibas a hacer daño?-le preguntó con desparpajo.
-No quiero deshonrarte-respondió Simon-Lo único que quiero es hacerte feliz.
-Me vas a hacer muy feliz.
-¿Y qué pasa con tu reputación? 
-No te preocupes de eso ahora.
-Martha...Quiero casarme contigo. Es lo que le he dicho a tu padre. Y ha aceptado. 
-¿Estás hablando en serio?
-Pon fecha a la boda. No quiero pasar ni un día más lejos de ti. Te amo, Martha. 
            Volvieron a besarse y, a la vez que se besaban, empezaron a desnudarse el uno al otro.
            Se olvidaron de todo.
            Martha se olvidó de su virtud, que debía de proteger a toda costa. Se olvidó de que estaba a punto de perder aquello que más debía de proteger.
            Y Simon se olvidó de que era un caballero. Que Martha era una dama de buena cuna. Y sólo pensó en ella.
            Ya desnudos, se besaron muchas veces. Se lamieron el uno al otro. Se chuparon mutuamente la carne. Se mordieron deseando apoderarse del sabor del otro. Se saborearon recreándose en ello. En que estaban solos.
            Y se abrazaron con fuerza para fundirse en un solo ser.
            La noche se volvió más hermosa.


 

FIN


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