lunes, 12 de mayo de 2014

EL ÁNIMA

Hola a todos. 
El fragmento de hoy de El ánima es bastante triste por un motivo que veremos a continuación. 
El último fragmento espero poder subirlo esta semana. 
¡Muchas gracias por haber seguido esta historia siempre que he podido subir un trozo! 
Eso me motiva a seguir escribiendo. 

                          Todo ocurrió demasiado despacio para Ellen. 
                          Gilbert se abalanzó sobre Anne y trató de arrebatarle el arma. A Ellen le costaba trabajo reconocer a su prima. 
                         Anne trataba de zafarse de Gilbert. No entendía el porqué Tristán estaba defendiendo a Ellen. Para Anne, todo estaba claro en su mente. Su prometido y su prima eran amantes. 
-¿Acaso es que estás enamorado de ella?-le preguntó, al tiempo que abofeteaba su rostro. 
-¡Vas a cometer una locura!-respondió Gilbert-¡Dame la pistola, Annie! 
-¡No has respondido a mi pregunta! 
                       Lord Spencer se puso de pie como pudo. 
                       Vio cómo Anne y Gilbert rodaban por la arena. Recordaba haber visto a la joven pelirroja apuntar con un arma a la joven rubia que estaba ante ella. Y Tristán trataba de quitarle el arma. Finalmente, el joven logró desarmar a Anne. La joven quedó sentada en la arena. 
-¿Se encuentra bien, señorita?-le preguntó lord Spencer a Ellen-¿Le ha hecho daño? 
-Annie ha querido matarme-respondió la aturdida joven-Dijo que había matado a una joven en el pasado. 
-¡No puedo soportar el ver cómo miras a mi prima!-acusó Anne a Gilbert-Igual que mirabas a aquella puta. 
-¿De quién estás hablando?-le preguntó Gilbert. 
-¡No te hagas el tonto! Estoy hablando de Déborah. 
                      Al escuchar el nombre de Déborah, lord Spencer se giró para mirar a Anne. 
                     La joven rompió a llorar. Durante mucho tiempo, había guardado aquel secreto en lo más profundo de su corazón. Ellen estaba en estado casi catatónico mientras escuchaba hablar a su prima. Por su parte, la ira de lord Spencer iba en aumento. 
-¿Mataste a Déborah, perra?-la acusó. 
                      Estaba tan furioso que lo veía todo rojo porque aquella mujer había matado a su amada Déborah. 
-¡Tú la mataste!-volvió a gritar, fuera de sí-¿Cómo pudiste? ¿Por qué lo hiciste? 
-Iba a tener un hijo de Tristán y lo quería para sí-contestó Anne, destrozada. 
                        Lord Spencer quiso ir hacia ella, pero Gilbert logró ponerse de pie y agarrar su hermano. De pronto, lord Spencer empezó a darse cuenta de que había pasado mucho tiempo odiando a Tristán sin motivo alguno. El odio había dominado su vida desde el instante en el que vio a Déborah muerta. Culpó a Tristán sin más de lo ocurrido. Su hermano tenía numerosos defectos. Pero no era ningún asesino. Ni se le ocurrió investigar lo ocurrido realmente aquella funesta noche. 
-¡Suéltame, Tristán!-le increpó a Gilbert-¡Tengo que matarla! Tiene que pagar por lo que le hizo a Déborah. 
-Y pagará por lo que hizo, créeme-le aseguró el joven-La policía se hará cargo de ella. 
-¿Qué quieres decir?-le preguntó Ellen, saliendo del estado de estupor en el que se encontraba-¿Piensas denunciarla? 
-Ellie, ha matado a una joven. 
-Pero...Annie no es mala. Está obsesionada. Pero...
-Ha estado a punto de matarte a ti también. 
                        Entonces, ocurrió. 
-¡Annie!-chilló Ellen. 
                         Anne le arrebató el arma a Gilbert. Pero no hizo nada con ella. 
                         Salió corriendo. 
-¡Anne!-gritó Gilbert. 
                         Ellen, lord Spencer y él fueron corriendo tras Anne. 
-¡Annie, vuelve!-le imploró Ellen-¡Por favor! ¡Detente! Queremos hablar contigo. ¡Annie! 
                         Anne no veía por donde iba. Sólo sabía que había perdido a Tristán. Él había regresado sólo para estar al lado de Ellen. Se daba perfecta cuenta de que nunca había sido suyo. Tristán nunca estuvo realmente enamorado de ella. Sólo la quería por su dinero. Y, en algún momento, se había enamorado de Ellen. 
                          Llegaron hasta el Monasterio en ruinas. Anne entró en aquel lugar, deseando esconderse del mundo. Ellen, Gilbert y lord Spencer entraron también. No tardaron mucho en localizar a Anne en una de las celdas. Lord Spencer sentía el deseo de hacerle a aquella mujer lo mismo que le había hecho a Déborah. Pero debía de dejar hacer a Tristán. Por algún extraño motivo, Anne haría caso ciegamente a todo lo que él le dijera. 
-Dame la pistola-le pidió Gilbert-No venimos a pelear ni a echarte nada en cara. Tan sólo quiero que me des la pistola. 
-Amas a Ellie-dijo Anne con una voz tan lejana que no parecía la suya. 
-Cuando me des la pistola, hablaremos de eso.
-¡Mientes!
-Annie, por favor-intervino Ellen-Dale la pistola. No cometas ninguna locura.
-Habría podido acabar contigo. Pero no pude. No habría podido hacerlo. Tú eres mi prima, Ellie.
-Sé que nunca me habrías hecho daño, Annie.
-Pero maté a esa joven llamada Déborah.
                      En aquel momento, Anne se llevó la pistola al pecho. Un grito se escapó de la garganta de Ellie al adivinar las intenciones de su prima. Lord Spencer se quedó paralizado. Fue Gilbert el que actuó al abalanzarse sobre Anne para quitarle el arma. Entonces, un ruido resonó en el silencio del viejo Monasterio.
                       Era el sonido de un disparo.
                       Justicia para la víctima, oyó decir la aterrada Ellen.
                       Era la misma voz que escuchaba Gilbert y a quien él acudía en busca de consejo cuando lo necesitaba.






2 comentarios:

  1. Uy me dio penita. Te mando un beso y te me cuidas

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    1. Hola Citu.
      La historia de Anne es bien triste porque ella estaba enamorada hasta la locura de Tristán y él nunca la amó. Sólo estaba interesado en su dote. Al final, ella perdió la cabeza. Es una historia muy triste.
      Un fuerte abrazo y cuídate.

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