domingo, 18 de mayo de 2014

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Estoy un poquillo enredada con el final de El ánima. Sé que había prometido terminarla esta semana, pero no he podido.
Lo siento mucho.
Sin embargo, intentaré que esta historia termine a lo largo de la semana entrante.
Cuando la acabe, pienso concluir Un sabor agridulce. 
De momento, he podido avanzar un poco con esta historia y aquí os dejo un pequeño fragmento.
Continúa avanzando la relación entre María Catalina y Lorenzo.

                           Merendar con Lorenzo era una locura.
                           Esto lo pensó María Catalina cuando se vio sola con él en el comedor a la hora de la merienda.
                           Su padre había acudido a visitar a un potencial cliente. Su madre y María Elena habían ido a visitar a una amiga. En realidad, era una amiga de su madre. Pero quiso que María Elena la acompañara.
-A mi prima le conviene tomar el aire fresco y que le vuelva a dar el Sol en la cara-le comentó María Catalina a Lorenzo.
                          Él no podía creerse la oportunidad que le brindaba la vida de quedarse a solas con ella durante un rato.
                          Apenas una hora, porque doña Edelmira y María Elena no tardarían mucho tiempo en regresar.
-Te noto un poco nerviosa-observó Lorenzo.
-No es nada-mintió María Catalina-Han ocurrido muchas cosas entre tú y yo.
                       Lorenzo cogió la mano de María Catalina por encima de la mesa. Se la besó.
                       Ella se puso rígida y apartó su mano de él.
                       Cogió una galleta de un plato. Le temblaba la mano. La cercanía de Lorenzo la ponía nerviosa.
                        No podía negarse así misma que estaba enamorada de él. Pero tenía la sensación de que Lorenzo no podía ser suyo.
                        Con lo bella que era María Elena, debía de casarse con ella. Después de todo, era su cuñado. Era el hermano menor del difunto Santiago.
                        Le correspondía casarse con María Elena y tener hijos con ella. No podía ponerse a coquetear con la prima de su cuñada. Pero ella se quedó en el comedor merendando con él.
-No podemos seguir negando lo que hay entre nosotros, Cati-afirmó Lorenzo-Aunque tú no quieras hablar, yo sí quiero hablar.
-Te debes a Elenita-le recordó María Catalina.
-Es cierto que yo quiero a tu prima. La quiero y la respeto. Pero no estoy enamorado de ella. Nunca he estado enamorado de ella. Elenita es como una hermana para mí. No sólo porque estuvo casada con mi difunto hermano. Es porque la veo como tal.
-Tu deber es casarte con ella y tener hijos que lleven tu apellido.
-Ni quiero casarme con tu prima ni ella quiere casarse conmigo. Cati...
                       María Catalina no quería escucharle.
                      Podía ponerse de pie. Podía salir del comedor. Pero permaneció sentada en su silla, oyendo cómo Lorenzo le hablaba de amor. Aquel joven estaba enamorado de ella. La amaba de verdad. Se había enamorado de la que siempre había sido la sombra de su prima.
-No he hecho otra cosa más que pensar en ti desde que te conocí-se sinceró Lorenzo-Estas semanas que llevo viviendo contigo y con tus padres me he dado cuenta de cómo eres en realidad. Y te amo por ello. Por tu lealtad...Por tu fortaleza...
-No puedes estar hablando en serio-murmuró María Catalina atónita.
                      Lorenzo se inclinó y besó a María Catalina por encima de la mesa. Se separó de ella y María Catalina estaba toda roja.
-Esto no puede estar pasando-dijo-Tú estás enamorado de mí.
-No puedo vivir sin ti-le aseguró Lorenzo-Eres la mujer que llevo toda mi vida esperando, Cati.
                      Volvió a inclinarse por encima de la mesa y volvió a besar a María Catalina en los labios. Ella no pudo pensar con claridad. Tan sólo pudo devolverle el beso a Lorenzo.



                      Finalmente, se separaron.
                      María Catalina cogió otra galleta y le dio un mordisco. Casi no podía mirar a Lorenzo a los ojos.
                       No sabía qué decirle.

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