jueves, 4 de julio de 2013

BERKLEY MANOR

Hola a todos.
Hoy, se puede decir que sí, que ya falta menos para el desenlace. En los próximos días, subiré los fragmentos finales de Berkley Manor. 
Pero las puertas de la mansión de los duques de Berkley todavía no se van a cerrar. Hay vida más allá de Chris y Melanie. Y lo vais a ir viendo a lo largo de este verano.
En el fragmento de hoy, el estado de salud de sir Marcus empeora.
¿Podrán su mujer y sus hijas perdonarle en su lecho de muerte?

              Sir Marcus llevaba varios días sin poder levantarse de la cama.
              Cayó postrado después de abandonar la casa. La misma casa en la que había convivido con Kate. Los recuerdos se agolparon en su mente a medida que iba alejándose de aquel lugar. El último beso que le dio a Kate. Podía oír el llanto de Anne de recién nacida. La voz de Melanie...Y se topaba con las miradas cargadas de desprecio de sus hijas. Se lo tenía merecido.
             Aquella noche, el estado de salud de sir Marcus empeoró.
             Tuvo un ataque de tos. Y acabó vomitando sangre. Una de las mozas de la posada fue corriendo a buscar al médico. Sir Marcus tenía una fiebre muy elevada.
-Annie...-susurraba en su delirio-Melly...
            Pedía ver a sus hijas. Las llamaba a gritos.
            El médico le practicó una sangría. Sir Marcus sentía que los pulmones le ardían. Una gran presión oprimía su pecho. Se estaba muriendo. Lo sabía. Le estaban fallando las fuerzas.
-Quiero ver a mis hijas-pidió.
-Lo que tiene que hacer es quedarse tranquilo, señor-le sugirió el médico-Tiene que descansar. No es momento para que se exalte.
-¡Doctor, se lo ruego! Escríbale a mi mujer. Pídale que venga a verme. ¡Quiero ver a mis hijas!
             


              La nota llegó a manos de Kate por la mañana. Se la entregó una de las dos criadas que tenía. Kate acababa de vestirse y se disponía a bajar para desayunar. En la escalera, la abordó la criada.
-Ha llegado una nota-le informó-Es para usted, señora.
                 Le tendió el papel.
-Me lo ha entregado un mozo de la posada-le contó la criada.
-Un mozo de la posada...-se extrañó Kate.
-Por lo visto, se trata de algo serio.
               Kate rasgó el sobre. Extrajo el papel. Tuvo que aferrarse a la barandilla de la escalera. Las piernas habían empezado a temblarle con violencia.
-¡Señora!-se inquietó la criada.
               La ayudó a sentarse en el último escalón. Kate era incapaz de leer las líneas de aquel sobre. En su mente sólo había dos palabras. Marcus grave...¿Acaso se estaría muriendo? Kate sintió que le faltaba el aire.
-Avisaré a su tía-decidió la criada.
              Bajó por la escalera. Regina debía de estar en la cocina hablando con la cocinera acerca de lo que iban a comer aquel día. Kate agradeció el quedarse sola.
               Regina no tardó mucho en subir por la escalera.
-¿Qué ha ocurrido, Katie?-le preguntó.
-Es Marcus, tía-respondió la mujer-Él...
-¿Qué quiere ese canalla? ¿Piensa volver?
               Kate le tendió el papel a su tía. Le temblaban las manos.
-Se está muriendo-sollozó-¡Marcus se está muriendo!
              Regina permaneció imperturbable al escuchar aquella noticia. No sentía la menor compasión hacia aquel hombre. Pero era obvio que Kate sí sentía pena por él. Se preguntó qué era lo que pensaba hacer su sobrina.
-Marcus quiere vernos-le contó-A mí...Y a las niñas...
-¿Qué es lo que quiere?-se indignó Regina.
-Tía, por favor. ¡Se está muriendo! No puedo negarle que vea a nuestras hijas. ¡Es su padre!
-Katie, eres libre de hacer lo que quieras. Pero no voy a permitir que ese malnacido os vuelva a hacer daño.
               Kate se puso de pie.
               Bajó por la escalera. Tenía que hablar con Anne y con Melanie. Debía de contarles que su padre estaba enfermo.
               Se preguntó cómo reaccionarían. Encontró a sus hijas en el salón. Se disponían a entrar en el comedor para desayunar. Kate las abordó.
-Tengo que daros una noticia-dijo.
                Suspiró hondo antes de proseguir. No supo bien cómo las palabras lograron salir de su boca.
-Vuestro padre está muy enfermo-anunció.
-¿Cómo?-se extrañó Melanie.
               Kate se dejó caer en una silla. Se sentía demasiado cansada como para seguir hablando. Le dolía la cabeza de tanto pensar. Sir Marcus estaba enfermo.

                 Aquella misma tarde, Kate y sus hijas acudieron a la taberna. Regina decidió acompañarlas. Lo último que quería era dejar a Kate a solas con aquel hombre. Al entrar en la habitación de sir Marcus, a Regina se le cayó el alma a los pies. El hombre que yacía en aquella cama no se parecía en nada al hombre que había hecho llorar en demasiadas ocasiones a su sobrina.
-Katie...-susurró sir Marcus-Has venido. ¿Dónde están mis hijas?
-Estamos aquí, padre-contestó Melanie.
-Acercaos-les pidió sir Marcus-Quiero veros.
              Melanie se quedó de piedra al verle. Su padre estaba muy pálido. Lo veía mucho más flaco que cuando fue a verlas hace unos días. Le costó trabajo reconocerle. El médico ayudó a sir Marcus a incorporarse. Le costaba mucho trabajo respirar. Anne estaba asustada. Era la primera vez que veía tan de cerca a una persona enferma. Los ojos de Kate se llenaron de lágrimas. Aquel hombre era una especie de esqueleto andante. No se parecía en nada al hombre que la enamoró.
-Ya falta poco-dijo sir Marcus con apenas un hilo de voz-Pronto...Me habré ido.
-¿Qué es lo que tienes?-inquirió Melanie.
               Es la mala vida, pensó sir Marcus. El no haber podido ser feliz nunca. El no haber hecho feliz a la única mujer que me ha querido de verdad. Kate también se acercó a su cama. Le cogió la mano. Regina optó por no decir nada. El hombre que más había odiado a lo largo de su vida se estaba muriendo. No sintió alegría al verle agonizar. Lo único que sintió fue una profunda lástima. Sir Marcus había echado a perder su vida por culpa de su egoísmo. De haber sido otro hombre, habría luchado por ser feliz al lado de Kate. Pero sir Marcus sólo había pensado en sí mismo.
-¿Por qué?-le preguntó Kate a su marido-¿Por qué nunca me quisiste? ¿Por qué me hiciste tanto daño?
                 El cabello de la mujer amenazaba con soltarse de su holgado moño. Sus ojos de color verde estaban llenos de lágrimas. Parecía un fantasma de la joven animada que sir Marcus conoció años antes. Se llevó la mano de Kate a los labios.
                Aún poseía la silueta de una joven. Aún seguía siendo muy hermosa.
-Te hice daño-respondió sir Marcus-Y te pido perdón por ello.
-No has respondido a la pregunta que acaba de hacerte mi madre-le recriminó Melanie.
-Lo único que quería era dinero. Mis acreedores me perseguían. He estado en Newgate preso. La cárcel es horrible cuando se ha crecido rodeado de todos los lujos. Mi padre era un hombre serio y estricto. Yo, por el contrario, sólo buscaba el placer.
-¿Te casaste conmigo sólo por mi dinero?-inquirió Kate con la voz ahogada.
              Aún así, no quiso soltar la mano que sir Marcus sujetaba. Di que es mentira, rezó en silencio.
-Me fijé en ti porque tenías veinticinco años y estabas desesperada-contestó el hombre-Querías casarte. Y pensé que podía engatusarte. Para mí, el matrimonio era la única manera que tenía de evitar la cárcel. Pensé en seguir con mi vida una vez casado contigo. Nunca te amé, Katie.
-¡Miserable!-gruñó Regina.
               Kate cerró los ojos. La brutal confesión de sir Marcus la despertó a la realidad. Su marido nunca había estado enamorado de ella. Sintió cómo un puñal se clavaba en el corazón. Pero, curiosamente, no sentía dolor alguno. De alguna manera, sospechaba que sir Marcus nunca la había amado. Que su tía Regina tenía razón cuando le decía que sólo la quería por su dote elevada.
               Kate no había querido hacerle caso. Había optado por cerrar los ojos. Por creer que sir Marcus sí estaba realmente enamorado de ella. Una lágrima se deslizó por su mejilla.
-En ese caso, tampoco nos has querido-le reprochó Melanie a su padre.
-Os quiero, hija-afirmó sir Marcus-Os quiero a vosotras dos. A Annie y a ti, Melly. Y a Katie...Vuestra madre...He llegado a admirarla.
           


-Yo no quiero tu admiración, Marcus-le replicó Kate-Yo sólo quería tu amor. Sólo quería que me correspondieras. ¿Por qué no fuiste capaz de corresponder al amor tan grande que te profesaba?
               Varios mechones de cabello rojo se escaparon del moño de la mujer. Parpadeó con sus oscuras y largas pestañas. Sir Marcus besó la mano de Kate. Ella no quería seguir mirándole.
-Perdóname, Katie-le rogó el hombre-Perdóname por todo el daño que te he hecho. Sé que no me lo merezco. Te abandoné. No sólo una...Te he abandonado en demasiadas ocasiones. Me he perdido la infancia de nuestras hijas. Por favor...
-Te perdono, Marcus-le interrumpió Kate-Te perdono. Perdono que nunca me hayas amado.
-Gracias...
                Melanie se puso tensa. Su padre empezó a toser. No podía parar. Anne se colocó detrás de su hermana. Tenía mucho miedo. De pronto, sir Marcus notó una presencia en la habitación.
-Peter...-susurró-Hijo...Estás ahí. ¡Te estoy viendo!
               Las cuatro mujeres que habían ido a verle sabían de quién estaba hablando. Un sollozo se escapó de la garganta de Kate.
                Melanie sintió cómo las lágrimas caían sin control sobre sus mejillas. Sabía que su padre estaba agonizando. Estaba viendo a Peter. No le quedaba mucho tiempo de vida. Había pasado toda su vida odiando a aquel hombre. Era la hora de pasar página.
-Yo también te perdono, padre-dijo Melanie.

4 comentarios:

  1. Siento compasión por Marcus, es un ser humano y pese a sus errores me consuela que en su lecho de muerte se arrepienta y haga lo correcto. Quizá esta situación ayude mucho a Kate y las chicas para superar la pena.

    Besos.

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    1. Sir Marcus siempre ha sido un fantasma que estaba demasiado presente en la vida de su familia. Les ha impedido ser felices. Pienso que ya es hora de que Kate y sus hijas pasen página.
      Un fuerte abrazo, Aglaia.
      ¡Mañana, el final!

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  2. Hola Lilian, buenas tardes,
    me estuve poniendo al día,
    uffff un capítulo realmente emotivo,
    la verdad llegó con parte del perdón.
    Sufrió por todo el daño que había cometido,
    así que el miserable se casó por no ir a la carcel?
    no era más que un pinche cabrón.
    se acerca el fín =S

    Te deseo un bonito fin de semana
    un cálido abrazo

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    1. Hola Ricky.
      Buenos días desde La Unión.
      La gente, cuando está en su lecho de muerte, tiende a sincerarse en la creencia de que, al morir, si va al Purgatorio, pasará menos tiempo allí. Al menos, así lo pienso.
      Sir Marcus obró mal a lo largo de su vida y quiere expiar sus pecados.
      Y sí, tienes razón. Sir Marcus obró como un cabrón egoísta a lo largo de su vida sin importarle el daño que le hacía a los demás.
      Te deseo un feliz fin de semana.
      Un fuerte abrazo, Ricky.

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