domingo, 30 de marzo de 2014

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Hoy, he podido escribir un trocito de esta historia.
Vamos a ver lo que ocurre entre las primas María Elena y María Catalina.

                      María Catalina consiguió que María Elena la acompañase a dar un paseo por el mercado.
                      Un hombre aseguraba a viva voz que los huevos que ponían sus gallinas eran los más frescos de todo el mundo.
-Yo creo que está exagerando-apostilló María Catalina-Todas las gallinas ponen los mismos huevos.
-En el cortijo donde me crié, antes de la muerte de mi padre, teníamos numerosas gallinas-recordó María Elena-Me acuerdo de ellas.
                     Una mujer vendía fruta de toda clase, procedente de la Península. Otra mujer regateaba astutamente en un puesto de verdura con el vendedor sobre el precio de un kilo de patatas.
-Es imposible que un kilo de patatas cueste 25 pesetas-aseguró la mujer-Eso es el precio de dos kilos de patatas y poco más.
-A mí se me da fatal lo de regatear-le comentó María Catalina a María Elena-Por eso, vengo con Rosario. Es muy hábil.
                  Había mucha gente en el mercado.
                  María Catalina agradeció poder salir de su casa. Le dio limosna a un mendigo que andaba pidiendo vestido tan sólo con harapos. Estaba muy delgado. María Catalina pensó que era una especie de esqueleto.
                   María Elena se cogió del brazo de su prima para caminar.
                   Se preguntaba así misma si no había cometido una locura al salir a la calle. Se cansaba con mucha facilidad.
-¿Vas bien?-le preguntó María Catalina-¿Estás cansada?
-No...-respondió María Elena-¡Qué raro es estar fuera de casa!
                     María Catalina sonrió. Poco a poco, el color iba volviendo a las mejillas de María Elena. Pero el médico había sido muy claro con ellos.
                     La enfermedad podía volver a aflorar en cualquier momento.



-Te noto algo distraída-observó María Elena.
-¿Por qué dices eso?-inquirió María Catalina.
-Porque te conozco bien. Puedes contarme lo que te pasa.
                      María Catalina guardó silencio. El saber que Lorenzo vivía bajo el mismo techo que ella la ponía nerviosa. Pensó que era el cuñado de María Elena. No podía haber nada entre ellos. A lo mejor, querría casarse con su prima en cuanto se hubiese curado del todo.
                      María Elena había perdido el hijo que esperaba de Santiago. Pero podía concebir otro hijo con Lorenzo si se casaba con él.
                      Era mejor olvidarse de Lorenzo.
                      Sin embargo, él parecía estar interesado en ella. María Catalina no era ninguna belleza si se la comparaba con la bella María Elena.
-No es nada-mintió la chica.
                      María Elena arqueó una ceja.
-Cati...-dijo.
                      La aludida esbozó una trémula sonrisa.
-No es nada, Elenita-le aseguró-De verdad que no...

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