domingo, 8 de junio de 2014

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Ha pasado algún tiempo desde que subí aquí el último fragmento de mi relato Un sabor agridulce. 
Lo cierto es que tengo esta historia un poco atragantada en el sentido de que me está costando trabajo poder avanzar con ella.
Es lo malo de tener tantos proyectos en danza.
He decidido finiquitar el proyecto al que le falta menos, que es mi fanfic de Toda una dama, Los besos que nos dimos, que espero poder terminar a lo largo de la semana entrante.
Siguiendo con el consejo que me dieron hace algún tiempo (¡gracias EldanY!) he podido acabar un trozo.
En esta ocasión, vemos cómo María Elena intenta aconseja a María Catalina acerca de su relación con Lorenzo.

                              María Catalina escuchaba cómo María Elena le contaba la mañana que había pasado en la modista.
                             Acompañada por la fiel Rosario, María Elena se había atrevido a ir a la modista.
-Me gustaría dejar de vestir de luto-le contó a su prima.
                             María Catalina pensó que era una buena idea. María Elena todavía llevaba luto a Santiago.
                            En su opinión, Santiago no merecía tanta consideración por parte de su prima. María Elena sentía cómo las fuerzas habían regresado a ella. La enfermedad empezaba a parecer algo del pasado. Sentía ilusión nuevamente por vivir.
-Me alegro de verte tan animada-afirmó María Catalina con sinceridad.
-Pero yo no te veo tan animada-observó María Elena-¿Qué ocurre, Cati?
-Se trata de Lorenzo. Hay algo entre nosotros que es muy fuerte. Y ese sentimiento va creciendo a medida que van pasando los días. No sé qué hacer.
                         Las dos primas habían salido a dar un paseo aquella tarde. Saludaron a la criada de una conocida de doña Edelmira. Se encontraba barriendo la puerta de su casa. Las tiendas que había en el Peñón, que eran pocas, estaban abiertas.
                        María Elena se fijó en que María Catalina se había puesto roja como la grana.
                       Pensó que su cuñado Lorenzo podía hacer muy feliz a su prima porque María Catalina era una muchacha maravillosa.
-Deberías de ser feliz a su lado-opinó María Elena.
-No creo que eso vaya a pasar-dijo María Catalina.
-Cati, tienes derecho a vivir tu propia vida. Yo ya estoy recuperada del todo. No tienes que vivir a mi sombra porque tú has nacido para brillar. Ya es hora de que seas feliz.
                        Un militar se apartó para dejarlas pasar. Miró a las dos primas y las saludó cortésmente.
-Buenas tardes, señoritas-las saludó-Que pasen una buena tarde.
                         Una mujer y su criado salieron de la modista. El criado cargaba con un paquete. La vida seguía su curso.
                        María Elena pensó que la vida debía de seguir para María Catalina.
                       La muchacha se había volcado en el cuidado de su prima desde que ésta fue testigo del arresto de Santiago. María Elena tenía la sensación de que habían pasado siglos desde entonces.
                       La cuidó cuando perdió el niño que esperaba. Y la cuidó sin desfallecer cuando cayó enferma.
                       María Catalina era la mujer más leal que María Elena jamás había conocido. Había estado a su lado en todo momento. Sin cansarse.
                      Pero María Catalina se había enamorado.
-Quiero que seas feliz-le exhortó a su prima-Si tú eres feliz, yo también seré feliz.
-Pensaba que Lorenzo se casaría contigo-dijo María Catalina.
                     Las dos jóvenes se detuvieron.
-No hay amor entre Lorenzo y yo-le hizo ver María Elena-Pero sí hay amor entre Lorenzo y tú.
                      María Elena abrazó a María Catalina y le dio un beso en la mejilla.
-¿Estás segura de lo que dices?-le preguntó la muchacha incrédula-No quiero creerme lo que me está pasando. Lo que estoy sintiendo. Lo que veo con mis ojos que siente Lorenzo por mí.



1 comentario:

  1. uy parece que las cosas van funcionando para Lorenzo, te mando un abrazo

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