Me he animado a hacerle un pequeño final a mi relato Tía y sobrina porque el final anterior me pareció que dejaba el relato muy cojo.
Deseo que os guste.
Guardó silencio durante unos instantes. Había pensado que Alana era una egoísta.
Pero ella también era egoísta.
Margaret sintió cómo las lágrimas humedecían sus ojos. ¡Lo único que quería era ser libre para poder amar con completa entrega a Tobías! El problema era que no estaba sola. Alana la necesitaba. De algún modo, todo lo que hacía lo hacía para llamar su atención. Tobías podía irse en cualquier momento de su vida.
La única familia que le quedaba era Alana. Y a la chica le ocurría lo mismo con ella.
Se escondió detrás de unos matorrales cuando escuchó la animada conversación que mantenían Landon y Alana en el recibidor.
Les oyó besarse de manera ruidosa.
La puerta se abrió y Margaret vio salir al sobrino de Tobías, que terminaba de abrocharse la camisa.
Landon y Alana se habían acostado juntos otras veces.
El uno disfrutaba lamiendo cada centímetro de la piel del otro. Mordiendo su carne.
Podía tratarse de amor. Landon se alejó de la casa mientras silbaba una canción. La puerta se cerró.
Margaret salió de su escondite.
Se secó las lágrimas que rodaban por sus mejillas. Buscó en el bolso las llaves.
-¡Alana!-llamó a su sobrina cuando entró dentro de casa.
-Estoy aquí, tía Margaret-contestó la aludida.
-Me alegro de que estés aquí. Me gustaría hablar contigo.
-¿Ahora?
Margaret nunca había tenido tiempo para hablar con Alana. Pero, aquella noche, sentía que podía pasarse la noche hablando con ella. Alana necesitaba ser escuchada.
Los labios de la joven estaban hinchados por los besos que Landon le había dado.
Margaret tomó asiento en el sofá.
-Debes de pensar que te tengo muy abandonada-atacó la mujer-Y tienes toda la razón del mundo.
-Estás enamorada-le recordó Alana.
-Pero no he sido una irresponsable nunca. Y me temo que me estoy comportando como una jovencita egoísta y sin cerebro.
Alana tomó asiento al lado de su tía, en el sofá. Margaret empezó a hablar. Le pidió perdón a Alana por haberla tenido tan abandonada. Era la primera vez que Margaret se sinceraba con su sobrina. Y Alana le agradeció aquel gesto de acercamiento que había tenido.
-Esta noche, podríamos empezar de cero-propuso Margaret.
-¿Qué quieres decir?-inquirió Alana.
-Sólo nos tenemos la una a la otra. Hemos de apoyarnos en todo momento, hija. Que sea un nuevo comienzo esta noche. ¿Te parece bien?
-Me parece perfecto, tía Margaret.
Margaret sintió cómo las lágrimas humedecían sus ojos. ¡Lo único que quería era ser libre para poder amar con completa entrega a Tobías! El problema era que no estaba sola. Alana la necesitaba. De algún modo, todo lo que hacía lo hacía para llamar su atención. Tobías podía irse en cualquier momento de su vida.
La única familia que le quedaba era Alana. Y a la chica le ocurría lo mismo con ella.
Se escondió detrás de unos matorrales cuando escuchó la animada conversación que mantenían Landon y Alana en el recibidor.
Les oyó besarse de manera ruidosa.
La puerta se abrió y Margaret vio salir al sobrino de Tobías, que terminaba de abrocharse la camisa.
Landon y Alana se habían acostado juntos otras veces.
El uno disfrutaba lamiendo cada centímetro de la piel del otro. Mordiendo su carne.
Podía tratarse de amor. Landon se alejó de la casa mientras silbaba una canción. La puerta se cerró.
Margaret salió de su escondite.
Se secó las lágrimas que rodaban por sus mejillas. Buscó en el bolso las llaves.
-¡Alana!-llamó a su sobrina cuando entró dentro de casa.
-Estoy aquí, tía Margaret-contestó la aludida.
-Me alegro de que estés aquí. Me gustaría hablar contigo.
-¿Ahora?
Margaret nunca había tenido tiempo para hablar con Alana. Pero, aquella noche, sentía que podía pasarse la noche hablando con ella. Alana necesitaba ser escuchada.
Los labios de la joven estaban hinchados por los besos que Landon le había dado.
Margaret tomó asiento en el sofá.
-Debes de pensar que te tengo muy abandonada-atacó la mujer-Y tienes toda la razón del mundo.
-Estás enamorada-le recordó Alana.
-Pero no he sido una irresponsable nunca. Y me temo que me estoy comportando como una jovencita egoísta y sin cerebro.
Alana tomó asiento al lado de su tía, en el sofá. Margaret empezó a hablar. Le pidió perdón a Alana por haberla tenido tan abandonada. Era la primera vez que Margaret se sinceraba con su sobrina. Y Alana le agradeció aquel gesto de acercamiento que había tenido.
-Esta noche, podríamos empezar de cero-propuso Margaret.
-¿Qué quieres decir?-inquirió Alana.
-Sólo nos tenemos la una a la otra. Hemos de apoyarnos en todo momento, hija. Que sea un nuevo comienzo esta noche. ¿Te parece bien?
-Me parece perfecto, tía Margaret.
FIN
uy en la unión hace la fuerza por lo menos ellas apredieron la leción te mando un beso y te me cuidas
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