viernes, 15 de noviembre de 2013

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo trocito de Un sabor agridulce. 
Lorenzo hablará a solas con María Elena.
Os pido perdón porque es bastante cortito.
Le dedico este fragmento a nuestro buen amigo EldanY. Aunque diga lo contrario, es un magnífico escritor y sus frases son siempre acertadas.

                        Fue a la tarde siguiente cuando Lorenzo pudo hablar con María Elena. Rosario los dejó solos a petición de la joven. Pero se quedó en el pasillo.
-Tú no tienes la culpa de lo que pasó-le dijo María Elena a su cuñado-La culpa la tuvo sólo Santiago. Fue él el que se buscó su propia perdición.
                      Lorenzo suspiró al comprender que su cuñada tenía razón.
-De haber sabido lo que estaba pasando-afirmó.
-¿Lo habrías denunciado a la Guardia Civil?-inquirió María Elena.
                       Lorenzo no supo qué contestar. María Elena guardó silencio. Lorenzo se habría estado debatiendo entre la lealtad a su hermano y hacer lo que estaba correcto.
-No sé el tiempo que me queda de vida-se lamentó María Elena.
-¡Bobadas!-le espetó Lorenzo-Tú no te vas a morir.
-Hablas igual que Rosario. Y también hablas igual que Cati. Ninguno de los tres quiere ver que me estoy muriendo. La tisis está acabando conmigo.
                       Lorenzo quiso darle un puñetazo a algo. No entendía el porqué María Elena parecía tan resignada a su suerte.
-¿Y qué dice el médico?-la interrogó su cuñado.
-No dice nada-contestó María Elena-Sólo me queda esperar. A veces, me cuesta tanto trabajo respirar que siento que me voy a morir. Además, no hay nada que me ate ya a la vida.



                        Lorenzo maldijo a su hermano en voz baja.
                        Santiago había destrozado a María Elena.
                       De pronto, un fuerte ataque de tos acometió a la joven. Lorenzo la ayudó a incorporarse. Le golpeó en la espalda. María Elena le hizo señas para que pusiera la palangana delante de ella. Escupió sangre.
                           En aquel momento, María Catalina irrumpió en la habitación de su prima. Poco a poco, el ataque de tos se le fue pasando.
-¿Estás ya mejor?-inquirió María Catalina.
-Un poco...-contestó María Elena-Ahuécame las almohadas y recuéstame. No quiero estar acostada.
                      Entre Lorenzo y María Catalina recostaron a la joven sobre las almohadas. María Elena sentía cómo los pulmones le ardían. Sus mejillas estaban encendidas por la fiebre. Le costaba trabajo respirar bien.
-Iré a buscar al médico-decidió Lorenzo.
-No sabe donde vive-le recordó María Catalina.
-El médico no tiene que venir para nada-intervino María Elena-El ataque ya ha cesado. Me gustaría dormir un poco.
                         La joven cerró los ojos con la intención de descansar un poco. María Catalina y Lorenzo la contemplaron con desolación. Dolía ver a una joven que hasta no hacía nada era feliz reducida a poco menos que un esqueleto. María Catalina tragó saliva, dispuesta a no llorar.
-Elenita dice que yo no tengo la culpa de lo que pasó-le contó Lorenzo a María Catalina.
-¿Y por qué iba a pensar lo contrario?-se interesó la chica.
-Santiago era mi hermano.
-Era su hermano mayor. No era su obligación estar pendiente de lo que él hacía. Era un hombre adulto. Sabía bien lo que estaba haciendo. Sabía que el contrabando era un delito. Pero tuvo que seguir adelante. Era como una especie de pasatiempo para él. No piense que usted tuvo la culpa. Fue una víctima suya nada más. Usted lo admiraba. Pensaba que era perfecto. Y resultó que era un ser humano. Un ídolo que tenía los pies de barro. No lo vio.
-Le agradezco sus palabras, señorita Cienfuegos.
                         Cuando Lorenzo conoció a María Catalina, pensó que era un poco bobalicona. Sin embargo, las palabras que ésta había pronunciado reflejaban cierta madurez. Y mucha inteligencia...
-No podemos borrar el pasado-se lamentó María Catalina.
-Pero tenemos que convivir con él-suspiró Lorenzo-Y eso es muy difícil.
-Se aprende a convivir con el pasado antes o después. Forma parte de nosotros. De lo que somos nosotros. Nos forja como personas.
                      María Catalina le dio un beso a Lorenzo en la mejilla.
-No quiero verle triste-afirmó-Y Elenita tampoco quiere verle triste.
                        Por toda respuesta, Lorenzo le dio un beso en la frente a María Catalina. Agradecía sinceramente el haberla conocido. La necesitaría más adelante. Necesitaba apoyarse en alguien. Y sentía que podía hacerlo en ella. Y María Catalina necesitaba también apoyarse en alguien. Se había echado el peso del mundo sobre los hombros siendo tan joven. Y eso no era justo para ella.

3 comentarios:

  1. Uy adoro al personaje de Lorenzo veamos que sucede con él y María Catalina. Un beso y buen fin de semana

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  2. Pobre María Elenita, menos mal que tiene gente a su alrededor dispuesta a cuidarla lo mejor que puedan.

    Saludetes

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  3. Hola :)
    Tienes un premio en mi blog, cuando puedas pásate a recogerlo.

    En la entrada verás que hay cuatro premios, uno de ellos es para ti :) Un beso <3

    http://besandoaundesconocido.blogspot.com.es/2013/11/cuatro-premios.html

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