jueves, 20 de noviembre de 2014

A LA LUZ DE LA LUNA LLENA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato A la luz de la Luna Llena. 
Mañana o pasado subiré lo que queda porque se trata de un relato más bien cortito.
Espero que os guste lo que viene a continuación.

                               Roger intentaba evitar en la medida de lo posible a Martha.
                               La había visto.
                               Siempre estaba acompañada por su prima Daphne.
                               Podía verlas a través de la ventana hablando en el salón. O paseando por la isla.
                               Martha era la joven más hermosa que jamás había visto. Su rostro tenía unas facciones delicadas. A través de la ropa, podía adivinar una figura esbelta. Su cabello era de color castaño. Adivinaba (y eso le producía sequedad en la garganta) debajo de la falda unas piernas esbeltas. Era elegante. Y parecía que estaba sana.
                                Cometió la locura de presentarse ante ella y de saludarla besando su mano.
                               No podía tener ningún tipo de contacto con ella. ¿Acaso no se daba cuenta de que estar con él podía llegar a ser muy peligroso para ella?
                               No era un hombre normal. Lo único que podía hacerle a Martha era daño.
                               Sin embargo, en contra de su voluntad, se sorprendía así mismo yendo a visitarla. Quería cortejarla, como los hombres normales hacían con las mujeres de las que estaban enamorados.
-Hace un día realmente hermoso, miss Fleming-le decía a Martha cuando la encontraba en el pequeño jardín que rodeaba su casa.
                             Porque era cierta una cosa. Estaba realmente enamorado de Martha Fleming.
                            Supo que el padre de la joven había muerto hacía unos tres años. Había llegado no hacía mucho a la isla de Rose en compañía de su madre y de su prima Daphne, también viuda. La madre de Martha era una mujer agradable que se preocupaba por su única hija. En cambio, Daphne le pareció una mujer más bien amargada.
                            La casa donde vivían las tres mujeres había pertenecido a la familia del marido de mistress Fleming. Daphne había querido alejarse de Londres tras la muerte de su esposo. Fueron sus tíos los que se habían hecho cargo de ella cuando murieron sus padres.
                         Por ese motivo, ni su tía ni su prima habían querido dejarla sola. Habían seguido voluntariamente a Daphne en aquella especie de exilio autoimpuesto.
                         A veces, Roger estaba tejiendo una cesta de mimbre. Y veía pasear por la isla a Daphne y a Martha. Las dos jóvenes iban cogidas del brazo.
                        Martha sentía verdadera adoración por su familia. Sólo tenía a su madre y a su prima.
                        Y echaba de menos a su padre. Roger no podía ni siquiera soñar con Martha.
                        Ella representaba para él algo que estaba fuera de su alcance. La posibilidad de soñar con una vida normal. Con ser un hombre normal. Y no la bestia en la que se transformaba. La Luna Llena era su peor enemiga. Le convertía en un ser que él no era. En una bestia hambrienta de carne y sedienta de sangre...No era así. ¿Cómo podía pensar siquiera en llevar una vida al lado de Martha? En amarla. Sí...Él...
                       Ya la amaba.
                       Cuando se atrevió una tarde a robarle un beso a Martha mientras daban un paseo por el extremo occidental de la isla.
                       Entonces, tuvo la sensación de que su mundo había quedado patas arriba.
                      Sobre todo porque tuvo en ese momento la certeza de que Martha correspondía a su amor.

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