jueves, 28 de marzo de 2013

BERKLEY MANOR (EDITADO)

Hola a todos.
Aquí tenéis un nuevo fragmento de mi relato Berkley Manor. 

                  Esa noche, Kate fue a darle las buenas noches a su tía Regina a su habitación. Le dio un abrazo. 
                  Regina ya se había soltado el pelo. Llevaba puesto el camisón. Kate aún no se había puesto el camisón. 
                    Aún lucía el vestido que había llevado puesto durante la cena. 
                  Las dos se sentaron en la cama. 
                  Estuvieron hablando largo y tendido. Recordaron anécdotas de la niñez de Kate. De cuando su madre aún no la había abandonado para irse con otro hombre. 
-Aunque lleve sangre inglesa en las venas, te recuerdo que nací en Escocia.
            Regina suspiró.
-Me lo dices mil veces al día-afirmó la mujer-Tu padre tenía propiedades allí. Cuando tu madre se quedó embarazada, decidió que pasarían el embarazo allí. Pero no eres escocesa.
-¡Lo sé! 
-Por desgracia...Tu padre tuvo que vender aquellas propiedades. Habrían sido una buena dote para Melanie. La habrían ayudado mucho más. Recemos para que tenga suerte.  
-Tía, quiero para mis hijas lo que no tuve para mí-le aseguró Kate-Quiero que vayan a fiestas y que luzcan vestidos bonitos. Y quiero que se casen con un hombre que las amen y que las respeten. No estoy pidiendo mucho, ¿verdad?
            Regina acarició con la mano la mano de su sobrina. Kate deseaba para sus hijas lo mismo que toda madre desea para sus retoños. Quería que Melanie y Anne fuesen felices. Ella vivía acosada por el recuerdo de Marcus. Pero Melanie y Anne no sufrirían. ¡De eso estaba segura! 
             Había cometido muchos errores. Confiaba en que Melanie y Anne tendrían mejor juicio que ella. Aún así, Kate estaba preocupada. Melanie era muy joven y muy inocente. También ella corría el riesgo de equivocarse. 
-Has sido una madre estupenda y tus hijas te adoran-afirmó Regina.
-No habría podido hacerlo sin tu ayuda, tía-le dijo Kate con dulzura.
                Esa noche, Kate, como todas las noches, cepilló el cabello de su hija. Lo hacía antes de que se acostara. Mientras que Kate era pelirroja, Melanie era rubia; no se parecía en nada a ella, sino que había salido a la familia de su padre.
               Antes, Kate decidió ir a la habitación de Anne y la arropó. Eran pocas las veces que tenía aquellos gestos con sus hijas. 
-No crezcas nunca-le susurró Kate a su hija menor-Sólo serás feliz si sigues siendo una niña. 
-Algún día, tendré que crecer-le recordó Anne. 
               Kate salió de la habitación de su hija sin hacer ruido. Anne dormía con una muñeca de porcelana. Al quedarse sola, la niña cerró los ojos y se quedó profundamente dormida. Se había acostumbrado al extraño comportamiento de su madre. Kate no era como las madres de sus amigas. Vivían en un mundo ajeno a la realidad. 
-A tu edad, son muchas las chicas que están empezando seriamente en casarse-atacó Kate, tras suspirar hondamente-Acuden a bailes. Dejan que los caballeros se acerquen a ellas. Que las cortejen. 
 -¿Y qué tiene que ver eso conmigo?-inquirió Melanie.
-Habrás oído hablar de los duques de Berkley. Ellos viven en la otra punta de la isla.
-No les conozco.
-Pronto...Muy pronto...Les vas a conocer.
-¿Qué quieres decir, mamá? No te entiendo.
-Ya estás en edad casadera. ¿Sabes lo que eso significa?
-Más o menos...Que tengo que buscar ya un marido. O me quedaré soltera. ¡Y ni siquiera he viajado a Londres! Nunca he estado en la Casa Carlton. No conozco al Príncipe de Gales. Yo...¡No he sido todavía presentada en sociedad! Lo seré más adelante. El año que viene. ¿No, mamá?
-Son uno de los matrimonios más influyentes de toda Inglaterra. Ellos pueden ayudarte a conseguir un buen marido. Suelen celebrar muchas fiestas en su mansión. Organizan excursiones. Cacerías...Tú podrías participar en esas actividades y conocer a algunos caballeros. Tía Regina conoció al padre del actual duque. Estaría encantado de acogerte en su casa. Sólo será durante algún tiempo, cariño.
-Aún no he decidido si quiero ir o no.
-Me haría mucha ilusión que fueras, hija mía, al menos, durante un año.
-Allí habrá muchas chicas como yo. Serán más bonitas que yo. No creo que tenga ninguna oportunidad en ese sitio. 
-Eres muy guapa, Melly, y estoy segura de que conseguirás que algún apuesto caballero caiga rendido a tus pies. Es una gran oportunidad. No debes de desaprovecharla, hijita. 
-¿Y por qué no me quedo aquí, contigo?-inquirió Melanie.
-Porque me gustaría que fueras allí, ya te lo he dicho-contestó Kate con voz dulce.
-No me gusta estar en sitios desconocidos. 
             Kate suspiró. Melanie no sabía qué pensar. Por un lado, le hacía ilusión ser presentada en sociedad. Conocer a gente nueva. Por el otro lado, le aterrorizaba la idea de estar separada de su familia. Pero el momento había llegado. A Kate se le partía el corazón cada vez que pensaba que estaría lejos de su hija. Sin embargo, era consciente de que Melanie debía de aprovechar aquella oportunidad que le brindaba la vida. 
-Los primeros días serán difíciles para ti-afirmó Kate-Porque estás acostumbrada a vivir con nosotras y te resultará extraño acostumbrarte a ese sitio. ¡Pero te vas a divertir tanto que acabarás acostumbrándote! 
Confía en mí.
                  Kate observó a su hija; era bajita y delgada. Sin embargo, poseía la clase de belleza clásica británica que hacían de ella una especie de muñequita de porcelana viviente. Mirándola, Kate no pudo evitar sentirse orgullosa de ella. Adoraba tanto a su hijas (lo único bueno que había sabido hacer sir Marcus) que habría dado la vida por ellas.
            Sin parecerse a ella físicamente, Kate reconocía que Melanie era tan seria y tan cariñosa como ella.
             Aquella noche, Melanie apenas pudo dormir. No dejaba de pensar en lo que le había dicho su madre. Iba a emprender su primer viaje sola. Iría a pasar una temporada con el matrimonio más influyente de la isla. ¡Haré el ridículo!, pensó Melanie. El terror se apoderó de ella. ¿Cómo iba a emprender un viaje en solitario?, se preguntó. 

 
                      Los días siguientes fueron un Infierno para todas las mujeres que vivían en la casa. Cuando Anne se enteró de la marcha de Melanie, se enfadó muchísimo.
                      Kate quería que sus hijas fueran felices. Ella las adoraba, las protegía, las cuidaba y las complacía.
                         A veces, cuando Melanie se estaba mirando al espejo para cepillarse, estallaba en lágrimas porque era fea.
            Quería ser hermosa, pero se daba cuenta de que jamás lo sería. Por eso, no quería salir a la calle.
            Por eso, en ocasiones, se negaba a relacionarse con el resto de la gente. 
             ¡Y, de pronto, tendría que abandonar su casa! 
              La idea le parecía espantosa. Melanie no podía conciliar el sueño por las noches. Permanecía despierta. Miraba al vacío. Su madre intentaba hacerla razonar. 
-Es una buena oportunidad-le decía. 
                Le hablaba de los caballeros que iba a conocer. De las ofertas de matrimonio que le harían. Pero Melanie estaba aterrorizada. ¡No podría abandonar a su familia! 
               De noche, permanecía acostada en la cama sin poder conciliar el sueño. 
               Se preguntaba qué iba a hacer ella en un lugar como Berkley Manor. Estaba segura de que iba a acabar haciendo el ridículo. 
               Pero se veía obligada a ir a aquel sitio. La obligaban a ir en contra de su voluntad. 

                  Melanie partiría en cuestión de días.
                 Durante aquellos días, no pudo conciliar el sueño.
                  De pronto, su ropa se le antojaba fea y vieja. No conocía de nada a los duques de Berkley. Pero todo el mundo admiraba la belleza y la elegancia de la duquesa. Mientras doblaba los vestidos, Melanie se los quedaba mirando.
                  No entendía nada de lo que estaba pasando. ¿Por qué tenía que irse a Berkley Manor?
                 Tenía la impresión de que ella no pintaba nada en aquella mansión.
                  La criada la estaba ayudando. No paraba de parlotear acerca de aquel dichoso viaje. De los sitios a los que iría.
-¡No estéis triste, señorita!-trató de animarla-Pensad en que va a salir de esta casa. Ya tiene edad de casarse.
-Haré el ridículo-se lamentó Melanie.
                 Se dejó caer en la cama.
-Sólo hará el ridículo si se esconde-le aseguró la criada.

                      El día de la despedida llegó. Para Melanie, fue el momento más doloroso que jamás había vivido. Tenía que decirle adiós a su madre, a su tía abuela y a su hermana pequeña. Anne no paraba de llorar. Kate, mientras, a duras penas podía contener las lágrimas. 
                    Las tres salieron al jardín. Tía Regina se enfadó con Kate y con Anne. Si Melanie las veía en aquel estado, a lo mejor, decidía quedarse allí. 
-No debe de dejar escapar esta oportunidad-insistió la mujer. 
                  Anne lo consideraba injusto. 
-¡Voy a perder a mi hermana!-sollozó la niña-¡No volveré a verla!
-Es ley de vida, Annie-le recordó su madre. 
-Por suerte, Melly no se parece en nada al canalla de vuestro padre-afirmó tía Regina. 
                Kate la fulminó con la mirada. 
-¡Tía!-la regañó-¿Cómo se te ocurre hablar así delante de Annie?
-Es hora de que la niña sepa algunas cosas de su padre-sentenció tía Regina-Pero no quiero hablar de ese miserable ahora. 
                  En aquel momento, Melanie salió al jardín portando dos maletas. 
-Ha llegado el momento de irme-dijo, aparentando una tranquilidad que estaba muy lejos de sentir-No quiero llegar tarde. Ignoro si los duques estarán esperándome. Yo...
                No pudo seguir hablando. 
-Eres una joven fuerte y hermosa-le aseguró su madre-Escúchame. No quiero que cometas los mismos errores que yo cometí. Quiero que seas feliz. 
-¡Pero no volveré a verte!-se rebeló Anne-Conocerá a algún aristócrata de esos que viven en Londres. Le pedirá que se case con él. ¡Se la llevará lejos! ¡Y no volveré a verla!-Anne lloraba-¡Porque no quiero que te vayas, Melly! 
-Con un poco de suerte, no conoceré a nadie-le dijo Melanie-No creo que ningún hombre se fije en mí. ¡No llores, por favor, Annie! Si empiezas a llorar, no podré irme-Se puso de cuclillas frente a la niña-Prometo que estaré de vuelta antes de que te des cuenta. Además...¡No me voy a ir muy lejos! Por lo que sé, Berkley Manor está en la otra punta de la isla. ¡Podrás venir a verme! ¡Y yo podré venir a verte!-Abrazó a Anne-Annie...Pequeña...No estés triste. Yo voy a estar bien. 
-Hazle caso a tu hermana, pequeña-intervino tía Regina-Dentro de algunos años, también harás lo mismo que va a hacer ella-Melanie se puso erguida-De lo que se trata es de que seais felices. El amor...Es una opción. Pero no siempre es la mejor opción. Os lo dice alguien que sabe de lo que está hablando. Melly sabe cuál es su deber. Y nosotras esperamos que lo cumpla. Aunque, confieso que es mejor seguir los dictados de tu corazón. Pero confío en ella. 
-No vas a viajar sola-le dijo Kate a su hija mayor-Eleanor Adrianne Derrick también va a viajar a Berkley Manor. Sus padres piensan que podréis hacer juntas el viaje. De esta manera, evitaríais muchas habladurías. Dos muchachas viajando juntas no dan tanto de qué hablar a los chismosos que una muchacha que viaja sola. 
                 Melanie conocía a Eleanor. Eran amigas. Sin embargo, era una amistad más bien superficial. No se contaban secretos. No intercambiaban confidencias. 
                  A decir verdad, Melanie no conocía mucho a Eleanor. Le caía bien. Tenían la misma edad. Pensaban en vestidos y en lazos. 
                    Pero Eleanor sí estaba entusiasmada con la posibilidad de pasar una temporada en Berkley Manor. Al menos, en apariencia. En cambio, la idea disgustaba mucho a Melanie. Eleanor sí quería separarse de su familia. Y Melanie no quería abandonar a su familia. Pensaban de distinta manera. 
-Nada más llegar, prometo que os escribiré-decidió Melanie-Os escribiré todos los días una carta. ¡Y serán cartas muy largas! Os contaré todo lo que me pase allí. Espero que todo salga bien. No me importa no ser cortejada. ¡Y tampoco me importa que no me hagan una oferta de matrimonio! Estoy asustada porque es la primera vez que salgo de mi casa. ¡Pero sé que no tardaré mucho en regresar! Prometedme las tres que os cuidaréis mucho. Y yo os prometo que me cuidaré. ¡De verdad! Os quiero muchísimo a las tres. 
-Cariño, tienes la oportunidad de conseguir algo que no ha conseguido ninguna mujer de nuestra familia-le aseguró tía Regina-Tienes la oportunidad de ser feliz. Ni tu abuela ni tu madre ni yo hemos conseguido hacer realidad ese sueño. ¡Pero contigo será distinto! ¡Ya lo verás!
               Le cogió las manos a Melanie. 
-Cariño, quiero pedirte perdón-dijo Kate. Acarició con su mano el rostro de su hija-Te pido perdón porque no he sabido ser una buena madre. Me doy cuenta de que he pasado toda mi vida enamorada de alguien que no lo merecía. Lo único bueno que me ha dado ese amor habéis sido Annie y tú, Melly. Aunque os he visto crecer, no he sido una buena madre. Vivía más pendiente de mi dolor que de vosotras dos-Kate hablaba con el corazón. Una lágrima resbaló por su mejilla. Le cogió las manos a su hija-Vuestro padre ha sido un mal hombre-Se daba cuenta de que era verdad-Nunca se ha preocupado por vosotras dos. Nunca fue un buen marido. Me doy cuenta de que nunca estuvo enamorado de mí. Debo de enterrarle en mi corazón, por mucho que me cueste. Sólo así, podré ser feliz. Melly, no quiero que seas tan desgraciada como yo lo fui. Quiero que seas feliz. Pero sólo serás feliz con un hombre que te quiera de verdad. No pienses en títulos ni en dinero. ¡Olvida todo lo que te hemos dicho! Busca a un hombre que de verdad te ame. No mires si tiene título o si es un pobre campesino. Mira en su interior. Y ama con todas tus fuerzas. 
              Tía Regina guardó silencio. En el fondo, sabía que Kate tenía razón. 
              La mujer se había despertado con una extraña sensación en el corazón. Pensaba en que Melanie se marchaba. Pero no pensaba en sir Marcus. Él no estaba allí. 
              Había perdido una gran oportunidad de ver crecer a sus hijas. 
             A decir verdad, ya no le importaba su suerte. 
             Una parte de ella seguiría amándole. Pero no pensaba volver a arrastrarse por él. 
              Había hecho mal las cosas. Pero tenía la intención de resarcirse. Melanie no cometería los mismos errores que había cometido ella. 
-Mamá, no hables así-le pidió Melanie. Kate empezó a llorar-Siempre has estado con Annie y conmigo. Nos has cuidado cuando estábamos enfermas. Te has desvivido por nosotras. Querías mucho a nuestro padre. 
-Pero no merece ese miserable que llore por él-admitió Kate-Tía Regina tiene razón cuando me habla de ese modo. 
                   La mujer abrazó con fuerza a su hija mayor. 
                   Casi podía ver  a Melanie en algún baile. Se celebrarían muchos bailes en Berkley Manor. 
                    Podía imaginarse a los caballeros haciendo cola para bailar con su hija. La libreta de baile de Melanie estaría llena. Los enormes salones de la mansión estarían iluminados. Los invitados hablarían entre ellos. 
                   Melanie se sentiría como la Princesa de un cuento de hadas en aquella mansión. 
-Cuídate mucho, pequeña-le dijo tía Regina a Melanie-Y obedece en todo a lady Berkley. 
-Así lo haré, tía-asintió Melanie. 
                   Tía Regina abrazó con cariño a la chica. Estaba convencida de que aquel viaje iba a cambiar para siempre la vida de Melanie.
                    El carruaje la estaba esperando. Eleanor Adrianne Derrick estaba en su interior. Asomaba su pelirroja cabeza por la ventanilla del carruaje.
-¡Melly!-la llamó a gritos.
                  El cochero se hizo cargo de las maletas de la chica.
                  Melanie tragó saliva.
                  Miró por última vez a su familia. Y caminó en dirección al carruaje.
                  ¡No puedo hacerlo!, pensó Melanie. Subió al carruaje. Se acomodó delante de Eleanor. Y sintió el deseo de bajar corriendo de allí. De encerrarse en su habitación. Pero no lo hizo. 


3 comentarios:

  1. Espero, al regresar a la rutina, luego de la desconexión de estos días, ponerme al día con tu historia, que le tengo muchas ganas.

    Te deseo unos bonitos días de Semana Santa.

    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Wow, qué intenso es este capítulo, hay todo un mundo nuevo esperando a Melanie al otro lado de la isla, sobre todo para una chica que nunca estuvo lejos de su casa y su familia antes. Me gustó el pequeño discurso de Kate, eso cambia un poco mi percepción acerca de ella...por suerte podrá viajar junto a otra joven, y así no estará tan sola en la mansión. Yo en su lugar estaría aterrorizada :)
    Continúo...

    ResponderEliminar
  3. El capítulo quedó en lo mejor. Menos mal que la madre de Melly se ha dado cuenta de sus errores y sobre todo que desee rectificar en algo, por lo menos Anne disfrutara de aquello (eso espero), porque con su partida Melanie no sabrá si ocurre o no. ¿Por qué serán tan tristes las despedidas?

    Un beso.

    ResponderEliminar