jueves, 28 de agosto de 2014

CAMINOS CRUZADOS

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Caminos cruzados. 
En esta ocasión, veremos a un encuentro entre Paula y Pedro.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                                Paula se despertó temprano al día siguiente. Adriana se había levantado.
-Buenos días, dormilona-la saludó su amiga-Espero que hayas soñado con Pedro anoche.
                               Paula le tiró una almohada que Adriana logró esquivar. Las dos amigas se echaron a reír en el momento en el que alguien golpeó suavemente la puerta de la habitación.
-Señorita Paula...-dijo una criada-Abra. Traigo una carta para usted. Me la ha dejado un chicuelo.
-¿Una carta?-se extrañó la aludida-¿Para mí?
                              Abrió la puerta. La criada le tendió la carta.
                              Se retiró discretamente. Paula cerró la puerta y se fue a un aparte para leer la carta.
-¿Quién te escribe?-inquirió Adriana.
-Es Pedro-contestó Paula-Quiere verme.
                              Oyó a Adriana aplaudir.
                             Paula la fulminó con la mirada. Le asustaba la idea de encontrarse con Pedro a solas.
                             La cita tendría lugar al día siguiente. Paula tuvo que releer varias veces la carta. Pedro quiere verme, repitió para sus adentros.

                              Paula se encontró con Pedro al día siguiente, junto al aljibe.
                              Eran las seis de la tarde.
-Paula...-dijo Pedro cuando la vio llegar-Me alegro mucho de verte.
                               Una mujer se alejó con un cántaro de barro que acababa de llenar. Paula se acercó tímidamente a Pedro. La joven estaba nerviosa. Se estaba viendo con un joven con una reputación espantosa. Había salido sola de su casa sin llevar consigo a su doncella. A sus padres les había dicho que iba a ir a la casa de Adriana.
                              Por suerte, su amiga la había ayudado en su mentira.
                              Después de encontrarse con Pedro, Paula iría a casa de Adriana. De aquel modo, si sus padres decidían ir a buscarla, la encontrarían allí. Paula retorció sus dedos enguantados con nerviosismo. Le puso nerviosa escuchar cómo caía el agua del aljibe.
                               El corazón de Pedro empezó a latir muy deprisa.
-¿Qué es lo que me quieres decir?-le preguntó Paula-No puedo perder mucho tiempo.
                               La joven se arrepentía de no haberse cubierto la cara con un velo para ocultar sus facciones. Se arrepentía de no haberse puesto una capa oscura encima de su vestido. Cualquier persona podría verla. Y sus padres no tardarían en enterarse.
-Siento algo muy intenso por ti, Paula-contestó Pedro-Es amor. Sí...Me he enamorado de ti, Paula. ¿No dices nada?
-Yo...-balbuceó la joven-Yo...
                              A Pedro le habría gustado haber leído más poesía. De aquel modo, su declaración de amor no habría sonado tan seca. Le habría gustado haber hecho una declaración de amor más bonita. Pero aquella declaración de amor había salido de su corazón. Paula clavó su mirada en su cara. Sentía que las piernas le temblaban con mucha violencia. Pensó que se iba a desmayar. Esto no está pasando, pensó Paula.
                              Pedro le cogió la mano.
                              El silencio de Paula le estaba volviendo loco. No entendía el porqué ella estaba tan callada. Se acercó más a ella. Quería hacerla hablar.
-No sé qué decir-admitió Paula.



                      Y ocurrió.
                     Los labios de Pedro se apoderaron de los labios de Paula. Ante aquel beso, la joven se quedó de piedra. No supo cómo reaccionar. Sólo sentía los labios de Pedro encima de sus labios.

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