miércoles, 27 de marzo de 2013

BERKLEY MANOR (EDITADO)

Hola a todos.
Aquí tenéis un nuevo capítulo de Berkley Manor. 
Espero que os guste. 

                        Sir Marcus Livingston no caía bien a nadie. Cuando lo conoció, Regina se sorprendió así misma sintiendo una antipatía poco cristiana hacia aquel individuo. Le estuvo hablando de dinero. Quería saber a cuánto ascendía la dote de Kate. 
                      Regina hizo algunas averiguaciones. 
                      Sir Marcus había llegado a la isla de Wight procedente de Londres. 
                      Por lo visto, sus acreedores no paraban de perseguirle. Se hospedó en la casa de un conocido suyo de la isla. 
                      Había visto a Kate pasear por los alrededores de la casa en compañía de su antigua niñera. 
                     Solicitó informes sobre ella. Y no paró hasta que se la presentaron. Parecía estar prendado de su belleza. 
                      Regina estaba disgustada con su sobrina. Sabía que Kate se citaba con sir Marcus en la playa. Que la joven iba sin su dama de compañía. 
                     Le recordó a la joven que debía de proteger su reputación. Pero Kate se echó a reír. Ya tenía veinticinco años. Sabía cuidar de sí misma. Regina no lo veía del mismo modo. 
                    Sir Marcus le pareció un lobo disfrazado con piel de cordero. Y Kate era terriblemente inexperta en cuestiones sentimentales. Era una presa fácil para aquel hombre. 
-¿Por qué queréis saber eso?-quiso saber Regina. 
-No quiero que mi futura esposa pase penurias-contestó sir Marcus. 
-Vos debéis de procurar que así sea. ¿A cuánto asciende vuestra renta, señor?
-Bueno...Poseo una renta bastante elevada, señora. Soy un baronet, como bien sabéis. El baronet de Stratford...Poseo tierras. Tengo bastante dinero, señora Dorrit. Pero Kate debe ser tratada como una Reina. He de velar por su bienestar. 
-¡Marcharos de mi casa ahora mismo! ¡O mandaré a que os echen de aquí! ¡No quiero veros rondando a mi sobrina! ¡Fuera!
                 Sir Marcus abandonó el salón. 
                  Regina se dijo así misma que tenía que vigilar a Kate. Aquel hombre era peligroso. 
                Aún se sentía culpable de todo lo que había pasado. Debió de haber vigilado mejor a su sobrina. Debió de haber entendido que aquel hombre la tenía hipnotizada. Kate no veía más allá de lo que Marcus le hacía ver. Regina pensó en su hermana Selene. 
                Ella había perdido la cabeza por el amor de un mal hombre. Había abandonado a su esposo y a su hija para irse con él. ¿Había valido la pena hacer tal sacrificio? 
                En aquel momento, entró la criada en el salón. 
-Señora...-la llamó. 
                Regina estaba junto a la chimenea en aquel momento. Se acercó a la criada. Ésta le tendió una carta. 
-Es de la duquesa de Berkley-observó la mujer. 
                En aquel momento, Kate entró en el salón. Su tía le mostró la carta que había recibido. La criada, mientras, optó por retirarse de manera discreta. 
-Hace apenas unos días que le escribí contándole nuestros proyectos-dijo Regina. Se sentó en el sofá-Veo que no han tardado en contestar. Espero que sean buenas noticias, Katie. 
               La aludida se encogió de hombros. 
-No sé cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por mis hijas y por mí, tía-afirmó-Debería de ser yo la que esté pensando en el futuro de Melly. En cambio...No hago más que darte trabajo. Soy una carga para ti, tía. Debes de estar enfadada conmigo. 
-El único daño que me has hecho ha sido el no hacerme caso y casarte con ese miserable de sir Marcus Livingston-le aseguró Regina. Kate se sentó a su lado en el sofá-No eres ninguna carga para mí, Katie. Nunca lo has sido. Eres lo único que me queda de mi pobre hermana. Las dos tuvisteis mala suerte. Pero confío en que todo sea diferente con Melly. Por suerte, ella parece más sensata. La pena es que es muy inocente. Me asusta que puedan aprovecharse de ella. Pero es inteligente. Reaccionará a tiempo. 
                Tía Regina, viuda y sin hijos, había criado a Kate como hija suya. Nunca aprobó su matrimonio con el baronet de Stratford. Era muy carismático y muy apuesto, sí. Pero también era un sinvergüenza y Kate se merecía otro hombre. Un hombre mejor...
-Parece que la suerte nos sonríe-comentó. 
-¿Son buenas noticias, tía?-quiso saber Kate. 
-Son las mejores noticias que podíamos recibir. ¡Melly tiene que saberlo!
                  El corazón de Kate dio un vuelco. 
                 Sabía que aquel día tenía que llegar. ¡Pero tenía la impresión de que había llegado demasiado pronto! Kate tenía veinticinco años cuando se casó con Marcus. 
                 Melanie era mucho más joven que ella. En cambio, Regina estaba muy contenta. La gestión que había hecho había dado sus frutos. 
-¡Hay que decírselo a Melly!-determinó tía Regina. 
-A lo mejor, no quiere ir-opinó Kate-Es tan sólo una niña. Nunca antes se ha separado de mí. Es un error, tía Regina. 
-Berkley Manor se encuentra en la zona de Freshwater. Yo he estado allí. He paseado cerca de sus acantilados de yeso. 
-¿Acantilados?
-Tranquilízate, Katie. Melly no irá sola a un acantilado ni aunque le paguen un millón de libras. Por suerte, ha heredado mi vena tranquila. No te preocupes por nada, Katie.  
-¡Eso es lo que tú dices! A veces...Pienso que Melly es más inteligente de lo que realmente es. 
-Tu hija es mucho más inteligente que tú y que yo, Katie. Y eres una necia por no haberte dado cuenta de ello antes. Deberías de abrir más los ojos. Y deberías también de pensar un poquito más en tus hijas. 
                  Melanie adoraba a su madre. Y también adoraba a su tía Regina, la cual hacía las veces de dama de compañía de la chica. Regina había fracasado como dama de compañía de Kate. No pensaba repetir la misma historia con Melanie. Pero la chica era distinta. Era más tranquila y más sensata de lo que había sido Kate cuando tenía su edad.
                    Regina frunció el ceño. 
-¿No te alegras de la suerte que tiene tu hija?-interrogó a Kate. 
                  Ésta no supo qué contestar. 
-Nunca antes hemos pasado tanto tiempo alejadas la una de la otra-se sinceró. 
                  Regina le cogió las manos. 
-Es por el bien de Melly-le recordó. 
                  Kate asintió. 
-Lo sé-suspiró-Aún así...
-Es normal que estés preocupada por ella-afirmó Regina. 
-Lo último que quiero es que le pase algo. A veces, pienso que no soy una buena madre ni con Melly ni con Annie. He mirado más por mí misma que por mis hijas. ¡Pero yo las quiero, tía!
-Es obvio que las quieres mucho, cariño. 
               Es ese canalla de Marcus el que no te deja ser feliz con tus hijas, pensó Regina. 
-Deseo de corazón que Melly sea todo lo feliz que no pude ser yo-se sinceró Kate. 
-Confía en los duques, querida-la exhortó Regina-Ellos se ocuparán de Melly. 
              Ver crecer a Melanie había supuesto un gran consuelo para Kate.
            La muchacha carecía por completo de artificios. Era sencilla y natural. Muy similar a la tierra en la que había nacido y en la que había crecido. Melanie sabía que su madre y su tía abuela eran naturales de Londres. Pero ella no sentía el menor deseo de viajar allí. 


               Melanie había acudido a la escuela de la isla y se relacionaba con las chicas y con los chicos del lugar. Con Anne, pasaba lo mismo. La niña no tenía institutriz. Iba a la escuela. Jugaba con sus amigas. Kate las abrazaba y daba gracias a Dios por la existencia de sus hijas. Las quería muchísimo, a pesar de todo. 
                 Aún disfrutaba rizando el cabello de color rubio dorado de su hija mayor, como si aún fuese una niña pequeña.
            Melanie todavía era una niña en muchos aspectos. 
            Melanie era rolliza. Era bonita. Y era, además, muy joven. Tenía el cabello de color rubio dorado que su madre disfrutaba rizando. Sus ojos eran grandes, de color azul cielo. Y sus mejillas estaban sonrosadas. Tía Regina solía decir que Melanie parecía una muñequita de porcelana, como las que solían decorar la cama de Kate cuando ésta vivía con ella. Los ojos de Melanie eran alegres y llenos de inocencia.
-No se parece ni a ese canalla-comentaba tía Regina-¡Gracias a Dios! Pero es que tampoco se parece a ti, Katie.
            La mujer sonreía cuando posaba la vista en su hija.
            Había logrado criar a una jovencita que no sólo era hermosa físicamente, sino que también tenía un bello corazón.
                La maestra de Melanie afirmaba que era una de sus mejores alumnas. A veces, la joven cuidaba a los enfermos.  Muchas personas habían muerto de tifus en los alrededores de la aldea. Y la enfermedad podía llegar hasta allí.
-No me gusta que Melly cuide enfermos-le comentaba Kate a su tía-Tengo miedo de que caiga enferma. No quiero perderla.
               Kate y tía Regina estaban sentadas en el sofá del salón de su casa. Melanie había ido a visitar a una de las pocas amigas que tenía. Y la niñera de Anne luchaba con ella porque la niña se había subido a un árbol. Se negaba a bajarse. Hacía caso omiso a las súplicas de su niñera. 
-Melly es joven y fuerte-afirmaba tía Regina-En ese aspecto, se parece a ti.
                  Kate pensó que su tía se equivocaba. Ella no era fuerte. Ella era una mujer que lloraba el saberse no haber sido amada nunca. Había idolatrado a Marcus. Pero no había recibido ni una sola muestra de cariño por parte de él. 
                  Para horror de Regina, Kate seguía pensando en su marido. Estaba dispuesta a humillarse con tal de tenerlo a su lado. Se sorprendía así misma echándole de menos.
-Piensa en tus hijas-la exhortó tía Regina-Pronto, Melly podría ser una mujer casada. 




              Miró a Melanie, la cual estaba sentada a la mesa haciendo sus deberes, muy centrada en su tarea.
                   Se sintió orgullosa de ella. Marcus, pensó, había sabido hacer algo bien.
                     Melanie golpeó su lápiz contra su barbilla. Estaba haciendo los deberes de Matemáticas. Tenía que hacer un cálculo. El problema era que el cálculo era muy difícil. Melanie alzó la vista al techo mientras se preguntaba cómo podía hacer aquella cuenta y que le saliera bien.
-¿Necesitas ayuda?-le preguntó Kate.

            Al menos, a pesar de sus escasos recursos, Kate había conseguido proporcionarle a su hija estabilidad y educación.

-No, gracias, mamá-respondió Melanie-Quiero hacer esta cuenta yo sola. De momento, voy bien. Pero es que estoy atascada.

-Haz lo que yo hacía cuando tenía tu edad-le aconsejó Kate.

-¿Y qué hacías cuando tenías mi edad?
-Olvidaba el problema que no me salía. Hacía el resto de ejercicios y, luego, retornaba a ese problema. Me salía solo.
-Gracias...-dijo Melanie.

-De nada...-contestó Kate.

            La mujer dejó su bordado a un lado, se puso de pie, se acercó a la silla en la que estaba sentada su hija y le acarició con la mano la trenza.

-No es un problema fácil-observó Kate-Déjalo y, después, lo intentas.


-Gracias-dijo Melanie-Eso haré.
-Si no puedes hacer el problema sola, pídeme ayuda a mí-le aconsejó Kate-O pídele ayuda a tía Reggie. Ella sabe mucho de Matemáticas. Es muy inteligente.
-¿Tía Reggie es matemática?
-No es matemática. Pero sabe mucho de Matemáticas.
            Kate volvió a sentarse y retornó a su bordado mientras daba gracias a Dios por haber dado a luz a sus dos hijas. 

               Melanie era muy dulce. Era, además, muy tranquila. Y también era muy alegre. Tía Regina le había preguntado en alguna que otra ocasión a Kate con quién pensaba a Melanie llegado el momento.
-No pienso casar a mi hija con nadie que no la merezca-pensó Kate.
            Melly tiene la nariz pequeña y puntiaguda, pensó Kate. Igual que yo...


 
             
                   Kate sintió una dolorosa presión dentro del pecho. Era consciente de muchas cosas. Ya no era la joven de veinticinco años que se casó enamorada con el hombre que menos le convenía. Ya tenía cuarenta y cinco años. Su tía Regina tenía razón. Debía de pensar en el futuro de sus hijas. De momento, tenía que pensar en casar bien a Melanie. Pero...¿Y si su hija se casaba con un buen partido y la hacía desdichada?
                   Eso no va a pasar, pensó Kate. Melly no correrá la misma suerte que yo.
-Cariño...-le dijo-Luego...Más tarde, tenemos que hablar.
-Sí, mamá-asintió Melanie.
                 

2 comentarios:

  1. Ya estamos conociendo un poquito más a Melanie, me gusta su personalidad hasta ahora, parece bastante diferente a su madre aunque es un poco arriesgado enviar a alguien que no tiene ningún conocimiento de la sociedad justo a un sitio como Berkley Manor, espero que no se la coman cruda, pobrecita...
    Me agradó esa manera de resolver un problema difícil, hacer el resto y luego volver a él que seguro saldrá :)
    Besos.
    Jazmín.

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  2. Vaya, vaya. Así que siempre la tía sospechó de sir Marcus! Es terrible que con la juventud o la ceguera que proporciona el amor la insensatez cubra a casi todos. ¿Qué sucederá con Melanie en Berkley Manor? ¡Ya quiero saber!

    Un beso.

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