martes, 26 de agosto de 2014

CAMINOS CRUZADOS

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Caminos cruzados. 
Deseo de corazón que os esté gustando.

                            Mientras daban cuenta de una taza de café, Paula Abascal Bahamante le abría su corazón a su mejor amiga, Adriana.
-Te has enamorado-opinó Adriana-Es lo más normal del mundo.
-¡Casi no sé nada de él!-se asustó Paula.
-Le has visto muchas veces.
-Y hemos hablado.
                          En el momento en el que Paula conoció a Pedro Padilla Abadía, su vida había cambiado. Lo notaba.
                           Aquel joven la intimidaba en grado máximo. Sonaba exagerado.
                           No había conocido a un hombre tan alto y tan corpulento como él. La madre de Paula le había explicado que no hallaría placer alguno en su matrimonio y que la unión física entre un hombre y una mujer sólo servía para procrear.
                           Paula no lo creía desde que Pedro le besó la mano cuando fueron presentados.
                          Fueron presentados cerca del puerto.
                          Pedro era uno de los mejores amigos del prometido de Adriana, José Baeza Cadaval. Ocurrió cuando Paula acompañaba a Adriana cuando ésta salió a dar un paseo con José.
                          Aún no entendía el porqué José se había enamorado de la aristocrática Adriana. Pero Paula admitía que hacían una buena pareja. Se amaban mucho.
                           José y Pedro se conocían desde que eran pequeños. Los dos habían huido de sus casas cuando eran apenas unos adolescentes. Preferían vivir en la calle que seguir viviendo en aquel Infierno. Eso era lo que eran sus casas para ellos. Un auténtico Infierno...
                         Habían peleado duro para salir adelante. José había escapado de su casa harto de soportar los golpes que le propinaba su padre. Había llegado a matar a golpes a su madre. Él lo presenció.
                           Un rayo de luz apareció en su vida el día en que conoció a Adriana. Fue a los pocos días de llegar a Alhucemas. Venía huyendo de su pasado. Buscando un lugar donde empezar de nuevo. Le gustaba vivir en aquel lugar. El Peñón era un lugar tranquilo. Todo el mundo se conocía entre sí. Y parecía haber sido bien recibido.
                          Sabía que Adriana y su mejor amiga, Paula, estaban muy unidas. Poco a poco, no sólo había logrado conquistar el corazón de Adriana, sino que, además, acabó ganándose la confianza y la amistad de Paula. Ella hacía las veces de carabina cuando salían juntos. Le entregaba a Adriana las cartas que José le escribía.
                          Hacía de intermediaria entre ellos. José confiaba en que Pedro pudiese encontrar a una mujer parecida a Adriana.
                            Cuando todavía era un niño, la madre de Pedro le confesó, durante una de sus frecuentes borracheras, que lo aborrecía porque le recordaba al hombre que la violó.
                             Ella trabajaba en la posada de su padre. Una noche, fue abordada en la parte trasera por un cliente que estaba borracho. A pesar de estar casado y de tener hijos, siempre estaba acosándola. Aquella noche...Todavía sentía pesadillas al recordar sus labios asquerosos sobre sus labios.
                            Pedro fue concebido a raíz de aquella violación. Su madre se marchó de la posada tras enterarse de que Pedro iba a nacer. Nunca recibió una muestra de cariño por su parte. Le odiaba.
                            Pedro llegó a pensar que había algo malo en él. ¿Por qué su madre no le quería? ¿Tanto se parecía a su padre? Cuando supo que había sido concebido a raíz de una violación, Pedro sintió asco de sí mismo.
                           Su padre era un monstruo. Había violado a su madre. La había marcado de por vida. ¿Y qué era él?
                           Él era otro monstruo. Nada más...
                           Cuando vio un día a José y a Julieta besándose delante del faro, Pedro se preguntó si le llegaría la hora de ser feliz.
                             Paula era la más romántica de las dos amigas. Soñaba con vivir el más apasionado de los romances con un apuesto caballero. Adriana, por el contrario, era la más realista. Pero también quería soñar.
                           Desde que conoció a Pedro, Paula no había hecho otra cosa que pensar en él. A lo mejor, Pedro era el hombre que Paula estaba esperando.
                           Adriana era la más sensata de las dos amigas, pero, cuando el amor apareció en su vida, no se resistió a su llamada. Su relación con José era amor a primera vista. Lo decía todo el mundo.
                           Hacía unos meses que se había prometido de manera oficial con José. Se casarían en unos meses. Adriana estaba ilusionada preparando su boda. Ya había confeccionado la lista de invitados.
                           José quería quedarse a vivir en el Peñón de Alhucemas. Sabía que Adriana había nacido allí y que había crecido allí; deseaba vivir allí.
-Es obvio que sientes algo por ese hombre-observó Adriana-Me agrada saberlo. Hacéis muy buena pareja.                          Paula frunció el ceño.

 

-No lo sé-admitió Paula-Reconozco que siento algo cuando estoy con él. Algo parecido a un cosquilleo en el estómago. Como el aleteo de una mariposa...
                      Adriana sonrió para sus adentros. A ella le había pasado lo mismo cuando conoció a José.
                      Pedro también le hablaba a José de Paula. José se lo había contado.
-Acabas de contarme lo que sientes cuando hablas con él-observó Adriana.
-Pero es un joven que me da miedo-se sinceró Paula-Cuando estoy con él, me pongo nerviosa. Parezco una tonta. Nunca un hombre me ha llamado tanto la atención como él.
                         Adriana le dedicó una sonrisa comprensiva.
-Entiendo lo que sientes-le dijo-A mí me pasó lo mismo cuando conocí a José. Es amor.
-Tú no eres como yo-replicó Paula.
-Al poco tiempo de conocernos, José me pidió que le diese un mechón de mi cabello y yo se lo di. Fue el momento más emocionante de mi vida. Y sé que a ti te pasa lo mismo cuando Pedro te habla.
-Me cuesta trabajo entenderle. Tiene muchos secretos. Y me temo que nunca llegaré a conocerle del todo. No sé qué hacer.
-Intenta llegar a su corazón. Saber cómo es en realidad.
                          Paula se mostró dubitativa.
                         Sabía que la infancia de Pedro había sido de pesadilla. Ella no podía entenderlo. Había estado muy protegida por una familia cariñosa.
-No sé cómo va a acabar todo esto-reconoció-Deseo verle a todas horas y, al mismo tiempo, me da miedo encontrarme con él.
-Sois muy diferentes-observó Adriana. Se llevó a los labios su taza de café. Bebió un sorbo. Estaba dulce-A mí me costó trabajo admitir mis sentimientos hacia José. Pero lo hice. Tú posees una dote tan elevada como lo es la mía. Pero no creo que eso le importe a Pedro. Le conozco bien. Pedro lo sabe y es un hombre sencillo; se siente intimidado.
-¿Yo le intimido?-se asombró Paula. Nunca pensó que pudiera intimidar a un hombre tan grande. Como lo era Pedro-Es un hombre distinto a esos petimetres que me cortejan. Te diré una cosa. Me gusta que sea así.
-En eso también te entiendo-dijo Adriana-He pasado lo mismo. Te confesaré un secreto. Me enfrenté a mi padre porque quería estar con José. Me costó mucho trabajo convencerle de que me dejara estar con él.
                        Paula recordó que Adriana le había contado que había discutido en numerosas ocasiones con su padre cuando le comunicó que se había enamorado de José. Éste no lo entendió en un primer momento.
                         El padre de Adriana amenazó con enviarla a un convento si no desistía de su empeño, pero la joven no cejó hasta que no se salió con la suya. Adriana amenazó, a su vez, con escaparse de casa para irse con José.
-Creo que no tengo tu carácter-se lamentó Paula.
-Te pareces más a mí de lo que crees-sonrió Adriana.
-Siento algo por Pedro. Creo que podría decir que me estoy enamorando de él. Pero sé que mi padre no aceptaría mi eventual boda con Pedro. Me estoy adelantando a los acontecimientos. ¿No crees? Sí...Padre desea que me case con algún aristócrata, a ser posible, de la Península. No sé cuándo volveré a ver a Pedro, pero ojala sea pronto.
-Será así.

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