sábado, 18 de octubre de 2014

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Espero poder terminar, si no este fin de semana, a lo largo de toda la semana que entra, mi relato Un sabor agridulce. 
¡Que ya toca!
En este fragmento, María Catalina hará algo verdaderamente audaz.

                                  Le latía a gran velocidad el corazón cuando golpeó con suavidad la puerta de la habitación de Lorenzo.
-Soy yo-le dijo.
                                 Él le abrió la puerta de la habitación. Estaba desnudo de cintura para arriba.
                                 Todavía no se había puesto la camisa del pijama. Se quedó de piedra cuando vio a María Catalina ante él.
                                 Se hizo a un lado para dejarla pasar. Era como estar viendo una verdadera aparición. Iba descalza. Llevaba puesto su camisón de dormir. Su cabello caía suelto sobre su espalda.
-Estamos prometidos-atacó María Catalina.
                                  Lorenzo no podía articular palabra. Sólo podía mirarla con cara de asombro.
-Y todavía no me explico el porqué quieres casarte conmigo-admitió María Catalina, sonriendo con nerviosismo.
-Estoy enamorado de ti-le confesó Lorenzo-Creía que ya lo sabías.
-No lo entiendo. Podías haberte casado con Elenita. Ella...
-¡Cati, entiéndelo de una vez! Yo jamás podría amar a tu prima. Es como una hermana para mí y nunca podría casarme con ella. Yo sólo tengo ojos para ti.
-Quería aclarar esto. Por eso, he venido aquí. Me muero de vergüenza porque estoy en tu habitación. Yo también estoy enamorada de ti.
                                Se sentaron en la cama de Lorenzo. El joven se percató de que María Catalina estaba temblando. La joven había hecho algo que, a los ojos de la alta sociedad, la condenaba. Estaban prometidos, pero todavía no estaban casados. Sin embargo, su compromiso no se había hecho oficial. Eso no le importaba en absoluto a Lorenzo.
-Nuestro compromiso aparecerá en todas las páginas de los periódicos de la Península-anunció el joven-Quiero que nos casemos lo antes posible. Hablaré con el sacerdote. Las amonestaciones se publicarán esta misma semana.
                                    María Catalina le miró con estupefacción. Era evidente que Lorenzo se había vuelto loco.
                                    Pero ella, a su vez, también se había vuelto loca.
-¿Nos vamos a casar ya?-se asombró.
-No veo la hora de que seamos un matrimonio-le contestó Lorenzo con sinceridad.
-No sé qué decir.
-Quédate, Cati.
                                   Y ella se quedó.
                                   Fue María Catalina la que se acostó en la cama de Lorenzo. Sin poder creerse nada. Lo que estaba pasando.
                                    Las ropas de ambos no tardaron en desaparecer. El camisón de María Catalina...El pantalón del pijama de Lorenzo...La luz de la mesilla de noche estaba encendida. Y ellos...
                                    Estaban solos.
                                    Empezaron a besarse. Y los besos que se dieron no tardaron en volverse más apasionados. Los labios de Lorenzo recorrieron con ansia el cuello de María Catalina. Incluso, se atrevió a chuparle un pecho.
                                    Los dos se olvidaron del mundo que les rodeaba. Sólo existían ellos dos.
                                   Al fundirse en un estrecho abrazo, se poseyeron mutuamente. Se convirtieron en un solo ser.



                                       Por desgracia, María Catalina no podía quedarse en la habitación con Lorenzo mucho tiempo. Rosario solía ir a despertarla muchas mañanas. Si no la encontraba en su habitación, se armaría un gran escándalo. Le dolía tener que despedirse de él.

2 comentarios:

  1. Uy que bien que la retomaste , te deseo un buen fin de semana

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    1. Hola Citu.
      Mi intención es subir el final de esta historia el lunes.
      Un fuerte abrazo.

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