viernes, 22 de marzo de 2013

BERKLEY MANOR (EDITADO)

Hola a todos.
Lo prometido es deuda.
Aquí comienza Berkley Manor. Espero que os guste.

 ISLA DE WIGHT, 1792

EXTRACTO DEL DIARIO DE MELANIE MELINDA LIVINGSTON


                      La realidad se impone.
                     Llega el momento de la verdad. Estoy muy nerviosa. No sé qué hacer.
                    ¿Y qué soy? Una niña tonta. Una criatura insignificante.
                     Como cualquier señorita inglesa de buena familia, crecí en el seno de una familia muy sobreprotectora. Mi madre, mi tía abuela Reggie y mi hermana pequeña. A mi padre apenas lo conocí. Nos abandonó. Mi madre todavía le llora. Piensa que volverá algún día. 
                   La tía abuela Reggie y yo sabemos la verdad. Mi padre nunca volverá a casa. Eso es algo que mi madre no asimilará nunca. Le ama demasiado como para abrir los ojos a la realidad. 
                    Fue una boda sin amor. Él se casó con mi madre después de seducirla. Creía que mi madre tenía experiencia y resultó que era virgen. Al menos, eso es lo que escuché una vez decir a unos vecinos. No sé cuál es la verdad. Supongo que mi madre se entregó a él pensando que la tía abuela Reggie accedería a la boda. Ella siempre ha odiado a mi padre. Él tuvo que cumplir. Pero no renunció a su vida anterior. Ni a sus amantes...Yo apenas le conocí. Siempre pensé que acabaría abandonándonos. Y eso fue lo que pasó. Fue poco después de nacer Anne.
                    Mi padre quería tener muchos hijos varones. Visitaba a mi madre. Se quedaba unos días con ella. Intentaba concebir un hijo. Pero sólo tuvieron dos hijas. Anne y yo. La mayor, Melanie. Anne es más pequeña que yo. Tuve un hermanito dos años mayor que yo. Se llamaba Peter. No lo recuerdo porque murió cuando yo tenía dos años. Él tenía cuatro años. También...Mi madre iba a tener otro bebé. Pero lo perdió cuando estaba embarazada de cinco meses. No llegó a nacer. Mi madre no quiere hablar de Peter. Y tampoco quiere hablar de su otro hijo. Mi otro hermanito...
                ¿Qué les puedo decir? Mi madre se hundió cuando mi padre se fue. Dijo que volvería. Que tenía cosas que hacer en Londres. Se fue para no regresar. Y mi madre se vio sola.
Sola y arruinada. Porque mi padre estaba despilfarrando todo el dinero en sus juergas. Y en sus amantes. A veces, mi madre creía que mi padre regresaría. Se engañaba así misma.
                Mi tía abuela Regina, tía de mi madre, se vino a vivir con nosotras.
                 Tía Regina era viuda. No tenía hijos. Siempre se opuso al matrimonio de mis padres. Decía que mi madre estaría mejor en un convento que casada con un sinvergüenza. Y tenía razón. Pero nunca le reprochó nada. Al contrario. Estuvo a su lado apoyándola en todo momento. Tía Regina es como una abuela para Anne y para mí. Nos mima mucho.
                Pero mi madre seguía esperando, en vano, el regreso de mi padre. A mí se me crió para ser presentada en sociedad. Este año, viajaré a Londres si Dios quiere. Le haré mis reverencias a los Reyes.            Espero.
                  Veo a mi madre sentada en su mecedora.
                 Está tejiendo algo. Una manta para Anne, creo.
               Mira por la ventana. Tiene la sensación de que va a ver a mi padre aparecer caminando por nuestro pequeño jardín. Sabe que está perdiendo el tiempo. Pero parece no darse cuenta de ello. Llevo toda mi vida viéndola sufrir por culpa de mi padre. Amándole sabiendo que no es amada por él. 
                Mi padre nunca volverá.
                Se lo dice tía Regina.
-Marcus es un malnacido, Katie-le dice-No vale la pena que sigas pensando en él. Dedícate a cuidar de tus hijas. Melly ya es toda una mujer. Y Annie es una niña. Te necesita. Debes de empezar a pensar en casar a Melanie, Katie. ¿Cuántos años tiene?
-Diecisiete años…-afirma mi madre-Ya está en edad casadera.
-Es mejor casarla lo antes posible. Puede cometer el terrible error que tú cometiste. Enamorarse del primer sinvergüenza que pase por su lado y la engatuse. Debes de pensar en el bienestar de tus hijas, Katie.
                Mi madre se llama Kathleen. Pero se la llama cariñosamente Kate o Katie. Mi padre se llama Marcus.
                    Mi madre niega con la cabeza.
-Te equivocas-replica-Marcus me quiere. Tiene que venir a buscarnos. Aquí vivimos nosotras. Su mujer y sus hijas...
                 Tía Regina está leyendo un libro. Su autor es Daniel Daffoe. Se titula Moll Flanders.
-Marcus no te escribe-enumeró tía Regina-Nunca se ha preocupado ni por ti ni por las niñas. Se divierte en Londres mientras finge que no hay nadie aquí esperándole. Lo que deberías de hacer es pagarle con la misma moneda.
-¡Tía!-se escandaliza mi madre.
                Yo estoy sentada en una silla. Estoy bordando. Me sonrojo al escuchar a tía Regina hablar de ese modo.
-Por favor, tía-le susurro.
-No estoy diciendo ningún disparate-se justifica tía Regina-Tu madre es una mujer joven y todavía atractiva. Los hombres la admiran. Ella puede tener a cuantos hombres desee.
-Eso estaría mal visto-afirma mi madre.
-¿Y lo que hace tu marido está bien visto?-replica tía Regina-¿Ponerte los cuernos y tenerte abandonada está bien visto?
                   Anne está sentada a la mesa. Está haciendo los deberes. Oye sin querer nuestra conversación. Alza la cabeza para mirarnos. Para mi hermana, nuestro padre es una figura invisible y desconocida.
Sabe que tiene padre. Pero no le conoce. Sólo le conoce de las historias idealizadas que mi madre le ha contado sobre él.
-Deberías pensártelo, Katie-exhorta tía Regina a mi madre.
-No hay nada que pensar-decide mi madre.
-Haz lo que crees conveniente. Siempre lo has hecho. Y, como siempre, te has equivocado.
               Y yo, mientras, dejo de ser una niña para convertirme en una mujer.
              Una mujer confusa con su vida.
                   Mi madre deja de tejer. Tiene los ojos llenos de lágrimas. Me enfado con ella porque sigue llorando por mi padre. Aún cuando éste no se lo merece. Aún cuando sabe que él nunca le ha dedicado ni un sólo pensamiento. Ni a ella ni tampoco a Anne. O a mí. Sus hijas.
-No llores por Marcus-le aconsejó tía Regina-Si hay algo que odio es que se llore en esta casa por alguien como él. No se lo merece. Nunca se lo ha merecido.
-¿Quién es Marcus, Melly?-me pregunta Anne-¿Es nuestro padre?
 -Sí-respondo-Es nuestro padre. Anda. Sigue haciendo los deberes. A mamá ya se le está pasando el disgusto.
                Mi hermana no está conforme.
                 Le gustaría saber dónde está nuestro padre. El porqué nunca se ha preocupado por nosotras. Si alguna vez nos ha querido. Anne es todavía muy pequeña y no entiende ciertas cosas. No sé si mi madre será capaz de sincerarse con nosotras algún día. 
-¿Sabes dónde vive nuestro padre, Melly?-me vuelve a preguntar Anne.
-No sé nada de él-le respondo.
-A mí me gustaría conocerle.
            No sé qué pensar.
            Es nuestro padre. Pero es un desconocido para nosotras.
            No podría mirar a ese hombre a la cara. No podría pensar en él como un padre.
-Yo no quiero saber nada de él-le confieso a Anne.
-¡Es nuestro padre!-se escandaliza mi hermana pequeña.
-Pero no le conocemos. Nunca ha venido a vernos. Nunca nos ha escrito. Nunca se ha preocupado por nosotras. Es un desconocido. No podría quererle.
            Anne no lo ve del mismo modo que yo lo veo. Tiene sólo diez años. Todas sus amigas tienen padre. Pero ella no tiene padre. Lo tiene. Pero no le conoce.
              Anne se ha hecho muchas preguntas. ¿Por qué nuestro padre nunca ha venido a vernos? ¿Por qué nunca se ha preocupado por nosotras? 
-Tía Regina dice que es un canalla-le cuento-Dice que nunca quiso a mamá. Y que, por eso, nos abandonó. 
              Hay cosas que me cuesta trabajo contarle a Anne. Porque hay cosas que me cuesta trabajo entender. Todo lo que sé es por lo que oigo decir a tía Regina. Mi madre, en cambio, suele hablar bien de nuestro padre. Nos asegura a Anne y a mí que él no viene a vernos porque está demasiado ocupado con sus asuntos en Londres. Tía Regina no dice nada. Guarda silencio. Pero está a punto de estallar. 
-Un Santo...-la oigo murmurar-Un gran hombre...
-¿Por qué hablas mal de nuestro padre?-le pregunto. 
-No te lo puedo contar. Aún eres una niña. Aunque ya estés en edad de casarte. Además, tu madre prefiere decir que vuestro padre es un gran hombre. Si quiere vivir en una mentira, es asunto de ella. 
                 Se pone de pie. Sale del salón. No quiere acabar discutiendo con mi madre. Por lo visto, cada vez que se menciona a mi padre en esta casa, acaban discutiendo. 


                   Los recuerdos atormentaban a Kate.
                   Se veía así misma paseando con Marcus. Se sentía orgullosa cada vez que salía a la calle y se cogía de su brazo.
                   Aquellos pensamientos se imponían a otros pensamientos que eran mucho más dolorosos. Imágenes en las que veía a Marcus en brazos de otras mujeres.
                   Ya no era una niña cuando conoció a Marcus.
                     Aún recordaba su primera noche de amor vivida con él. A pesar de que, cuando se despertó, Marcus se había ido. Desde la ventana de su habitación, Kate veía que se estaba poniendo el Sol. Recordaba las veladas en el teatro al lado de Marcus. La ventana de su habitación estaba abierta. Había gente a orillas de la playa. Soplaba una brisa fría. Kate se apresuró a echarse el chal sobre los hombros.
                   Su amor por Marcus seguía siendo incondicional. Le seguía siendo fiel porque no concebía a ningún otro hombre en su vida. En la isla, los vecinos decían que Kate era el ejemplo perfecto de esposa complaciente.
                  Lo amaría hasta el último día de su vida. Había pensado que era la única mujer en la vida de Marcus. Que él le estaba siendo sincero cuando le decía que ella era hermosa. Que no había ninguna otra mujer en su vida.
                  Pensó que era la mujer más desgraciada del mundo. Vivía sumida en una profunda lástima hacia sí misma.
-Madre...-la llamó Anne.
                 Kate se dio la vuelta.
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó.
                  Anne se acercó a su madre. Kate se preguntó cuándo fue la última vez que tuvo un auténtico gesto de cariño hacia sus hijas. La verdad era que no lo recordaba. Sólo pensaba en sí misma. Pensaba únicamente en el sufrimiento que anidaba en su corazón.
-Es la hora del té-le dijo Anne a Kate.
                 La mujer se sentó en una silla. No pensaba bajar al salón. No quería enfrentarse a la mirada cargada de reproche que le dedicaba su tía Regina. ¿Acaso ella nunca había estado enamorada? ¿No era capaz de ponerse en su situación? ¡No la había comprendido! ¡Jamás la entendería!
-No me encuentro bien-mintió Kate.
-¿Quieres que vaya a buscar al médico?-se ofreció Anne.
-No, cariño. Gracias.
-¿Qué te pasa, madre?
-Me duele un poco la cabeza.
-Deberías de acostarte.
-Sólo me acostaré un ratito.
               Anne llevaba puesto un vestido de color blanco.
-Me retiro, madre-dijo la niña-Pero le diré a Melly que suba dentro de un ratito a verte.
             Anne salió corriendo de la habitación. Kate se sintió aliviada cuando la vio cerrar la puerta. Sólo quería estar sola.
              Kate pensó que Marcus estaba desilusionado con ella. A menudo, ella había sentido miedo de él. Le parecía demasiado arrogante y ella creía que era poquita cosa. No le gustaba asistir a bailes. Su pasión le provocaba más miedo que otra cosa en la mayoría de ocasiones. Porque ella no era una mujer sensual. Porque ella no era una mujer mundana.
              Marcus era como los demás hombres.
              Ni las dos hijas que le había dado le habían servido para retenerlo a su lado.
               Se acercó a su cama y se sentó en ella. Era verdad que le dolía la cabeza. Aún sentía la mano de Marcus cogiendo su mano. Podía sentir sobre su piel las caricias de sus manos experimentadas. Me estoy volviendo loca, pensó. Marcus se despidió de ella antes de irse de manera definitiva dándole un beso suave. Una lágrima solitaria se deslizó por la mejilla de Kate. Era una mujer locamente enamorada de un miserable.
                 De un hombre que jamás la había querido.
 

                   Por culpa de Marcus, se estaba perdiendo muchas cosas. Melanie ya estaba en edad casadera. Antes o después, debía de empezar a buscarle marido. Melanie tenía que casarse por amor, pensó Kate.
                  Pero acabaría casándose por su propio bien.
                  Aún así, Kate quería lo mejor para sus hijas. Melanie había crecido mucho.
                 Antes o después, se celebraría su puesta de largo.
                 Kate recordó su entrada en el Mercado Matrimonial. Pensó que iba a quedarse soltera.
                 Hasta que conoció a Marcus. Y se enamoró de él. Pensó que él también la amaba. Fue un terrible error. Su cabeza se lo gritaba. Pero Kate no quería oírla. No quería pensar que había destrozado su vida.
                Le dolía demasiado el corazón como para pensar en eso. 

8 comentarios:

  1. Hola, Lilian, para empezar me ha gustado mucho, se siente una atmósfera de infelicidad tan grande en este hogar que es muy triste. Ahora siento que estamos ubicándonos respecto a los personajes y sus situaciones.

    A esperar lo que sigue, besos.

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    1. Verás que la atmósfera en la que transcurre esta historia no es muy alegre. Más bien, el ambiente es triste y creo que encaja mejor con lo que va a pasar.
      Espero, de corazón, que te siga gustando lo que va a venir a continuación.
      Un fuerte abrazo, Aglaia.

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  2. Buenos días.
    Cojo sitio para seguir leyendo lo que de momento pinta bastante bien.
    Un saludo.

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  3. Me ha gustado mucho mucho ;) Tiene miy buena pinta ^^
    Besoos

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  4. Me ha gustado mucho, seguiré leyendo... nos leemos.
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    Os invito a mi blognovela negra que llevo escribiendo desde hace unos meses y no me va nada mal.
    http://retratodeunasesino.blogspot.com.es/

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  5. Por fin pude comenzar a leer tu historia, querida, me agrada este principio aunque sea triste, ya conocemos a la protagonista y su familia. Todas mujeres, y solas.
    Es peculiar cómo Kate conserva intacto su amor por el padre de sus hijas a pesar de que hayan transcurrido tantos años, un amor tenaz y bastante ciego...
    Continúo.
    Besos. Jazmín.

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  6. Ya está empezada :) Me costará un poco ponerme al día pero lo conseguiré :) Enhorabuena.
    Quería darte las gracias también por seguirme y tomarte un poco de tiempo para leer mi blog, cuando se empieza un poco de atención siempre se agradece. Te deseo lo mejor :)

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  7. Un buen comienzo para esta historia, quiero saber qué pasará con estas mujeres bajo tu pluma.

    Un beso.

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