sábado, 30 de marzo de 2013

BERKLEY MANOR (EDITADO)

Hola a todos.
Seguimos con Berkley Manor. 
Esto empieza a moverse. Aquí tenéis un nuevo capítulo.
Espero, de corazón, que os guste.
¡No olvidéis comentar!


                 En Berkley Manor reinaba el caos. Los invitados habían llegado días antes.
                Fueron días de diversión. Las excursiones que se organizaban eran diarias. Ya se habían celebrado tres cacerías. Los invitados se despertaban tarde. Y es que se acostaban precisamente tarde porque se celebraba un baile todas las noches. 
                  Los sirvientes entraban y salían de la casa porque estaban atareados haciendo la compra de la comida que se serviría esa noche y lady Christine Margaret Pennyworthy, duquesa de Berkley, entraba con frecuencia en la cocina para supervisar si los criados estaban haciendo las cosas bien; según ella, nada puede fallar porque asistirán a la fiesta las personas más importantes de la ciudad.
            Los invitados tomaron asiento en la mesa y comenzaron a comer el primer plato, que consistió en pavo asado con guarnición de patatas. Se lo comieron mientras degustaban el vino de la familia. Después, llegó el segundo plato, que era langosta; la ocasión merecía hacer algún que otro despilfarro. 
              Los invitados hablaban entre sí durante la cena. 
               Estaban sentados alrededor de una mesa de madera de roble.
               Una lámpara de araña colgaba del techo. Daban cuenta de la exquisita cena que se había preparado. 
-Austria y Prusia se han unido para luchar contra esos descerebrados-comentó un duque. 
               Se refería a los revolucionarios franceses. 
-Lo que ha empezado siendo una causa justa, se ha convertido en un derramamiento de sangre-se lamentó Duncan Pennyworthy, duque de Berkley-Los franceses no pueden respirar tranquilos. Si se quejan por lo caro que está el pan, les cortan la cabeza. Francia es un país muy civilizado. O era un país muy civilizado. ¿Adónde irá a parar? 
                Lord Duncan presidía la mesa. Sentada en la otra punta de la mesa se encontraba lady Christine. Una baronesa admiraba el vestido que la duquesa llevaba puesto. 
-Es un vestido precioso-la aduló-¿Es nuevo, Excelencia?
-Lo compré ayer-contestó lady Christine-Una modista de Londres me lo hizo a medida. 
               Al contrario de algunos nobles que estaban sentados a la mesa, ni lord Duncan ni lady Christine lucían peluca. 
                 Lord Duncan bebió un sorbo de su copa de vino. 
-Miedo me da lo que pueda pasar en Europa por culpa de esos revolucionarios-se lamentó un conde. 
                Había unas doscientas personas sentadas a la mesa. Los criados iban y venían. Aquella vez, habían acudido más invitados a la mansión. Lady Christine estaba encantada. Le gustaba tener la mansión llena de gente. 
              Tras la cena, se celebraría el baile. Los duques abrirían el baile. 
               En su habitación dormía el pequeño Toby. Era el único hijo de lord Duncan, nacido de su primer matrimonio. Y se había convertido en el mayor tesoro de lady Christine. La habitación del niño estaba llena de juguetes. 
               Lord Duncan tenía muchas esperanzas depositadas en su hijo. En mitad del baile, se escabulló para ir a verle. Toby se removió inquieto en su cama. Debe de estar teniendo alguna pesadilla, pensó lord Duncan. La habitación estaba sumida en la oscuridad. 
             Aquella tarde, había estado lloviendo. Pero eso no había impedido a Toby salir al jardín. Su niñera, la señora Harry, había intentado, en vano, meterlo dentro de casa. El niño se había subido a un árbol. 
               Lord Duncan sonrió con la imagen de Toby correteando bajo la lluvia del jardín. Su hijo era un niño fuerte y sano. Su heredero, pensó con nostalgia. Lady Christine no podía darle un hijo. Pero eso no le importaba. Porque tenía a Toby. Lo vería crecer. Y se sentiría orgulloso de él. Toby sería un buen hombre el día de mañana. Y lord Duncan quería verlo. Alzó la mano. Un mechón de pelo del niño se le había venido a la frente. De pronto, lord Duncan agudizó el oído. La respiración de Toby era entrecortada. Al pasar la mano por la frente de Toby, lord Duncan se quedó helado. 
              Toby tenía la frente caliente. 
-¡Dios mío!-exclamó. 
               Salió corriendo de la habitación. 
               Parecía que Toby tenía fiebre. 
         
                El viaje se le hizo corto a Melanie. Agradecía tener como compañera de viaje a Eleanor. La joven tenía diecisiete años y un genio muy vivo.
                 Viajaban en el carruaje de los Derrick.
                Su amiga era una joven que poseía un porte muy elegante. Su nariz era pequeña y puntiaguda. Eleanor tenía el cabello de color rojo. Sus ojos eran de color verde. Su piel era blanca como la leche. En el pasado, Melanie no había gozado de buena salud. Constantemente, se había visto postrada en el lecho. Desde que llegó a la adolescencia, todo había cambiado. Melanie se encontraba mejor de salud. Pero no se la veía muy contenta con aquel viaje.
-Estoy muy nerviosa-le confió Melanie a Eleanor-Espero no hacer el ridículo.
-Si te soy sincera, yo no quería venir-admitió Eleanor.
                Las dos viajaban en el carruaje. La hermana menor de Eleanor, Victoria Samantha Derrick, se había adelantado. Había llegado a Berkley Manor algunos días antes. Victoria tenía dieciséis años. Melanie se sorprendió cuando Eleanor le habló de su hermana. En opinión de Melanie, Victoria tendría que estar todavía recibiendo clases de su institutriz. Pero Eleanor le contó que sus padres pensaban casarlas antes del próximo verano.
-Somos diez hermanos-se lamentó Eleanor-Mis hermanos mayores son todos varones. Ya están casados. Las únicas que quedamos somos Victoria y yo.
              Eleanor no había querido hacer aquel viaje a Berkley Manor. Ella habría preferido no salir de su casa. Al final, se había visto obligada a emprender aquel viaje.
-¿No te hace ilusión conocer a los duques de Berkley?-inquirió Melanie.
-Me habría hecho ilusión conocerles en otras circunstancias-contestó Eleanor.
-¿A qué te refieres?
-Hay un chico. Yo lo quiero mucho. Y él también me quiere. Su renta no es muy elevada. Pero está trabajando. A su lado, no pasaría penuria alguna.
-Entiendo.
              Melanie sintió envidia de Eleanor.
-Lo amo-le confió la chica-Y sólo quiero pasar el resto de mi vida a su lado.
               Melanie sintió cómo se le clavaba un puñal en el corazón. Ella nunca antes había estado enamorada. Y se dio cuenta de que no sabía lo que era eso. Asomó la cabeza por la ventanilla del carruaje.
               Tenía la sensación de que se estaba asfixiando allí dentro.
-¿Falta mucho para qué lleguemos?-le preguntó a Eleanor.
                Ella se encogió de hombros.
                En la mansión la estaba esperando su hermana Victoria. Había viajado acompañada por una criada de confianza de sus padres. Eleanor pensó que su hermana estaría aburrida.
-No le gustan los bailes-dijo.
                 A mí tampoco me gustan los bailes, pensó Melanie.
-No sé bailar-admitió la muchacha.
                 Aún así, se encontraba metida dentro de aquel carruaje. Se dirigía a un lugar desconocido para ella.
-Todo irá bien-le aseguró Eleanor-Volverás con varias ofertas de matrimonio. Los mejores partidos están allí.
-¿Y qué pasa con ese chico del que estás enamorada?-indagó Melanie.
-No te preocupes por nosotros. Él no me abandonará nunca. Me lo ha jurado.



                      El cielo se tiñó de nubarrones negros.
                      Melanie tuvo que meter la cabeza en el interior del carruaje. Le habían caído unas cuantas gotas encima de la nariz. Cerró la ventanilla.
                      Pronto, empezó a llover con gran fuerza. Melanie se puso muy nerviosa. Es una mala señal, pensó. Algo malo está a punto de pasar.
                      Melanie contuvo el aliento cuando vio la imponente mansión que se alzaba delante de ella.
-¡Ya hemos llegado!-le avisó a Eleanor.
-¿Adónde?-inquirió la joven, un poco distraída.
-A Berkley Manor...
                  Melanie no sabía si debía de alegrarse o si debía de salir corriendo.
                  Había llegado, finalmente, a su destino. Ya apenas quedaban unos pocos metros. Y estaría en la residencia de los duques.
-¡Es bellísima!-exclamó Eleanor.
-No veo a nadie-observó Melanie.
-Es porque estamos todavía lejos. Y, además, no hace día para estar en la calle.
-Supongo que sí...
                 Pero un mal presentimiento se adueñó de Melanie.
                 El carruaje se detuvo delante de la verja de hierro que rodeaba la mansión.
-Las ventanas están cerradas-observó Melanie.
                   El cochero ayudó a Eleanor a descender en primer lugar. A Melanie se le escapó observar el gesto de complicidad que hubo entre Eleanor y el joven cochero, Justin. Después, éste ayudó a descender del carruaje a Melanie. Pero ésta miraba con el ceño fruncido hacia las ventanas de la mansión. Las cortinas eran negras.
-Ha pasado algo-opinó en voz alta-Algo horrible...

2 comentarios:

  1. Qué bonita es la mansión que elegiste para ser Berkley Manor, aunque este capítulo es algo inquietante, las nubes negras, la lluvia, todo ayuda a que Melanie no tenga la mejor primera impresión del lugar donde buscará su destino...me pregunto si será correcta la premonición de la chica.
    Continúo...

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  2. Coincido con la apreciación de Jazmín, la mansión es bonita.

    Es preocupante la situación de Eleanor, espero que su llegada a Berkley Manor no afecte sus planes.

    ¿Qué habrá ocurrido en la mansión? Llegar bajo un escenario sombrío pintará algo de bueno a las recién llegadas, no lo sé, así que voy por el siguiente (¡Ay, que cotilla ando hoy!)

    Un beso.

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