Hola a todos.
Amanece un nuevo día en Berkley Manor. Melanie, Eleanor y Victoria no van a desayunar solas esta mañana.
Melanie había pasado la noche inquieta.
La declaración de amor de Chris sonaba una y otra vez en sus oídos. Se levantó como pudo de la cama. Pensaba en lo que Chris le había confesado la tarde anterior. Aquel joven al que hacía nada que había conocido le había dicho que la amaba.
La doncella entró en su habitación con gesto serio. Abrió la ventana. El Sol dio de lleno en la cara a Melanie. Le habría gustado estar de nuevo en su casa, junto a su familia, en lugar de tener que enfrentarse a una declaración de amor. A aquellas horas, Anne estaría preparándose para ir a clase, a pesar de que no tenía muchas ganas de estudiar. Podía ver a la criada limpiando. Podía ver a su madre sentada en el sofá bordando. Su madre...Su insano amor hacia su marido la había destrozado. Seguro que mi padre también le dijo a mi madre que la amaba. Aquel pensamiento hirió a Melanie.
Sir Marcus era su padre. Pero era una especie de fantasma. Melanie apenas tenía un recuerdo de él. Nunca la miraba. Su madre le recibía con los brazos abiertos cada vez que regresaba de Londres, donde se pasaba meses y meses. Cuando estaba en casa, pasaba las horas muertas montando a caballo. Y, cuando estaba en el salón, fumaba con gesto de aburrimiento. No paraba de criticarlo todo. Tía Regina se enfadaba con él.
-Eres libre de marcharte y de no volver-le increpaba-Aquí no pintas nada.
-Mi mujer y mi hija viven aquí-le recordaba sir Marcus.
-Y nunca te preocupas por ninguna de las dos. ¡Vete y no vuelvas, miserable!
Melanie se lavó la cara y los brazos con el agua que vertió la doncella en la jofaina. Lo último que quería era un matrimonio sin amor. La doncella sacó un vestido de su armario. Era de color rosa pastel. Era uno de los vestidos más nuevos que Melanie tenía.
En la cocina, la cocinera no paraba de llorar.
Humphrey había entrado en la cocina para despedirse.
-Me voy-dijo-Y no pienso volver.
El mayordomo intentó hablar con él. Trató de hacerle entrar en razón. Pero todo fue inútil. Humphrey había hecho su maleta. Había metido algo de ropa en ella. Y se marchaba.
-¿Adónde vas a ir?-le preguntó el mayordomo.
Humphrey se había ido.
Melanie bajó al salón. Victoria y Eleanor estaban allí esperándola. Al verla entrar en el salón, Eleanor fue a su encuentro y la abrazó.
-No vamos a desayunar solas-le contó.
-¿Qué quieres decir?-inquirió Melanie.
Sentada en la cabecera de la mesa estaba lady Christine. Al verla, Melanie fue corriendo a darle un abrazo. Luego, se sintió avergonzada por su comportamiento impulsivo.
-Gracias...-dijo lady Christine.
Le cogió la mano a Melanie y le dio un cariñoso apretón.
Una criada sirvió el desayuno. Melanie tomó asiento al lado de Eleanor.
-Me muero de hambre-comentó Victoria.
La criada vertió en cuatro tazas de porcelana leche caliente. Melanie bebió un sorbo de leche. Victoria atacó con entusiasmo la tostada que había untado con mantequilla. Eleanor disimuló una sonrisa.
-Vas a explotar-indicó-Y no te va a caber ningún vestido.
-¡Cállate!-siseó Victoria.
Melanie no tenía ganas de bromear con nadie. Tenía la mente puesta en la declaración de amor de Chris.
Fue la doncella de lady Christine la que la convenció de que debía de bajar a desayunar. La duquesa no supo cómo pudo levantarse de la cama. Ni cómo llegó al salón. El vestido que llevaba puesto le estaba muy grande.
-Gracias...-dijo.
-¿Habéis dicho algo, Excelencia?-inquirió Melanie.
-Sí...He dicho gracias. Por estar aquí. Por no iros.
-No hay de qué-contestó Eleanor.
-La casa está muy vacía.
Lady Christine suspiró.
-¿Cómo está el duque?-preguntó Victoria.
Lady Christine no respondió. A decir verdad, no sabía nada de su marido. Y se preguntaba si quería saber de él. La muerte de Toby le había hecho ver su matrimonio de otra manera.
-Su ayudante de cámara, Humphrey, acaba de irse-le informó Melanie.
-Algo he oído-opinó lady Christine-Este lugar parece estar presa de una maldición. Niños...Bebés...
Mujeres...Todos...Todos mueren aquí.
Aquel comentario heló la sangre de las tres jóvenes que se encontraban sentadas a la mesa.
Melanie miró con asco su tostada.
No podía seguir comiendo. No entendía qué estaba haciendo en aquel lugar. El silencio reinaba en toda la mansión. Era un silencio insoportable. Eleanor y Victoria intercambiaron una mirada cargada de significado.
-Me alegro de veros fuera de vuestra habitación, Excelencia-dijo Victoria.
-Toby era como un hijo para mí-admitió lady Christine-Su muerte me ha dejado un gran vacío. Y no creo que me vaya a recuperar tan fácilmente. Lo quería muchísimo.
-Nosotras sentimos vuestra pérdida, Excelencia-afirmó Melanie.
-Sois las tres muy amables-dijo lady Christine-Gracias...De verdad...Por permanecer en este lugar a pesar de todo.
-Sentimos que es nuestra obligación-dijo Melanie-Usted y su Excelencia, el duque, no están bien. Pensamos que haríamos mal en irnos.
-Todas las diversiones que había planeado se han suspendido. No tengo ganas ni de mirarme en el espejo. No sé lo que vería. Parezco una muerta.
-¡Oh, no diga eso!-exclamó Eleanor.
Una mansión sumida en el dolor por una terrible pérdida...Una muchacha inocente y sencilla...Un joven decidido a todo por amor...Una inolvidable historia de amor. No es un blog para albergar una blog novela. Es mucho más que eso. Relatos cargados de romanticismo...Reflexiones... Todo eso podéis encontrar aquí. Y mucho más...
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Te he estado leyendo y esta muy bien!! Me gusta mucho!Me gusto tu blog ^^ te sigo! si quieres pásate por el mio :)
ResponderEliminarUn beso!
Terribles esas palabras acerca de la maldición, no creo mucho en ello porque pienso que cada quien se forja su propio destino, pero con las muchas penas que la pobre Melanie ha debido pasar, entiendo que ese comentario le cayera tan mal.
ResponderEliminarBesos.
Me gusta mucho la estructura de este capi, casi puedo ver a Melanie despertándose en una casa extraña, añorando los sonidos, los olores de su hogar...el ambiente realajado y libre de preocupaciones. Tan distinto al aire de la mansión, entiendo que dude acerca de Chris, hace tan poco que lo conoce y teniendo en cuenta la historia de su madre... Una sorpresa la presencia de Lady Christine, suerte que al menos no está sola o sólo con sus criadas.
ResponderEliminarSigo.