domingo, 6 de octubre de 2013

AMOR AMARGO

Hola a todos.
¿Os acordáis de esta historia?
Hace unos meses, antes de que empezara a subir Berkley Manor, empecé a subir una historia a este blog. Los personajes no tenían nombre y tampoco tenía título.
Se trataba de una idea que no sabía cómo plasmar.
Sin embargo, en los últimos días, he podido darle forma y terminarla. Se trata de un cuento bastante breve.
A lo mejor, os suena lo que voy a subir. Se titula Amor amargo. 
Iré subiendo el resto cuando pueda en los próximos días. Espero que os guste. Iré subiendo pedazo por pedazo poco a poco.

ISLA DE TAMBO, EN LA RÍA DE PONTEVEDRA, 1798

                      Olga Rodríguez permanecía asomada a la ventana de su habitación. El fuerte viento azotaba las ramas de los árboles. Hacía frío en la calle. Se estaba a gusto metida dentro de casa. Olga pasaba muchos días metida dentro de casa. Había fuerte marejada. No veía ninguna barca faenando en la distancia.
Poco a poco, nubes negras iban cubriendo el cielo. El día había amanecido claro y soleado. Sin embargo, a partir del mediodía, el cielo empezó a llenarse de nubes negras que amenazaban con descargar la lluvia. Eran casi las tres de la tarde, pero bien podían ser las tres de la madrugada. No se veía a nadie en la calle.
El caserón en el que vivía Olga era enorme. De color blanco...Muy majestuoso...Las gotas de lluvia empezaron a caer lentamente. Llevaba el cabello recogido en un moño bastante apretado. Lucía un vestido de color blanco que indicaba su condición de debutante en sociedad. Su madre le había dicho que su padre había pensado en llamar a un pintor. Le haría su retrato. En la habitación de al lado, oía a su hermana menor pasearse nerviosa de un lado a otro. Detestaba los días de lluvia y de frío. No podía salir a la calle. Olga pensó en su hermana menor, Sara. Era el polo opuesto a ella. No debía de sentir envidia de ella, pensó Olga. Eran distintas. Nada más…
La joven suspiró al pensar en su hermana. Se llevaban apenas dos años. Se decían que eran tan diferentes como la noche y el día.
A su hermana Sara no le gustaba estar todo el día encerrada en casa. Necesitaba salir a la calle y corretear por el jardín, igual que hacía en su niñez. Le gustaba subirse a los árboles. Su institutriz tenía que frenarla porque decía que no paraba de saltar. A veces, se escapaba a la playa que estaba cerca de su casa. Estaba segura de que su hermana nadaba. Se quedaba vestida tan sólo con la camisola. Y se lanzaba al agua. Sara llevaba de cabeza a su institutriz. Era un auténtico torbellino. Y también era muy romántica.
Olga se llevó la mano al moño. Siempre había sido la hija perfecta que obedecía a sus padres en todo. Se dijo que no tenía de qué quejarse. Procuraba no meterse en líos. Pero, en su fuero interno, Olga sabía lo que Sara pensaba de ella. Se lo oyó decir a una amiga no hacía mucho. Sara la definió como aburrida. Aquel comentario le hizo daño. Pero Olga prefería ser aburrida a terminar con la reputación arruinada. Como le podía pasar a Sara.
No había tenido nunca un motivo para rebelarse. Siempre les había complacido en todo.
¿Por qué su hermana no podía ser como era ella? Se ahogaba en aquella casa que le resultaba tan grande, con unos inmensos pasillos.
El brasero inundó de calor la habitación. Ya no sentía frío. Ella estaba sentada ante el escritorio. Estaba escribiendo en su diario.
Desde que dejó de dar clases con la institutriz, su vida se había vuelto monótona y aburrida. Aún más de lo que ya era de por sí.



Era una joven esbelta. Sabía que estaba bien proporcionada, físicamente hablando. Era bajita. De facciones adorables...Con la carita redonda y muy bonita...Su cuello era largo y delicado, como el cuello de un cisne. Su cabello era de color rubio muy claro. Pero sabía que tenía una mirada vacía en sus ojos, ya que no terminaba de encontrarle un sentido a la vida que llevaba.
              Su hermana Sara hablaba de lo que sentiría si recibía un beso de amor. Estaba segura de que su hermana viviría un apasionado romance. En cambio...Ella no sabría nunca lo que era recibir un beso de amor. Se casaría con el hombre que su padre le buscara. De nada le serviría quejarse. Olga se resignaría a aquella vida. No tendría derecho a soñar. No tendría derecho a ser feliz.
                 Confórmate con lo que tienes, se dijo así misma. Y siguió escribiendo con gesto cansado en su diario.
                   Su hermana Sara era pelirroja. Ante los ojos de los jóvenes que habían empezado a galantearla, carecía por completo de defectos. No podía sentir envidia de ella. Estaba segura de que había nacido para llevar una vida cargada de emociones. En cambio, se conformaría ella con muy poco. Deseaba amar, a pesar de que sabía que las historias de amor no estaban hechas para las muchachas como ella. Lánguidas y delicadas, más parecidas a los ángeles que a las mujeres de carne y hueso. Aún así, no quería sentir celos de su hermana. Se puso de pie. Se dirigió a la habitación de su hermana.
Estaba sentada en la cama, con un pie encima del colchón, leyendo un libro. Una de esas novelas que hablaban de romance, de aventuras y de sentimientos que tanto le gustaban.
         Sara estaba inquieta. Olga lo percibió. No le gustó nada verla nerviosa. Hacía un gesto con la mano golpeando el libro que estaba leyendo.
Su hermana llevaba suelto su cabello rojo. Se resistía a llevarlo recogido en un moño o en una trenza. Le gustaba sentir el viento azotando su pelo. Parecía estar hecha para vivir al aire libre. Como las ninfas...
Su cabello era lacio, pero acababa en pequeños rizos al llegar a las puntas. Sus ojos eran idénticos a los suyos. De color azul muy claro...
No tenía pecas salpicando su cara. En cambio, Olga sí tenía algunas pecas en la nariz.
Por lo menos, ya no tenía granos. Sara, en cambio, no sabía lo que era tener granos.
Su hermana hablaba de recibir un beso de amor. Quería saber lo que se sentía al ser besada. Varios jóvenes habían intentado besarla. Pero sólo habían conseguido llevarse un buen bofetón por su parte.
-No te había visto entrar-dijo Sara-Deberías de hacer más ruido. Podría confundirte con un fantasma cualquier día de éstos. ¿Qué quieres? Me gustaría salir a dar un paseo.
Alzó la vista y la vio de pie, en el umbral de la puerta. Le sonrió.
-No quería interrumpirte mientras leías-aseguró Olga-Y no deberías de salir a dar un paseo. Hace una tarde muy mala.
-¡No seas tonta!-se rió su hermana-Pasa. Siempre eres bienvenida a mi Santuario. Siéntate conmigo. A mi lado...
Entró en la habitación. Se sentó a su lado en la cama.
-¿Qué estás leyendo?-le preguntó.
-Es una historia muy romántica-respondió Sara-A ti no te gusta leer esta clase de historias. ¡Pero son preciosas!
-Cuéntame de qué va.
-Hay una hermosa dama que va a casarse sin amor con un hombre perverso. Y aparece él. El héroe...La rescata de sus garras. Hay muchas aventuras.
-¿Es un pirata?
-Es un pirata bueno. Hay mucha diferencia entre los piratas buenos y los piratas malos.
-Se te ve entusiasmada con la historia.
-¡Es que es muy bonita! Es emocionante. Hay naufragios. Mil y un peligros...Mucha gente malvada...
-Me lo imagino.
-¡No, no te lo imaginas! ¿Te ves a ti misma surcando los Siete Mares?
Sara se puso de pie en la cama. Su vestido de color blanco no disimulaba su esbelta figura. Sus labios eran rojos y carnosos. Tenía la piel clara. Se sentó de golpe en la cama.
Saltó de la cama. Era ágil y flexible. Se comportaba de un modo un tanto alocado e impulsivo. Sara quería vivir la vida. Disfrutaba haciendo locuras. Montaba a caballo como la mejor de las amazonas. Saltaba toda clase de obstáculos. Sara tenía sus sueños. Quería viajar a Santiago de Compostela. Quería disfrutar de su puesta de largo. Y quería viajar también a Madrid. Su mayor deseo era conocer a los Reyes y disfrutar de las maravillas que la capital tenía reservadas para ella. Olga, en cambio, jamás había pensado en viajar a Madrid. 


En cambio, ella tenía los labios de trazado delicado y sonrosados. Pasaba desapercibida al lado de su hermana menor. Se dijo que no debía sentir envidia de ella. Tendría mucha suerte en la vida.
-Voy a ponerme mi traje de montar-le anunció a Olga-Busca a nuestra doncella. Dile que venga a ayudarme. ¡Me agobio!
-No salgas, Sara-le pidió Olga-Te podría pasar cualquier cosa.
-¡Bah!
-Sara…
         Su hermana no le hizo caso. Salió de la habitación para ir a buscar a su doncella. 
-Te preocupas por nada, hermana-le dijo en el pasillo-He salido otras veces. Y nunca me ha pasado nada.
-Pero podría pasarte-insistió Olga.
                Salió detrás de Sara.
               Su hermana fue a la cocina. Su doncella siempre estaba allí. Era muy buena amiga de la cocinera. No tardó en subir llevando a la doncella prácticamente a rastras. Olga intentó una vez más disuadirla.
-Voy a ponerme mi traje de montar-le anunció Sara-Me apetece montar a caballo.
-¿Te has vuelto loca?-se escandalizó Olga.
-La vida hay que vivirla. ¡No debes de ser tan aburrida, hermana!
                    Sara se rió con ganas. Metió a la doncella dentro de su habitación y cerró la puerta. Olga contempló la puerta con impotencia. Tenía un extraño presentimiento. No sabía de qué se trataba. Pero tenía que ver con Sara.
                    Su hermana salió de la habitación vestida con su traje de montar. Le dedicó una sonrisa radiante a Olga.
-Volveré antes de la hora de la cena-le prometió.
                   Bajó saltando la escalera. Siempre bajaba la escalera saltando. Sara estaba llena de vida. Olga la envidió por ser así. Y deseó ser como era ella.  

2 comentarios:

  1. Se ve muy interesante me gusta la forma como escribes. Te mando un beso y te me cuidas mucho.

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    Respuestas
    1. Hola Citu.
      Espero que te guste todo lo que viene a partir de ahora.
      Un fuerte abrazo, amiga mía. Y cuídate mucho.

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