Hola a todos.
Hoy, subo la cuarta parte de mi relato Amor amargo.
Estamos ya muy cerca del final, que subiré, si puedo, entre mañana. Me alegro muchísimo que estéis disfrutando de esta historia de amor y de sacrificio. Aunque, como quien dice, no está todo dicho y puede pasar de todo.
Vamos a ver lo que ocurre hoy entre Olga y Rodrigo.
Una noche, Olga y Rodrigo consiguieron verse a escondidas en la playa. Rodrigo llegó primero y estuvo esperando a Olga durante un buen rato. Había conseguido enviarle una nota.
Te espero en la playa. Por favor, ven.
Olga acudió a la cita con los ojos hinchados por haber pasado días enteros llorando. Sus padres se habían puesto del lado de Sara. Sabían que estaban obrando de un modo egoísta para con Olga. Pero debían de pensar también en el bienestar de Sara. Envuelta en una capa negra, Olga salió por la puerta de la cocina. Sara estaba profundamente dormida. No se daba cuenta de nada. Su padre estaba dormido en el sofá del salón. Y su madre dormitaba junto a la cama de Sara.
Cuando llegó a la playa, Olga estaba temblando de manera violenta. En opinión suya, aquel encuentro sería el último que tendría con Rodrigo. El médico sentía asco de sí mismo porque estaba pensando en huir con Olga. Así se lo dijo a la joven y ella le escuchó atónita. Entonces, Olga estalló en lágrimas y Rodrigo deseó no haber sido tan franco con ella.
-¡No puedo dejar a mi hermana!-afirmó Olga.
-Te juro que desearía poder curar a Sara-le aseguró Rodrigo-Pero no está en mis manos.
-¡Inténtalo!
-No puedo.
-Hablas de huir conmigo. Pero no quieres hacer nada por ella.
Olga se apartó de Rodrigo. Comenzó a pasear nerviosa por la playa, deseando no escucharle. Rodrigo se acercó a ella y deseó borrar todo lo que había dicho.
-Perdóname-se excusó-Yo...Soy un egoísta. Te necesito. Y he olvidado que tu hermana también te necesita. De haberme pasado lo mismo. Creo que habría hecho lo mismo que tú estás haciendo. Te admiro, Olga.
Las lágrimas rodaron por las mejillas de la joven. Rodrigo le hizo darse la vuelta con delicadeza.
-Siempre te amaré-le dijo Olga-Aunque no esté contigo.
-Olga...-susurró Rodrigo.
Se alejaron de la orilla. La Luna se reflejaba en el agua del mar. Todo estaba sumido en el más completo silencio.
Se susurraron palabras de amor aquella noche. Se fundieron en un fuerte abrazo. Y a aquel abrazo le siguió un beso cargado de pasión.
-Nunca dejaré de amarte-le juró Rodrigo a Olga.
-Acabarás olvidándome-se lamentó la joven-Eso pasa. Aunque...
Para ellos, aquella noche era su despedida. No volverían a estar nunca más juntos. Tenían el corazón destrozado por el dolor. Nadie se enteraría.
La playa estaba desierta y fue en aquel lugar donde Rodrigo y Olga se poseyeron mutuamente sobre la arena. Besos...Caricias...Abrazos...
Las caricias que se prodigaron fueron cada vez más íntimas. Rodrigo besó a Olga en la frente. La besó en las mejillas. La besó con arrebato en los labios. La abrazó con fuerza. Le acarició su rubio cabello suelto. Quería conocerla toda. Y ella, llena de amor, se entregó a él. Y no fueron una. Fueron dos las veces que se poseyeron mutuamente a lo largo de aquella noche.
Los dos enamorados tuvieron que separarse antes del amanecer. Los padres de Olga podían despertar en cualquier momento. Ella quería regresar a casa lo antes posible. No se arrepentía de nada de lo que había pasado entre Rodrigo y ella y su corazón sangraba al pensar que aquella sería la última vez que estuvieran juntos.
-Olga...-la llamó Rodrigo.
-No digas nada-le pidió la joven-Por favor...
-Nunca dejaré de amarte y nunca dejaré de esperarte en este lugar.
-No vendré. Y lo sabes. No puedo venir. Perdóname.
-Amor mío...
El mes siguiente supuso un verdadero calvario para Olga.
El vizconde de Suances llegó a la isla.
Corrían numerosos rumores acerca de aquel hombre tan rico y poderoso. Decía que estaba buscando una esposa.
Olga no quiso salir a saludarle cuando el vizconde fue a visitar a sus padres. Éste, en cambio, mostró cierto interés en conocer a Sara.
Olga tenía el corazón roto.
Intentaba fingir que estaba bien.
Sin embargo, deseaba quedarse a solas en su habitación. Rompía a llorar de pura desesperación. Cuando estaba con sus padres o cuando estaba con Sara, Olga intentaba disimular el dolor que sentía por dentro. De algún modo, su hermana menor sospechaba que Olga no estaba bien. La veía tranquila. Serena...Pero sus ojos...
-Tiene los ojos muertos-pensó Sara-Igual que yo...
El vizconde vio a Sara por primera vez en la Ermita un domingo al mediodía.
Al acabar la Misa, vio cómo la señora Rodríguez la ayudaba a salir del lugar ayudada por su hija mayor. Decidió que se acercaría a ella. Sara Rodríguez le inspiraba una gran compasión.
El vizconde saludó a las tres mujeres.
-Buenos días, señora-dijo-Señoritas...
-Buenos días...-contestó Sara.
-Celebro verla fuera de su casa, señorita Rodríguez.
-No puedo ir a ningún sitio.
El vizconde llevaba poco tiempo en la isla. Pero conocía la historia de Sara. Una vida que se había truncado cuando apenas estaba empezando por culpa de un trágico accidente.
-Si lo desea, puede hablar con ella-le propuso la señora Rodríguez al vizconde-No hay ninguna molestia.
-Madre...-se asustó Sara.
Hacía mucho que no se quedaba a solas con ningún hombre.
Vio cómo su madre y Olga se alejaban de su lado. No se atrevió a mirar al vizconde a la cara. Un extraño pudor se apoderó de ella. No se acordaba ya de lo que sentía cuando algún joven iba a visitarla a su casa para cortejarla. Le parecía una época ya lejana en el tiempo. El vizconde le parecía un hombre agradable.
-Señor...-dijo Sara.
-Tiene muy buen aspecto-la alabó el hombre.
Sara agradeció aquel piropo.
El vizconde llevaba mucho tiempo dándole vueltas a la idea de tomar una esposa. ¿Y por qué no iba a casarse con Sara?
-Le noto pensativo-observó la chica.
-Tengo demasiadas cosas en la cabeza-admitió el vizconde.
-Me las puede contar, si quiere.
El vizconde cogió la mano de Sara y se la besó.
Una idea pasó por su cabeza. Podría casarse con ella. Sería un matrimonio de conveniencia. Él podría ayudarla a volver a caminar. Era rico y poderoso. Usaría su dinero para ayudar a Sara. A cambio, ella sería su esposa.
-Me gustaría hablar con usted a solas-le dijo-Pero no puede ser ahora.
Quedaron en verse en unos días.
A la tarde siguiente, Olga encontró a Sara sentada en un sillón en el salón.
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó.
-Me agobiaba dentro de mi habitación-respondió Sara.
Estaba mirando la chimenea encendida.
-Te noto preocupada-observó Olga.
Sara tenía un libro entre las manos. Apenas había logrado pasar de la segunda hoja.
-El vizconde de Suances parece estar interesado en mí-le confió a su hermana mayor-Puede parecer una tontería.
-No es ninguna tontería-replicó Olga.
-¿Qué clase de hombre se va a interesar en una mujer como yo? No puedo caminar. No sé qué es lo que habrá visto en mí.
-¿Sientes algo por él?
Sara negó con la cabeza.
-Es muy amable conmigo-contestó-Pero no le amo.
Muchas ideas pasaron por la cabeza de Sara. Entendía que estaba siendo egoísta con Olga. El vizconde era un buen hombre. Y podría ocuparse de ella.
-Me gustaría hablar contigo-dijo Sara.
-No tienes que decirme nada-le aseguró Olga-Todo está bien.
-He sido una egoísta. Perdóname. Lo siento muchísimo. Sólo he pensado en mí. Y no he sido justa contigo.
Sara sentía un nudo en el estómago.
Una mansión sumida en el dolor por una terrible pérdida...Una muchacha inocente y sencilla...Un joven decidido a todo por amor...Una inolvidable historia de amor. No es un blog para albergar una blog novela. Es mucho más que eso. Relatos cargados de romanticismo...Reflexiones... Todo eso podéis encontrar aquí. Y mucho más...
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Uhmm, esto ya va siendo un sacrificio en el que las dos hermanas pueden perder más que ganar.
ResponderEliminarSeguimos pendientes del asunto.
Un abrazo.
¡Celebro mucho que te esté gustando, EldanY!
EliminarEn esta historia, hay mucho sacrificio por parte de las dos hermanas. Pero sólo una de ellas hará algo que permitirá que la otra sea, por fin, feliz.
Un fuerte abrazo, EldanY.
El final está cada vez más cerca.