martes, 29 de octubre de 2013

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Hoy, Lorenzo y Rosario llegan al Peñón de Alhucemas.
¡Empieza la acción!

                            A los pocos días, Lorenzo y Rosario viajaron a Cádiz. De allí, zarpaba un barco que los llevaría al Peñón de Alhucemas.
-¡Virgen Santa!-exclamó Rosario al ver el barco-¡Qué cosa más grande!
                           Por suerte, tanto Rosario como Lorenzo estaban acostumbrados a viajar. Rosario, en su juventud, había trabajado como actriz en teatros de segunda categoría. Había viajado mucho por España. Y Lorenzo, en lugar de estudiar una carrera, como era el deseo de Santiago, se marchó a recorrer Europa.
                        El viaje duró menos de una semana.
                        Rosario y Lorenzo acostumbraban a dar paseos por la cubierta del barco. La mujer pensaba en María Elena.
-A lo mejor, no es ná-le dijo en uno de aquellos paseos a Lorenzo-A lo mejor, su prima ha exagerado mucho su enfermedad. Querrá que usté vaya a verla pa que puedan hacer las paces.
-No conozco mucho a María Catalina-dijo Lorenzo.
-¡Entonces, no la crea! Yo conozco a la niña María Catalina. Es una buena muchacha. Pero es mu exagerá. ¡Hágame caso, señorito!
-Está preocupada por María Elena.
-Yo quiero a esa niña como si fuera mi hija. Daría la vida por ella. No quiero ni pensar que le pueda pasar argo. ¡Yo me muero! ¡Me moriría!
                         Lorenzo comía en el restaurante, en primera clase. Rosario, en cambio, tenía que comer en tercera clase. Lorenzo dormía en un camarote amplio y lujoso. Rosario, en cambio, dormía casi en el sótano. En un camastro estrecho...En su camarote, se hacinaban varias familias.



-Le he escrito al señor Castillo y González-anunció María Catalina-Confío en que no tarde mucho en llegar. ¡A María Elena le hará ilusión verle!
-No me gusta que ese hombre esté en esta casa-opinó doña Edelmira-Creo que es un error.
                          María Catalina y su madre regresaban de la Iglesia. Habían ido allí a rezar, pidiéndole a Dios que le diera más tiempo de vida a María Elena.
-No creo que ese joven llegue a tiempo-se lamentó doña Edelmira-Tu prima pasó muy mala noche. Ha tenido fiebre muy alta. El doctor Sauceda está haciendo lo imposible por bajársela.
-¡No hemos debido de salir!-se inquietó María Catalina-¡Mi prima está enferma! Deberíamos de estar con ella. ¡Somos la única familia que tiene!
                   La casa en la que vivía la familia Cienfuegos Romero era una de las casas más grandes del Peñón. Se encontraba cerca del almacén.
-Tu prima está en manos de Dios-suspiró doña Edelmira.
                    María Catalina se cogió del brazo de su madre. Le asustaba pensar que María Elena podía morir. Tiene que vivir, pensó.
                      María Catalina era tan sólo dos años menor que María Elena. Pero su prima había estado a su lado desde siempre.
                     No concebía la vida sin ella. No se resignaba a la idea de que María Elena estaba agonizando. Quería poner en orden su pasado por aquel motivo.
                     En aquella época, vivían unas 350 personas en el Peñón. Se podía decir que todo el mundo se conocía entre sí.
                     Una mujer se acercó a doña Edelmira. Era una conocida suya. Quería saber si María Elena estaba mejor. Aunque, en el fondo, sabía la verdad. La joven nunca se recuperaría.

                      Lorenzo no sabía gran cosa acerca del lugar hacia el cual se dirigían Rosario y él. Sabía que allí vivían, además de los militares, una población civil. Estaba en la cubierta con Rosario.
-¡Señorito!-exclamó la mujer.
-¿Qué pasa?-inquirió Lorenzo.
-¿Hemos llegado ya? ¡Mire usté! ¡Cuatro islas!
                  Lorenzo recordó todo lo que había leído. Isla de Mar...Isla de Tierra...El Peñón de Alhucemas estaba unido al islote de La Pulpera mediante un puente. Se podía divisar desde el barco.
                   El barco atracó en el puerto del Peñón. Lorenzo y Rosario se ocuparon de sus respectivos equipajes. Descendieron por la pasarela. Rosario le preguntó a Lorenzo si tenía las señas de la casa de la familia Cienfuegos Romero.
-¡No veo la hora de ver a mi niña, señorito!-afirmó la mujer.
-Se va a alegrar mucho de verla-le aseguró Lorenzo.
-Nunca antes había visto nada igual. ¡Se parece mucho a Sorbas!



                        Empezaron a caminar.
                        Las casas tenían la fachada de color blanco. Rosario caminó al lado de Lorenzo, muy nerviosa. Odiaba estar en un lugar del que no sabía nada. Había viajado por muchos países de Europa. Pero aquel lugar era distinto.
-Buenas tardes, señor-les saludó un oficial-Buenas tardes, señora.
                        Lorenzo le preguntó al oficial si sabía dónde vivía la familia Cienfuegos Romero. El oficial frunció el ceño al escuchar el nombre de aquella familia.
-La que tiene una sobrina que es tísica-dijo.
                          Rosario ahogó un grito. Lorenzo se puso pálido.
-Viven cerca del aljibe-les explicó el oficial-¡Pobre familia! ¡No ganan para desgracias! Sobre todo, la sobrina. He oído que el marido fue ejecutado por contrabandista. Bueno...Eso me lo ha contado mi mujer. Yo no soy un cotilla.
                        Lorenzo apretó los puños con fuerza. Ni siquiera un lugar como el Peñón estaba libre de cotilleos.

4 comentarios:

  1. Bueno, ciertamente, ese lugar es pequeño y los cotilleos seguro que están a la orden del día y más si se presenta gente desconocida.
    Jo, me ha encantado el barco.

    Saludos, seguimos pendientes y me encantan los cotilleos :)

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    1. Hola EldanY.
      Si te fijas bien, el Peñón es un lugar pequeño. Vivían unas 350 personas allí hace más de 100 años. Todos se conocían. Y los rumores corrían como la pólvora por allí.
      El barco es verdaderamente precioso.
      Un fuerte abrazo.
      Y te invito a que sigas leyendo.

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  2. Uy además de todo hasta con chismes pobres

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    1. Hola Citu.
      Los lugares pequeños son el caldo de cultivo para que aparezcan los rumores.
      Un fuerte abrazo.

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