Hola a todos.
Continuamos hoy con Un sabor agridulce.
Lorenzo y Rosario ya se han instalado en la casa de los Cienfuegos. Vamos a ver qué es lo que pasa.
Rosario se sentó en una silla. Su intención era pasar la noche al lado de María Elena. A partir de aquel momento, se encargaría de cuidarla.
-Váyase a dormir, niña-le instó a María Catalina.
-¡No!-protestó la joven-¡Yo me quedo junto a María Elena!
-Prima...-dijo la aludida-Por favor...
-He llegado yo-intervino Rosario-Yo la cuidaré.
-Usted sola no puede cuidarla-insistió María Catalina-¡Deje que yo la ayude!
Rosario no miró a María Catalina porque tenía la vista puesta en María Elena. Le cogió la mano. Aquella joven consumida no podía ser la misma joven llena de vida. Se negaba a creer que María Elena pudiera morir. Pero Rosario había visto a algunos vecinos suyos morir a consecuencia de la tisis. Se resistía a creerlo. Pero tenía que admitir que María Elena estaba condenada.
-¿Cuándo empezó a sentirse mal?-le preguntó a María Catalina.
-A los pocos días de llegar aquí-respondió la joven.
-¿Qué le pasó?
-Un día, se despertó empapada en sudor. Tenía una fiebre muy alta. Empezó a perder peso. Fue el médico del Peñón, el doctor Sauceda, el que la examinó. Nos dijo que Elenita estaba enferma de tisis. No me lo creí entonces. Siempre ha gozado de una salud de hierro. Me resisto a creerlo.
-Niña Cati...Rece mucho por su prima.
Rosario se fijó en los ojos hinchados de María Catalina. La joven posiblemente llevaba noches sin dormir. Y también había estado llorando.
Fue al día siguiente, por la tarde, cuando don Juan habló a solas con Lorenzo. Se lo llevó a su despacho.
-Mi sobrina se está muriendo-le comunicó nada más encerrarse con él en el despacho-No se puede seguir negando la evidencia. Le queda poco tiempo de vida.
Lorenzo sintió cómo algo se oprimía dentro de su pecho.
-¿Cuánto tiempo hace que está enferma?-quiso saber-¡No quiero saberlo! ¡Dios mío!
-Empezó a sentirse mal al poco de llegar aquí-contestó don Juan-La enfermedad va avanzando poco a poco. No se puede hacer nada. Es duro. Se está consumiendo poco a poco.
Lorenzo no sabía qué pensar. Santiago estaba muerto. María Elena iba a morir. Pensó que le iba a estallar la cabeza.
-Parece una pesadilla-le confesó a don Juan-¿Y no hay cura?
-Lo siento-dijo don Juan-No hay cura. Sólo nos queda esperar. Y rezar.
Lorenzo pensó en don Adriano. El párroco de Sorbas le habría dicho exactamente lo mismo que le estaba diciendo don Juan. Pero, ¿cómo iba a resignarse María Elena ante la idea de que se estaba muriendo? Su cuñada siempre había sido una joven llena de vida. El sentir que agonizaba un poco más cada día que pasaba era la peor de las torturas para ella.
-Me quedaré aquí-decidió Lorenzo-Pase lo que pase, quiero estar a su lado.
-Mi sobrina te lo agradece-le aseguró don Juan-Ya sabes lo mucho que te quiere. Rosario y tú podéis quedaros el tiempo que queráis. Lorenzo, tú no tienes la culpa de lo que pasó. El único culpable, y aunque te duela oírlo, fue Santiago. No debió de hacer las cosas que hizo.
Lorenzo se puso de pie. Salió del despacho de don Juan tambaleándose. Al salir, estuvo a punto de chocar con María Catalina.
-¿Cómo está mi cuñada?-le preguntó.
-Está durmiendo-respondió María Catalina-Ha pasado la noche más tranquila. Es bueno que descanse.
Una mansión sumida en el dolor por una terrible pérdida...Una muchacha inocente y sencilla...Un joven decidido a todo por amor...Una inolvidable historia de amor. No es un blog para albergar una blog novela. Es mucho más que eso. Relatos cargados de romanticismo...Reflexiones... Todo eso podéis encontrar aquí. Y mucho más...
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Tengamos esperanza.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz jeloguin
¡Feliz Día de Todos los Santos, amigo EldanY!
EliminarUn fuerte abrazo.
Pobre esperemos a ver que pasa. Un beso y te me cuidas.
ResponderEliminarY yo te invito a que sigas leyendo. ¡Ya verás lo que pasa!
EliminarUn fuerte abrazo, Citu.
Cuídate.
Esperemos que no muera hombre, no hay que ser pesimistas. Un besazo.
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