sábado, 26 de octubre de 2013

UN SABOR AGRIDULCE

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo trocito de Un sabor agridulce. 
La enfermedad de María Elena es el motor que desencadena la historia. Sabiendo que se está muriendo, María Elena pide ver a su cuñado para poder despedirse.

-No entiendo para qué quieres ver a ese joven-dijo la tía de María Elena, doña Edelmira Romero-Lo único que vas a conseguir es sufrir más.
                    Edelmira era la hermana menor de don Damián Romero, el padre de María Elena. Cuando un infarto acabó con su vida de manera fulminante, Edelmira se hizo cargo de su sobrina. La madre de María Elena había muerto a consecuencia de una neumonía cuando ésta tenía tan sólo cuatro años. María Elena llegó a la casa de sus tíos cuando tenía once años. Siempre la habían hecho sentirse parte de la familia. Por eso, no entendían el porqué quería escribirle una carta a su cuñado.
-Lorenzo era el hermano de Santiago, mi marido-le recordó María Elena a su tía-Estuvo a mi lado cuando ejecutaron a Santiago. Quiero verle. Creo que estoy en mi derecho de despedirme de él. Pronto, Santiago y yo volveremos a estar juntos.
-¡No te vas a morir!-afirmó María Catalina con vehemencia-¡No vuelvas a decir eso nunca más!
-Cati...
                        María Elena sentía cómo las fuerzas se le estaban acabando. Permanecía acostada en su cama mientras miraba a su tía y a su prima. Buscó la mano de María Catalina y se la cogió.
-Sólo quiero hacer las paces con mi pasado-le aseguró a la muchacha.
                      María Catalina bajó la vista. No podía negarse a cumplir la voluntad de su prima. Llevaba ya unos días sintiendo cómo María Elena parecía querer despedirse de todo el mundo.

-Señorito Lorenzo, ha venido don Adriano-le informó Rosario a su patrón.
                    El aludido permanecía recostado en el sofá con un fuerte dolor de cabeza.
                    Su vida había cambiado a lo largo de los últimos meses. De estar pendiente de sus estudios y de divertirse con sus amigos, había pasado a ser el dueño de una de las fincas más prósperas de toda Almería, Los Deseos. Pero también se había visto condenado al ostracismo desde que su hermano fue ejecutado mediante garrote vil acusado de ser un contrabandista. Los Deseos se encontraba en los alrededores de Hueli, pedanía del municipio almeriense de Sorbas. Era un lugar pequeño donde todo el mundo se conocía.
                     Santiago Castillo y González era uno de los terratenientes más prósperos de toda Andalucía.
                     Su riqueza era sólo comparable a su inmenso atractivo físico, su inteligencia y su gran carisma. Pensó que podía jugar con fuego y acabó quemándose.
                     Lorenzo todavía recordaba el día en que su hermano mayor contrajo matrimonio con la bella María Elena Romero. Hacían una hermosa pareja. Su felicidad iba a ser colmada con el nacimiento de un hijo. Pero eso no era suficiente para Santiago. Deseaba más.
                    Lorenzo había llegado a una conclusión. Su hermano estaba loco.



                      Don Adriano era el párroco de Sorbas. Conocía a la familia Castillo y González de las veces que iba a Hueli a oficiar la Misa. Entró en el despacho de Lorenzo y lo encontró acostado en el sofá.
-Lamento tener que venir en estos momentos-le dijo al joven-Pero tengo que darte una noticia. He recibido una carta de la señora Romero.
-¿De María Elena?-inquirió Lorenzo, extrañado-¿Mi cuñada le ha escrito?
                     María Elena se marchó de Hueli tras la ejecución de su marido. Lo último que Lorenzo sabía de ella era que estaba en el Peñón de Alhucemas, donde vivía junto con sus tíos y su prima. Se sentó en el sofá.
-En realidad, ha sido su prima, la señorita Cienfuegos, quien me ha escrito-matizó don Adriano-La señora Romero está muy enferma.
-¡Eso es imposible!-exclamó Lorenzo.
                       Se acordaba a la perfección de María Elena. Su cuñada siempre había gozado de una salud excelente. Hasta donde él sabía, nunca antes había estado enferma.
-Se está muriendo-le informó don Adriano-Padece tisis. Su prima me ha escrito a petición suya contándomelo todo. La enfermedad la ha atacado con virulencia.
-No puede ser-murmuró Lorenzo.
                      Tenía la sensación de que estaba viviendo una pesadilla. María Elena no podía estar muriéndose de tisis. Y su hermano Santiago no podía estar muerto tras haber sido ejecutado acusado de contrabandismo. En cualquier momento, se despertaría y vería que todo había sido un mal sueño. Santiago seguiría siendo el dueño de Los Deseos. Y María Elena estaría cuidando de su hijo. El niño que no llegó a nacer.
-¿Y qué quiere de mí?-quiso saber Lorenzo.
-Lo único que pide es que vayas a verla-contestó don Adriano.
-¡Por supuesto que sí! A lo mejor, puedo hacer algo por ayudarla.
-A tu cuñada le basta con que vayas a verla.
                      En el pasillo, se oyó cómo un cuerpo pesado caía al suelo. Don Adriano y Lorenzo fueron a ver qué había pasado. Tirada en el suelo se encontraba Rosario. Lorenzo se arrodilló junto a ella y le golpeó con suavidad la cara para hacerla despertar.
-¡Pobrecilla!-se dolió don Adriano-Ha estado cuidando de la pobre señora Romero desde que era una niña.
-Rosario...-la llamó Lorenzo-¿Me oye usted?
                   Ella no quería oír a nadie. Sólo pensaba en una cosa. Su niña María Elena se estaba muriendo y ella no podía hacer nada para impedirlo. Una lágrima se deslizó por su mejilla.

1 comentario:

  1. Pobre Rosario, en si da mucha pena el futuro de María Elena . Te mando un beso y que tengas un genial domingo

    ResponderEliminar